Si
se intenta analizar la forma en que se acumula la riqueza, la gente cree que es
de la misma manera que se describe en los libros de texto: ganando ingresos y
ahorrándolos hasta hacerse rico. Eso es todo lo que la mayoría de los
asalariados pueden hacer. Pero no es así como ocurre en la parte superior de la
pirámide. La mayor parte de la riqueza toma la forma de ganancias de capital.
Están infladas a base de crédito, así que realmente es la inflación de los precios
de los activos lo que está financiado el apalancamiento de la deuda. La mayor
parte de las ganancias terminan como pagos de intereses, por lo que son los
banqueros, es decir, los propietarios de los bancos y tenedores de bonos, los
que terminan acumulando la mayor parte del aumento de la riqueza.
Si
eres un gerente financiero, te fijas en lo que se llaman los rendimientos
totales. Sumas los beneficios del capital a tus ingresos corrientes. La mayoría
de las ganancias de capital se obtienen en el sector de la economía más grande,
que no aparece en los programas de estudios académicos: los bienes raíces,
seguido por el petróleo y el gas y otros recursos naturales extractivos. Pero
para la economía académica, es como si toda la economía se tratase de fabricar
cosas, como si la industria contratase mano de obra para producir bienes y
servicios y todo el mundo se enriqueciese a medida que aumenta la
productividad. Se supone que los ahorros deben financiar el crecimiento, que
así aumenta el precio de las acciones, porque los beneficios crecen empleando
más mano de obra para producir más bienes y servicios.
Pero
eso no es realmente lo que sucede. La mayoría del dinero se hace en la
ingeniería financiera, no en la ingeniería industrial. A través de lo que los
clásicos llamaban los ingresos no ganados. El 80% de los préstamos bancarios
son para el sector inmobiliario. Cuanto más préstamo hagan los bancos al sector
inmobiliario, más suben los precios de bienes raíces. La gente piensa que los
bienes raíces suben porque crece la población y la gente es cada vez más rica y
paga más. Pero no es así realmente, no es esa la razón por la que aumentan los
precios de las viviendas. El valor de un edificio de oficinas, de viviendas o
comercial vale lo que un banco esté dispuesto a prestar por él como aval. En la
medida que los bancos flexibilizan sus normas de préstamo, prestan cada vez
más. El resultado es una pirámide de deuda, y esto es cierto no sólo para los
bienes raíces, sino para la economía en su conjunto.
Cuando
compré una casa en la década de 1960, la regla general era que los bancos
prestaban el 75% y el 80% de su valor. El comprador tenía que tener el 20% o el
25% para el pago inicial. Y la hipoteca no podía absorber más del 25% de los
ingresos del comprador. Además, el préstamo era amortizable en el transcurso de
30 años. Así que después de toda una vida de trabajo para pagarlo, al menos se
era dueño de una casa sin cargas. Pero en 2008 se liberalizaron estas normas,
hasta el punto que los préstamos hipotecarios pasaron a ser calificados de
hipotecas basura. Fueron estas normas de crédito más flexibles las que
presionaron al alza los precios de la vivienda durante muchas décadas. Hacia el
año 2008 ya no era necesario ningún pago inicial. Algunos bancos incluso prestaron
más que el valor real de la propiedad, e incluso prestaron el pago inicial para
ayudar al nuevo comprador a reformar la casa. Algunos préstamos sólo servían ya
para pagar los intereses de la hipoteca, no el principal. Los banqueros no
quieren préstamos pagados, quieren intereses. Si no se paga el préstamo, se
pagan cada vez más intereses. Al final de los 30 años todavía tendría el mismo
saldo del principal de la hipoteca, a menos que se siga pidiendo prestado más y
más contra el aval del aumento del precio de mercado de la casa, que la propia
deuda global del sector hipotecario infla.
La
gente habla de los economistas que “pronosticaron la crisis de 2008”. El Financial
Times me cita como uno de los 12 economistas, como si sólo hubiera 12
personas en el mundo que supieran que iba a ver una crisis (y sólo 3 con
modelos económicos, incluido el mío). Pero el hecho es que todo el mundo en
Wall Street lo sabía. Todos los banqueros lo sabían. Si nos fijamos en
cualquiera de los periódicos de la época, todos hablaban de las “hipotecas
basura”. Hablaban de los solicitantes de créditos NINJA: sin ingresos, sin
empleo, sin activos. El FBI advirtió en 2004 que eran testigos de la mayor ola
de fraude financiero y bancario de la historia. Así que todo el mundo sabía que
era fraudulento. Pero pensaban que podían dejarlo a tiempo.
