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sábado, 28 de marzo de 2009

Doe Run: Que se meta la mano al bolsillo

La pérdida de un crédito revolvente de US$ 75 millones que Doe Run Perú (DRP) tenía con el Banco de Crédito y el Paribas ha movilizado intensamente a diversas figuras políticas toda la semana pasada.

El congresista Jorge del Castillo fue al Consejo de Ministros a decir que se venía la “crisis sistémica” si DRP cierra. Y PPK saltó al ruedo pidiendo ayuda para DRP como antes, cuando fue ministro de Belaunde, la “ayudó” con el tristemente célebre Fondo de Compensación Minera.

DRP es dueña del Complejo Metalúrgico de La Oroya y su principal actividad es la refinación de concentrados de plata, cobre, zinc, plomo y oro, que representan el 32%, 26%, 21%, 10% y 3% de sus ventas netas, respectivamente. Los concentrados los compra, en un 75%, a empresas mineras de la zona, mientras que el 25% restante viene de su mina Cobriza, en Cerro de Pasco (*).

El crédito revolvente de US$ 75 millones se usa como capital de trabajo para comprar esos concentrados. La pregunta es: ¿cómo es posible que en 3 años de precios extraordinariamente altos de los minerales, DRP no haya podido generar flujos de ingresos y utilidades que le permitan enfrentar este periodo de baja de precios (que siguen siendo superiores a los del 2004).

La respuesta es que las Utilidades Netas de DRP sí aumentaron del 2005 al 2008, llegando a US$ 400 millones (hasta setiembre del 2008), mientras que la depreciación fue US$ 108 millones. En total, DRP generó US$ 508 millones (ver cuadro).

¿Por qué no puede pagar, entonces, un crédito de US$ 75 millones? Para responder se debe tomar en cuenta que, en el 2006, Doe Run se comprometió a inversiones para cumplir con el Programa de Saneamiento Ambiental (PAMA) para solucionar la contaminación de La Oroya, una de las más altas del mundo.

Este nuevo PAMA es la ampliación del anterior, que la empresa no pudo cumplir. El compromiso fue de US$ 173 millones, los cuales han sido superados: según Osinergmin, DRP invirtió US$ 227 millones hasta enero del 2009. Sin embargo, debido a la ampliación de las inversiones, a DRP aún le faltan US$ 75 millones adicionales.

La suma de los dos problemas financieros (la pérdida del préstamo y las inversiones adicionales para el PAMA) son los motivos dados por DRP para la paralización de las actividades, la búsqueda del apoyo estatal para “reflotar” el préstamo y la ampliación del plazo para el PAMA.

Sin embargo, el flujo generado de US$ 508 millones alcanza ampliamente para que DRP cumpla con sus obligaciones. Por tanto, DRP podría usar sus utilidades de años anteriores para enfrentar los problemas de hoy. Pero, dicen algunos, la cuestión es que probablemente esas utilidades ya no estén en el Perú, pues el Sr. Ira Rennert, dueño de DRP, es conocido por manejos non sanctos.

Pero no parece que esta vez el Sr. Rennert haya podido sacar el dinero del Perú, pues la Resolución Ministerial 257-EM de mayo del 2006, que autoriza la ampliación del PAMA, garantiza que una cantidad de los ingresos de DRP vaya obligatoriamente a un fideicomiso para ese fin, lo que debe ser supervisado por la Dirección General de Minería. Para mayor seguridad, DRP queda impedida de contraer obligaciones a favor de sus accionistas y “todo pago distinto de los gastos corrientes de producción que supere el monto de un millón de dólares deberá ser informado al auditor del fondo fideicometido” (Art. 7).

Por lo dicho, antes de pensar en otorgar dinero público a una empresa privada, es indispensable que el fideicomisario y la Dirección General de Minería informen sobre los movimientos financieros y los excedentes de DRP. Porque la solución podría ser muy simple: que el Sr. Rennert se meta la mano al bolsillo para pagar sus deudas y cumplir con sus inversiones.

AUTOR :HUMBERTO CAMPODONICO
FUENTE : CRISTAL DE MIRA

La mística del mercado

El pasado lunes, Lawrence Summers, director del Consejo Económico Nacional, respondía a las críticas contra el plan del Gobierno de Obama de subvencionar las compras privadas de activos tóxicos. "No conozco a ningún economista", declaraba, "que no crea que unos mercados de capitales que funcionan mejor y en los que se puedan negociar los activos, son una buena idea". Dejemos de lado por un momento la cuestión de si un mercado en el que hay que sobornar a los compradores para que participen de verdad "funciona mejor". Aun así, Summers necesita salir más. En vista del cariz que está tomando la actual crisis, bastantes economistas han reconsiderado su opinión favorable a los mercados de capitales y la negociación de activos.
Pero últimamente cada vez está más claro que los altos cargos del Gobierno de Obama siguen bajo la influencia de la mística del mercado. Siguen creyendo en la magia del mercado financiero y en la destreza de los magos que hacen esa magia.

