Mostrando las entradas con la etiqueta 04/22/2010. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta 04/22/2010. Mostrar todas las entradas

jueves, 22 de abril de 2010

Por qué China ha hecho lo correcto con respecto a su moneda


Tras un periodo de gran tensión entre Estados Unidos y China, que tuvo su punto culminante este mes entre rumores de una guerra comercial abierta, ahora es evidente que se acerca un viraje en la política cambiaria china. Finalmente, China está dispuesta a dejar que el renminbi reanude su lenta pero constante marcha ascendente. Ahora podemos esperar que se vuelva a revaluar con respecto al dólar, muy gradualmente, como lo hiciera entre 2005 y 2007.

Algunos observadores, entre ellos los que más temían una guerra comercial, parecen aliviados. Otros, que consideran que un renminbi sustancialmente subvaluado es un factor importante del desempleo estadounidense, se sentirán decepcionados por lo gradual del ajuste. Habrían preferido una brusca revaluación de quizás un 20% para generar un descenso claro del índice de desempleo.

Otros más desestiman como irrelevante un giro en la política cambiaria china. Para ellos, el superávit de cuenta corriente de China y su reflejo, el déficit de cuenta corriente estadounidense, son el problema central. Argumentan que los balances de cuenta corriente reflejan los índices de ahorro e inversión nacionales. China tiene superávits externos porque su ahorro es mayor que su inversión. Estados Unidos tiene déficits externos debido a la insuficiencia de su ahorro interno, que en el pasado era el reflejo del alto gasto de los hogares, pero hoy se origina en un gobierno derrochador.

Concluyen que no hay razón para esperar que un cambio en el tipo entre el renminbi y el dólar tenga efectos importantes en el ahorro o la inversión en China, y mucho menos en los Estados Unidos. En consecuencia, no hay por qué pensar que genere consecuencias de primer orden en el balance bilateral de cuentas corrientes o, de hecho, sobre el desempleo, que depende del mismo comportamiento de ahorro e inversión.

De hecho, ambas críticas se equivocan. China hizo lo correcto al esperar a ajustar su tipo de cambio, y ahora tiene razón al hacerlo de manera gradual en lugar de abrupta y discontinua. La economía china está creciendo en todo su potencial: las previsiones para el 2010 son de un 10%, y las cifras del primer trimestre, de un 11,9%, la muestran creciendo todo lo rápido que puede crecer una economía dentro de los límites de lo seguro.

China sorteó la crisis con éxito, evitando una desaceleración importante, al elevar el gasto público. Sin embargo, como resultado, ahora no tiene otra manera de aumentar la inversión o el consumo interno.

No hay duda de que crear una red de seguridad social, desarrollar los mercados financieros y fortalecer el gobierno corporativo para fomentar que las empresas estatales rindan más de lo que gastan estimularía el consumo de los hogares chinos. Sin embargo, esas reformas demoran años en llevarse a cabo. Mientras tanto, el índice de crecimiento del gasto en China no cambiará sustancialmente.

Como resultado, las autoridades chinas han preferido esperar a ver si la recuperación estadounidense es real. Si lo es, las exportaciones de China crecerán con mayor rapidez. Y si lo hacen, pueden permitir que el renminbi se revalúe.

Sin un ajuste del tipo de cambio, el mayor crecimiento de las exportaciones expondría a China a al riesgo de un sobrecalentamiento de su economía. Pero, con el ajuste, los consumidores chinos gastarán más en importaciones y menos en bienes producidos localmente. Una vez evitado el sobrecalentamiento, la economía china puede seguir apuntando a sobrepasar su acostumbrado ritmo anual del 10%.

Crecen las señales de que la recuperación de EE.UU. se irá consolidando. Como siempre, no hay garantías, pero las cifras más recientes de ventas de vehículos ligeros, así como el índice de manufactura del Instituto de Gestión de la Oferta (ISM) y el informe de empleo de la Oficina de Estadísticas Laborales, apuntan en la misma dirección.

