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lunes, 17 de mayo de 2010

Radiografía de la crisis del euro





Cuando se miran las cuentas de las economías ricas altamente endeudadas se puede apreciar que todas están en situaciones análogas, con deudas públicas en 100% del PIB, más o menos, déficit fiscales encima de 10% del PIB, y pocas reservas internacionales. Habría que tratarlas para los fines del caso como se le trató en su día a Honduras, Bolivia, Nicaragua, y muchos países africanos. No hay gran diferencia más allá de quien detenta el poder, quien emite el dólar, desde dónde se hacen los ataques especulativos y contra qué se está especulando.

La cara dura de enfilar los cañones contra los países mediterráneos, mientras Gran Bretaña, Irlanda ni que decir, y los Estados Unidos tienen cifras peores, es reflejo del poder de las calificadoras de riesgo en el mercado internacional. La medula de ese mercado está en Nueva York y son 10 bancos que reflejan 60% del PIB estadounidense. Las calificadoras que por cierto están en Nueva York y Londres y son tres las relevantes, le bajaron a Grecia de AAA+ a BB y los bancos de inversión atacaron el euro. No atacaron a Grecia sino al euro. A España de AAA a AA y mejor aún, comenzaron los rumores sobre la quiebra española. El blanco seguirá siendo el euro y ahora viene acompañado de un discurso siempre desde Estados Unidos sobre la inutilidad de la canasta monetaria que constituye el euro.

A Grecia había que darle la mano hace varias semanas pero entre que la historia de Alemania y Grecia no ayudan y que la formula de emisión de bonos desde un fondo monetario europeo para financiar a Grecia se estrellaba contra la restricción del Banco Central Europeo de no poder financiar a gobiernos miembros, la arquitectura financiera estuvo diseñada para enfilar a cualquier europeo más allá del BCE. Es una derrota europea el haber llamado al FMI.

El FMI hizo lo que sabe hacer y después de 48% reducción salarial, las masas salieron a las calles. El pueblo griego es el primero en pagar la cuenta de la crisis del euro generado por bancos de inversión y calificadoras en un contexto donde no había gobierno del G7 con la autoridad moral para tirar la primera piedra en términos fiscales. ¿Por qué Grecia?

La respuesta, siguiendo la idea de la mujer del IRI advirtiendo sobre “un próximo golpe en Honduras” en abril del 2009, “porque es chiquito y no importa”. Como con el golpe de Honduras, el objetivo no es el país sino la región: es decir, Europa y el euro. (ver *Memorandos Opex:

El presente griego

El FMI hizo lo habitual, un ajuste brusco para mejorar las cifras para calmar a las calificadoras de riesgo y estas a los bancos de inversión. El ajuste es para reducir salarios en Grecia. Pero si el 80% del comercio de Grecia es dentro de Europa y baja sus salarios, el impacto de esa reducción es sobre el comercio intraeuropeo en un segundo momento.

De otro lado, si el grueso de la población griega, rica por cualquier estándar, tiene tarjetas de crédito e hipotecas pero le quitan medio salario anual, más o menos, la capacidad de pago que va a tener se verá reducida y eso afectará a los bancos. Como los mismos deudores son también depositantes, el impulso primario es a retirar los depósitos de la banca y colocarlos en otro país por si las dudas. Esto va a generar una crisis bancaria dentro de Grecia. Empero, los bancos modernos no se financian con depósitos sino con créditos interbancarios y si corren de unos bancos en Grecia estos tendrán dificultades de empatar sus pagos de cortísimo plazo a los bancos que le prestan. Estos son sobre todo europeos. Es decir Europa va a tener dos problemas serios, uno es la desaceleración del comercio interno y la reducción de su tasa de crecimiento, el otro es un problema bancario nacional, en varios países.

Las lecciones para la integración financiera sudamericana

La idea generalizada es que Europa congeló los mecanismos de ajuste cambiario al fijar la tasa de cambio entre las monedas europeas al momento de echar a andar el euro de forma que no hay flexibilidad para absorber las diferencias de inflación ni de tasas de crecimiento entre los miembros. De esta forma no hay mecanismos de ajuste automáticos. El problema según Stiglitz es institucional, según Krugman es que la canasta no tiene caso.