La
idea era, ¿cómo se hace uno rico con la promoción inmobiliaria? En la década de
1920, Thorstein Veblen escribió Absentee Ownership. Creía que, si se
quiere entender la economía, hay que estudiar las ciudades pequeñas de EE UU,
ya fueran en el sur o en el oeste. El tipo de ciudades sobre las que Hollywood
haría películas en la década de 1930, con un banquero usurero, un político
corrompido y un abogado mafioso que tratan de secuestrar las vías públicas para
que lleguen hasta sus propiedades o conseguir un ferrocarril que pase por ellas
o utilizar el gasto público para aumentar el valor de su propiedad para poderla
revender a un precio mayor. Veblen escribió acerca de cómo toda gira entorno a cómo
encontrar a un bobo que compre cara tu propiedad, con la esperanza de que será
capaz de venderla a alguien más tonto que él.
Todo el mundo sabía que el sistema no podía
durar. Pero nunca se sabe cuándo va a terminar. Por lo general, la gota
de agua final es el descubrimiento de un gran fraude, o un banco que hace un
mal préstamo u operación. En 2007, publiqué un artículo en Harper que
preveía esto, con un gráfico que demostraba porqué la burbuja económica no
podía prolongarse más de un año. Y no lo hizo. Acabó como todo el mundo pensaba
que acabaría. Si nos fijamos en el crecimiento de la deuda en comparación con
el crecimiento de la capacidad de pagarla, se ve que muchas economías
han pasado ya el punto de intersección. En el punto en el que las deudas ya no
se pueden pagarse, se produce una rotura en la cadena de pagos. Eso es lo que
causa la crisis. En el siglo XIX no se hablaba de los ciclos económicos, sino
de crisis bruscas y de recuperaciones lentas.
Marx
vio que había un ciclo. Pero como todo el mundo en su época vio la fase de
expansión económica que terminaba en una crisis. Es como un efecto de
trinquete. Una curva se eleva como una ola de Hokusai, y luego hay una crisis
rápidamente. No es un ciclo con una curva sinusoidal suave como la describía
Schumpeter en Ciclos Económicos. Y no tiene soluciones endógenas. La
expansión conduce a la crisis por sobre-endeudamiento. Por lo general, las
crisis son el resultado de un fraude o de una quiebra, o de alguien que hace
una mala operación para un gran banco, o una crisis medio ambiental provoca una
ruptura en la cadena de pagos.
Economía Real y Ficticia
Hay
dos maneras de pensar sobre la economía. Los libros de texto sólo hablan de la
producción de bienes y servicios a cambio de salarios y beneficios. No hablan
de rentas o ingresos no ganados. Es a eso a lo que me refiero con “irreal”, que
no surge de la producción. Y tampoco se refieren a los intereses, o al marco de
la deuda y los derechos de propiedad. Se habla mucho de lo que parece ser el
flujo circular entre productores y consumidores. Ese flujo circular se llama la
ley de Say. Por ejemplo, Henry Ford decía que pagaba a sus trabajadores 5
dólares al día para que pudieran comprar los coches que producían. Se
representa a los trabajadores como asalariados que compran con sus ingresos lo
que hacen.
Todo
ello parece tener sentido, pero la economía de la producción es diferente de la
riqueza financiera e inmobiliaria. ¿Quién tiene activos y quién debe a quién?
Si nos fijamos en el marco económico en términos de activos y la deuda,
descubrimos que el 1% acumula su riqueza endeudando al 99%. O por lo menos, se
puede afirmar que el 5% gana dinero endeudando al 95%.
