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martes, 10 de marzo de 2009

Crisis, Neoproteccionismo y Desglobalización

Parafraseando a un colega*, puede afirmarse que las tres vacas sagradas que habíanse constituido en la religión fundamentalista de mercado del último cuarto siglo han sido recientemente sacrificadas sin contemplaciones, a saber: los presupuestos públicos equilibrados, la propiedad privada irrestricta y el comercio libre. Cada una ha sido llevada a los camales por los chamanes de la economía para curar la recesión global: los déficit fiscales pantagruélicos para sanear los presupuestos bancarios y personales están a la orden del día; la desconfianza en la autorregulación y los ‘mercados eficientes’ han resucitado las iniciativas para que el gobierno intervenga y nacionalice bancos y le salve la vida a las empresas productivas ineficientes (comenzando con los gigantes del sector automotriz); y, como veremos a continuación, el castillo de naipes de los libres mercados internacionales se irá derrumbando paulatinamente para ser sustituido por tendencias crecientemente proteccionistas.

En efecto, al ritmo que avanza la turbulencia global, lo hacen también las tendencias ‘mercantilistas’ a escala mundial. Este proceso contracíclico podría llamar la atención porque procede con más fuerza precisamente de aquellas economías ‘desarrollados’ que hasta hace poco eran las campeonas del liberalismo y la globalización. Lo que no debe sorprender, sin embargo, ya que la experiencia histórica nos recuerda que los países más adelantados y poderosos del mundo siempre han adoptado esas políticas en condiciones de crisis, para lo que basta recordar la tristemente célebre ley tarifaria Smoot-Hawley impuesta por EEUU en 1930, incrementando sideralmente los aranceles de unos 20.000 productos extranjeros que competían con los estadounidenses… en la ingenua expectativa de resolver exitosamente las consecuencias de la Gran Depresión. Por lo demás, desde una perspectiva histórica más amplia, su ‘despegue al desarrollo’ se sustentó precisamente en la protección de sus industrias nacionales infantes hasta que alcanzaron su madurez, momento a partir del cual se abrieron al mundo y le exigían al resto de países que liberalicen y abran sus economías sin condiciones. Los casos paradigmáticos a este respecto fueron Gran Bretaña en el siglo XVIII, EEUU y Alemania en el XIX y Japón, Taiwán y Corea en el XX.

Hoy en día esos mismos países utilizan esos mismos mecanismos y otros más sofisticados para paliar el efecto de la crisis global sobre el empleo, las ganancias y el crecimiento económico doméstico. Siguen convencidos que pasarse un cuy peuano por el cuerpo les resuelve todos sus problemas. Es así como en los últimos meses han surgido hasta seis formas de proteccionismo cuasi-aislacionistas. El primero y más tradicional es el propiamente comercial, que establece barreras al intercambio internacional. Son bien conocidos los instrumentos que utilizan para ello: aranceles comunes, tarifas específicas, cuotas y licencias de importación, parapetos muy discrecionales de tipo para-arancelario, devaluaciones exageradas y hasta a la prohibición de ciertos tipos de bienes, entre otras modalidades que amenazan desatar retaliaciones.

Un segundo tipo de proteccionismo es el que está ligado directamente a lo productivo, ese que trata de beneficiar a los empresarios nacionales frente a la competencia externa o a las empresas extranjeras radicadas en su país. El paquete clásico está compuesto por subsidios, créditos preferenciales, exoneraciones tributarias, amparo de empresas 'estratégicas' inviables, compras públicas preferentes a empresas domésticas, estímulos para la expansión de las exportaciones, etc. No tan clásicos son el ‘Compre Nacional’ y las nacionalizaciones y salvatajes a empresas privadas financieras e industriales.