Mirado desde el estudio de canastas monetarias, lo que se aprende es que debe de tener un cierto espacio de reajuste de pesos dentro de la canasta de tiempo en tiempo para reflejar las diferenciales de inflación y crecimiento entre las economías contempladas en la canasta de monedas. Es decir que no es una canasta rígida interna sino que de tiempo en tiempo se reajusta. El ejercicio de reajuste cada dos años da estabilidad a la unidad monetaria resultante.

La segunda lección es que los tipos de cambio de los países miembros de la canasta pueden ser coordinados ante un embate. No es necesario tener la camisa de fuerza de que el banco Central regional no pueda emitir bonos para rescatar a un miembro. Si la restricción es por la independencia del Banco central, se puede crear un fondo de estabilización monetario y este ente supranacional, acompañado de un fondo de garantía supranacional respaldado por las reservas internacionales agregadas de los miembros, pueden emitir bonos e inyectar liquidez al afectado a tasas de interés razonables y no a tasas especulativas, al eliminar el riesgo país del país “enfermo”.

Solo por recordar que el fondo de estabilización monetario inventado en 1935 por Harry White para contener las devaluaciones competitivas entre los tres principales socios comerciales de la época, funcionó solo ante la noticia de su lanzamiento. Ni siquiera se utilizó. La razón fue que el fondo de estabilización monetario tuvo un ancla cambiaria, a 35.70 la onza de oro. Hoy día es impensable un ancla con el oro pero es muy pensable un ancla con el DEG.

La tercera lección es la necesidad de tener políticas cambiarias coordinadas y regulaciones a los capitales de corto plazo para la región en su conjunto. Es decir que si Sudamérica pone una regulación a los movimientos de capitales de corto plazo, no se verá ni atacado por un retiro masivo de capitales ni se verá atacado por una entrada ante la caída de otros mercados. Es más sus mercados de valores serán menos interesantes para los capitales golondrinos extrarregionales lo que le dará más estabilidad.

Lo que no hay que hacer y la lección política

Es evidente que crear una canasta monetaria sin tener los mecanismos supranacionales de soporte a la canasta es un peligro. Un ataque sobre una de sus monedas se tira abajo la canasta en su conjunto. Si se desestabiliza una economía de la canasta, todas las demás se ven afectadas y la tasa de crecimiento económico del conjunto se ve debilitada.

Desde el dólar, el ataque al euro y al reminbi (ver "Reuters,Markets sense another 'window' for yuan reform"- http://www.reuters.com/article/idUSTRE64D2K920100514?feedType=RSS&feedName=businessNews&utm_source=feedburner&utm_medium=feed&utm_campaign=Feed%3A+reuters%2FbusinessNews+(News+%2F+US+%2F+Business+News)- son una forma de consolidar la posición de la moneda de reserva en un momento en que está cuestionado su papel como divisa en el comercio internacional y en las reservas por las debilidades estructurales de la economía líder. Estos ataques cambiarios no deben ocultar ese hecho esencial.

AUTOR : Oscar Ugarteche, economista peruano, trabaja en el Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, México. Es presidente de ALAI e integrante del Observatorio Económico de América Latina (OBELA)
FUENTE : ALINET

No somos Grecia




No hay mal que por bien no venga, y la crisis de Grecia está haciendo muy, muy feliz a alguna gente, gente que se oponía a la reforma sanitaria y que se muere de ganas de tener una excusa para desmantelar la Seguridad Social. Mire uno donde mire, hay editoriales y comentarios, algunos haciéndose pasar por información objetiva, que afirman que la Grecia de hoy será el EE UU de mañana a menos que nos dejemos de todas esas tonterías de cuidar de los que lo necesitan.

Sin embargo, lo cierto es que EE UU no es Grecia y, en cualquier caso, el mensaje que nos transmite Grecia no es el que esa gente querría hacernos creer.

Entonces, ¿qué diferencias hay entre EE UU y Grecia? Ambos países han estado soportando últimamente déficits presupuestarios elevados, más o menos comparables expresados como porcentajes del PIB. Sin embargo, los mercados los tratan de forma muy diferente: el tipo de interés de los bonos del Estado griego es más del doble del de las obligaciones estadounidenses, porque los inversores ven un alto riesgo de que Grecia termine por suspender los pagos de su deuda, mientras que prácticamente no ven ningún riesgo de que EE UU haga lo mismo. ¿Por qué?