El
truco es conseguir que otras personas se endeuden. ¿Cómo se consigue? Se les
hace pensar que pueden ganar. Están dispuestos a pedir un préstamo para comprar
una casa, porque piensan que desde 1945, ésa ha sido la forma en que la mayoría
de las familias estadounidenses se han hecho ricas, de hecho, la forma en que
la clase media fue creada en la mayoría de los países occidentales fue mediante
el aumento del precio de los bienes raíces que compraron a crédito. De lo que
no se dieron cuenta es que el precio de los inmuebles crecía de dos maneras.
a):
Con más crédito bancario, en condiciones más favorables. b): Mediante el gasto
en infraestructura pública. Ciudades, estados y el gobierno federal
construyeron parques, museos, caminos, ferrocarriles, agua y alcantarillado, y
las centrales eléctricas. Pero esto comenzó a llegar a su fin con Reagan y
Thatcher en 1980. Ha habido una privatización de la infraestructura pública:
los bienes que el sector público proporciona de forma gratuita, evitando que la
gente tenga que pagar precios de monopolio.
En
lugar de financiar la inversión pública mediante una imposición progresiva, se
financió con préstamos. Los bancos se volvieron más y más agresivos e
imprudentes en la creación de nuevo crédito, porque pensaban que estaban
cubiertos contra pérdidas. Esa fue la esencia de la financiarización. La
ingeniería financiera reemplazó a la ingeniería industrial. Lo que la gente
pensaba que era riqueza resultó ser un rentista por encima de ellos.
Esta
confusión entre la riqueza tangible real y el endeudamiento financiero de
la economía fue establecida hace más de 100 años por alguien que ganó un Premio
Nobel: Frederick Soddy. Pero ganó el Premio Nobel de Química. Escribió muchos
libros diciendo que lo que la gente piensa que es riqueza -acciones y bonos,
préstamos bancarios y derechos de propiedad -son riqueza virtual. Son
reclamos financieros sobre la riqueza real. Una acción o un bono es un
reclamo sobre los ingresos que la riqueza real puede producir. Por lo que está
en el lado opuesto de los activos en la hoja de balance. Es en el pasivo.
Los
economistas solían hablar de la tierra como de un factor de producción. Pero
los derechos sobre la tierra son en realidad un reclamo de propiedad, un
derecho a futuro, como derecho monopolista. Es como si se afirmara que las
patentes de Walt Disney sobre Mickey Mouse o que las películas que hace Walt
Disney son un factor de producción. Son realmente un derecho de propiedad para
cobrar un precio de monopolio. El derecho de cobrar un precio de monopolio de
un servicio de cable no es realmente un factor de producción. Es extractivo. Es
lo que los economistas llaman una actividad o juego de suma cero. Por lo tanto,
la economía clásica tiene una idea diferente de lo que es la renta nacional que
la actual. Un derecho de monopolio no es una contribución a la riqueza o a la
renta nacional sólo porque los monopolistas ganan más. Es una resta del flujo
circular de la economía.
Pensemos
en el flujo circular entre productores y consumidores. Si los asalariados
tienen que gastar más para obtener una vivienda, o para pagar una hipoteca o
sus préstamos bancarios para su educación, tienen menos para gastar en la
compra de bienes y servicios que producen. No están pagando a los productores
de bienes y servicios. Están pagando a los banqueros o al sector inmobiliario,
a los dueños del sector inmobiliario. Antes te referiste al sector financiero,
seguros e inmobiliario (FIRE, por sus siglas en inglés). Durante muchos años,
los economistas y estadísticos de la renta nacional ni siquiera podían
distinguir qué ingresos pertenecían a qué subsector, porque estaban
simbióticamente entrelazados.
No
forman realmente parte de la economía productiva o de lo que se llama la
economía real. Sin embargo, el alquiler, las pólizas y los intereses
hipotecarios son las primeras cosas que pagan tras cobrar el sueldo. Eso es más
real - en el sentido de ser más apremiante - que los bienes y los servicios.
Por eso, cuando una familia recibe su cheque de pago, los impuestos y la deuda
de las tarjetas de crédito, o bien el alquiler o el pago de la hipoteca, es a
menudo lo primero que se descuenta automáticamente de su cheque o cuenta
bancaria. Al asalariado medio americano solamente le queda el 25 o 30% de sus
ingresos disponibles para gastar en los bienes y servicios que producen.