Puesto que el aumento del gasto estadounidense en exportaciones chinas será gradual, es apropiado que el ajuste del tipo de cambio renminbi-dólar también lo sea. Si China cometiera la imprudencia de revaluar en un 20%, como recomiendan ciertos extranjeros, el resultado sería una abrupta caída del gasto en sus productos, lo que socavaría el crecimiento.

Lo que es más, el ajuste gradual del tipo de cambio bilateral es necesario para evitar una explosión de los desequilibrios globales. La recuperación de la inversión, que cayó estrepitosamente durante la crisis, impulsará el crecimiento estadounidense. Sin embargo, a medida que ahora la inversión se eleve en relación con el ahorro, existe el riesgo de que el déficit de cuenta corriente de EE.UU., que bajó del 6% del PGB en 2006 a cerca del 2,5% el año pasado, aumente nuevamente.

La revaluación del renminbi, que hace que el gasto chino se oriente hacia bienes de procedencia extranjera, servirá de contrapeso a esta tendencia. Al hacer que las empresas estadounidenses perciban más ingresos, elevará el ahorro corporativo de EE.UU., lo que conciliará la recuperación con la necesidad de impedir que los desequilibrios vuelvan a amenazar la estabilidad financiera.

Las autoridades chinas han estado recibiendo un montón de consejos no solicitados, y han tenido el buen criterio de no prestarles demasiada atención. Al manejar su tipo de cambio, han hecho lo que había que hacer.

AUTOR : Barry Eichengreen es profesor de Economía en la Universidad de California, Berkeley.

FUENTE : PROJECT SYNDICATE

Mercados financieros internacionales en el 2009: ¿Tras la tempestad, la calma?

En contraste con la fuerte perturbación que exhibieron los mercados financieros en los últimos meses del 2008 tras la quiebra del banco norteamericano Lehman Brothers, su comportamiento durante el pasado año fue más distendido. Las principales manifestaciones que lo certifican fueron la disminución del riesgo sistémico; la flexibilización de las condiciones crediticias; el mejor rendimiento de los títulos de renta fija y variable; el menor grado de volatilidad en el mercado cambiario; el descenso de las primas de riesgo para mercados emergentes, y en general un clima más estable ante las mejores perspectivas de las economías altamente desarrolladas.
No obstante, la incertidumbre fue intermitente y no logró mitigarse al nivel requerido para restablecer la confianza de los inversionistas pues, aunque no pocos analistas y organismos internacionales consideraron superada la crisis, para otro grupo importante de expertos la recuperación es un mero espejismo. Y realmente, más allá del debate teórico acerca de si la crisis “tocó” o no fondo, los hechos son concluyentes en relación a la persistencia de importantes problemas que afectan el desempeño de las economías en la gran mayoría del mundo industrializado, considerado el epicentro de la crisis económica y financiera. LEER MAS

AUTOR : Dra. Mercedes García Ruiz. Centro de Investigaciones de Economía Internacional, Universidad de la Habana.

FUENTE : OBSERVATORIO DE AMERICA LATINA

Del Tratado de Detroit a Goldman Sachs




El viernes pasado la Comisión de Valores de Estados Unidos (la Securities Exchange Commission, SEC) abrió una investigación por fraude en contra de Goldman Sachs, el banco de inversiones más importante de Wall Street (y del mundo). La acusación está relacionada con la comercialización de valores "respaldados" por hipotecas basura, como las que generaron la crisis financiera de 2008.

La inculpación tuvo resonancias telúricas en los mercados financieros. No es para menos. Goldman Sachs (GS) maneja cifras de negocios astronómicas y hasta hace poco era centro modelo de innovación financiera mundial. Hoy múltiples sospechas pesan sobre GS, comenzando por su posible complicidad en disfrazar el verdadero monto de endeudamiento de la economía griega.

