Por François Chesnais
La
crisis financiera europea es la manifestación, en la esfera de las finanzas, de
la situación de semiparálisis en que se encuentra la economía mundial. En este
momento es su manifestación más visible, pero de ningún modo la única. Las
políticas de austeridad aplicadas simultáneamente en la mayor parte de los
países de la Unión Europea (UE) contribuyen a la espiral recesiva mundial, pero
no constituyen su única causa. Fueron elocuentes los encabezamientos de la nota
de perspectiva de septiembre de 2011 de la OCDE: “La actividad mundial está
cerca del estancamiento”, “El comercio mundial se contrajo, los desequilibrios
mundiales persisten”, “En el mercado del trabajo, las mejoras son cada vez
menos perceptibles”, “La confianza ha disminuido”, etcétera. Luego de las
proyecciones de Eurostat a mediados de noviembre de una contracción económica
de la UE, a la que no escaparía ni siquiera Alemania, la nota de la OCDE del 28
de noviembre señala un “considerable deterioro”, con un crecimiento del 1,6%
para el conjunto de la OCDE y del 3,4% para el conjunto de la economía mundial.
Comprensiblemente, la atención de los trabajadores y los jóvenes de Europa está centrada en las consecuencias del “fin de trayecto” y el “sálvese quien pueda” de las burguesías europeas. La crisis política de la UE y la zona euro, así como las interminables vacilaciones del BCE alrededor del financiamiento directo de los países en mayores dificultades, son sus manifestaciones más visibles. Se tiende a endurecer las políticas de austeridad y a montar un operativo de “salvataje total” del que no escape país alguno. Sin embargo, la situación europea no puede ser comprendida independientemente de la consideración de la situación de la economía mundial en su totalidad.
Comprensiblemente, la atención de los trabajadores y los jóvenes de Europa está centrada en las consecuencias del “fin de trayecto” y el “sálvese quien pueda” de las burguesías europeas. La crisis política de la UE y la zona euro, así como las interminables vacilaciones del BCE alrededor del financiamiento directo de los países en mayores dificultades, son sus manifestaciones más visibles. Se tiende a endurecer las políticas de austeridad y a montar un operativo de “salvataje total” del que no escape país alguno. Sin embargo, la situación europea no puede ser comprendida independientemente de la consideración de la situación de la economía mundial en su totalidad.