Así
que hay una desviación de esos ingresos para pagar al sector FIRE, un sector
que los economistas clásicos esperaban reducir al mínimo. Querían acabar con la
clase rentista. Querían nacionalizar la tierra, o al menos fiscalizar a
favor del estado la mayor parte de la renta de la tierra. Querían que el
gobierno fuera un prestamista público, o al menos que los bancos tuvieran que
hacer préstamos productivos, no financiar la recompra de acciones de las
grandes empresas, las adquisiciones de empresas, o dar créditos para inflar los
precios de los bienes raíces y hacer que los compradores de viviendas se
endeuden cada vez más para obtener una casa en la que vivir.
La economía ha sido vuelta del revés, sin
embargo, la gente no se da cuenta porque el vocabulario que se usa se ha
convertido en una especie de eufemismo. Antes has dicho orwelliano y
verdaderamente es una neo lengua, en la que se utilizan las palabras para decir
exactamente lo contrario de lo que se quiere decir. Escribí B es de economía basura
en gran parte para denunciar esa terminología engañosa. Si se mira debajo del
vocabulario, se da uno cuenta de lo que realmente está sucediendo, en lugar de
aceptar eufemismos como “ganancias” en lugar de renta no ganada. Se puede
construir una imagen diferente, más realista de la economía.
Lo
notable es cómo crecieron economías estables desde su despegue en Mesopotamia
en el cuarto milenio antes de Cristo hasta el final del primer milenio. En la
sociedad clásica no había el polarizante problema de la usura. Las economías
eran todavía lo suficientemente “antropológicas”, con un bajo excedente y lo
suficientemente comunitarias como para que la ética de la ayuda mutua condenase
como impropio la adquisición de riqueza mediante la explotación. Había una
creciente especialización del trabajo, pero también cancelación de las deudas
cuando crecían demasiado, por lo menos las deudas personales. Había una
distinción en la práctica entre crédito productivo e improductivo.
Cada
gobernante de la dinastía de Hammurabi en Babilonia, al igual que los
gobernantes sumerios antes que ellos, comenzaban su reinado proclamando la
cancelación de las deudas acumuladas. En los tiempos de Babilonia le
llamaban andurarum. Es un cognado del término hebreo deror,
la palabra para Año Jubileo. El nuevo gobernante cancelaba las deudas, liberaba
a los siervos por deuda y devolvía a sus dueños a quienes habían sido
cedidos en pago de la deuda al acreedor, incluyendo a los esclavos de la
familia. Además, se devolvía la tierra de cultivo para el abastecimiento
familiar que hubiera sido entregada en pago a los acreedores. Pero los
gobernantes no devolvían las casas de la ciudad, que se consideraban parte del
excedente. No se cancelaban las deudas comerciales, que eran deudas en plata.
Pero si se cancelaban las deudas de cebada para que las personas pudieran
sobrevivir.
La razón por la que los gobernantes de
aquellas civilizaciones actuaban así era porque si se permitía a los acreedores
hacen préstamos a los cultivadores y decir “ahora tienen que trabajar para
devolvernos el préstamo”, los campesinos no serían capaces de cumplir con su
deber de prestación de trabajo personal (corvé). Los impuestos se pagaban en
forma de jornadas de trabajo, mediante la prestación personal de servicios. Así
es como desde el 11.000 aC en adelante, las civilizaciones construyeron sus
grandes monumentos. Monumentos como Stonehenge, pero aún más grande, desde
Gobekli Tepe en Turquía a las pirámides de Egipto, los zigurats de Mesopotamia
y las murallas de las ciudades. Esta infraestructura cultural, militar y
económica básica fue construida con trabajo público. La cuestión es ¿cómo se
conseguía que la gente trabajase en estas obras?
Si
la gente no hubiera querido construir estos monumentos culturales y obras de
defensa, se habrían escapado, como hicieron después de alrededor el 1600 aC.
Pero cuando los arqueólogos desenterraron los restos de los campos de trabajo
para la construcción de las pirámides y los templos, encontraron que no fueron
construidos por esclavos que trabajaban por unas raciones de gachas. Había una
gran cantidad de carne en la dieta, una gran cantidad de cerveza en las
fiestas. Se organizaba como un proceso de socialización, trabajando en
proyectos públicos durante el periodo de tiempo que no era necesario para la
siembra y la cosecha. Se han encontrado representaciones iconográficas de los
gobernantes, ya sea en murales o en sellos cilíndricos, que llevan cestas de
tierra sobre su cabeza. Un trabajo agotador, pero que era seguido de fiestas,
socialización y encuentros.
