Por George Montbiot
Como
deben de sangrar por nosotros. En el año 2012, las cien personas más
ricas del mundo se enriquecieron 241.000 millones de dólares más [1]. Su
riqueza se estima ahora en 1,9 billones de dólares, sólo un poco menos
que el PIB del Reino Unido.
Esto
no es consecuencia del azar. El aumento de las fortunas de los
super-ricos es resultado directo de medidas políticas. He aquí unas
cuantas: la reducción de las tasas impositivas y de la aplicación de la
fiscalidad; la negativa de los estados a recuperar una porción de los
ingresos procedentes de los minerales y la tierra; la privatización de
activos públicos y la creación de una economía de cabinas de peaje; la
liberalización salarial y la destrucción de la negociación colectiva.
Las
medidas políticas que hicieron tan ricos a los monarcas globales son
aquellas medidas que nos están exprimiendo a todos los demás. No es esto
lo que la preveía la teoría. Friedrich Hayek, Milton Friedman y sus
discípulos – en mil escuelas de negocios, el FMI, el Banco Mundial, la
OCDE y más o menos todos los gobiernos modernos – han argumentado que
cuanto menos graven fiscalmente los estados a los ricos, menos defiendan
a los trabajadores y redistribuyan la riqueza, más próspero será todo
el mundo. Todo intento de reducir la desigualdad dañaría la eficiencia
del mercado, impidiendo que la marea ascendente elevase a todos los
barcos [2]. Sus apóstoles han llevado a cabo un experimento global
durante 30 años y los resultados están hoy a la vista. Fracaso total.
Antes
de seguir, debería señalar que no creo que el crecimiento económico
perpetuo sea sostenible o deseable [3]. Pero si tu objetivo es el
crecimiento – un objetivo que todo gobierno dice subscribir –, no se
puede organizar mayor desaguisado en lo tocante a eso que liberando a
los super-ricos de las restricciones establecidas por la democracia.
El
informe anual del pasado año de la Conferencia de las Naciones Unidas
sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) debería haber supuesto una
necrológica del modelo neoliberal desarrollado por Hayek y Friedman y
sus discípulos [4]. Muestra inequívocamente que sus políticas han
logrado resultados opuestos a los que preveían. A medida que las
políticas (recortar impuestos a los ricos, privatizar activos del
Estado, desregular el mercado de trabajo, reducir la seguridad social)
comenzaban a dar dentelladas de los años 80 en adelante, comenzaron a
caer las tasas de crecimiento y el desempleo a aumentar.
El
notable crecimiento de los países ricos durante la década de los años
50, 60 y 70 se hizo posible gracias a la destrucción de la riqueza y el
poder de la élite, como resultado de la Depresión y la II Guerra
Mundial. Su bochorno otorgó al 99% restante una oportunidad sin
precedentes de exigir redistribución, gasto público y seguridad social,
todo lo cual estimuló.
El
neoliberalismo fue un intento de invertir el sentido de estas reformas.
Generosamente financiado por millonarios, sus defensores tuvieron un
éxito asombroso: en lo político. [5]. En lo económico, fracasaron.
A
lo largo y ancho de los países de la OCDE, los impuestos se han vuelto
más regresivos: los ricos pagan menos, los pobres pagan más [6]. El
resultado, sostenían los neoliberales, sería que aumentarían la
eficiencia económica y la inversión, enriqueciendo a todos. Sucedió lo
contrario. Mientras disminuían los impuestos a los ricos y las empresas,
cayó la capacidad de gasto, tanto del Estado como de la gente más
pobre, y se contrajo la demanda. El resultado fue que descendieron las
tasas de inversión, en consonancia con las expectativas de crecimiento
de las empresas [7].
Los
neoliberales insistieron también en que la desigualdad irrestricta en
ingresos y los salaries flexibles reducirían el desempleo. Pero a lo
largo y ancho del mundo rico, tanto la desigualdad como el desempleo se
han disparado [8]. El reciente salto del desempleo en la mayoría de los
países desarrollados – peor que el de cualquier recesión previa de las
últimas tres décadas – se vio precedido de la cuota en proporción de los
salarios en el PIB más baja desde la II Guerra Mundial [9]. Salta hecha
trizas la teoría. Fracasó por la misma razón evidente: los bajos
salarios deprimen la demanda, lo cual deprime el empleo.
Conforme
se estancaban los salarios, la gente complementaba sus ingresos
endeudándose. El aumento de la deuda alimentó a los bancos desregulados,
con consecuencias de las que todos somos conscientes. Cuanto mayor se
vuelve la desigualdad, descubre el informe de la Naciones Unidas, menos
estable es la economía y más reducidas sus tasas de crecimiento. Las
medidas políticas con las que los gobiernos neoliberales tratan de
reducir su déficit y estimular su economía son contraproducentes.
La
inminente reducción en el tramo superior del impuesto sobre la renta en
el Reino Unido (del 50% al 45%) no supondrá un impulso para los
ingresos del Estado o la empresa privada [10], pero enriquecerá a los
especuladores que hicieron venirse abajo la economía: Goldman Sachs y
otros bancos están ahora pensando en retrasar el pago de sus incentivos
para aprovecharse de ello [11].
