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jueves, 12 de febrero de 2009

La depresión del hombre de Davos

Durante 15 años he asistido al Foro Económico Mundial de Davos. Generalmente, los líderes que se reúnen ahí comparten su optimismo sobre cómo la globalización, la tecnología y los mercados están transformando al mundo para bien. Incluso durante la recesión de 2001, quienes asistieron a Davos pensaban que la desaceleración no duraría mucho.

Pero esta vez, a medida que los líderes empresariales intercambiaban sus experiencias, casi podía sentirse como se iban oscureciendo los nubarrones. Uno de los oradores captó el ambiente cuando dijo que habíamos pasado del “auge y crisis” al “auge y Armagedón”. El consenso que está surgiendo es que el pronóstico de estancamiento global –el crecimiento más lento de la posguerra– para 2009 que el FMI hizo cuando se convocó la reunión era optimista. El único comentario positivo vino de alguien que dijo que los pronósticos de Davos casi siempre son erróneos, por lo que quizá esta vez serán demasiado pesimistas.

Igualmente impactante fue la pérdida de fe en los mercados. En una muy concurrida sesión de intercambio de ideas en la que se preguntó a los participantes cuál era la principal falla que había causado la crisis, la respuesta fue casi unánime: la creencia de que los mercados se corrigen a sí mismos.

El llamado modelo de los “mercados eficientes”, que sostiene que los precios reflejan de forma completa y eficiente toda la información disponible, también recibió duras críticas, al igual que la fijación de objetivos de inflación; la concentración excesiva en la inflación había desviado la atención de la cuestión más fundamental de la estabilidad financiera. La creencia de los banqueros centrales de que controlar la inflación era necesario y casi suficiente para el crecimiento y la prosperidad nunca se había basado en una teoría económica sólida; ahora, la crisis creó más escepticismo.

Si bien nadie de las administraciones de Bush o de Obama trató de defender el capitalismo irresponsable al estilo estadounidense, los líderes europeos hablaron en favor de su “economía de mercado social”, su forma de capitalismo más suave con protecciones sociales, como modelo para el futuro. Además, sus estabilizadores automáticos, mediante los cuales el gasto automáticamente aumentó cuando crecieron los problemas económicos, ofrecían la promesa de moderar la desaceleración.

La mayoría de los líderes financieros estadounidenses aparentemente sintieron demasiada vergüenza para presentarse. Tal vez su ausencia hizo más fácil para quienes sí acudieron dar rienda suelta a su ira. Los pocos líderes sindicales que trabajan intensamente cada año en Davos para que la comunidad empresarial tenga una mejor comprensión de las preocupaciones de los trabajadores estaban particularmente molestos por la falta de arrepentimiento de los líderes financieros. Su llamado a que se devolvieran los bonos obtenidos en el pasado fue recibido con aplausos.

En efecto, algunos financieros estadounidenses recibieron críticas particularmente duras por adoptar aparentemente la postura de que ellos también eran víctimas. La realidad es que ellos fueron los culpables, no las víctimas y fue particularmente insultante que siguieran amenazando a los jefes de gobierno con un colapso económico si no se les daban los gigantescos rescates que exigían.

Peor aún, gran parte del dinero que está llegando a los bancos para que se recapitalicen a fin de que puedan reanudar los créditos está saliendo en forma de bonos y dividendos. El hecho de que en todo el mundo las empresas no estén recibiendo los créditos que necesitan agravó las quejas que se expresaron en Davos.

La crisis plantea preguntas fundamentales sobre la globalización, que supuestamente debía ayudar a distribuir el riesgo. En cambio, permitió que las fallas de Estados Unidos se propagaran por todo el mundo como una enfermedad contagiosa. De cualquier forma, la preocupación en Davos era que habría un alejamiento incluso de nuestra defectuosa globalización y que los países pobres serían los más afectados.

Pero las condiciones siempre han sido desiguales. ¿Cómo podrían los países en desarrollo competir con los subsidios y las garantías de Estados Unidos? Por lo tanto, ¿cómo podría cualquier país en desarrollo defender ante sus ciudadanos la idea de abrirse más a los bancos estadounidenses altamente subsidiados? Al menos por el momento, la liberalización del mercado financiero parece estar muerta.

Las desigualdades son evidentes. Incluso si los países pobres estuvieran dispuestos a garantizar los depósitos, las garantías tendrían menos peso que las estadounidenses. Esto explica en parte el curioso flujo de fondos de los países en desarrollo hacia los Estados Unidos—donde se originaron los problemas del mundo. Además, los países en desarrollo carecen de los recursos para poner en práctica las políticas de estímulos masivos de los países avanzados.

