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martes, 9 de junio de 2009

La quiebra forzada de General Motors: lo que nadie explica

Stevie la Rata tiene un plan siniestro para GM: usar los fondos de pensiones de la empresa para pagar los 6 mil millones de dólares que ésta debe a instituciones crediticias como JP Morgan y Citibank.

Atornillar a los trabajadores del automóvil

Puede que hoy [4 de junio] haya llantina general por la quiebra de GM. Pero enterrar en masa 40.000 de los últimos 60.000 puestos de trabajo con afiliación sindical no le estropeará el día a Jamie Dimon. Dimon es el presidente del consejo de administración del banco JP Morgan. Mientras que los trabajadores de GM pierden sus beneficios de asistencia sanitaria en la jubilación, sus puestos de trabajo, los ahorros de toda una vida; mientras que los accionistas se quedan sin nada de nada, y muchos acreedores, con un palmo de narices; un puñado de privilegiados acreedores de GM –encabezados por Morgan y Citibank—, en cambio, esperan recuperar el 100% de sus préstamos a GM, por un estupefaciente monto de 6 mil millones de dólares.

La vía por la que estos bancos conseguirán su premio de 6 mil millones de dólares es de todo punto ilegal. Huele a rata.

A Stevie la Rata, para ser precisos. A Steven Rattner, el “Zar-Zar” de Barak Obama, el hombre que esta mañana ha asumido esencialmente la responsabilidad de ordenar la quiebra de GM.

Cuando una compañía va a la quiebra, todos resultan perjudicados: justa o injustamente, los trabajadores pierden contratos salariales, los accionistas son borrados del mapa y los acreedores se hacen, a lo sumo, con algunos fragmentos. Es la ley. Lo que los trabajadores no pierden nunca son las pensiones (incluidos los fondos para asistencia sanitaria en la vejez), que ya han sido descontadas de sus salarios y retenidas a su nombre.

Pero esta vez no. Stevie el Rata tiene un plan diferente para GM: servirse de los fondos de pensiones para pagar a Morgan y a Citi.

He aquí el esquema: lo que Rattner pide al tribunal de quiebras es, sencillamente, que incaute el dinero que GM debe a los trabajadores en concepto de seguro de asistencia sanitaria en la jubilación. El dinero en efectivo del fondo de seguros sería reemplazado por acciones de GM. El porcentaje estaría entre el 17% y el 25% de las acciones. Sea lo que fuere lo que valgan el 17% o el 25% de las acciones, bueno… a ver quién es el guapo que paga su diálisis con 50 participaciones en el accionariado de una compañía automovilística en bancarrota.

Sin embargo, Citibank y Morgan, dice Rattner, deberían cobrar todo el pastón –6 mil millones de dólares ya, y en efectivo— de una compañía que no puede pagar ni los componentes automovilísticos ni las facturas oftalmológicas de sus trabajadores.

Detención preventiva para las pensiones

Y bien, ¿qué hay de malo en servirse del dinero de los fondos de pensiones en una quiebra? La respuesta, señor Obama, señor profesor de Derecho, es que es ilegal.

En 1974, tras una serie de escandalosas evaporaciones de fondos de pensiones y de retiro acontecidas en la era Nixon, el Congreso aprobó la Ley de Jubilación y de Seguridad Social del Empleado (ERISA, por sus siglas en inglés). ERISA dice que no se pueden tocar los fondos de pensiones de los trabajadores (ni los pagos mensuales, ni el seguro de asistencia sanitaria), del mismo modo que no se puede tampoco tocar el dinero de las cuentas bancarias particulares de los trabajadores.

La ley es jodidamente explícita al respecto: de ningún modo se puede tocar el dinero de las pensiones. Los ejecutivos de la compañía deben guardar esos fondos de jubilación en calidad de “fiduciarios”. Eso es lo que dice la ley, profesor Obama, según queda expuesta en el propio sitio web del Gobierno bajo el epígrafe “Planes y beneficios sanitarios”.