GS es el producto de la transformación estructural de la economía estadounidense a lo largo de los últimos 60 años. Es la cristalización del espíritu del neoliberalismo: invertir y operar en el espacio financiero, donde una gallina mítica llamada especulación pone sus huevos de oro cada segundo. En ese mundo las ganancias se multiplican sin fin y no es menester ensuciarse las manos con aceite de máquinas, ni suelos arcillosos, ni mucho menos con el overol manchado de un trabajador.

La historia de GS va de la mano con la evolución de la distribución del ingreso en las últimas seis décadas. Las investigaciones sobre distribución del ingreso en Estados Unidos revelan que el ingreso disponible promedio (medido en dólares constantes de 2006) de 99 por ciento de las familias pasó de 21 mil a 40 mil dólares anuales entre 1945 y 2006. En comparación, el ingreso disponible promedio del uno por ciento superior de la sociedad estadounidense pasó de 250 mil a 900 mil dólares anuales en el mismo periodo.

Esas cifras sintetizan la historia económica y social de Estados Unidos: el estancamiento en el poder de compra del grueso de la sociedad a partir de la década de los años setenta y su imagen de espejo, la extraordinaria concentración del ingreso y de riqueza en un estrato privilegiado cada vez más pequeño. Es la trayectoria de expansión del sector financiero y de su extraordinario poderío, capaz de someter al resto de la economía y a la política macroeconómica para subordinarlos a sus intereses. Exactamente cómo se alcanzó este resultado es tema de una investigación de mayores alcances, pero las grandes etapas de esta historia son claras.

Primero, un pacto social que emerge de los turbulentos años treinta y la Segunda Guerra Mundial. Son los años dorados del Tratado de Detroit, el acuerdo laboral más importante de la posguerra, firmado entre la United Auto Workers (UAW) y los tres grandes de Detroit (Ford, GM y Chrysler) en 1950. Por este contrato colectivo, la UAW se comprometió a restringir su derecho a ir a la huelga a cambio de ajustes salariales indexados a la inflación, importantes ventajas en materia de salud, retiro, despidos y vacaciones. Este arreglo fue el modelo seguido en otras industrias durante 20 años, hasta que llegó la década de los setentas. Es por este pacto que casi todo el aumento del ingreso promedio disponible para 99 por ciento de los hogares mencionados arriba se da entre 1955-1975.

El segundo momento corresponde al estancamiento en la tasa de ganancias en las industrias medulares de la economía estadounidense a partir del final de los sesentas. Esto provoca el desencadenamiento de la ofensiva del capital en contra de las clases trabajadoras en la década de los setenta, en un esfuerzo por cambiar el patrón de distribución del ingreso. Se procede al desmantelamiento gradual de las instituciones que mantuvieron el pacto social de la posguerra y su esquema de crecimiento sostenido de salarios. Reagan rompe la huelga de controladores aéreos e inaugura una nueva etapa de lucha contra los sindicatos. Adiós al Tratado de Detroit.

En la tercera etapa tenemos la expansión del sector financiero. La desregulación salvaje del espacio financiero es la respuesta al estancamiento de la rentabilidad en los sectores reales (no financieros) de la economía. Es también la contestación al desafío que viene perfilándose en el horizonte por el resurgimiento del poderío económico alemán y japonés desde los años sesenta. El neoliberalismo financiero le permitió a Estados Unidos reconquistar su hegemonía y extenderla a lo largo del último tercio del siglo XX. Las grandes empresas del ciclo automotriz pasaron la estafeta al núcleo de Wall Street, con empresas como Goldman Sachs a la cabeza.

Epílogo: dados estos antecedentes, la investigación sobre GS es una minucia. El objeto del supuesto fraude es la venta de valores respaldados por hipotecas basura, que simultáneamente estaban siendo objeto de apuestas que predecían el desplome de su precio. El chisme en corredores: es como si alguien estuviera vendiendo un auto con frenos defectuosos y, al mismo tiempo, contratara un seguro sobre ese vehículo. Eso no es ilegal en Wall Street, aunque tampoco se ve muy elegante.

AUTOR : Alejandro Nadal
FUENTE : LA JORNADA