Para empeorar las cosas, el FMI aún obliga a la mayoría de los países que acuden a esa institución en busca de ayuda a aumentar las tasas de interés y disminuir el gasto, lo que agrava la desaceleración. Además, los bancos de los países avanzados parecen estar dejando de prestar en los países en desarrollo, incluso a través de sus sucursales y filiales. Así pues, las perspectivas para la mayor parte de los países en desarrollo –incluidos los que habían hecho todo “bien”—son desalentadoras.

Como si todo esto no fuera suficiente, mientras se inauguraba la reunión de Davos la Cámara de Representantes de Estados Unidos aprobó una ley que exige que se utilice acero estadounidense en los proyectos de estímulo, a pesar de los llamados del G-20 a evitar el proteccionismo en respuesta a la crisis.

A esta letanía de preocupaciones podemos añadir el temor de que los prestatarios, recelosos de los enormes déficit de Estados Unidos, y los tenedores de reservas en dólares, inquietos ante la posibilidad de que ese país se vea tentado a recurrir a la inflación para resolver su problema de deuda, respondan agotando la oferta de ahorros globales. En Davos, quienes confiaban en que Estados Unidos no haría eso intencionalmente mostraron preocupación de que pudiera suceder de manera no intencional. Había poca confianza en que la mano no demasiado hábil de la Reserva Federal –con su reputación manchada por las enormes fallas de política monetaria en años recientes—pudiera manejar la gigantesca acumulación de deuda y liquidez.

El Presidente Barack Obama parece estar ofreciendo un impulso que el liderazgo de Estados Unidos necesita después de los años oscuros de George W. Bush; pero la atmósfera en Davos indica que el optimismo y la confianza pueden no durar mucho. Estados Unidos encabezó al mundo en la globalización. Ahora que el capitalismo al estilo estadounidense y los mercados financieros de ese país están desprestigiados, ¿llevará Estados Unidos al mundo a una nueva era de proteccionismo, como lo hizo durante la Gran Depresión?

AUTOR :Joseph E. Stiglitz, profesor de economía en la Universidad de Columbia y ganador del Premio Nobel de economía en 2001, es autor, junto con Linda Blimes del libro La guerra de los tres billones: El costo verdadero del conflicto en Irak.

FUENTE : PROJECT SYNDICATE

La crisis general: Elementos teóricos

Hay numerosas interpretaciones sobre la crisis financiera así llamada mundial y hay pocas lecturas desde un ángulo tecnológico. Este texto pretenderá mostrar a la crisis actual como una crisis de relevo en términos de Carlota Pérez (2004) y por lo tanto en búsqueda de soluciones integrales radicales en términos productivos, institucionales, y comerciales.

La crisis del capitalismo financiero maduro

Como en 1930, 1872 y 1827 hay una crisis del sistema financiero en el país líder que arrastra el funcionamiento del sistema financiero internacional dependiente de sí. Esto indica el final de una etapa de financiarización a la que se han referido tanto Marx (1977) como Kindelberger (1978) en el plano político y el Presidente Sarkozy en el plano político. Pérez asocia la financiarización con el momento de despliegue de la nueva tecnología tras una crisis general de productividad cuando la tecnología debe de cambiar. Para comprender las razones de la financiarización, es decir, de sacar del manejo financiero de “caja y bancos” y de los pasivos la rentabilidad de la empresa y no de los márgenes de ganancias sobre los productos vendidos – de la economía real – es necesario comprender que los cambios tecnológicos son muy costosos tanto para el que introduce la innovación, que este ciclo tecnológico de la información ve como la siguiente innovación sale al marcado antes que haya recuperado su inversión, como para el que la utiliza.

Quizás el ejemplo más evidente es una empresa que compró computadoras para toda su planta profesional y secretarial que costaban 3,000 USD en 1982 (equivalentes a 6,000 USD en dólares del 2006) y que una vez instaladas quedaron obsoletas en un año. Todo el equipo de cómputo inicial queda desechado y debe de comenzar nuevamente.

Este proceso y otros análogos se han dado desde inicios de los años 80 sobre todo durante el periodo de despliegue de la nueva tecnología. La empresa que no realiza la modernización queda fuera de la competencia, pero por otro lado, el que la realiza pierde rentabilidad al invertir cantidades sustantivas de dinero en el proceso de modernización. La única alternativa es hacer un manejo de la liquidez “creativo” y un manejo de los pasivos, “agresivo”. Eso explica que la financiarización comenzara junto con el cambio tecnológico en los primeros años 70 del siglo pasado y que se fuera acentuando hasta llegar al paroxismo a fines de la década de los años 90 cuando la búsqueda de innovaciones se extremó.