Cualquier empresa norteamericana que vaya corta de dinero en efectivo podría estar tentada de meter la mano en los fondos de jubilación, pero no es su dinero; es lo mismo que el banquero cuando va corto de dinero: no puede tocar tu cuenta bancaria. Los activos de un plan de pensiones son solo para los miembros del plan, no para el señor Dimon, ni para el señor Rubin.

Ello es que ahora, en efecto, la administración Obama está pidiendo que el dinero destinado al bazo envejecido de un trabajador del automóvil sea bombeado para alimento de las criaturas del Programa de Alivio para los Activos en Dificultades (TARP, por sus siglas en inglés). Los trabajadores se quedarán sin trasplantes pulmonares para que Dimon y Rubin puedan seguir zascandileando. Este es otro momento “Guantánamo” para la administración Obama: sintonizar a Nixon para aceptar la detención preventiva de los seguros de salud de los jubilados.

Trocar los dineros en efectivo del fondo por acciones de GM no convierte en legal la acción de ratear los activos destinados a pensiones de GM. Porque el Congreso, preveyendo trucos de este tipo, dejó sentado que las compañías, en tanto que fiduciarias, deben “actuar prudentemente y están obligadas a diversificar las inversiones del plan, a fin de minimizar el riesgo de grandes pérdidas”.

Por “diversificar” en aras a la seguridad no entiende la ley colocar el 100% de los fondos de los trabajadores exclusivamente en las acciones de una compañía quebrada.

Mal y peligroso negocio: el plan de Rattner abre las compuertas para que cualquier compañía bien conectada políticamente –o en trance de desgracia— entre a saco en los fondos de asistencia sanitaria para los jubilados.

La Casa de Rubin

Resulta que se entra a saco en las pensiones, ¿y los bancos, de rositas? ¿Por qué no se pidió a los bancos, como se hizo con los trabajadores y con otros acreedores, que aceptaran acciones de GM?

Como dijo Butch a Sundance, ¿Y quiénes son estos tíos? Recuerden, Morgan y Citi. Son las reinas corporativas del bienestar que se han tragado ya cerca de un tercio de un billón de dólares en ayudas del Tesoro norteamericano y de la Reserva Federal. No por azar, Citi, el gran ganador, ha pagado más de 100 millones de dólares a Robert Rubin, el antiguo secretario del Tesoro. Rubin fue el hombre que le hizo el puente a Obama con los bancos, para atraerse la aceptación y las donaciones de los mismos a su campaña electoral (es, con diferencia, la mayor fuente de las ayudas empresariales que recibió).

Con los últimos céntimos de GM a punto de caer en un bolsillo y con el Tesoro de Obama en el otro bolsillo, lleva razón Jamie Dimon, el hombre de Morgan, al decir que los últimos doce meses probarán que los bancos “están mejor que nunca”.

Lo que nos lleva a una cuestión: ¿no será que la quiebra forzada de GM y la consiguiente eliminación de decenas de miles de puestos de trabajo no son sino una acción de recolecta para financieros favorecidos?

Y ha sido un gran año para Rattner. Mientras que la administración Obama lograba un buen acuerdo merced a toda una juventud de Rattner dedicada a los Sindicatos de Trabajadores del Acero, trataban de ocultar bajo el chasis que Rattner era uno de los privilegiados del selecto grupo de inversores en Cerberus Capital, los propietarios de Chrysler. “Propietario” es aquí un término vagaroso, porque Cerberus era “propietario” de Chrysler en el mismo sentido en que puede decirse que un caníbal es tu “anfitrión” en el almuerzo. Cerberus no pagó nada por Chrysler; al contrario, recibió miles de millones que la empresa alemana Daimler pagó para desprenderse de Chrysler. Cerberus se hizo con el efectivo, para luego cargar al contribuyente norteamericano el muerto de la quiebra de Chrysler. (“Cerberus”, dicho sea entre paréntesis, es un nombre elegido en honor del perro tricéfalo que, en la mitología romana, guarda las puertas del infierno, el Can Cerbero. Sutiles no son estos tíos.)

