jueves, 6 de julio de 2017

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jueves, 13 de abril de 2017

De la Burbuja inmobiliaria a la crisis actual

Si se intenta analizar la forma en que se acumula la riqueza, la gente cree que es de la misma manera que se describe en los libros de texto: ganando ingresos y ahorrándolos hasta hacerse rico. Eso es todo lo que la mayoría de los asalariados pueden hacer. Pero no es así como ocurre en la parte superior de la pirámide. La mayor parte de la riqueza toma la forma de ganancias de capital. Están infladas a base de crédito, así que realmente es la inflación de los precios de los activos lo que está financiado el apalancamiento de la deuda. La mayor parte de las ganancias terminan como pagos de intereses, por lo que son los banqueros, es decir, los propietarios de los bancos y tenedores de bonos, los que terminan acumulando la mayor parte del aumento de la riqueza.







Si eres un gerente financiero, te fijas en lo que se llaman los rendimientos totales. Sumas los beneficios del capital a tus ingresos corrientes. La mayoría de las ganancias de capital se obtienen en el sector de la economía más grande, que no aparece en los programas de estudios académicos: los bienes raíces, seguido por el petróleo y el gas y otros recursos naturales extractivos. Pero para la economía académica, es como si toda la economía se tratase de fabricar cosas, como si la industria contratase mano de obra para producir bienes y servicios y todo el mundo se enriqueciese a medida que aumenta la productividad. Se supone que los ahorros deben financiar el crecimiento, que así aumenta el precio de las acciones, porque los beneficios crecen empleando más mano de obra para producir más bienes y servicios.
Pero eso no es realmente lo que sucede. La mayoría del dinero se hace en la ingeniería financiera, no en la ingeniería industrial. A través de lo que los clásicos llamaban los ingresos no ganados. El 80% de los préstamos bancarios son para el sector inmobiliario. Cuanto más préstamo hagan los bancos al sector inmobiliario, más suben los precios de bienes raíces. La gente piensa que los bienes raíces suben porque crece la población y la gente es cada vez más rica y paga más. Pero no es así realmente, no es esa la razón por la que aumentan los precios de las viviendas. El valor de un edificio de oficinas, de viviendas o comercial vale lo que un banco esté dispuesto a prestar por él como aval. En la medida que los bancos flexibilizan sus normas de préstamo, prestan cada vez más. El resultado es una pirámide de deuda, y esto es cierto no sólo para los bienes raíces, sino para la economía en su conjunto.



Cuando compré una casa en la década de 1960, la regla general era que los bancos prestaban el 75% y el 80% de su valor. El comprador tenía que tener el 20% o el 25% para el pago inicial. Y la hipoteca no podía absorber más del 25% de los ingresos del comprador. Además, el préstamo era amortizable en el transcurso de 30 años. Así que después de toda una vida de trabajo para pagarlo, al menos se era dueño de una casa sin cargas. Pero en 2008 se liberalizaron estas normas, hasta el punto que los préstamos hipotecarios pasaron a ser calificados de hipotecas basura. Fueron estas normas de crédito más flexibles las que presionaron al alza los precios de la vivienda durante muchas décadas. Hacia el año 2008 ya no era necesario ningún pago inicial. Algunos bancos incluso prestaron más que el valor real de la propiedad, e incluso prestaron el pago inicial para ayudar al nuevo comprador a reformar la casa. Algunos préstamos sólo servían ya para pagar los intereses de la hipoteca, no el principal. Los banqueros no quieren préstamos pagados, quieren intereses. Si no se paga el préstamo, se pagan cada vez más intereses. Al final de los 30 años todavía tendría el mismo saldo del principal de la hipoteca, a menos que se siga pidiendo prestado más y más contra el aval del aumento del precio de mercado de la casa, que la propia deuda global del sector hipotecario infla.
La gente habla de los economistas que “pronosticaron la crisis de 2008”. El Financial Times me cita como uno de los 12 economistas, como si sólo hubiera 12 personas en el mundo que supieran que iba a ver una crisis (y sólo 3 con modelos económicos, incluido el mío). Pero el hecho es que todo el mundo en Wall Street lo sabía. Todos los banqueros lo sabían. Si nos fijamos en cualquiera de los periódicos de la época, todos hablaban de las “hipotecas basura”. Hablaban de los solicitantes de créditos NINJA: sin ingresos, sin empleo, sin activos. El FBI advirtió en 2004 que eran testigos de la mayor ola de fraude financiero y bancario de la historia. Así que todo el mundo sabía que era fraudulento. Pero pensaban que podían dejarlo a tiempo.







La idea era, ¿cómo se hace uno rico con la promoción inmobiliaria? En la década de 1920, Thorstein Veblen escribió Absentee Ownership. Creía que, si se quiere entender la economía, hay que estudiar las ciudades pequeñas de EE UU, ya fueran en el sur o en el oeste. El tipo de ciudades sobre las que Hollywood haría películas en la década de 1930, con un banquero usurero, un político corrompido y un abogado mafioso que tratan de secuestrar las vías públicas para que lleguen hasta sus propiedades o conseguir un ferrocarril que pase por ellas o utilizar el gasto público para aumentar el valor de su propiedad para poderla revender a un precio mayor. Veblen escribió acerca de cómo toda gira entorno a cómo encontrar a un bobo que compre cara tu propiedad, con la esperanza de que será capaz de venderla a alguien más tonto que él.

 Todo el mundo sabía que el sistema no podía durar. Pero nunca se sabe cuándo va a terminar. Por lo general, la gota de agua final es el descubrimiento de un gran fraude, o un banco que hace un mal préstamo u operación. En 2007, publiqué un artículo en Harper que preveía esto, con un gráfico que demostraba porqué la burbuja económica no podía prolongarse más de un año. Y no lo hizo. Acabó como todo el mundo pensaba que acabaría. Si nos fijamos en el crecimiento de la deuda en comparación con el crecimiento de la capacidad de pagarla, se ve que muchas economías han pasado ya el punto de intersección. En el punto en el que las deudas ya no se pueden pagarse, se produce una rotura en la cadena de pagos. Eso es lo que causa la crisis. En el siglo XIX no se hablaba de los ciclos económicos, sino de crisis bruscas y de recuperaciones lentas.

