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sábado, 9 de mayo de 2009

El síndrome de los salarios menguantes

Los salarios están bajando a lo largo y ancho de Estados Unidos. Algunos de los recortes salariales, como las devoluciones de los trabajadores de Chrysler, son el precio de la ayuda federal. Otros, como la tentativa de acuerdo sobre un recorte salarial en The New York Times, son el resultado de las conversaciones entre los empresarios y sus empleados sindicalistas. Pero hay otros que reflejan la realidad brutal de un mercado laboral débil: los trabajadores no se atreven a protestar cuando les recortan el sueldo porque no creen que puedan encontrar otro trabajo.

Sin embargo, sean cuales sean las circunstancias específicas, la bajada de los salarios es síntoma de una economía enferma. Y es un síntoma que puede hacer que la enfermedad de la economía empeore aún más.

Empecemos por lo primero: las anécdotas sobre las bajadas de los sueldos están proliferando, pero ¿se trata de un fenómeno muy extendido? La respuesta es sí, y mucho.

Es verdad que muchos trabajadores todavía reciben aumentos salariales. Pero hay por ahí suficientes recortes salariales como para que, según la Oficina de Estadística Laboral, el coste medio de dar empleo a trabajadores en el sector privado haya subido sólo un 0,2% en el primer trimestre de este año (el aumento más bajo que se ha registrado). Dado que la situación del mercado laboral sigue empeorando, no sería ninguna sorpresa que los sueldos en general empezasen a bajar a finales de este año.

Pero ¿por qué es eso malo? Después de todo, muchos trabajadores están aceptando recortes salariales a fin de salvar sus empleos. ¿Qué tiene eso de malo?

La respuesta se encuentra en una de esas paradojas que invaden nuestra economía ahora mismo. Padecemos la paradoja del ahorro: ahorrar es una virtud, pero cuando todo el mundo intenta que su capacidad de ahorro aumente radicalmente, la consecuencia es una economía deprimida. Padecemos la paradoja del desapalancamiento: reducir la deuda y sanear los balances generales es bueno, pero cuando todo el mundo intenta vender valores y saldar deudas al mismo tiempo, la consecuencia es una crisis financiera.

Y, dentro de poco, podríamos enfrentarnos a la paradoja de los salarios: los trabajadores de una empresa pueden contribuir a salvar sus empleos accediendo a cobrar sueldos más bajos, pero cuando los empresarios en todos los sectores económicos recortan salarios al mismo tiempo, la consecuencia es un aumento del paro.

Así es como funciona la paradoja. Supongamos que los trabajadores del grupo XYZ aceptan un recorte salarial. Eso permite a la dirección de XYZ bajar los precios, lo que hace que sus productos sean más competitivos. Las ventas aumentan y más trabajadores pueden conservar su empleo. Así que se podría pensar que ese recorte salarial hace aumentar el empleo, lo que es cierto en el caso de la empresa en concreto.

Pero si todo el mundo recorta los sueldos, nadie obtiene una ventaja competitiva. Así que los salarios más bajos no benefician en nada a la economía. Por el contrario, la caída de los sueldos puede empeorar los problemas de la economía en otros frentes.

En particular, la reducción de los salarios, y por tanto, la reducción de los ingresos, agrava el problema de la deuda excesiva: las letras mensuales de la hipoteca no bajan como la nómina. Estados Unidos se metió en esta crisis con una deuda hipotecaria que, expresada como porcentaje de los ingresos, era la más alta desde los años treinta. Las familias tratan de reducir esa deuda ahorrando más de lo que lo han hecho en una década (pero, puesto que los sueldos bajan, es como intentar dar en una diana que se mueve). Y a medida que aumenta la carga de la deuda, se hunde más el gasto de los consumidores, y eso hace que la economía siga deprimida.

Las cosas pueden empeorar aún más si las empresas y los consumidores prevén que los sueldos seguirán bajando en el futuro. John Maynard Keynes lo expresó con claridad hace más de 70 años: "Las consecuencias de esperar que los salarios vayan a reducirse, por ejemplo, un 2% durante el próximo año son aproximadamente las mismas que tendría un aumento del 2% en la cantidad de intereses a pagar durante el mismo periodo". Y un aumento del tipo de interés efectivo es lo último que esta economía necesita.

La preocupación por la bajada de los salarios no es solamente teórica. Japón (donde los sueldos del sector privado descendieron como promedio más del 1% al año entre 1997 y 2003) nos brinda una lección práctica sobre la forma en que la deflación salarial puede contribuir al estancamiento económico.

Así que, ¿qué conclusión podemos sacar de la cada vez más evidente reducción de los salarios en Estados Unidos? Principalmente, que estabilizar la economía no es suficiente: necesitamos una recuperación real.

Últimamente se ha hablado mucho sobre brotes verdes y demás, y, de hecho, hay indicios de que el desplome económico que se inició el otoño pasado podría estar ralentizándose. Incluso es posible que la Oficina Nacional de Investigación Económica anuncie el fin de la recesión a finales de este año.

Pero es casi seguro que la tasa de paro va a seguir aumentando. Y todos los indicios apuntan hacia un mercado laboral cuya situación será terrible durante muchos meses o incluso años, lo que es una receta ideal para que continúen los recortes salariales, los cuales, a su vez, seguirán debilitando a la economía.

Para romper ese círculo vicioso, lo que se necesita básicamente es más: más estímulo económico, más medidas decisivas respecto a los bancos, más creación de empleo.

Al césar lo que es del césar: el presidente Obama y sus asesores económicos parecen haber alejado a la economía del abismo. Pero el peligro de que Estados Unidos se convierta en Japón (y tengamos que enfrentarnos a años de deflación y estancamiento) parece, como mínimo, que está aumentando.