La mística del mercado no siempre ha dominado la política financiera. EE UU emergió de la Gran Depresión con un sistema bancario estrictamente regulado, que convertía las finanzas en un negocio serio, aburrido incluso. Los bancos atraían depositantes ofreciendo sucursales cómodamente ubicadas y quizá una o dos tostadoras de regalo; usaban el dinero así atraído para conceder préstamos, y eso era todo.
Y el sistema financiero no sólo era aburrido. Era también, según criterios actuales, pequeño. Incluso durante los "años de abundancia", el mercado alcista de la década de 1960, las finanzas y los seguros juntos suponían menos del 4% del PIB. La relativa falta de importancia de las finanzas se reflejaba en la lista de valores que componían el índice Dow Jones, que hasta 1982 no contenía una sola empresa financiera.

Todo esto suena primitivo desde el punto de vista actual. Pero ese sistema financiero aburrido y primitivo daba servicio a una economía que duplicó los niveles de vida en el transcurso de una generación.

Después de 1980, por supuesto, surgió un sistema financiero muy diferente. En la era liberalizadora de Reagan, la banca a la vieja usanza fue sustituyéndose progresivamente por los tejemanejes a gran escala. El nuevo sistema era mucho mayor que el antiguo régimen: en vísperas de la actual crisis, las finanzas y los seguros equivalían al 8% del PIB, más del doble de su porcentaje en la década de 1960. A principios del año pasado, el Dow incluía cinco compañías financieras: gigantes como AIG, Citigroup y Bank of America. Y las finanzas se volvieron cualquier cosa menos aburridas. Atrajeron a muchas de nuestras mentes más agudas y enriquecieron inmensamente a unos pocos selectos.

Tras el glamuroso nuevo mundo de las finanzas se ocultaba el proceso de titulización. Los préstamos ya no se los quedaba el prestamista. Por el contrario, se vendían a otros, que cortaban, troceaban y licuaban las deudas individuales para sintetizar nuevos activos. Hipotecas subprime, deudas de tarjetas de crédito, préstamos para automóviles, todo iba a parar a la licuadora del sistema financiero. Por el otro extremo, supuestamente, salían inversiones edulcoradas de primera categoría. Y los magos financieros recibían generosas retribuciones por supervisar el procedimiento.

Pero los magos eran fraudes, lo supieran o no, y su magia resultó no ser más que una colección de trucos baratos. Sobre todo, la promesa clave de la titulización -que fortalecería el sistema financiero al repartir más el riesgo- resultó que era mentira. Los bancos usaron la titulización para ampliar su riesgo, no para reducirlo, y de paso hicieron que la economía se volviera más, no menos, vulnerable a los vaivenes financieros.

Antes o después las cosas tenían que agriarse, y al final lo hicieron. Bear Stearns quebró; Lehman quebró; pero sobre todo, la titulización fracasó. Lo cual nos devuelve a la estrategia del Gobierno de Obama para resolver la crisis financiera.

Buena parte del debate sobre el plan de los activos tóxicos se ha centrado en los detalles y en la aritmética, lo cual es lógico. Aparte de eso, sin embargo, lo que choca es la visión expresada tanto en el contenido del plan financiero como en las declaraciones de las autoridades del Gobierno. En esencia, el Gobierno parece creer que en cuanto se tranquilicen los inversores, la titulización -y el negocio de las finanzas- puede reanudarse allí donde se quedó hace uno o dos años.

Para ser justos, las autoridades piden más control. De hecho, este jueves, Tim Geithner, secretario del Tesoro, presentaba unos planes para reforzar las normativas que no hace mucho se habrían considerado radicales. Pero la visión subyacente sigue siendo la de mantener el sistema financiero más o menos igual que estaba hace dos años, aunque ligeramente domesticado por normas nuevas.

Como podrán adivinar, no comparto esa visión. No creo que esto sea simplemente un pánico financiero; pienso que representa el fracaso de todo un modelo de banca, de un sector financiero demasiado grande, que hizo más daño que beneficio. No pienso que el Gobierno de Obama pueda resucitar la titulización, y no creo que deba intentarlo.

AUTOR : PAUL KRUGMAN; PREMIO NOBEL DE ECONOMIA 2008
FUENTE : DIARIO EL PAIS