Marx vio que había un ciclo. Pero como todo el mundo en su época vio la fase de expansión económica que terminaba en una crisis. Es como un efecto de trinquete. Una curva se eleva como una ola de Hokusai, y luego hay una crisis rápidamente. No es un ciclo con una curva sinusoidal suave como la describía Schumpeter en Ciclos Económicos. Y no tiene soluciones endógenas. La expansión conduce a la crisis por sobre-endeudamiento. Por lo general, las crisis son el resultado de un fraude o de una quiebra, o de alguien que hace una mala operación para un gran banco, o una crisis medio ambiental provoca una ruptura en la cadena de pagos.

Economía Real y Ficticia

Hay dos maneras de pensar sobre la economía. Los libros de texto sólo hablan de la producción de bienes y servicios a cambio de salarios y beneficios. No hablan de rentas o ingresos no ganados. Es a eso a lo que me refiero con “irreal”, que no surge de la producción. Y tampoco se refieren a los intereses, o al marco de la deuda y los derechos de propiedad. Se habla mucho de lo que parece ser el flujo circular entre productores y consumidores. Ese flujo circular se llama la ley de Say. Por ejemplo, Henry Ford decía que pagaba a sus trabajadores 5 dólares al día para que pudieran comprar los coches que producían. Se representa a los trabajadores como asalariados que compran con sus ingresos lo que hacen.

Todo ello parece tener sentido, pero la economía de la producción es diferente de la riqueza financiera e inmobiliaria. ¿Quién tiene activos y quién debe a quién? Si nos fijamos en el marco económico en términos de activos y la deuda, descubrimos que el 1% acumula su riqueza endeudando al 99%. O por lo menos, se puede afirmar que el 5% gana dinero endeudando al 95%.



El truco es conseguir que otras personas se endeuden. ¿Cómo se consigue? Se les hace pensar que pueden ganar. Están dispuestos a pedir un préstamo para comprar una casa, porque piensan que desde 1945, ésa ha sido la forma en que la mayoría de las familias estadounidenses se han hecho ricas, de hecho, la forma en que la clase media fue creada en la mayoría de los países occidentales fue mediante el aumento del precio de los bienes raíces que compraron a crédito. De lo que no se dieron cuenta es que el precio de los inmuebles crecía de dos maneras.
a): Con más crédito bancario, en condiciones más favorables. b): Mediante el gasto en infraestructura pública. Ciudades, estados y el gobierno federal construyeron parques, museos, caminos, ferrocarriles, agua y alcantarillado, y las centrales eléctricas. Pero esto comenzó a llegar a su fin con Reagan y Thatcher en 1980. Ha habido una privatización de la infraestructura pública: los bienes que el sector público proporciona de forma gratuita, evitando que la gente tenga que pagar precios de monopolio.
En lugar de financiar la inversión pública mediante una imposición progresiva, se financió con préstamos. Los bancos se volvieron más y más agresivos e imprudentes en la creación de nuevo crédito, porque pensaban que estaban cubiertos contra pérdidas. Esa fue la esencia de la financiarización. La ingeniería financiera reemplazó a la ingeniería industrial. Lo que la gente pensaba que era riqueza resultó ser un rentista por encima de ellos.

Esta confusión entre la riqueza tangible real y el endeudamiento financiero de la economía fue establecida hace más de 100 años por alguien que ganó un Premio Nobel: Frederick Soddy. Pero ganó el Premio Nobel de Química. Escribió muchos libros diciendo que lo que la gente piensa que es riqueza -acciones y bonos, préstamos bancarios y derechos de propiedad -son riqueza virtual. Son reclamos financieros sobre la riqueza real. Una acción o un bono es un reclamo sobre los ingresos que la riqueza real puede producir. Por lo que está en el lado opuesto de los activos en la hoja de balance. Es en el pasivo.

Los economistas solían hablar de la tierra como de un factor de producción. Pero los derechos sobre la tierra son en realidad un reclamo de propiedad, un derecho a futuro, como derecho monopolista. Es como si se afirmara que las patentes de Walt Disney sobre Mickey Mouse o que las películas que hace Walt Disney son un factor de producción. Son realmente un derecho de propiedad para cobrar un precio de monopolio. El derecho de cobrar un precio de monopolio de un servicio de cable no es realmente un factor de producción. Es extractivo. Es lo que los economistas llaman una actividad o juego de suma cero. Por lo tanto, la economía clásica tiene una idea diferente de lo que es la renta nacional que la actual. Un derecho de monopolio no es una contribución a la riqueza o a la renta nacional sólo porque los monopolistas ganan más. Es una resta del flujo circular de la economía.



