jueves, 21 de mayo de 2009

El momento de contar historias para la economía mundial

Desde el momento en que llegaron a su punto más bajo a comienzos de marzo, todos los mercados de valores más importantes del mundo han subido espectacularmente. Algunos, en particular los de China y del Brasil, alcanzaron sus puntos más bajos el pasado otoño y de nuevo en marzo, antes de recuperarse rápidamente, con lo que en mayo el Bovespa del Brasil había subido el 75 por ciento en comparación con su nivel del final de octubre de 2008 y el Shangai Composite había subido el 54 por ciento, aproximadamente, en el mismo período, pero las noticias de los mercados de valores han sido buenas desde marzo en casi todas partes.

¿Quiere eso decir que la crisis económica mundial está tocando a su fin? ¿Podría ser que todo el mundo se volviera de nuevo optimista al mismo tiempo y pusiese fin rápidamente a todos nuestros problemas?

Los auges especulativos son impulsados por una realimentación psicológica. La subida de los precios de los valores produce historias de inversores listos que se han hecho ricos. Hay personas que sienten envidia de los éxitos de otros y empiezan a pensar si la subida de los precios augurará nuevas subidas. Surge la tentación de entrar en el mercado, incluso entre personas que más que nada dudan de que el auge vaya a continuar. De modo que el aumento de los precios realimenta nuevas subidas de los precios y el ciclo se repite una y otra vez... durante un tiempo.

En un período de auge, las personas que están pensando en la posibilidad de entrar en los mercados de activos sopesan el miedo a arrepentirse, si no lo hacen, frente al pesar de una posible pérdida, si lo hacen. No existe una respuesta autorizada sobre la decisión “adecuada” ni hay acuerdo entre los expertos sobre el nivel idóneo de exposición a esos mercados. ¿Debería ser un 30 por ciento en valores y un 70 por ciento en vivienda? ¿O lo contrario? ¿Quién sabe? De modo que en última instancia la decisión humana debe basarse en la relativa importancia de esos factores emocionales discordantes. En un ambiente de auge, los factores emocionales inclinan a entrar en el mercado.

Pero hay que preguntarse por lo que respaldaría semejante iniciativa ahora. Desde marzo no parece haber otra noticia fundamental y espectacular que la de la propia subida de los precios. La tendencia humana a reaccionar ante la subida de los precios sigue ahí para producir auges y burbujas. La realimentación es sólo un mecanismo de amplificación de otros factores que predisponen a las personas a querer entrar en los mercados.

El mundo entero no puede recuperar todo el entusiasmo de hace unos años sólo con la realimentación, pues hay un gigantesco problema de coordinación: no todos estamos atentos a los aumentos de precios al mismo tiempo, por lo que adoptamos decisiones de comprar en momentos muy diferentes. A consecuencia de ello, la situación evoluciona lentamente y, entretanto, pueden surgir más noticias malas.

La única forma como puede volver la confianza espectacularmente es si nuestras ideas se coordinan en torno a una historia estimulante, además de la propia subida de los precios.

En el libro que George Akerlof y yo hemos publicado en 2009, Animal Spirits (“Instinto animal”), describimos los altibajos de una macroeconomía como impulsados fundamentalmente por historias . Esos relatos, en particular los alimentados por historias accesibles de interés humano, son los virus mentales cuyo contagio impulsa la economía. La tasa de contagio de las historias depende de su relación con la realimentación, pero antes que nada debe haber historias convincentes. Los relatos tienen una persistencia fundamental, en el sentido de que afectan a nuestras opiniones.

La historia que impulsó la burbuja del mercado de valores mundial y alcanzó su punto culminante en 2000 fue compleja, pero fue –dicho sea toscamente–la de que personas brillantes y emprendedoras estaban encabezando la marcha hacia una nueva era de gloria capitalista en una economía que estaba mundializándose rápidamente. Esa clase de personas pasaron a ser nuevos empresarios y viajeros por el mundo camino de la prosperidad. Ese relato pareció convincente a los observadores casuales, porque iba unido a millones de pequeñas historias de interés humano sobre los éxitos evidentes de quienes –amigos, vecinos y familiares– tuvieron vista para participar con entusiasmo en la nueva situación.

Pero hoy resulta difícil recrear ese relato, en vista de que existen tantas historias de problemas. La recuperación de los mercados de valores desde marzo no parece haberse basado en historia estimulante alguna, sino en la simple falta de más noticias realmente malas y en el dato innegable de que todas las recesiones anteriores tocaron a su fin. En un momento en que los periódicos están llenos de imágenes de ventas judiciales hipotecarias –e incluso de derribos de casas sobrantes–, resulta difícil ver otra razón para una recuperación de los mercados que esa historia de que “tarde o temprano todas las recesiones tocan a su fin”.

De hecho, la historia de los “capitalistas triunfantes” está deslucida, como nuestra fe en el comercio internacional. Así, pues, éste es el problema: no hay un impulsor convincente de una recuperación espectacular.

El comienzo de una recuperación económica es como el lanzamiento de una nueva película: nadie sabe cómo reaccionará el público hasta que quienes lleguen a verla hablen de ella. La nueva película Star Trek , basada en otra versión más de una serie televisiva de hace más de cuarenta años, asombró a todo el mundo al recaudar 76,5 millones de dólares en su primer fin de semana.

Esa historia antigua recuperó cierto interés con esa nueva película. Asimismo, hemos de abrigar la esperanza de que algunas de las mismas historias antiguas que nos impulsaron en el pasado –el ascenso del capitalismo y su internacionalización por toda la economía mundial– resulten desempolvadas y cobren nueva vida una vez más para vigorizar el instinto animal que impulse la recuperación económica. Nuestras medidas para estimular la economía deben centrarse en la mejora del guión de esas historias, para hacerlas de nuevo creíbles.

Eso significa hacer que el capitalismo funcione mejor y exponer con claridad la amenaza del proteccionismo, pero la razón para ello debe ser la de sacar la economía mundial de su actual situación de riesgo y no la de impulsarnos a crear otra burbuja especulativa.

AUTOR :Robert J. Shiller;profesor de Economía en la Universidad de Yale y economista jefe de MacroMarkets, LLC, es coautor, junto con George Akerlof, de Animal Spirits: How Human Psychology Drives the Economy and Why It Matters for Global Capitalism (“Instinto animal. La psicología humana como impulsora de la economía y su importancia para el capitalismo mundial”).

FUENTE : PROJECT SYNDICATE

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