Ligado a ello se detecta crecientemente el proteccionismo del mercado de activos, impidiendo -en su territorio- la compra de empresas por parte de extranjeros y limitando la inversión extranjera directa en sectores ‘estratégicos’. A lo que se añade el creciente proteccionismo tecnológico, dirigido cada vez más a defender y extender la duración de las patentes, así como la lucha tenaz contra la piratería.

El proteccionismo laboral, es otra modalidad evidente, en la medida en que se viene prohibiendo la inmigración o restringiendo los visados, a la vez que se radicaliza el control fronterizo y se expulsa a los inmigrantes ilegales, quienes tanto les sirvieron en la fase de auge.

Más grave aún es el proteccionismo financiero, que consiste en el recorte de flujos de capital a los países emergentes, en la venta de activos de empresas subsidiarias de grandes bancos, en el recorte de créditos bancarios a largo plazo, en la repatriación de capitales a las casas matrices, en el control de capitales (para evitar su salida de los países centrales), en la discriminación de la banca extranjera vis a vis la nacional, en el sesgo del flujo crediticio hacia sectores domésticos ‘en riesgo’ o ‘imprescindibles’ y similares. Y no hablemos de los paraísos fiscales.

Finalmente, no debe escapársenos el proteccionismo militar, parapeto de las medidas anteriores. Es el caso de EEUU que ha incrementado, año a año, sus gastos corrientes y de inversión en ‘defensa’, habiendo pasado paulatinamente y sin pausa del 21,5% del gasto público en 2000 al 26% en 2008. El presupuesto de Obama le ha asignado US$ 728.000 millones del presupuesto, que asciende a US$ 3,6 billones (trillones en inglés), con lo que el déficit asciende a US$ 1,2 billones.

Respecto a todo lo anterior y disculpando la digresión, habrá que llamarle severamente la atención a la Real Academia de la Lengua Española (22ava edición) por estar tan desactualizada en su definición del Proteccionismo, el que es descrito como la “Política económica que dificulta la entrada en un país de productos extranjeros que hacen competencia con los nacionales”. Es decir, solo se refieren a la restricción de importaciones de bienes y servicios que puedan hacerle daño a los productores nacionales (…aunque en muchos casos sean empresas foráneas las que los producen). Esperemos que en su próxima edición incluya las demás modalidades proteccionistas y no solo la comercial.

De manera que, justo ahora que nuestros países han re-estructurado sus economías durante toda una generación, para redirigirlas ‘hacia fuera’ desmantelando su industria para el mercado interno, los países ‘desarrollados’ recurren a la autarquización selectiva y nos entrecierran las puertas a los mercados que se decían ‘infinitos’, desde los de bienes y servicios, pasando por los laborales y los tecnológicos, hasta llegar a los financieros.

Sin duda, a medida que se profundice y contagie aún más la crisis global, cada país irá implementando estas medidas o las profundizará, generando una peligrosa y polifacética guerra (inter-países y entre bloques) en todos estos campos, tradicionalmente conocida como una “beggar-thy-neighbor-policy”. Una vez más: ¿Aprenderemos la lección para el futuro, en el que deberíamos ocuparnos más en expandir y fortalecer nuestros mercados internos, comenzando con el desarrollo de nuestra ‘seguridad alimentaria’ y para podernos sostener frente a los recurrentes shocks externos?

AUTOR : Jürgen Schuldt
FUENTE : MEMORIAS DE GREGORIO SAMSA

La excepción peruana

En el siglo XXI, las políticas energéticas son lideradas por los Estados, ya que las empresas privadas se han revelado ineptas para enfrentar esos retos. Detrás quedaron los obsoletos planteamientos liberal/economicistas del Consenso de Washington.

En toda América del Sur y México, sin excepción alguna, las empresas estatales cumplen esa función estratégica. Incluso los países que privatizaron, parcial o totalmente sus empresas estatales, como Argentina y Bolivia, ya están de vuelta. La excepción es el Perú.