Pensemos en el flujo circular entre productores y consumidores. Si los asalariados tienen que gastar más para obtener una vivienda, o para pagar una hipoteca o sus préstamos bancarios para su educación, tienen menos para gastar en la compra de bienes y servicios que producen. No están pagando a los productores de bienes y servicios. Están pagando a los banqueros o al sector inmobiliario, a los dueños del sector inmobiliario. Antes te referiste al sector financiero, seguros e inmobiliario (FIRE, por sus siglas en inglés). Durante muchos años, los economistas y estadísticos de la renta nacional ni siquiera podían distinguir qué ingresos pertenecían a qué subsector, porque estaban simbióticamente entrelazados.
No forman realmente parte de la economía productiva o de lo que se llama la economía real. Sin embargo, el alquiler, las pólizas y los intereses hipotecarios son las primeras cosas que pagan tras cobrar el sueldo. Eso es más real - en el sentido de ser más apremiante - que los bienes y los servicios. Por eso, cuando una familia recibe su cheque de pago, los impuestos y la deuda de las tarjetas de crédito, o bien el alquiler o el pago de la hipoteca, es a menudo lo primero que se descuenta automáticamente de su cheque o cuenta bancaria. Al asalariado medio americano solamente le queda el 25 o 30% de sus ingresos disponibles para gastar en los bienes y servicios que producen.
Así que hay una desviación de esos ingresos para pagar al sector FIRE, un sector que los economistas clásicos esperaban reducir al mínimo. Querían acabar con la clase rentista. Querían nacionalizar la tierra, o al menos fiscalizar a favor del estado la mayor parte de la renta de la tierra. Querían que el gobierno fuera un prestamista público, o al menos que los bancos tuvieran que hacer préstamos productivos, no financiar la recompra de acciones de las grandes empresas, las adquisiciones de empresas, o dar créditos para inflar los precios de los bienes raíces y hacer que los compradores de viviendas se endeuden cada vez más para obtener una casa en la que vivir.

 La economía ha sido vuelta del revés, sin embargo, la gente no se da cuenta porque el vocabulario que se usa se ha convertido en una especie de eufemismo. Antes has dicho orwelliano y verdaderamente es una neo lengua, en la que se utilizan las palabras para decir exactamente lo contrario de lo que se quiere decir. Escribí B es de economía basura en gran parte para denunciar esa terminología engañosa. Si se mira debajo del vocabulario, se da uno cuenta de lo que realmente está sucediendo, en lugar de aceptar eufemismos como “ganancias” en lugar de renta no ganada. Se puede construir una imagen diferente, más realista de la economía.

Lo notable es cómo crecieron economías estables desde su despegue en Mesopotamia en el cuarto milenio antes de Cristo hasta el final del primer milenio. En la sociedad clásica no había el polarizante problema de la usura. Las economías eran todavía lo suficientemente “antropológicas”, con un bajo excedente y lo suficientemente comunitarias como para que la ética de la ayuda mutua condenase como impropio la adquisición de riqueza mediante la explotación. Había una creciente especialización del trabajo, pero también cancelación de las deudas cuando crecían demasiado, por lo menos las deudas personales. Había una distinción en la práctica entre crédito productivo e improductivo.

Cada gobernante de la dinastía de Hammurabi en Babilonia, al igual que los gobernantes sumerios antes que ellos, comenzaban su reinado proclamando la cancelación de las deudas acumuladas. En los tiempos de Babilonia le llamaban andurarum. Es un cognado del término hebreo deror, la palabra para Año Jubileo. El nuevo gobernante cancelaba las deudas, liberaba a los siervos por deuda y devolvía a sus dueños a quienes habían sido cedidos en pago de la deuda al acreedor, incluyendo a los esclavos de la familia. Además, se devolvía la tierra de cultivo para el abastecimiento familiar que hubiera sido entregada en pago a los acreedores. Pero los gobernantes no devolvían las casas de la ciudad, que se consideraban parte del excedente. No se cancelaban las deudas comerciales, que eran deudas en plata. Pero si se cancelaban las deudas de cebada para que las personas pudieran sobrevivir.

 La razón por la que los gobernantes de aquellas civilizaciones actuaban así era porque si se permitía a los acreedores hacen préstamos a los cultivadores y decir “ahora tienen que trabajar para devolvernos el préstamo”, los campesinos no serían capaces de cumplir con su deber de prestación de trabajo personal (corvé). Los impuestos se pagaban en forma de jornadas de trabajo, mediante la prestación personal de servicios. Así es como desde el 11.000 aC en adelante, las civilizaciones construyeron sus grandes monumentos. Monumentos como Stonehenge, pero aún más grande, desde Gobekli Tepe en Turquía a las pirámides de Egipto, los zigurats de Mesopotamia y las murallas de las ciudades. Esta infraestructura cultural, militar y económica básica fue construida con trabajo público. La cuestión es ¿cómo se conseguía que la gente trabajase en estas obras?

Si la gente no hubiera querido construir estos monumentos culturales y obras de defensa, se habrían escapado, como hicieron después de alrededor el 1600 aC. Pero cuando los arqueólogos desenterraron los restos de los campos de trabajo para la construcción de las pirámides y los templos, encontraron que no fueron construidos por esclavos que trabajaban por unas raciones de gachas. Había una gran cantidad de carne en la dieta, una gran cantidad de cerveza en las fiestas. Se organizaba como un proceso de socialización, trabajando en proyectos públicos durante el periodo de tiempo que no era necesario para la siembra y la cosecha. Se han encontrado representaciones iconográficas de los gobernantes, ya sea en murales o en sellos cilíndricos, que llevan cestas de tierra sobre su cabeza. Un trabajo agotador, pero que era seguido de fiestas, socialización y encuentros.

En la antigüedad hubo revoluciones exigiendo la anulación completa de las deudas. Pero no era necesaria una revolución social en la Edad de Bronce, porque la autoridad central del gobernante era mayor que la de la oligarquía privada que comenzó a crecer (en gran parte gracias al dinero acumulado mediante el comercio exterior, y que prestaba sus ganancias con intereses). En la Edad de Bronce se ganaba dinero mediante la privatización, por ejemplo, los templos que ofrecía la cerveza a las mujeres para que la vendiesen a los clientes al por menor y que contraían deudas con ellos. Pero si las cosechas se perdían, se anularon estas deudas de los bebedores de cerveza y las mujeres vendedoras.