Aunque Stevie la Rata, al tomar posesión de su cargo como Zar del automóvil, vendió los intereses que tenía en el Can Cerbero, guardián del infierno, nunca renunció a puesto en el negocio de buitres llamado Quadrangle Hedge Fund. La fortuna personal neta de Rattner se estima en unos 50 mil millones de dólares. Tal es el héroe obrero de Obama.

Si diriges un negocio y juegas a toda leche perdiendo los fondos de tus trabajadores, puedes terminar en la cárcel. El plan de Stevie la Rata no es otro que el del Gran Robo de las Pensiones de los Trabajadores del Automóvil. Y no es menos delictivo por el hecho de que sea el mismísmo Presidente quien está al volante del automóvil en fuga.

AUTOR: Greg Palast es economista y periodista. Fue negociador sindical, y es autor de varios superventas, entre los que destacan La mejor democracia que se puede comprar con dinero y Manicomio armado. Es accionista de GM y miembro del sindicato de los trabajadores norteamericanos del automóvil.

FUENTE : SIN PERMISO

La dura realidad económica y las necias celebraciones de los gacetilleros

Los medios de comunicación han abandonado obviamente el papel de informadores de la realidad económica y han adoptado el papel de animadores de la fiesta, pregonando cualesquiera noticias buenas que puedan husmear, o aun inventándolas cuando no pueden encontrar ninguna. Esto deja la responsabilidad de informar sobre la economía en manos de otros.

La pasada semana tuvimos todo una serie de informes del estado de la economía. Las ventas de viviendas nuevas y de las ya existentes permanecen cerca de su más bajo nivel de la recesión, de forma que los precios inmobiliarios continúan cayendo un 2% mensual. Los nuevos pedidos para bienes de capital, un índice clave de la demanda de inversión, se redujeron un 2% en abril. Si se excluye el volátil sector del transporte, los nuevos pedidos siguieron cayendo un 1,5%.

El viernes, el Indicador de la Actividad Industrial (PMI, por sus siglas en inglés) de Chicago cayó más de 5 puntos porcentuales desde su nivel de abril, muy cerca de su nivel más bajo de la recesión. El componente del empleo de este índice batió una nueva marca.

Estos informes podían haber provocado sombrías noticias, pero no en los medios de comunicación de EEUU. La gente que no pudo ver la burbuja inmobiliaria de los 8 billones está todavía en busca acérrima de un rayo de luz incluso entre las peores noticias económicas.

Por ejemplo, La Radio Nacional Pública explicó a los oyentes que las nuevas cifras de ventas de casas en el mes de abril fueron mayores que las de marzo. Aunque esto era verdad, las cifras de abril fueron solamente superiores en 1.000 a las de marzo, que ya habían sido revisadas en 5.000 menos. Las ventas de casas en abril fueron 4.000 menos que las inicialmente indicadas en el informe de marzo. USA Today informó de una "oleada" de pedidos de bienes duraderos, que también estuvo basada en una espectacular revisión a la baja de los datos previos del mes anterior.

Los medios de comunicación han abandonado obviamente el papel de informadores de la realidad económica y han adoptado el papel de animadores de la fiesta, pregonando cualesquiera noticias buenas que puedan husmear, o aun inventándolas cuando no pueden encontrar ninguna. Esto deja la responsabilidad de informar sobre la economía en manos de otros.

Ningún examen serio de los datos muestra que la recuperación esté a la vista. La historia básica de la depresión es dolorosamente simple. Hemos visto un derrumbe de la burbuja inmobiliaria que ha devastado el sector de la construcción y que también ha causado la caída brusca del consumo.

