La crisis actual tiene dos aspectos. Por un lado, está la crisis financiera de los EE.UU., y por otro lado, hay desequilibrios internacionales muy grandes entre países con un déficit importante en la cuenta corriente como los EE.UU. y naciones con un superávit muy grande como China, Alemania y Japón. Los dos aspectos están estrechamente vinculados.
Esta doble crisis tiene sus raíces en los modelos económicos dominantes. En los Estados Unidos, la política económica ha favorecido la acumulación financiera. Ya en el año 2000, estalló una burbuja en la bolsa, el telecom bubble. Sus consecuencias fueron sorprendentemente limitadas. No obstante, la burbuja se desplazó hacia el sector inmobiliario. Los precios inmobiliarios crecieron más de 7% por año desde 2002 (e inclusive más de 10% desde 2004). Se ofrecieron créditos con criterios cada vez menos rigurosos. Surgió el segmento de créditos para gente con bajos ingresos y sin activos. Se llamaron los créditos NINA (no income, no assets en inglés). Cuando los precios dejaron de crecer, quedó cada vez más claro que muchos deudores no eran capaces de pagar los intereses y el principal de sus créditos.
La crisis inmobiliaria es un síntoma de un mal más amplio. El crecimiento de los EE.UU. estaba basado en consumo a crédito. El ahorro de los hogares estadounidenses es cero. Hubo años en que los gastos de consumo superaron los ingresos. Un modelo con estas características no es sostenible a largo plazo. Además, estaba basado en importaciones de mercancías y de capital. En 2006, el déficit de la cuenta corriente llegó al 6,6 por ciento del PBI. Los EE.UU. son el importador más importante de capital en el mundo. En el año 2002, ese país fue responsable del 76% de las importaciones de capital a nivel global.
Los impactos de la crisis financiera
La crisis se expandió por dos canales: el contagio y las exportaciones; no quedó limitada a los créditos inmobiliarios. Los créditos fueron transformados en títulos y vendidos a otros bancos. Los problemas pasaron entonces a muchos otros bancos, especialmente en Europa, donde varios sufrieron pérdidas enormes (por ejemplo, UBS, Deutsche Bank, Saechsische Landesbank-Girozentrale). Por lo tanto, también el mercado inter-bancario se ha visto muy afectado por la crisis.
En algunos países el modelo económico se basaba igualmente en el sector financiero y/o inmobiliario. Por lo tanto, países como Gran Bretaña, España o Irlanda sufren una crisis la cual es más bien estructural que coyuntural.
Un segundo grupo, se ve afectado principalmente por vía de las exportaciones. Por un lado, países como Alemania, Japón y China que se destacan por un fuerte mercantilismo, es decir una política económica que privilegia al superávit de la balanza comercial, pertenecen a este grupo. Por otro lado, exportadores de materias primas como muchos países latinoamericanos también sufren de la desaceleración de consumo en los países del centro a través de una desaceleración de sus exportaciones de materias primas. Para muchas materias primas, el boom de los precios puede fácilmente revelarse como efímero. Pueden considerarse como una excepción parcial el petróleo y el gas, donde se perfila un lento agotamiento al horizonte. Por lo tanto, una tendencia fundamental hacia el alza de los precios energéticos puede estar en marcha, lo cual no excluye que puedan existir altibajos coyunturales.
Existe un tercer grupo todavía más vulnerable. Son países con un crecimiento financiado a crédito externo y con un déficit muy grande en la cuenta corriente. Su fragilidad financiera se agudiza por la desaceleración de las exportaciones. Además, es muy probable que los inversores financieros vayan a prestar más atención a la fragilidad de sus cuentas externas. Varios países de Europa del Este muestran índices de un crecimiento muy rápido de su deuda externa y de su déficit en cuenta corriente. Se trata especialmente de países con un “currency board” al estilo argentino o una política cambiaria muy rígida, y una posición relativamente periférica en la división de trabajo europea. En 2007, Letonia y Bulgaria padecieron de un déficit de la cuenta corriente que superó el 20 por ciento del PBI, lo cual es más de cuatro veces la cifra de 5% que normalmente ya se percibe como riesgosa. En dos países bálticos, el crecimiento económico ya se redujo de una manera brutal. El rating de crédito ya fue bajado, las tasas de interés crecen. La situación de Turquía y –en menor grado– África del Sur parece frágil. En estos países, una crisis al estilo de los noventa no se puede excluir.