Lo mismo ocurrió en Japón en su período medieval. El sake era fabricado en los templos. Y fue con los templos con los que la mayoría de la gente acumuló deudas. Hubo una revolución contra los templos acreedores en Japón. Y en la antigüedad clásica, en el siglo séptimo antes de Cristo, las ciudades más prósperas, de Esparta a Corinto, derrocaron a las oligarquías, redistribuyeron la tierra y cancelaron las deudas. Pero más tarde, los historiadores oligárquicos llamaron a estos líderes populistas “tiranos”. Pero su tiranía consistía en expulsar a la oligarquía y redistribuir la tierra.

 A partir del siglo séptimo, no vuelve a ocurrir. Solón de Atenas prohibió la servidumbre por deudas en 594 antes de Cristo. Pero en el siglo tercero antes de Cristo, los reyes de Esparta -Aegis y Cleómenes, seguido de Nabis- cancelaron las deudas. Los oligarcas hicieron un llamamiento a Roma para luchar contra Esparta. Derrotaron a Esparta. A partir de entonces, la oligarquía romana fue la primera sociedad que no canceló las deudas personales. Eso significaba que poco a poco, se reducía a los deudores a una servidumbre permanente, no meramente temporal, no solamente de 3 años como en las leyes de Hammurabi, o cada 50 años como en el Año Jubileo periódico en el Israel bíblico. Comenzó a haber servidumbre permanente y polarización económica. Ese es el mismo tipo de endeudamiento personal que se está desarrollando en las economías actuales.

Hoy en día, las familias que entran en el mercado de trabajo tendrán que pasar toda su vida laboral pagando la deuda que contraen para pagar una educación para conseguir un trabajo, así como la deuda que necesitan para comprar un coche para ir a trabajar, y la hipoteca de la casa que necesitan para vivir y evitar unos alquileres que suben y suben. Tienen que pasarse toda la vida trabajando simplemente para pagar a sus acreedores, no para vivir mejor con más bienes y servicios. A diferencia de la servidumbre, los trabajadores de hoy en día pueden vivir donde quieran. Pero dondequiera que vivan, tienen que producir valor no sólo para sus empleadores, sino también para los banqueros.

Estos banqueros (y accionistas)) son los principales explotadores en la actualidad. Así que el capitalismo financiero se está imponiendo al capitalismo industrial. En lugar de que el capitalismo industrial evolucione hacia el socialismo, como se esperaba, está retrocediendo de nuevo a una neo-servidumbre y un neo-feudalismo. Esto es principalmente debido a que es imposible reconducir la deuda dentro del sistema capitalista industrial para que evolucione hacia una economía socialista. Eso es lo que el neoliberalismo está patrocinando con la financiarización y la privatización.




 La incapacidad de hacer la deuda productiva.

En un principio, bastó la fuerza armada, haciendo la guerra a los países que cancelaban las deudas. En la época romana, los acreedores simplemente asesinaban a los políticos a favor de los deudores, como los Gracos después de 133 ac en adelante (incluyendo a Jesús en Judea). Pero en el mundo actual, los acreedores han tenido que cambiar la percepción de las personas, para que la gente piense que no están siendo explotados. Alrededor de 1890 los acreedores y los latifundistas patrocinaron una reacción anti-clásica diciendo que la renta económica no existe, que todo tiene un coste y que todo ingreso es ganado. John Bates Clark en América, y los marginalistas en el extranjero, defendieron que todo lo que gana alguien, es producido- por definición (es decir, por un razonamiento circular). Así que, si usted es un socio de Goldman Sachs y gana 22 de millones de dólares al año, eso se considera una contribución al PIB de la economía. La gente piensa: “Bueno, los ricos realmente se lo ganan. Son mucho más productivos que yo”.

Si se cree en este paradigma “meritocrático”, no se va a resentir la riqueza depredadora. El resentimiento es contra uno mismo. La oligarquía ha hecho que los deudores y la clase media sufran un síndrome de Estocolmo. Se auto-culpan. Y piensan que “si se recortasen los impuestos sobre los ricos, como Donald Trump quiere hacer, tendrían dinero suficiente para contratarnos y podríamos ser más ricos”.

Pero eso no es lo que hacen los ricos con su dinero. No contratan a los trabajadores aquí. Ellos se enriquecen adquiriendo una empresa, despidiendo a los trabajadores, saqueando el fondo de pensiones, y trasladando su producción a Indonesia, Vietnam o alguna otra economía de bajos salarios donde no haya sindicatos.
 Los libros de texto de economía no reconocen esto. Describen un universo paralelo respaldado por una economía eufemística orwelliana que hace creer a la gente que de alguna manera van a enriquecerse con dinero prestado para comprar una casa que puede subir aún más de precio. El sueño es ser un Donald Trump en miniatura, ganar dinero gracias a su hogar como una inversión inmobiliaria. Hacer dinero en el mercado de valores entregando la gestión de su dinero a los administradores financieros de Citibank, Goldman Sachs u otras compañías que han pagado diez mil millones de dólares en multas por fraude financiero. Donald Trump quiere ahora acabar con la Agencia de Protección Financiera al Consumidor de Elizabeth Warren. El argumento republicano es que al igual que tenemos que dar a la gente el derecho a comprar comida basura, refrescos y hamburguesas de McDonald, tienen que tener el derecho a comprar productos financieros de los trileros de Wall Street que van a estafarlos.



Es lo que llaman el libre mercado. Pero ese no es el tipo de libre mercado que los economistas clásicos del “libre mercado” como Adam Smith tenían en mente. Los grupos de presión de los rentistas se han apoderado de la mente de las personas. De eso trata Matar al anfitrión. Es la dinámica intelectual básica del parasitismo. En la naturaleza, los parásitos no simplemente se adhieren a un huésped y le chupan la sangre, o se hacen con el excedente de una economía. Para poder hacerlo, tienen que adormecer al anfitrión. Necesitan un anestésico para que el huésped no se dé cuenta que está siendo mordido. A continuación, los parásitos biológicos en la naturaleza tienen una enzima que utilizan para asumir el control del cerebro. El cerebro del huésped es engañado para hacerle creer que el parásito es una parte de su cuerpo, que debe ser protegidos. Eso es lo que el sector parasitario, el sector FIRE, ha hecho en las economías modernas. Ha convertido a Wall Street en el centro de planificación, no al gobierno elegido. Así es como los rentistas se han apoderado de la economía.

