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domingo, 19 de abril de 2009

Hacer que la banca sea aburrida

Hace más de treinta años, cuando estudiaba para doctorarme en economía, sólo el menos ambicioso de mis compañeros de clase pretendía hacer carrera en el mundo de las finanzas. Incluso entonces, los bancos de inversión pagaban más que la enseñanza o la administración, pero no mucho más y, en cualquier caso, todo el mundo sabía que la banca era, bueno, aburrida.

En los años que siguieron, claro está, la banca se convirtió en cualquier cosa menos aburrida. Los trapicheos y chanchullos estaban a la orden del día y las escalas salariales en el mundo de las finanzas no paraban de aumentar, con lo que atrajeron a muchos de los mejores y más brillantes jóvenes del país (bueno, de lo de mejores no estoy tan seguro). Y se nos aseguraba que en nuestro gigantesco sector financiero residía la clave de la prosperidad.

Pero en vez de eso, las finanzas se convirtieron en el monstruo que devoró la economía mundial. Hace poco, los economistas Thomas Philippon y Ariell Reshef han hecho circular un artículo que podría haberse titulado El auge y caída de la banca aburrida (en realidad se titula Wages and human capital in the US financial industry, 1909 - 2006

[Salarios y capital humano en el sector financiero estadounidense, 1909 - 2006]). Muestran que la banca estadounidense ha pasado por tres épocas a lo largo del siglo pasado.

Antes de 1930, la banca era un sector emocionante en el que destacaban algunos personajes imponentes que construyeron gigantescos imperios financieros (algunos de los cuales luego resultó que estaban basados en el fraude). Este sector financiero de altos vuelos fue testigo de un rápido aumento de la deuda: la deuda familiar expresada como porcentaje del PIB prácticamente se duplicó entre la Primera Guerra Mundial y 1929.

Durante esta primera época de las altas finanzas, los banqueros ganaban, de media, mucho más que sus homólogos de otros sectores. Pero las finanzas perdieron su encanto cuando el sistema bancario se hundió durante la Gran Depresión.

El sector bancario que surgió tras ese hundimiento estaba estrictamente regulado y era mucho menos llamativo que antes de la Depresión, y mucho menos lucrativo para quienes lo controlaban. La banca se volvió aburrida, en parte porque los banqueros eran tremendamente conservadores respecto al préstamo: la deuda familiar, que expresada como porcentaje del PIB había caído en picado durante la depresión y la Segunda Guerra Mundial, siguió estando muy por debajo de los niveles anteriores a 1930.

Por extraño que me resulte decirlo, esta época de banca aburrida fue también una época de espectacular mejoría económica para la mayoría de los estadounidenses. Sin embargo, después de 1980, con la llegada de aires políticos nuevos, se levantaron muchas de las restricciones a las que estaban sometidos los bancos, y la banca se volvió emocionante otra vez. La deuda empezó a aumentar rápidamente y al final alcanzó aproximadamente el mismo nivel en relación con el PIB que había tenido en 1929. Y el tamaño del sector financiero se expandió enormemente. A mediados de esa década, representaba un tercio de los beneficios empresariales.

Mientras se producían estos cambios, las finanzas se convirtieron de nuevo en una carrera de sueldos elevados (sueldos espectacularmente elevados para aquellos que construían los nuevos imperios financieros). De hecho, el aumento de los ingresos del sector financiero desempeñó un papel protagonista en la llegada de una segunda edad dorada para Estados Unidos.

Huelga decir que las nuevas superestrellas creían que se habían ganado su riqueza. "Considero que los resultados obtenidos por nuestra empresa, que es el origen de la mayor parte de mi fortuna, justifican lo que yo he ganado", decía Sanford Weill en 2007, un año antes de marcharse de Citigroup. Y muchos economistas coincidían con él.

Solamente unos pocos advertían de que este sistema financiero sobrecargado podía acabar mal. Puede que la Casandra más destacada fuese Raghuram Raja, de la Universidad de Chicago, un ex jefe de economistas del Fondo Monetario Internacional que, en una conferencia celebrada en 2005, sostuvo que el rápido crecimiento de las finanzas había hecho aumentar el riesgo de una "crisis catastrófica".

Pero otros participantes en la conferencia, entre ellos Lawrence Summers, ahora director del Consejo Económico Nacional, se mofaron de las preocupaciones de Rajan. Y la crisis se produjo.

Ahora, gran parte del éxito aparente del sector financiero ha resultado ser una ilusión. (Las acciones de Citigroup han perdido más del 90% de su valor desde los días en que Weill se felicitaba a sí mismo). Y lo que es peor, el hundimiento del castillo de naipes financiero ha causado estragos en el resto de la economía, de forma que el comercio mundial y la producción industrial actuales están cayendo más rápidamente que durante la Gran Depresión. Y la catástrofe ha dado pie a llamamientos en favor de una regulación mucho mayor del sector financiero.