La política económica frente a la crisis
La respuesta a la crisis financiera en el centro ha sido bastante diferente a las recetas adoptadas durante las crisis en la periferia. Mientras que se impusieron un alza de las tasas de interés y una política fiscal muy restrictiva en la periferia desde Brasil a Corea del Sur, los Bancos Centrales de los EE.UU. y de la Unión Europea inyectaron mucha liquidez en el sistema financiero. Los Estados Unidos redujeron la tasa de interés fuertemente y adoptaron políticas fiscales expansivas. Hubo salvataje de bancos, algunos fueron inclusive estatizados. Es decir, la respuesta a la crisis ha sido básicamente keynesiana. Sin embargo, la Unión Europea ha sido más restrictiva que los Estados Unidos. Entonces, hay matices diferentes en la reacción a la crisis. Mientras que hay un debate incipiente sobre una regulación más rigurosa del sistema financiero, las medidas de la política económica no han tocado los problemas de fondo.
Tampoco se enfrentaron los desequilibrios en las cuentas corrientes de una manera sistemática y, exceptuando unos países, no se han tomado medidas contra la inestabilidad de las tasas de cambio. La depreciación del dólar incentivó las exportaciones a varias regiones del mundo, pero no toca al comercio con China. El gobierno chino solamente permitió una ligera apreciación del yuan respecto al dólar (19% desde 2005) lo cual ha sido insuficiente para reducir el enorme superávit de China frente a EE.UU. Las importaciones baratas desde China han sido uno de los sustentos del modelo de sobre-consumo de los EE.UU. Por lo tanto, la posición estadounidense respecto al comercio con China ha sido ambigua. Un acuerdo sobre el realineamiento de las tasas de interés y una reducción de los desequilibrios comerciales globales no parece posible sin China. No obstante, los flujos comerciales son meramente una parte de la ecuación. La otra parte son fondos colocados en los Estados Unidos. China ha invertido muchos fondos en los EE.UU. Por la lenta depreciación del dólar frente al yuan, los activos chinos en los Estados Unidos ya han sufrido una depreciación en términos del yuan. Con una revaluación del yuan eso fondos serían devaluados aún más. El gobierno chino ha comenzado reorientar la estrategia hacia el mercado interno.
Una reducción de los desequilibrios comerciales cuestionaría tanto los modelos neo-mercantilistas como los modelos de sobre-consumo. En los dos casos, una revisión del modelo implicaría una revisión de la política salarial. En el caso de los países neo-mercantilistas, salarios más altos y una distribución del ingreso más igualitaria seria necesaria para colocar más productos en el mercado interno. En el caso del sobre-consumo, solamente salarios más altos pudieran sustentar el consumo de las capas de ingreso bajo.
La crisis financiera es un síntoma de la erosión de la posición dominante de los Estados Unidos. Washington ya no puede reaccionar frente a la erosión de su posición en la manera en que lo hiciera a fines de los años setenta cuando subió bruscamente las tasas de interés. Por el momento, la morosidad del sistema financiero estadounidense es tan grande que una medida como esa no es aconsejable. Además, el euro es un competidor más fuerte para el dólar de lo que era el marco alemán (deutsche mark). No obstante, el euro enfrenta sus propios problemas. Las reglas monetarias del Banco Central Europeo son demasiados rígidas. El desarrollo dentro de la Unión Europea es muy desigual. Hay enormes desequilibrios comerciales dentro de la Unión Europea. Mientras que Alemania tuvo un superávit de 5,1% en la cuenta corriente en el año 2006, varios países de la zona euro mostraron un déficit de alrededor del 10%. Para varios países miembros de la UE fuera de la zona euro, los déficits son todavía peores.
La crisis todavía no es resuelta...
AUTOR :JOACHIM BECKER.
REBELION, 08/16/2008
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