 Pero, es evidente, los objetivos de los planificadores financieros no son los mismos que los de los planificadores del gobierno. El objetivo financiero es apropiarse de los activos, para ganar dinero en el corto plazo, no para planificar a largo plazo, que es lo que se supone que los gobiernos tienen que hacer. Nadie toma en consideración la supervivencia y la sostenibilidad de la economía a largo plazo. Estamos entramos en la fase de apropiación de activos por parte del capitalismo financiero.

Hayek puso la economía clásica cabeza abajo. Adam Smith, John Stuart Mill y los otros economistas clásicos que se supone que son iconos del libre mercado defendían un mercado libre de la renta de la tierra, de las rentas de monopolio y de los intereses financieros. Sin embargo, para Hayek, un mercado libre significa que es libre para estos rentistas. Libre para los propietarios, los banqueros y los monopolistas. Por eso su grupo, los Von Misianos en Austria, se pasaban el tiempo luchando contra el gasto público y la “amenaza” del socialismo. Afirmaban que el socialismo conduce al fascismo. Pero en realidad, es la escuela de Chicago la que lo hace. Es el “libre mercado” de los Chicago Boys lo que condujo al fascismo en Chile derrocando al gobierno de Allende.

Así que Hayek llamó al fascismo libertad, y a la libertad la llamó fascismo. Lo primero que hicieron los chicos de Chicago en Chile fue cerrar todos los departamentos de economía. Porque se dieron cuenta de que no se puede tener un mercado libre al estilo Hayek a menos que se esté dispuesto a matar a todos los que no estén de acuerdo con ellos. Tuvieron que matar a los dirigentes obreros y a decenas de miles de intelectuales. Se cerraron todos los departamentos de economía del país, excepto el de la Universidad Católica, donde enseñaban ellos. Hubo asesinatos en masa. Si no se está dispuestos a matar a todo el mundo que no piensa de la misma manera, no se puede tener el libre mercado de Frederick Hayek. No se puede tener a Alan Greenspan o a la Escuela de Chicago, no se puede tener la libertad económica que es la libertad de los rentistas sin reducir al resto de la economía a la servidumbre por la fuerza.

 Hayek decía que la forma de crear servidumbre es hacer que la gente piense que la libertad es la servidumbre. Así que estamos de vuelta a Orwell: la libertad es esclavitud, la guerra es la paz. Esa es la economía orwelliana que ahora enseña la ortodoxia convencional. Ya no se enseña la historia del pensamiento económico como hace 50 años, cuando yo estaba haciendo mi doctorado. Se la ha sacado de los planes de estudios. Si la gente realmente quiere leer lo que dijo Adam Smith después de que viajara a Francia y se reuniese con los fisiócratas - y estaba convencido de que debía haber un impuesto sobre la tierra y que en las economías no debería haber gorrones - se daría cuenta de que lo que dijo es exactamente lo contrario de la ideología de libre mercado actual. John Stuart Mill define la renta como lo que ganan los propietarios “en su sueño”, sin tener que trabajar. Estos economistas clásicos estaban en el camino hacia el socialismo. Sólo a mitad de camino, pero en el camino hacia él.

Así que la historia del pensamiento económico ha sido sustituida por las matemáticas, para matematizar un modelo de universo paralelo ficticio. El resultado es lo que los operadores de computadoras llaman Basura in: Basura out (Gigo). Se está matematizando algo ficticio. Si nos fijamos en las introducciones a los libros de texto de Paul Samuelson o Bill Vickery, resulta que ganaron el premio Nobel de Economía por afirmar explícitamente que la economía no trata de la realidad. Sino que trata de la consistencia interna de las hipótesis. Es la construcción de un bello sistema que, si realmente funciona, sería tan atractivo que los estudiantes estarían dispuestos a abandonar su incredulidad. Eso es lo que hace un buen escritor de ciencia ficción. El truco es hacer que los lectores estén dispuestos a aceptar los supuestos que se les propone al principio. La visión de orejeras del libre mercado es simplemente una cuestión de coherencia lógica a partir de unos supuestos poco realistas.

Estas personas aparecen como entradas en mi diccionario como “sabios idiotas”. Son muy inteligente de una manera abstracta, autista, pero no saben sobre lo que son inteligentes. Están dispuestos a usar su astucia para engañarnos, para convertirse en grupos de presión pro-financieros. Su trabajo es utilizado por grupos de enfoque para averiguar qué tipo de retórica es mejor para engañar a la gente haciéndoles creer que la pobreza es riqueza. El objetivo es convencer a la gente de que pueden hacerse ricos endeudándose para comprar una casa y formar parte de la rutina económica de la clase media, y creer en aquello de lo que Ralph Nader se burló: “Sólo los ricos nos pueden salvar”. Si puede hacer que la gente crea eso, has ganado sus corazones y sus mentes


Por Michael Hudson

Sin Permiso

domingo, 26 de marzo de 2017

Aprender de la Gran Depresión






Recientemente, el editor de economía del periódico británico The Guardian, Larry Elliott, hizo una comparación entre la Gran Depresión de los años 1930 y la actual. En efecto, Elliott defiende que la economía mundial atraviesa por una depresión similar a la de entonces. La depresión de los años 30 comenzó con un desplome del mercado de valores en 1929, seguido por un desplome global de la banca y después una caída enorme de la producción, el empleo y la inversión. En ese orden. El número de quiebras bancarias aumentó de un promedio anual de alrededor de 600 durante la década de 1920, a 1350 en la de 1930 y alcanzó su punto máximo en 1933, cuando quebraron 4000 bancos. Durante todo el período 1930-33, un tercio de todos los bancos estadounidenses quebraron. Pero lo primero que ocurrió fue el desplome del mercado bursátil.



