viernes, 20 de febrero de 2009

Crisis: entre el "ya no" y el "todavía no"

Una economía sobreendeudada y mal acostumbrada como la estadounidense está en el origen de una crisis que ha “goteado” hacia su sociedad en términos de desempleo, reducción del consumo, aumento de la inseguridad alimentaria y sanitaria y de la desigualdad. No eran cuestiones nuevas, pero las ha agravado una crisis que primero fue bancaria y después financiera. El sistema financiero internacional estaba relativamente interconectado y los “productos tóxicos” habían recorrido parte del Planeta. El papel que juega la economía de los Estados Unidos en el mundo impactó primero en los países centrales, después en los emergentes y finalmente en casi todo el Planeta.

La crisis había sido prevista. Nouriel Roubini lo anticipó, y en febrero de 2008 anunciaba un “colapso sistémico y una depresión global” que, como “cisne negro”, también había sido pronosticada por Nassim Taleb. El sombrío panorama de una recesión/depresión transnacional ha producido algunas reacciones tal vez exageradas: Joseph Stiglitz ha dicho que la caída del Wall Street podía ser al fundamentalismo del mercado lo que la caída del Muro de Berlín fue para el comunismo. Más moderada era la afirmación sobre la enfermedad del mercado por la que éste pedía disculpas por los males causados, según la personalización de Frei Betto. Tiene sentido, entonces, plantearse qué es lo que, efectivamente, ha fenecido en esta crisis.

Hay cosas que sí parecen haberse ido: la pretensión de que las nuevas tecnologías significaban el fin de los ciclos económicos. Se vio con la crisis del “punto.com”. Ahora se vuelve a hablar de ciclos y no precisamente para generar optimismo, habiendo una corriente que subraya las peculiaridades de esta crisis: la Historia podría repetirse no en comedia sino en otra tragedia, pero, en todo caso, repitiendo lo sucedido entre 1929 y 1939 sobre todo en los Estados Unidos.

Gustavo Esteva (en La Jornada, 6 octubre 2008) hizo una lista de las posibles bajas producidas en esta crisis. Añadía sus dudas para cada una de ellas, que aquí se amplían aportando los motivos para relativizarlas. La razón básica para dudar de estas bajas apresuradas es la falta de perspectiva temporal, que es lo que aporta Immanuel Wallerstein y Arthur M. Schlesinger. Veámoslas.

Se ha hablado del fin de la hegemonía estadounidense. Arno J. Mayer no lo tiene tan claro y dice, literalmente, que las predicciones sobre esa caída son exageradas. Cierto que su poder se ha erosionado, pero sigue siendo viable su control del mundo mediante su poderío militar y las agencias de espionaje y desinformación operativas en el mundo. Podrá caer como hegemón, como cayó España o Inglaterra, pero puede hacerse realidad el sueño neoconservador de un New American Century: un siglo XXI tan americano (o sea, estadounidense) como lo fue el XX. No es la única hipótesis: podría emerger una nueva potencia hegemónica o podríamos entrar en un mundo regionalizado. En este último caso, y si América Latina fuese capaz de “desconectarse”, sería interesante analizar el papel de potencia regional que podría jugar el Brasil. Pero el mantenimiento de la hegemonía de los Estados Unidos es una hipótesis a no descartar y menos por un simple “wishful thinking”.

En cambio, sí parecería que termina el fundamentalismo del mercado, que es como también George Soros ha llamado a esa manía de adjudicar, contra toda evidencia, unos poderes taumatúrgicos al mercado sin la “mano invisible” de los sentimientos morales, es decir, sin un mínimo de regulación. Si ya estaba herido de muerte desde hacía años, las sucesivas intervenciones gubernamentales lo han llevado a la tumba. Hasta el presidente Sarkozy levanta acta de dicho final en su discurso de Toulon. Sin embargo, el mercantilismo y el proteccionismo intervencionista son dos caras de la misma moneda, sólo que unas veces se ve una y otras otra y no se les permite practicar una u otra a los países situados en niveles diferentes de la jerarquía mundial. Después de una etapa librecambista, los años 50 y 60 fueron proteccionistas, seguidos por esta etapa fundamentalista que termina, pero que no necesariamente desaparece para siempre. Cuando cesó en los años 40 nadie pensó que pudiera volver. Digamos, entonces, que está en coma, pero que puede despertar y que, en todo caso, no se ha aplicado de la misma manera en el Norte y en el Sur.

Otra cosa sería el grupo dominante en los gobiernos de G.W. Bush, los neoconservadores, y la ideología que ha tenido adeptos en el resto del mundo. Cierto que ya han sufrido otras derrotas con anterioridad, pero esas mismas derrotas muestran que pueden volver ya que mantendrán su capital económico, social, cultural y simbólico. Por ello, a pesar de la victoria de Barack Obama, esta herencia va a ser muy difícil de desmontar y no parece que esté en la agenda del nuevo presidente ni está en las posibilidades de acción que permite el sistema.

El “Consenso de Washington”, aquella serie de recetas de flexibilización, desregulación y privatizaciones que emergieron de Washington DC y se propagaron por el mundo, parece muerto. Unos pocos aún lo siguen, Calderón en México y a Uribe en Colombia, pero no sería difícil encontrar más casos en el mundo. Luego todavía no ha muerto.

Hay un "muerto" más en otras listas: el capitalismo, por lo menos enfermo como para necesitar “refundación”. No está tan claro: este sistema, y la jerarquía centro-periferia que incluye, ha demostrado en sus siglos de existencia una gran capacidad de adaptación para sobrevivir a sus frecuentes crisis. Además, como ha indicado Eduardo Gudynas, no se ve cuál sería la alternativa. A esto añadirá James Petras, en marxista, que para cambiar de sistema hace falta una clase social que sea la portadora del cambio y movimientos sociales capaces de hacerlo realidad. Pero lo importante es constatar cómo el problema ha mostrado los elementos del sistema que estaban conectados y los que no lo estaban (habiendo, pues, una globalización relativa) y cómo los intentos de solución se llevan a cabo partiendo de la estructura centro-periferia que lo caracterizan.

Parece, pues, que estamos en un "ya no" (hay cosas que, efectivamente, han muerto, con independencia de que puedan resurgir) y, simultáneamente, en un "todavía no" (lo nuevo no se vislumbra y hay continuidades constatables). Así que, como concluye Óscar Ugarteche, “para los que piensan que otro mundo es posible, ahora es cuando”. Falta saber cuál (y supongo que en el resto de este libro hay referencias a ello) y cómo (y aquí supongo que estamos más faltos de sugerencias).

AUTOR : José María Tortosa
FUENTE : PERIPECIAS # 129

No hay comentarios.:

Publicar un comentario