La crisis de sobreproducción

La crisis que se está viendo se inició hace más de una década y fue medianamente controlada hasta que llegó al centro, a la raíz del problema. Hay un problema de las reglas del juego económicas que han consistido en abrir las economías de forma que las trasnacionales incrementaren su rentabilidad a partir de mano de obra barata en países remotos lo que ha requerido la apertura del mercado de capitales, la apertura del mercado de bienes y servicios, y sobre todo, el cierre de los espacios de movilidad de las personas para mantener los salarios bajos.

La liberación del mercado de capitales acompañada de la privatización de las empresas públicas permitió la expansión del capital trasnacional que compró tanto bienes públicos globales como agua y aire, como servicios públicos en general. Lo paradójico es que al funcionar de este modo y estar hecha dicha teoría económica, y sus instituciones, con esa finalidad, el incremento del gasto público estadounidense para salir de la recesión/depresión con deflación del 2000-2001, no arrastra su crecimiento.

Se ha demostrado que la economía de los Estados Unidos es porosa y que los efectos del gasto público del país del norte se ven en el crecimiento del déficit externo habiendo llevado a la devaluación de su moneda. De este modo, la invasión a Irak se reflejó en un alza en los precios de los commodities al mismo tiempo que en un auge de las bolsas pero en lugar de beneficiar a la economía de Estados Unidos en su conjunto generó un déficit externo solo imaginable en una economía que imprime el dinero internacional. Los beneficiarios de esa guerra tuvieron en los Estados Unidos nombre propio: Carlyle, Bechtel, los Bush, Cheney, Rumsfeldt y ahora el General MacAfree. El problema es que las guerras ya no arrastran a la economía que las genera. Es más, lo que es bueno para las empresas que hacen la guerra ya no es bueno para los Estados Unidos.

Sobre la generalización

La crisis es sobre todo de Estados Unidos pero es de la marcha del capitalismo estadounidense bajo las reglas del juego de utilizar la mano de obra barata de alrededor del mundo para beneficiar a las trasnacionales. Es también una crisis de un orden internacional surgido en los años 70 donde siete países deciden su destino económico y le imponen a los otros 187 como hacerle para su propio beneficio, arrebatando la libertad de esos gobiernos. Esta crisis es también general porque es evidente que le teoría económica ortodoxa evidentemente no la pudo ni prever ni resolver en los términos del mercado. Ahora ya no pueden decir que saben más y por eso subordinan al resto.

Sobre la crisis global

Una crisis se vuelve global cuando hay elementos de contagio y el arrastre de la economía mayor en efecto impacta sobre todas las demás muy adversamente. Históricamente cuando caían las bolsas subían las tasas de interés a niveles record y los países deudores suspendían pagos de deuda. En este proceso se suspendían los mecanismos de crédito internacionales y los precios de las materias primas se desplomaban.

En economías lideradas por las exportaciones con un único mercado grande esto tenía un efecto letal. El gran cambio es que ya no hay una economía líder que arrastra toda la economía global, aunque los periodistas del Wall St Journal insistan en la crisis global y peor en un mundo Estados Unidos-céntrico. No se resignan a que es una crisis de Estados Unidos contagiada a algunos más que a otros. Si bien el grueso del comercio es intra G7, para el resto del mundo el G7 es la mitad del comercio y los circuitos intraregionales están fortalecidos. Hoy están muy severamente impactados los del G7 que comercian y cruzan instrumentos financieros entre sí, así como México y Centroamérica por sus grados de interpenetración con el vecino del norte.

En el plano financiero están más severamente impactados los que trabajaron en el mercado de derivados aunque todas las bolsas de valores del mundo se cayeron de forma sincronizada. La caída de las bolsas no significa lo mismo para todas las economías por el peso diferenciado de éstas en la economía. El efecto sobre los sistemas privados de pensiones será parecido para todos aunque en algunos países el sistema privado cubra a una parte ínfima de la fuerza de trabajo y en otros a porciones mayores.

En conclusión, en este contexto se abre el espacio para el fortalecimiento de los sistemas intraregionales de comercio y finanzas, para la reorganización del sistema financiero internacional dándole nuevos roles al FMI y al Banco Mundial que necesariamente deberán tener una estructura representativa de los acreedores del mundo actual y sobre todo, es el momento de pensar una teoría económica contracíclica que privilegie el mercado interno, acompañado del externo, que imagine sistemas productivos que conserven el medio ambiente y sistemas distributivos que incorporen a todos y todas.

AUTOR : OSCAR UGARTECHE
FUENTE :PERIPECIAS # 129