AUTOR : PAUL KRUGMAN; PREMIO NOBEL ECONOMIA 2008.
FUENTE : EL PAIS

Hacer hincapié en lo positivo

¡Hurra! ¡La crisis bancaria se ha acabado! ¡Vamos a celebrarlo! Bueno, vale, quizás no. Al final, la publicación que se hizo el jueves de las pruebas de resistencia bancaria a las que tanto bombo se ha dado supuso un anticlímax. Todo el mundo sabía más o menos lo que iban a decir los resultados: algunos grandes actores tienen que recaudar más capital, pero en general los niños, quiero decir, los bancos, están bien. Incluso antes de que se anunciaran los resultados, Tim Geithner, el secretario del Tesoro, nos dijo que serían "tranquilizadores".

Pero que ustedes se sientan de verdad tranquilizados o no depende de lo que sean: un banquero o alguien que intenta ganarse la vida con otra profesión.

No me voy a meter a debatir la calidad de las pruebas de resistencia en sí, excepto para repetir aquello que muchos observadores han señalado: los reguladores no tenían los recursos necesarios para realizar una valoración realmente minuciosa de los activos de los bancos y, en cualquier caso, permitieron a los bancos negociar lo que los resultados iban a decir. No fue lo que se dice una auditoría rigurosa.

Pero centrarse en el proceso puede hacernos perder de vista el conjunto. Lo que estamos viendo aquí en realidad es una decisión por parte del presidente Obama y de sus funcionarios de lidiar con la crisis financiera, con la esperanza de que los bancos puedan llegar a recuperarse.

Es una estrategia que puede que funcione. Después de todo, ahora mismo los bancos están prestando a unos tipos de interés elevados y no están pagando apenas intereses por sus depósitos (con garantía del Gobierno). Si se les da el tiempo necesario, los bancos podrían volver a nadar en dinero.

Pero es importante ver la estrategia tal y como es y entender los riesgos. Recordemos que fueron los mercados, y no el Gobierno, los que en realidad declararon que los bancos estaban faltos de capital. Y aunque los indicadores del mercado de la desconfianza en los bancos, como los tipos de interés aplicables a los bonos bancarios y los precios de la cobertura de riesgo crediticio, han caído un poco en las últimas semanas, siguen rondando niveles que se habrían considerado inconcebibles antes de la crisis.

Como consecuencia, lo más seguro es que el sistema financiero no funcione con normalidad hasta que los actores cruciales recuperen una solidez financiera mucho mayor que la actual. Aun así, la Administración de Obama ha decidido no hacer nada drástico para recapitalizar los bancos.

¿Puede la economía recuperarse incluso con bancos débiles? Tal vez. Los bancos no van a ampliar el crédito en un futuro próximo, pero los prestamistas respaldados por el Gobierno han salido al paso para llenar el vacío. La Reserva Federal ha ampliado su crédito en 1,2 billones de dólares durante el pasado año; Fannie Mae y Freddie Mac se han convertido en las principales fuentes de financiación hipotecaria. Así que quizás podamos dejar que la economía arregle a los bancos y no al contrario.

Pero hay muchas cosas que podrían salir mal. No está claro del todo que el crédito de la Reserva Federal, Fannie y Freddie puedan sustituir completamente a un sistema bancario sano. Si no pueden hacerlo, esta estrategia de lidia terminará siendo la receta para una época prolongada de desempleo elevado y crecimiento débil, al estilo japonés.

De hecho, un periodo de varios años de fragilidad económica parece probable pase lo que pase. Puede que la economía no siga desplomándose, pero cuesta ver de dónde podría venir una recuperación de verdad. Y si la economía permanece en crisis durante mucho tiempo, los bancos tendrán unos problemas mucho mayores de lo que las pruebas de resistencia -que contemplan sólo los dos próximos años- son capaces de evaluar.

Finalmente, dada la posibilidad de que haya mayores pérdidas en el futuro, la evidente falta de voluntad del Gobierno para hacerse con la propiedad de los bancos o para dejarles quebrar crea una situación en la que nosotros perdemos de todas, todas. Si todo va bien, los banqueros ganarán mucho dinero. Si la actual estrategia fracasa, los contribuyentes se verán obligados a financiar otro rescate.

Pero lo que más me preocupa del derrotero que está tomando esta política no es ninguna de estas cosas. Es mi presentimiento de que las perspectivas de que se lleve a cabo una reforma financiera fundamental están evaporándose.

¿Se acuerda alguien del caso de H. Rodgin Cohen, un famoso abogado de Nueva York al que The New York Times describía como "una eminencia gris de Wall Street"? Salió fugazmente en los titulares en marzo cuando por lo visto rechazó el cargo de subsecretario del Tesoro a pesar de ser uno de los candidatos favoritos.

Pues bien, a principios de esta semana, Cohen dijo que el futuro de Wall Street no diferirá mucho de su pasado reciente, y declaró: "No estoy ni mucho menos convencido de que el sistema tenga algún fallo inherente". Oye, ¿y ese pequeño detalle de que ha causado la mayor recesión económica mundial desde la Gran Depresión? Peccata minuta.

Estas palabras dan miedo. Son indicio de que, aunque la Reserva Federal y la Administración de Obama sigan insistiendo en que están decididas a imponer una regulación financiera más estricta y una mayor supervisión, los entendidos de Wall Street se están tomando las suaves medidas bancarias tomadas hasta el momento como una señal de que pronto podrán volver a jugar los mismos juegos que antes.

Así que, como he dicho, mientras los banqueros sigan pensando que los resultados de las pruebas de resistencia son "tranquilizadores", los demás deberíamos estar muy, pero que muy, asustados.


AUTOR : PAUL KRUGMAN; PREMIO NOBEL DE ECONOMIA 2008
FUENTE : EL PAIS