Pero tengo la impresión de que los políticos siguen pensando sobre todo en reorganizar las casillas del organigrama de supervisión bancaria. No están ni mucho menos preparados para hacer lo que hay que hacer, que es volver a convertir la banca en algo aburrido.

Una parte del problema es que la banca aburrida equivale a banqueros más pobres, y el sector financiero todavía tiene muchos amigos en puestos muy altos. Pero también es un problema de ideología: a pesar de todo lo que ha sucedido, la mayoría de la gente que ocupa puestos de poder sigue asociando las finanzas sofisticadas con el progreso económico.

¿Se les podrá convencer de lo contrario? ¿Tendremos la fuerza de voluntad necesaria para llevar a cabo una reforma seria del sistema financiero? Si no, la crisis actual no será algo puntual, sino el patrón que seguirán los acontecimientos venideros.

AUTOR : PAUL KRUGMAN; PREMIO NOBEL DE ECONOMIA 2008
FUENTE : EL PAIS.

La economía peruana y la crisis mundial

La experiencia histórica del Perú muestra que nuestras recesiones o disminuciones sostenidas de la producción y el empleo suelen tener su origen último en los cambios reales o financieros que se producen en la economía mundial. Todas las recesiones que hemos sufrido desde 1950 han coincidido con fuertes caídas de los precios internacionales de las materias primas que exportamos, y algunas de ellas también con abruptas salidas de capital. La crisis mundial actual puede definirse como la peor recesión global de los últimos 60 años que, para colmo de males, viene acompañada de una crisis bancaria en Norteamérica y Europa solo comparable con la de 1930. Para una economía como la peruana, exportadora de materias primas y que opera en un marco de libre movilidad internacional de los capitales, esta crisis mundial tiene dos consecuencias conocidas: se desploman los precios de las materias primas y fugan los capitales del país. La novedad está en la enorme magnitud que tienen hoy día estos efectos.

Choque externo cambiario

La crisis mundial ha tenido un doble impacto sobre las cuentas externas del Perú. De un lado, las exportaciones de materias primas (tres cuartas partes del total) cayeron en dólares un 25% durante el último trimestre del 2008, en comparación con el mismo periodo del año anterior. En enero-febrero del 2009, las exportaciones de materias primas (metales, harina de pescado, etc.) se desplomaron en 35%, mientras que las exportaciones no tradicionales (textiles, agropecuarios, etc.) disminuyeron en 24%, siempre respecto al mismo periodo del año anterior. De esta manera, el superávit registrado en la cuenta corriente de la balanza de pagos desde mediados del 2004 se convirtió en un déficit de 3.3% del PBI para todo el 2008, este resultado refleja también el gran incremento de las importaciones durante el año pasado. Según el último Reporte de Inflación del Banco Central de Reserva (BCR), las ventas al exterior alcanzarían en el 2009 unos US$ 24 mil millones, esto es un 25% menos que el valor del año pasado.

De otro lado, durante el último trimestre del 2008, se produjo también una apreciable salida del país de capitales de corto y largo plazo (incluyendo errores y omisiones) equivalente a casi el 11% del PBI. La reversión de los flujos de capital de corto plazo fue violenta: salieron por un valor igual al 8% del PBI a fines del 2008, después de haber ingresado por un equivalente al 9% del PBI a principios del año. Dentro de estas salidas de corto plazo destacan la reducción de las líneas de crédito externas para los bancos locales y las ventas de papeles de la autoridad monetaria y del gobierno en manos de inversionistas no residentes. Los flujos de capital de largo plazo (inversión directa extranjera) también decrecieron sensiblemente hasta arrojar la cifra negativa de -1.1% del PBI en el último trimestre del 2008, cosa que no ocurría desde hace un quinquenio. Estas cifras reflejarían tanto la paralización de las inversiones en la minería debido a la caída de los precios de los metales como el inusual otorgamiento de préstamos de las subsidiarias peruanas a sus casas matrices en el exterior.

Para evitar que este repentino deterioro de las cuentas externas generase una excesiva presión al alza del tipo de cambio, el BCR empezó a vender dólares agresivamente desde mediados del 2008, mientras mantenía prácticamente constante la tasa de interés de corto plazo en moneda nacional. En consecuencia, las reservas de divisas de la autoridad monetaria, medidas por la posición de cambio, disminuyeron en un 27% desde junio del 2008 hasta mediados de marzo del 2009. Mientras tanto el precio del dólar apenas subió un 8% en el mismo periodo, bastante menos que en muchos otros países de la periferia. Esta respuesta de política monetaria, muy distinta a la ejecutada en la crisis anterior de 1998-2001, fue posible gracias a la acumulación previa de un nivel de reservas internacionales de divisas sin precedentes. Actualmente, la posición de cambio bordea los US$ 20 mil millones, un 15% del PBI, mientras que la producción doméstica no primaria perdió competitividad respecto a la producción extranjera desde mediados del 2008.