El sector de la construcción sufrió de una enorme sobrecapacidad durante los años de la burbuja. Medidas en ventas mensuales, las existencias de construcción de nueva planta como de edificios de segunda manos estuvieron cerca de doblar sus niveles normales. Estas existencias aseguran que la construcción permanecerá muy deprimida al menos hasta el 2010, si no hasta más tarde.

El desplome de los precios inmobiliarios ha conducido a la caída libre del consumo. No es un problema de comportamiento del consumidor, como tantos comentaristas parecen creer. Ocurre, más bien, que muchos propietarios de casas no estén comprando mucho ahora porque los que se han quedado sin hogar no compran muchas cosas: no tienen dinero.

El descenso de los precios de las viviendas desde el pico de 2006 ha costado a los propietarios de sus casas cerca de 6 billones de dólares en pérdidas de patrimonio inmobiliario. Solamente en 2009, la caída de los precios ha destruido casi 2 billones de dólares de este patrimonio. La gente estuvo gastando cantidades increíbles durante el período 2004-2007 sobre la base de la riqueza que tenía con sus hogares. Esta riqueza ahora se ha esfumado.

La vivienda es débil y está cayendo, el consumo es débil y está cayendo, los nuevos pedidos de bienes de capital, el principal indicador para la demanda de inversión, cayó en abril el 35,6% en relación a este mismo mes del año anterior. Y el Estado federal, como los gobiernos locales de todo el país, con California a la cabeza, están despidiendo trabajadores y recortando servicios.

Si alguna muestra de recuperación hay en toda esta historia, muy difícil resulta encontrarla. Lo que hay, y resulta obvio, es una espiral descendente de más despidos y de recortes adicionales de horas, cosa que contribuye a la ulterior reducción de la capacidad adquisitiva de los trabajadores. Además, la debilidad del mercado de trabajo está presionando a la baja los salarios, lo que actúa como una segunda fuerza depresora de la capacidad adquisitiva de los trabajadores.

No bastan las buenas palabras para provocar un cambio de las circunstancias económicas. La economía necesita más demanda, la cual solo puede llegar con otra gran dosis de estímulos del gobierno federal. Hay formas fáciles, rápidas y efectivas para espolear la economía con estímulos adicionales.

La primera: dar más dinero al Estado y a los gobiernos locales para que no tengan que despedir a trabajadores, recortar servicios y aumentar impuestos. Es palmario que ese gasto estimularía inmediatamente la economía.

El gobierno podría también ofrecer un gran estímulo a la economía mediante la puesta en marcha de una reforma sanitaria con un crédito fiscal a los empresarios (por ejemplo, de 2.500 dólares por trabajador) para las firmas que no ofrecen cobertura en la actualidad. Lo que podría acercarnos rápidamente a una cobertura sanitaria universal mientras el Congreso siguiera trabajando para reestructurar el sistema reduciendo costos.

También podrían proporcionarse 2.500 dólares de crédito fiscal a los empresarios que tuvieran a trabajadores a tiempo libre pagado. Esta medida debería incrementar la demanda tanto de la economía como proporcionar a los trabajadores más ocio y flexibilidad en el puesto de trabajo.

Hay otros medios con los cuales el gobierno podría generar rápidamente nueva demanda, pero no serán objeto de debate serio mientras no haya un reconocimiento más general de la necesidad de un estímulo adicional. En algún punto resultará imposible seguir escondiendo las malas noticias, y la atención del Congreso se volcará de nuevo a los estímulos. Por ahora, lo que se puede decir es que la verborrea panglosiana de unos medios de comunicación enterquecidos en negar la realidad de la economía contribuyen lo suyo a retrasar ese momento.

AUTOR :Dean Baker es co-director del Center for Economic and Policy Research (CEPR). Es autor de Plunder and Blunder: The Rise and Fall of the Bubble Economy.

FUENTE : SIN PERMISO