La Larga Depresión, como me gusta llamar a la actual, comenzó con una crisis del mercado inmobiliario en los EEUU, seguida por una crisis bancaria que se extendió globalmente y que fue seguida por una enorme caída en la producción, la inversión y el empleo. Las secuelas en ambas depresiones fueron una recuperación económica larga, lenta y débil, y muchas economías nacionales aún no han recuperado los niveles previos al colapso de la producción, la inversión o la rentabilidad.
Por cierto, si alguien duda que las principales economías (G20) no atraviesan lo que yo llamo una Larga Depresión, definida como un crecimiento por debajo de la tendencia de la producción, la inversión, la productividad y el empleo, le sugiero que eche una ojeada al estupendo resumen de los economistas del Wells Fargo Bank de los indicadores clave desde el final de la Gran Recesión en 2009 para EEUU, la economía que se ha recuperado más después de la crisis.




Concluyen que durante el período 2008-2015, la reducción anual promedio del nivel del PIB real de la tendencia fue del 9,9 por ciento, del 9,8 por ciento para el consumo personal y del 10,7 por ciento para el ingreso personal disponible real. Durante el mismo período, la pérdida anual media de la inversión fija empresarial fue de 20,1 por ciento, 7,8 por ciento en el empleo y 6,9 por ciento en la productividad total de los factores. La reducción media de la fuerza de trabajo fue del 2,2 por ciento, el 7,9 por ciento de la productividad laboral y el 6,4 por ciento para los servicios de capital durante el período 2008-2015.



"Y ha habido daños de larga duración como consecuencia de la Gran Recesión en la medida en que el nivel (tendencia) de las series potenciales (para todas las variables) ha cambiado negativamente. Estos resultados son consistentes con el entorno económico general desde la Gran Recesión. Es decir, una recuperación económica dolorosamente lenta acompañada por un crecimiento más lento de los ingresos personales, el empleo, los salarios y la inversión fija empresarial".

Elliott señala que muy pocos economistas o expertos predijeron la crisis de 1929 en el momento de auge de los mercados bursátiles y de expansión económica. Del mismo modo, muy pocos pronosticaron la crisis del mercado inmobiliario de EEUU y la posterior crisis financiera mundial. Pero algunos lo hicieron.
La parte más interesante del relato de Elliott son las causas alegadas de la Gran Depresión de los años treinta y si son las mismas de la actual Larga Depresión. Elliott cita al biógrafo de Keynes, Lord Skidelsky, en el sentido de que la causa principal fue y es la deuda excesiva. “La Gran Depresión fue provocada por las mismas causas que la crisis de 2008: una enorme montaña de deuda, la especulación en el mercado de valores, una inflación excesiva de activos y unas tasas de interés demasiado altas como para mantener unos niveles de inversión capaces de mantener el pleno empleo”.





Esta explicación es casi la convencional entre los economistas izquierdistas y heterodoxos. Skidelsky combina los puntos de vista de los economistas post-keynesianos (Steve Keen, Ann Pettifor) y de otros economistas convencionales (Mian y Sufi) que destacan los niveles -la gran montaña- de la deuda del sector privado (en particular la deuda de los hogares), siguiendo a Keynes, en el sentido de que "las tasas de interés eran demasiado elevadas para sostener el pleno empleo”.
Steve Keen, uno de los principales economistas postkeynesiano y discípulo de Minsky, publica un nuevo libro en el que argumenta que "los crecientes niveles de deuda privada hacen casi inevitable otra crisis financiera a menos que los políticos aborden la dinámica real que causa la inestabilidad financiera". Irónicamente, Anne Pettifor acaba de publicar un nuevo libro que defiende que la impresión de más dinero (¿más deuda?) podría ayudar a sacar la economía capitalista de su depresión.
Hay mucho de verdad en el argumento de que la deuda excesiva (o el crédito, que es simplemente la otra cara del balance) es un indicador primordial de una crisis financiera inminente. La deuda fue alta en la década de 1920 antes de la crisis. Esto ha sido documentado por muchos estudios, incluyendo el trabajo pionero de Rogoff y Reinhart. Y Claudio Borio, del Banco de Pagos Internacionales también ha acumulado muchas pruebas para demostrar que es el nivel y la tasa de aumento o disminución del crédito (de hecho, el ciclo de la deuda) es mucho mejor indicador de posibles crisis financieras que la idea neo-keynesiana de un cierto estancamiento secular del crecimiento y un colapso de la "demanda agregada" (como Paul Krugman o Larry Summers).
Y no es casualidad que Steve Keen fuera uno de los pocos economistas que predijo la inminente crisis de 2008. En mi libro The Long Depression dedico todo un capítulo a esta cuestión de la deuda, lo que Marx llamó el capital ficticio. El crédito permite que la acumulación de capital se extienda más allá de la creación de valor real, por un tiempo. Pero también implica que cuando la eventual contracción de la inversión se produce, porque la rentabilidad en los sectores productivos cae, entonces el colapso es mucho mayor, ya que la deuda debe ser amortizada con la devaluación del valor del capital. El crédito actúa como un yo-yo, que sube para bajar. Así, la "deuda excesiva" es, sin duda, una "causa" de las crisis, en ese sentido. La pregunta es ¿cuando es “excesiva"? - ¿excesiva por qué? Borio cree que excesiva en relación con el crecimiento del PIB; pero, ¿qué lo determina?
El otro argumento que está vinculado a la causalidad de la deuda excesiva es el aumento de la desigualdad como causa de las crisis de 1929 y 2008. Como Elliott dice: "mientras que los asalariados vieron su trozo de la tarta económica reducirse, para los ricos y los poderosos, los “alegres veinte” fueron estupendos. En los EEUU, la reducción a la mitad de la tasa máxima del impuesto sobre la renta al 32% significó más dinero para la especulación en los mercados de acciones y bienes raíces. Los precios de las acciones subieron seis veces en Wall Street en la década anterior al colapso de Wall Street. La desigualdad fue alta y creciente, y la demanda sólo se mantuvo gracias a una burbuja de crédito”. Sí, parecido al período previo a la crisis de 2008.