Las reservas internacionales vendidas por el BCR han sido compradas no solo por inversionistas extranjeros sino también por el sector privado local, especialmente por los bancos comerciales y los fondos del sistema privado de pensiones (AFP), entre otros. Esta cifra de reservas vendidas no incluye la emisión del BCR de papeles de corto plazo indexados al tipo de cambio, pero pagaderos en moneda doméstica. Estos papeles son un buen sustituto del dólar para quien no necesita llevar su dinero al exterior. El stock de estos papeles representaría alrededor de un 20% de la posición de cambio actual de la autoridad monetaria.

El choque externo real

El 2002 acabó una larga recesión causada por el efecto adverso conjunto que las crisis asiática y rusa tuvieron sobre las cotizaciones de las materias primas de exportación y sobre el ingreso al país de capitales externos. Desde 2002 hasta 2008, la marcha de la economía peruana adquirió progresivamente cada vez más velocidad, hasta alcanzar un ritmo superior al 9% anual durante ocho trimestres consecutivos, desde el tercer trimestre del 2006 hasta el tercer trimestre del 2008; en este último periodo, la creación de empleos urbanos en las empresas de más de 10 trabajadores avanzó a un 9% o 10% anual.

Este prolongado auge de la economía peruana terminó en el último trimestre del 2008. La tasa de crecimiento de la producción total del país (PBI) cayó sensiblemente desde un 10.8% anual en enero-octubre del 2008 hasta menos de un 2% anual en enero-febrero del 2009, siempre en comparación con el mismo periodo del año anterior; cabe apuntar que esta tasa del 2% anual podría muy bien ser negativa si ciertos cambios metodológicos controvertidos no se hubieran introducido recientemente en el cálculo del PBI del sector servicios. Algunas medidas del PBI mensual desestacionalizado, como las publicadas por el BCR, sugieren que el punto de inflexión, donde las tasas de crecimiento positivas se convierten en negativas, se habría alcanzado en el último trimestre del 2008.

Es posible que la economía peruana registre durante el 2009 una recesión en toda regla, definida como dos o más trimestres consecutivos de tasas de crecimiento negativas del PBI.

Esta brusca desaceleración de la actividad económica no solo revela la magnitud del impulso recesivo externo. También revela la poca inercia que tiene el PBI de la economía peruana debido a la inexistencia de estabilizadores automáticos como el seguro de desempleo, que tiene casi un siglo de existencia en Inglaterra, y debido a la gran influencia que las condiciones económicas y financieras externas ejercen sobre la confianza de empresarios y banqueros.

Si las exportaciones representan un 30% del PBI nominal y si disminuyen en un cuarto, el impacto directo de esta caída de las exportaciones (tanto por precios en el sector tradicional como por cantidades en el sector no tradicional) equivale a un 7.5% del PBI nominal. Y como esta caída de las exportaciones tiene un efecto multiplicador (relativamente pequeño en promedio por el peso del enclave minero) sobre el resto de la economía, tanto vía el gasto en el resto de la economía de los ingresos generados en el sector exportador como vía la demanda de insumos intermedios, podríamos elevar este impulso recesivo hasta un 10% del PBI nominal.

A este impacto del descenso de las exportaciones hay que sumarle los efectos negativos originados por la salida de capitales de largo y corto plazo que operan sin mediaciones sobre el nivel de actividad económica del sector no primario peruano. En primer lugar, la paralización de la inversión directa extranjera en el sector minero, causada por la profunda caída de los precios externos de los metales, disminuye la demanda de la industria de la construcción. En segundo lugar, conviene recordar que el sistema financiero peruano está dolarizado. La mitad de los préstamos bancarios a firmas y familias están denominados en dólares y una parte apreciable de estos préstamos se financian con fondos (líneas de crédito de corto y largo plazo) que los bancos locales obtienen en el exterior. Por tanto, un recorte violento de estas líneas de crédito del exterior, como el que ha ocurrido con las líneas de corto plazo que se redujo en más de un 1% del PBI entre mediados del 2008 y principios del 2009, implica que se detiene bruscamente la expansión del crédito bancario en dólares (hipotecarios, comerciales, etc.). Desde fines del 2008, son negativas las tasas mensuales de crecimiento del crédito en dólares del sistema financiero al sector privado.

Cabe aquí mencionar que la expansión del crédito en dólares fue una fuerza importante que, junto con una política fiscal expansiva, sustentó el notable auge de la demanda interna observado en los últimos dos años. Durante el 2007, el crédito bancario al sector privado en dólares se incrementó por un valor equivalente al 3% del PBI, similar ritmo de incremento se registró también durante el primer semestre del 2008.

AUTOR : OSCAR DANCOURT; PROFESOR ECONOMIA PUCP
FUENTE : ACTUALIDAD ECONOMICA DEL PERU.