En
la antigüedad hubo revoluciones exigiendo la anulación completa de las deudas.
Pero no era necesaria una revolución social en la Edad de Bronce, porque la
autoridad central del gobernante era mayor que la de la oligarquía privada que
comenzó a crecer (en gran parte gracias al dinero acumulado mediante el
comercio exterior, y que prestaba sus ganancias con intereses). En la Edad de
Bronce se ganaba dinero mediante la privatización, por ejemplo, los templos que
ofrecía la cerveza a las mujeres para que la vendiesen a los clientes al por
menor y que contraían deudas con ellos. Pero si las cosechas se perdían, se
anularon estas deudas de los bebedores de cerveza y las mujeres vendedoras.
Lo
mismo ocurrió en Japón en su período medieval. El sake era fabricado en los
templos. Y fue con los templos con los que la mayoría de la gente acumuló
deudas. Hubo una revolución contra los templos acreedores en Japón. Y en la
antigüedad clásica, en el siglo séptimo antes de Cristo, las ciudades más
prósperas, de Esparta a Corinto, derrocaron a las oligarquías, redistribuyeron
la tierra y cancelaron las deudas. Pero más tarde, los historiadores
oligárquicos llamaron a estos líderes populistas “tiranos”. Pero su tiranía
consistía en expulsar a la oligarquía y redistribuir la tierra.
A partir del siglo séptimo, no vuelve a
ocurrir. Solón de Atenas prohibió la servidumbre por deudas en 594 antes de
Cristo. Pero en el siglo tercero antes de Cristo, los reyes de Esparta -Aegis y
Cleómenes, seguido de Nabis- cancelaron las deudas. Los oligarcas hicieron un
llamamiento a Roma para luchar contra Esparta. Derrotaron a Esparta. A partir
de entonces, la oligarquía romana fue la primera sociedad que no canceló
las deudas personales. Eso significaba que poco a poco, se reducía a los
deudores a una servidumbre permanente, no meramente temporal, no solamente de 3
años como en las leyes de Hammurabi, o cada 50 años como en el Año Jubileo
periódico en el Israel bíblico. Comenzó a haber servidumbre permanente y
polarización económica. Ese es el mismo tipo de endeudamiento personal que se
está desarrollando en las economías actuales.
Hoy
en día, las familias que entran en el mercado de trabajo tendrán que pasar toda
su vida laboral pagando la deuda que contraen para pagar una educación para
conseguir un trabajo, así como la deuda que necesitan para comprar un coche
para ir a trabajar, y la hipoteca de la casa que necesitan para vivir y evitar
unos alquileres que suben y suben. Tienen que pasarse toda la vida trabajando
simplemente para pagar a sus acreedores, no para vivir mejor con más bienes y
servicios. A diferencia de la servidumbre, los trabajadores de hoy en día
pueden vivir donde quieran. Pero dondequiera que vivan, tienen que producir
valor no sólo para sus empleadores, sino también para los banqueros.
Estos
banqueros (y accionistas)) son los principales explotadores en la actualidad.
Así que el capitalismo financiero se está imponiendo al capitalismo industrial.
En lugar de que el capitalismo industrial evolucione hacia el socialismo, como
se esperaba, está retrocediendo de nuevo a una neo-servidumbre y un
neo-feudalismo. Esto es principalmente debido a que es imposible reconducir la
deuda dentro del sistema capitalista industrial para que evolucione hacia una
economía socialista. Eso es lo que el neoliberalismo está patrocinando con la
financiarización y la privatización.
La incapacidad de hacer la deuda productiva.