Ahora bien, no creo que la creciente desigualdad haya sido la causa de la crisis de los años treinta o de 2008 y he expuesto mis argumentos en contra de esta opinión en varios lugares. La evidencia empírica no apoya una conexión causal entre desigualdad y crisis. De hecho, un nuevo estudio de JW Mason presentado en Assa 2017 en Chicago añade más peso al argumento de que el aumento de la desigualdad y el consecuente (?) aumento de la deuda de los hogares no fue la causa del colapso financiero de 1929 o 2008. "La idea es que el aumento de la deuda es el resultado del aumento de la desigualdad en la medida en que los hogares de bajos ingresos piden préstamos para mantener los crecientes niveles de consumo a pesar del estancamiento de sus ingresos. Este consumo financiado mediante deuda fue fundamental para sostener la demanda agregada en el período anterior a 2008. Esta explicación se suele atribuir a Ragnuram Rajan y Mian y Sufi pero también es ampliamente aceptada por la izquierda. Se ha convertido en una explicación casi convencional entre los economistas poskeynesianos y marxistas. En mi artículo, sugiero algunas razones para el escepticismo”.
La esencia de mi punto de vista es que la desigualdad es siempre parte del capitalismo (y, por lo tanto, de las sociedades de clase, por definición) y la creciente desigualdad de la década de 1980 en el período neoliberal se prolongó durante décadas antes de que se produjera la crisis. Pero es más convincente como explicación que el aumento de la rentabilidad y la creciente apropiación por el capital de los beneficios del trabajo en el proceso de acumulación fue la causa del aumento de la desigualdad, no al revés. Así que la causa subyacente de la crisis debe buscarse en el propio proceso de acumulación capitalista y algún cambio en el mecanismo de la rentabilidad.
La tercera causa o razón ofrecida por Elliott para la Gran Depresión de los años 30 y la Larga Depresión actual es que no existe un poder hegemónico capaz de actuar como"prestamista de último recurso" para rescatar a los bancos y las economías nacionales con crédito y al mismo tiempo establecer las reglas para la recuperación económica mundial. Entre las dos guerras mundiales, el Reino Unido ya no era hegemónico, como lo había sido a mediados del siglo XIX y Estados Unidos no pudo o no quiso tomar su lugar. De modo que, en efecto, no existía un banquero global y, por lo tanto, se impuso la anarquía y el proteccionismo en la economía mundial.



Este fue el argumento principal del gran historiador económico, Charles Kindleberger, con su "teoría de la estabilidad hegemónica" en su libro, The World in Depression, 1929-1939. Esta teoría de las crisis internacionales ha sido seguida por historiadores económicos como Barry Eichengreen y el economista del HSBC Stephen King, citado por Elliott: "Hay similitudes entre la situación actual y la de los años treinta, en el sentido de que hay una superpotencia en declive". Por lo tanto, el argumento es que los Estados Unidos ya no son hegemónicos y no pueden imponer normas internacionales de comercio como lo hizo después de 1945 con el FMI, el Banco Mundial y el GATT. Actualmente, existen potencias económicas rivales como China e incluso la Unión Europea que ya no se doblegan a la voluntad de EEUU. Y el FMI no está en condiciones de actuar como prestamista de último recurso para rescatar economías como Grecia, etc.
Esta posición también es defendida por economistas marxistas como Leo Panitch y Sam Gindin, quienes (a la inversa) argumentan que Estados Unidos sigue siendo un poder hegemónico y, por lo tanto, todavía lo decide todo en un "imperio informal americano" y esto explica la enorme recuperación económica del periodo neoliberal después de los años ochenta. Yanis Varoufakis argumenta algo similar en su libro, El Minotauro Global. A Skidelsky también le gusta el argumento de que la "recuperación" neoliberal se logró mediante la globalización bajo control imperial estadounidense. "La globalización permite al capital escapar del control nacional y sindical". Considera que esta es explicación marxista: "Desde el inicio de la crisis la manera marxista de analizar las cosas me resulta mucho más atractiva".
Pero, ¿la crisis del 2008 es el resultado de la debilidad del poder imperial estadounidense o de un excesivo poder estadounidense? De cualquier manera, dudo que la teoría hegemónica de la estabilidad sea una explicación suficiente de la Gran Depresión o de la Larga Depresión. Claramente, Estados Unidos ha sufrido un declive (relativo) como principal poder imperialista económico, aunque sigue siendo la principal potencia financiero y la potencia militar predominantemente- de manera similar al Imperio romano en su período de declive.
No cabe duda de que esto ha tenido algún efecto en la capacidad de todas las grandes economías capitalistas para salir de esta depresión y la creciente tendencia hacia el nacionalismo, el proteccionismo y el aislacionismo que ahora vemos en muchos países y en la propia América de Trump. Pero el fin de la "globalización" no ha sido provocado por el debilitamiento del poder estadounidense sino el resultado de la desaceleración de la inversión mundial, del comercio y, sobre todo, de la rentabilidad del capital que la evidencia empírica ha revelado desde finales de los años noventa. La "muerte" de la globalización fue acelerada por la crisis financiera mundial y el estancamiento del comercio mundial y los flujos de deuda desde 2008.
La Larga Depresión ha continuado no debido a la alta desigualdad o el debilitamiento de la hegemonía estadounidense o por el giro proteccionista (que apenas ha comenzado). Sigue, sostengo, por la incapacidad de una rentabilidad insuficiente a la hora de reactivar la inversión productiva y el crecimiento de la productividad; y la continua resaca del capital ficticio y de la deuda. De hecho, he demostrado que éstas son las mismas razones que prolongaron la Gran Depresión de los años treinta: baja rentabilidad, altos niveles de deuda y comercio débil.
En el artículo de Elliott también se nos ofrecen algunas diferencias entre los años treinta y ahora. La primera es que, a diferencia de los años treinta, en la actualidad los bancos centrales han actuado para impulsar la oferta monetaria y rescatar a los bancos con recortes de interés a cero y la flexibilización cuantitativa. En la década de 1930, según Adam Tooze en su libro El diluvio, las políticas deflacionarias se impusieron en todas partes. "La pregunta que los críticos han planteado desde entonces es por qué el mundo asumió con tanta ansia esta austeridad colectiva. Si los economistas keynesianos y monetaristas están de acuerdo en algo, es en las consecuencias desastrosas de este consenso deflacionista" (Tooze).
Y están de acuerdo sobre ello en la depresión actual. Como he mostrado en varias notas, el ex jefe de la Fed estadounidense Ben Bernanke es un experto en las causas de la Gran Depresión y una vez dijo en una reunión de economistas ortodoxos en conmemoración de su mentor, el gran monetarista Milton Friedman, que el error de la década de 1930 de no expandir la oferta monetaria no se repetiría. Pero aunque creen que la flexibilización cuantitativa y el dinero fácil han rescatado a los bancos y restaurado los 'negocio como de costumbre', no han acabado con la actual Larga Depresión. En realidad, fue Keynes quién creyó en 1931 que ese dinero fácil y esa política monetaria no convencional terminarían con la Gran Depresión. Pero en 1936, cuando escribió su famosa Teoría General, se dio cuenta de sus limitaciones. Y, de hecho, la idea de que las cosas serían diferentes esta vez en comparación con la década de 1930 gracias a una política monetaria expansiva ha resultado ser falsa.