Una respuesta es que EE UU tiene un nivel de deuda mucho más bajo -la cantidad que ya debemos, frente a los nuevos préstamos- en relación con el PIB. Es verdad que nuestra deuda debería ser aún menor. Estaríamos en mejor situación de hacer frente a la emergencia actual si no se hubiese despilfarrado tanto dinero en recortes de impuestos a los ricos y en una guerra injustificada. Pero, aun así, hemos entrado en la crisis en mucha mejor forma que los griegos.

Sin embargo, todavía más importante es el hecho de que tenemos una vía despejada hacia la recuperación económica, mientras que Grecia no la tiene. La economía de EE UU ha estado creciendo desde el verano pasado gracias a los estímulos fiscales y a las medidas expansionistas de la Reserva Federal. Ojalá que ese crecimiento fuese más rápido; pero por fin está generando mejoras en el empleo y también se está reflejando en los ingresos. Ahora mismo estamos en camino de cumplir las previsiones de la Oficina Presupuestaria del Congreso sobre una subida considerable de la recaudación fiscal. Si a esas previsiones les sumamos las políticas de la Administración Obama, la consecuencia es una caída en picado del déficit presupuestario durante los próximos años.

Grecia, por otro lado, está enredada en una trampa. En los años de vacas gordas, cuando el capital entraba a raudales en el país, los costes y los precios griegos se alejaron mucho de los del resto de Europa. Si Grecia siguiera teniendo su propia moneda, podría recuperar su competitividad mediante una devaluación. Pero como no la tiene, y como abandonar el euro sigue considerándose impensable, Grecia se enfrenta a años de deflación opresiva y de crecimiento económico bajo o nulo. Por eso, la única manera de reducir el déficit es mediante unos recortes presupuestarios crueles, y los inversores se muestran escépticos respecto a si esos recortes realmente se producirán.

Por cierto, merece la pena señalar que el Reino Unido -que está en peor forma fiscal que EE UU, pero que, a diferencia de Grecia, no ha adoptado el euro- sigue siendo capaz de obtener préstamos con unos tipos de interés bastante bajos. Por lo visto, el tener una moneda propia cambia mucho las cosas.

En resumen, no somos Grecia. Puede que actualmente tengamos déficits de una magnitud comparable, pero nuestra situación económica -y en consecuencia, nuestras perspectivas fiscales- son tremendamente mejores. Dicho eso, sí que tenemos un problema presupuestario a largo plazo. Pero ¿cuál es la raíz de ese problema? La respuesta de rigor es que "exigimos más de lo que estamos dispuestos a pagar". Sin embargo, esa respuesta es profundamente engañosa.

En primer lugar, ¿quién es ese "nosotros" del que habla la gente? Tengan en cuenta que la campaña para reducir los impuestos benefició principalmente a una pequeña minoría de estadounidenses: el 39% de los beneficios de hacer permanentes los recortes de impuestos de Bush irían a parar al 1% más rico de la población.

Y tengan en cuenta también que los impuestos se han quedado rezagados respecto al gasto gracias en parte a una estrategia política intencionada de "dejar que la bestia pase hambre": los conservadores han privado deliberadamente al Gobierno de ingresos en un intento de imponer los recortes del gasto que ahora insisten en que son necesarios.

Mientras tanto, cuando uno mira bajo el capó de esas preocupantes previsiones presupuestarias a largo plazo descubre que no se deben a ningún problema generalizado de gasto excesivo. En cambio, son en gran medida el reflejo de una sola cosa: la suposición de que los costes de la asistencia sanitaria subirán en el futuro como lo han hecho en el pasado. Esto nos dice que la clave de nuestro futuro fiscal es mejorar la eficiencia de nuestro sistema sanitario, que, como posiblemente recordarán, es algo que la Administración Obama ha estado tratando de hacer, incluso cuando muchas de esas mismas personas que ahora advierten sobre los estragos del déficit gritaban "¡listas de la muerte!".

Así que la realidad es ésta: las perspectivas fiscales de EE UU para los próximos años no son malas. Sí tiene un grave problema presupuestario a largo plazo, que tendrá que resolverse con una combinación de reforma sanitaria y otras medidas que probablemente incluirán una subida moderada de los impuestos. Pero debemos hacer caso omiso de quienes fingen estar preocupados por la responsabilidad fiscal, cuando su objetivo real es desmantelar el Estado de bienestar y pretenden utilizar las crisis del resto del mundo para asustarnos y obligarnos a darles lo que quieren.

AUTOR : Paul Krugman es profesor de economía en la Universidad de Princeton y premio Nobel de Economía 2008
FUENTE : EL PAIS