En
un principio, bastó la fuerza armada, haciendo la guerra a los países que
cancelaban las deudas. En la época romana, los acreedores simplemente
asesinaban a los políticos a favor de los deudores, como los Gracos después de
133 ac en adelante (incluyendo a Jesús en Judea). Pero en el mundo actual, los
acreedores han tenido que cambiar la percepción de las personas, para que la
gente piense que no están siendo explotados. Alrededor de 1890 los acreedores y
los latifundistas patrocinaron una reacción anti-clásica diciendo que la renta
económica no existe, que todo tiene un coste y que todo ingreso es ganado. John
Bates Clark en América, y los marginalistas en el extranjero, defendieron que
todo lo que gana alguien, es producido- por definición (es decir, por un razonamiento
circular). Así que, si usted es un socio de Goldman Sachs y gana 22 de millones
de dólares al año, eso se considera una contribución al PIB de la economía. La
gente piensa: “Bueno, los ricos realmente se lo ganan. Son mucho más
productivos que yo”.
Si
se cree en este paradigma “meritocrático”, no se va a resentir la riqueza
depredadora. El resentimiento es contra uno mismo. La oligarquía ha hecho que
los deudores y la clase media sufran un síndrome de Estocolmo. Se auto-culpan.
Y piensan que “si se recortasen los impuestos sobre los ricos, como Donald
Trump quiere hacer, tendrían dinero suficiente para contratarnos y podríamos
ser más ricos”.
Pero
eso no es lo que hacen los ricos con su dinero. No contratan a los trabajadores
aquí. Ellos se enriquecen adquiriendo una empresa, despidiendo a los
trabajadores, saqueando el fondo de pensiones, y trasladando su producción a
Indonesia, Vietnam o alguna otra economía de bajos salarios donde no haya
sindicatos.
Los libros de texto de economía no reconocen
esto. Describen un universo paralelo respaldado por una economía eufemística
orwelliana que hace creer a la gente que de alguna manera van a enriquecerse
con dinero prestado para comprar una casa que puede subir aún más de precio. El
sueño es ser un Donald Trump en miniatura, ganar dinero gracias a su hogar como
una inversión inmobiliaria. Hacer dinero en el mercado de valores entregando la
gestión de su dinero a los administradores financieros de Citibank, Goldman
Sachs u otras compañías que han pagado diez mil millones de dólares en multas
por fraude financiero. Donald Trump quiere ahora acabar con la Agencia de
Protección Financiera al Consumidor de Elizabeth Warren. El argumento
republicano es que al igual que tenemos que dar a la gente el derecho a comprar
comida basura, refrescos y hamburguesas de McDonald, tienen que tener el
derecho a comprar productos financieros de los trileros de Wall Street que van
a estafarlos.
Es
lo que llaman el libre mercado. Pero ese no es el tipo de libre mercado que los
economistas clásicos del “libre mercado” como Adam Smith tenían en mente. Los
grupos de presión de los rentistas se han apoderado de la mente de las
personas. De eso trata Matar al anfitrión. Es la dinámica intelectual básica
del parasitismo. En la naturaleza, los parásitos no simplemente se adhieren a
un huésped y le chupan la sangre, o se hacen con el excedente de una economía.
Para poder hacerlo, tienen que adormecer al anfitrión. Necesitan un anestésico
para que el huésped no se dé cuenta que está siendo mordido. A continuación,
los parásitos biológicos en la naturaleza tienen una enzima que utilizan para
asumir el control del cerebro. El cerebro del huésped es engañado para hacerle
creer que el parásito es una parte de su cuerpo, que debe ser protegidos. Eso es
lo que el sector parasitario, el sector FIRE, ha hecho en las economías
modernas. Ha convertido a Wall Street en el centro de planificación, no al
gobierno elegido. Así es como los rentistas se han apoderado de la
economía.
Pero, es evidente, los objetivos de los
planificadores financieros no son los mismos que los de los planificadores del
gobierno. El objetivo financiero es apropiarse de los activos, para ganar
dinero en el corto plazo, no para planificar a largo plazo, que es lo que se
supone que los gobiernos tienen que hacer. Nadie toma en consideración la
supervivencia y la sostenibilidad de la economía a largo plazo. Estamos
entramos en la fase de apropiación de activos por parte del capitalismo
financiero.