Los keynesianos, habiendo defendido en muchos casos el dinero fácil como salida de la depresión actual, ahora defienden los estímulos fiscales como la solución, como Keynes finalmente en 1936. Keynesianos como Skidelsky afirman que el Reino Unido tenía "estabilizadores automáticos" fiscales que se pusieron en marcha para amortiguar la crisis de los años 1930, pero que los gobiernos de entonces los bloquearon e impusieron la austeridad y fue eso lo que transformó la crisis en una depresión.
La mayoría de los gobiernos en la actualidad no han adoptado una política de gasto público masivo ni han recurrido a grandes déficits presupuestarios para impulsar la inversión y el crecimiento, principalmente porque temen un aumento masivo de la deuda pública y la carga que supondría su financiamiento por parte del sector capitalista. Pero escuchamos de la batería de economistas de izquierdas y keynesianos que la aplicación de la "austeridad" es la causa de la prolongada Larga Depresión actual. Es difícil probarlo de una manera u otra, pero en una serie de publicaciones y artículos, he expresado muchas dudas sobre la explicación keynesiana de la Larga Depresión.
El New Deal no puso fin a la Gran Depresión. De hecho, el régimen de Roosevelt tuvo déficits presupuestarios consistentes de alrededor del 5% del PIB a partir de 1931, gastando el doble de sus ingresos fiscales. Y el gobierno contrató a muchos más trabajadores en sus programas - pero con pocos resultados.
Salir del patrón oro y devaluar las monedas no detuvo la Gran Depresión. De hecho, las devaluaciones competitivas, las tarifas proteccionistas y las restricciones al comercio internacional probablemente empeoraron las cosas.
Y la expansión monetaria no ha dado resultado esta vez y tampoco los estímulos fiscales (como las Abenomics en Japón han demostrado), de lo que volveremos a ser testigos si Trump es capaz de imponer déficits presupuestarios para reducir los impuestos de las empresas y aumentar la inversión en infraestructura.




El proteccionismo y las devaluaciones son cada vez más probables en este período post-Trump, post-Brexit de la Larga Depresión. De hecho, el último documento de política económica para la próxima cumbre del G20 en Alemania la semana que viene ha eliminado su condena de las políticas proteccionistas. Como Elliott lo resume: "Hasta ahora, los mercados financieros han tenido una visión positiva de Trump. Se han concentrado en el potencial de crecimiento de sus planes de recortes de impuestos y mayores gastos de infraestructura, en lugar de su amenaza de construir una muralla a lo largo del Río Grande y de imponer nuevos aranceles a las importaciones mexicanas y chinas. Amenaza, sin embargo, una visión más oscura del futuro, si cada país intenta hacer lo mismo que Trump. En este escenario, una contracción de la economía mundial provocaría una contracción del comercio global, y la deflación implicaría que las deudas personales se vuelven más onerosas".
La Gran Depresión sólo terminó cuando Estados Unidos se preparó para entrar en la guerra mundial en 1941. Entonces el gobierno asumió el control del sector privado para dirigir la inversión y el empleo y utilizar el ahorro y el consumo de la gente para el esfuerzo de guerra. La rentabilidad del capital se disparó y continuó después del final de la guerra. Mirando hacia atrás, la depresión de las décadas de 1880 y 1890 en las principales economías sólo terminó después de una serie de crisis que finalmente lograron elevar la rentabilidad del capital en los sectores y economías nacionales más eficientes y así asegurar una inversión más sostenida. Aunque al final agravó las rivalidades imperialistas sobre la explotación del planeta y acabó estallando la primera guerra mundial.
¿Cómo terminará esta Larga Depresión?



Michael Roberts; es un reconocido economista británico, que ha trabajador 30 años en la City londinense como analista económico y publica el blog The Next Recession.

FUENTE: Sin Permiso