La historia de la privatización de Petroperú comienza en 1992, cuando se venden sus grifos, su flota de buques petroleros (Transoceánica) y, también, Solgas, ambas a empresas chilenas.

En 1993 se venden los lotes de Petromar a Petro Tech. En 1996 se venden los grandes campos productores: el Lote 8 de la selva, el Lote X de Talara, la refinería más grande (La Pampilla), la Planta de Lubricantes (a Mobil) y los Terminales de Abastecimiento.

Petroperú se quedó descuartizada, solo con las refinerías de Talara, Conchán, Iquitos y el oleoducto, que no se vendieron porque creció la oposición popular.

Una política energética de autoabastecimiento necesita que Petroperú vuelva a la integración vertical. La razón es simple: el abecé es estar en todas las fases de la industria (sobre todo en producción, para aprovechar la renta petrolera, la diferencia entre el bajo costo de producción y el alto precio de venta). Petroperú estima que ha perdido US$ 1,500 millones, sobre todo porque compra petróleo caro.

Pero aquí el mundo es al revés. En el 2004, Petroperú pudo comprar los grifos que vendía Shell, pero el gobierno no quiso y los compró la estatal chilena ENAP con el Grupo Romero (Primax). Dijo el gerente Enrique Dávila: “Este ingreso está conversado con las autoridades peruanas. No hay ninguna aprensión. Aquí se respetarán los acuerdos y tratados suscritos. Ese riesgo se evaluó. Además, estamos con socios locales con experiencia en el negocio” (El Mercurio, 17/8/04).

En el 2004, Perupetro y Petroperú pudieron rescindir el contrato con Petro-Tech y volver explotar petróleo, ya que dicha empresa no había cumplido con el mantenimiento de las plataformas. Pero no se hizo. Petroperú pudo haber comprado Petro Tech, como decía el contrato. Tampoco. Ahora dos empresas estatales (de Colombia y Corea) han adquirido la empresa . En el 2006 Petroperú pudo comprar los grifos de Mobil, pues había una cláusula que lo permitía. Pero el gobierno le dio la opción a Repsol.

¿Qué hacer para potenciar Petroperú? En primer lugar, tener voluntad política para impulsar la integración vertical. El ejemplo más cercano es Colombia, donde Ecopetrol ahora cotiza en la bolsa de valores, pero a la vez tiene un agresivo presupuesto de exploración, tanto en su país como en el extranjero (incluido Perú). Esa voluntad política podría haberse expresado en la intención peruana de adquirir Petro Tech. Otra vez, nada.

También es importante modernizar la gestión e incorporar al sector privado en los Comités de Licitación de Obras, así como en la fiscalización de las políticas de las empresa. Bajo diferentes formas esto sucede en Colombia, Chile y Brasil, lo que permite, además, luchar contra la corrupción y “faenones” diversos. E impulsar la contratación de técnicos en las áreas de geología y producción, donde se genera la renta petrolera.

Para ello, la estatal debe competir, en igualdad de condiciones, con las privadas. Este es el punto más sensible porque no se quiere una empresa estatal fuerte, ya que ello permite estándares de comparación y, también, ejercer funciones reguladoras. Pero eso no se logra planteando que hay que “postergar la modernización de la Refinería Talara” (Ministro Sánchez), posición que no pudo sostener mucho tiempo.

Todo lo ya señalado nos dice que no hay voluntad política, lo que se expresa de manera clarísima en el hecho de que se mantiene acéfala a Petroperú, en lugar de optar por nombrar a ese puesto a un ciudadano con altas cualidades morales y técnicas. Para tener una política energética para el Siglo XXI hay que potenciar y modernizar Petroperú.

Pero aquí se sigue diciendo que hay una excepción peruana: por alguna razón, todo el mundo (hasta Obama) puede tener empresas estatales, menos nosotros. Qué tal cuajo.

AUTOR : HUMBERTO CAMPODONICO
FUENTE : CRISTAL DE MIRA