Hayek
puso la economía clásica cabeza abajo. Adam Smith, John Stuart Mill y los otros
economistas clásicos que se supone que son iconos del libre mercado defendían
un mercado libre de la renta de la tierra, de las rentas de monopolio y
de los intereses financieros. Sin embargo, para Hayek, un mercado libre
significa que es libre para estos rentistas. Libre para
los propietarios, los banqueros y los monopolistas. Por eso su grupo, los Von
Misianos en Austria, se pasaban el tiempo luchando contra el gasto público y la
“amenaza” del socialismo. Afirmaban que el socialismo conduce al fascismo. Pero
en realidad, es la escuela de Chicago la que lo hace. Es el “libre mercado” de
los Chicago Boys lo que condujo al fascismo en Chile derrocando al gobierno de
Allende.
Así
que Hayek llamó al fascismo libertad, y a la libertad la llamó fascismo. Lo
primero que hicieron los chicos de Chicago en Chile fue cerrar todos los
departamentos de economía. Porque se dieron cuenta de que no se puede tener un
mercado libre al estilo Hayek a menos que se esté dispuesto a matar a todos los
que no estén de acuerdo con ellos. Tuvieron que matar a los dirigentes obreros
y a decenas de miles de intelectuales. Se cerraron todos los departamentos de
economía del país, excepto el de la Universidad Católica, donde enseñaban
ellos. Hubo asesinatos en masa. Si no se está dispuestos a matar a todo el
mundo que no piensa de la misma manera, no se puede tener el libre mercado de
Frederick Hayek. No se puede tener a Alan Greenspan o a la Escuela de Chicago,
no se puede tener la libertad económica que es la libertad de los rentistas
sin reducir al resto de la economía a la servidumbre por la fuerza.
Hayek decía que la forma de crear servidumbre
es hacer que la gente piense que la libertad es la servidumbre. Así que estamos
de vuelta a Orwell: la libertad es esclavitud, la guerra es la paz. Esa es la
economía orwelliana que ahora enseña la ortodoxia convencional. Ya no se enseña
la historia del pensamiento económico como hace 50 años, cuando yo estaba
haciendo mi doctorado. Se la ha sacado de los planes de estudios. Si la gente
realmente quiere leer lo que dijo Adam Smith después de que viajara a Francia y
se reuniese con los fisiócratas - y estaba convencido de que debía haber un
impuesto sobre la tierra y que en las economías no debería haber gorrones - se
daría cuenta de que lo que dijo es exactamente lo contrario de la ideología de
libre mercado actual. John Stuart Mill define la renta como lo que ganan los
propietarios “en su sueño”, sin tener que trabajar. Estos economistas clásicos
estaban en el camino hacia el socialismo. Sólo a mitad de camino, pero en el
camino hacia él.
Así
que la historia del pensamiento económico ha sido sustituida por las
matemáticas, para matematizar un modelo de universo paralelo ficticio. El
resultado es lo que los operadores de computadoras llaman Basura in: Basura out
(Gigo). Se está matematizando algo ficticio. Si nos fijamos en las
introducciones a los libros de texto de Paul Samuelson o Bill Vickery, resulta
que ganaron el premio Nobel de Economía por afirmar explícitamente que la
economía no trata de la realidad. Sino que trata de la consistencia interna de
las hipótesis. Es la construcción de un bello sistema que, si realmente
funciona, sería tan atractivo que los estudiantes estarían dispuestos a abandonar
su incredulidad. Eso es lo que hace un buen escritor de ciencia ficción. El
truco es hacer que los lectores estén dispuestos a aceptar los supuestos que se
les propone al principio. La visión de orejeras del libre mercado es
simplemente una cuestión de coherencia lógica a partir de unos supuestos poco
realistas.
Estas
personas aparecen como entradas en mi diccionario como “sabios idiotas”. Son
muy inteligente de una manera abstracta, autista, pero no saben sobre lo que
son inteligentes. Están dispuestos a usar su astucia para engañarnos, para
convertirse en grupos de presión pro-financieros. Su trabajo es utilizado por
grupos de enfoque para averiguar qué tipo de retórica es mejor para engañar a
la gente haciéndoles creer que la pobreza es riqueza. El objetivo es convencer
a la gente de que pueden hacerse ricos endeudándose para comprar una casa y
formar parte de la rutina económica de la clase media, y creer en aquello de lo
que Ralph Nader se burló: “Sólo los ricos nos pueden salvar”. Si puede hacer
que la gente crea eso, has ganado sus corazones y sus mentes
Por Michael Hudson
Sin Permiso