La
ley de bienestar social aprobada por el Parlamento la semana pasada no
ayudará a aclarar el déficit o estimular el empleo: reducirá la demanda,
suprimiendo la recuperación económica. Lo mismo vale para el tope
puesto a los sueldos del sector público. “Volver a aprender algunas
antiguas lecciones sobre justicia y participación”, afirma la ONU, “es
la única forma de acabar superando la crisis y proseguir por una senda
de desarrollo económico sostenible”. [12]
Como
he dicho, no tengo favorito en esta carrera, salvo la creencia de que
nadie, en este océano de riquezas, debiera ser pobre. Pero observando
atónito las lecciones desaprendidas en Gran Bretaña, Europa y los
Estados Unidos, me llama la atención que toda la estructura del
pensamiento neoliberal sea un fraude. Las demandas de los ultrarricos se
han vestido de teoría económica sofisticada y se han aplicado
independientemente de su resultado. El completo fracaso de este
experimento a escala mundial no es impedimento para que se repita. Esto
no tiene nada que ver con la economía. Tiene absolutamente que ver con
el poder.
Notas:
[2] Milton Friedman y Rose Friedman, 1980, Free to Choose, Secker & Warburg, Londres [Libertad de elegir, Grijalbo, Barcelona, 1992].
[5] Véase David Harvey, 2005, A Brief History of Neoliberalism, Oxford University Press [Breve historia del neoliberalismo, Akal, Madrid, 2007].
[6]
Informa la ONU: “El efecto conjunto de estos cambios en la estructura
fiscal hizo más regresivos los impuestos. Desde luego, un examen de las
reformas fiscales de los países de la OCDE no encontró un solo país en
el que el sistema fiscal se volviera más progresivo (Steinmo, 2003:
223)”, UNCTAD, 2012, como supra.
[7]
“La redistribución por medio de medidas fiscales puede por tanto darse
en interés de la sociedad en su conjunto, especialmente allí donde la
desigualdad es especialmente pronunciada como en muchos países en
desarrollo. Apoya esto la experiencia de los países desarrollados, pues
las tasas de inversión no eran más bajas – sino desde luego a menudo más
altas – en las primeras tres décadas de la época de postguerra, aunque
los impuestos sobre beneficios y los tramos superiores eran más elevados
que después de las amplias reformas fiscales aplicadas posteriormente.
Hay fuertes razones para creer que la disponibilidad de los empresarios a
invertir en una nueva capacidad productiva no depende primordialmente
de los beneficios netos en un determinado periodo temporal sino en sus
expectativas respecto a la futura demanda de bienes y servicios que
pueden producir con capacidad adicional. Esto resulta de especial
importancia cuando se considera el efecto conjunto de un aumento de los
impuestos empresariales. Siempre y cuando los ingresos fiscales más
elevados se utilicen para gasto adicional del Estado, mejorarán las
expectativas de las empresas de crecimiento de la demanda. Este efecto
de demanda es independiente de si los gastos adicionales del Estado
adoptan la forma de consumo del Estado, inversión pública o
transferencias sociales. Cuando el nivel de la inversión fija se
mantiene como resultado de expectativas de demanda favorable, subirán
los beneficios brutos, y generalmente también los beneficios netos, no
obstante el aumento inicial de impuestos. En ese proceso, se crearán
ingresos y empleo adicionales para la economía en su conjunto”, UNCTAD,
2012, como supra.
[8]
“La proposición de que una mayor flexibilidad del nivel salarial
agregado y los salarios medios más bajos es necesaria para impulsar el
empleo, pues conduce a la substitución de trabajo por capital en la
economía en su conjunto, puede refutarse directamente, dada la fuerte
correlación positiva entre inversión en la formación de capital fijo
bruto (FCFB) y la creación de empleo que existe en los países
desarrollados (gráfico 6.3). Esta correlación contradice el modelo
neoclásico: en el mundo real, las empresas invierten y desinvierten en
capital y trabajo a la vez, y el nivel de su inversión depende del
estado conjunto de sus expectativas de demanda. Esto implica que, en el
contexto macroeconómico, capital y trabajo se pueden considerar
substitutos solo en una medida muy limitada”, UNCTAD, 2012, como supra.
[9]
“Justo antes del último y enorme salto del desempleo en los países
desarrollados – de menos del 6% en 2007 a cerca del 9% en 2010-2011?
la proporción de los salarios en el conjunto del PIB había caído a su
nivel más bajo registrado desde el final de la II Guerra Mundial (es
decir, al 57%, de más de un 61% en 1980). Esto debería suponer una
llamada de alerta. Si el desempleo asciende más que durante cualquier
otra recesión ocurrida en las últimas tres décadas, aunque la parte de
los salarios en el PIB haya descendido, debe haber algo fundamentalmente
errado en una teoría económica que justifica el aumento de la igualdad
principalmente en términos de la necesidad de atacar un desempleo
persistente”, UNCTAD, 2012, como supra.
[10]
Thomas Piketty, Emmanuel Saez y Stefanie Stantcheva calculan que el
nivel óptimo del tramo superior del impuesto sobre la renta (para
maximizar ingresos) se encuentra entre el 57 y el 83%. Piketty, Saez y
Stantcheva, 2011, Optimal taxation of top labor incomes: A tale of three elasticities, National Bureau of Economic Research, Cambridge, MA. http://www.nber.org/papers/w17616
[11] Patrick Jenkins, “Goldman Eyes Tax Delay on UK Bonuses”, Financial Times, 14 de enero de 2013.
[12] UNCTAD, 2012, como supra.
George Monbiot es
uno de los periodistas medioambientales británicos más consistentes,
rigurosos y respetados, autor de libros muy difundidos como The Age of Consent: A Manifesto for a New World Order y Captive State: The Corporate Takeover of Britain, así como de volúmenes de investigación y viajes como Poisoned Arrows, Amazon Watershed y No Man's Land.