Por Vicenc Navarro
Es sorprendente que en la extensísima literatura que se ha escrito
sobre las causas de las crisis actuales muy poco se ha centrado en el
conflicto capital-trabajo (lo que solía llamarse lucha de clases) y su
génesis en el desarrollo de tal crisis. Una posible causa de esta
situación es la enorme atención que ha tenido la crisis financiera como
la supuesta causa de recesión actual. Pero tal atención ha desviado a
los analistas del contexto, no sólo económico, sino político, que no
sólo determinó, sino que configuró tal crisis financiera así como la
económica, la social y la política. En realidad no se puede analizar
cada una de ellas y la manera como están relacionadas sin referirse a
tal conflicto. Como bien dijo Marx, la historia de la humanidad es la
historia de la lucha de clases. Y las crisis actuales (desde la
financiera a la económica, pasando por la social y política) es un claro
ejemplo de ello.
Veamos los datos. Durante el periodo post II Guerra Mundial, dicho
conflicto se mantuvo a través de un pacto entre el capital y el mundo
del trabajo que determinó que los salarios, incluyendo el salario social
(que se reflejó en el aumento de la protección social mediante el
desarrollo de las transferencias y servicios públicos del Estado del
Bienestar), evolucionaran acorde, predominantemente, con el aumento de
la productividad. Como consecuencia de ello, las rentas del trabajo
aumentaron considerablemente, alcanzando su máximo (a los dos lados del
Atlántico Norte) en la década de los setenta (la participación de los
salarios, en términos de compensación por empleado, en EEUU fue del 70%
del PIB; en los países que serían más tarde la UE-15, este porcentaje
era el 72,9%; en Alemania un 70,4%; en Francia un 74,3%; en Italia un
72,2%; en el Reino Unido un 74,3% y en España un 72,4%).
Este pacto social se rompió a finales de la década de los setenta y
principios de los años ochenta como consecuencia de la rebelión del
capital ante los avances del mundo del trabajo. La respuesta del capital
fue el desarrollo de una cultura económica nueva basada en el
liberalismo, pero con una mayor agresividad, resultado, en aquel
momento, de su postura defensiva frente a los avances del mundo del
trabajo. Su versión en políticas públicas fue lo que se ha llamado
neoliberalismo, que tenía como objetivo recuperar el terreno perdido
mediante el debilitamiento del mundo del trabajo . A partir de entonces,
el crecimiento de la productividad no se traduciría tanto en el
incremento de las rentas del trabajo, sino en el aumento de las rentas
del capital. Y esta respuesta, mediante el desarrollo de las políticas
neoliberales (que constituían un ataque frontal a la población
trabajadora), ha sido muy exitosa. Las rentas del trabajo descendieron
en la gran mayoría de países citados anteriormente. En EEUU pasaron a
representar en 2012 el 63,6% del PIB; en los países de la UE-15 el
66,5%; en Alemania el 65,2%; en Francia el 68,2%; en Italia el 64,4%; en
el Reino Unido el 72,7%; y en España el 58,4%. El descenso de las
rentas del trabajo durante el periodo 1981-2012 fue de un 5,5% en EEUU,
un 6,9% en la UE-15, un 5,4% en Alemania, un 8,5% en Francia, un 7,1% en
Italia, un 1,9% en el Reino Unido y un 14,6% en España, siendo este
último país donde tal descenso fue mayor.
El contexto político
Tales políticas fueron iniciadas por el Presidente Reagan en 1980 y
por la Primera Ministra, la Sra. Margaret Thatcher, en 1979 en el Reino
Unido. Estas políticas fueron también aceptadas como inevitables y
necesarias por el gobierno de François Mitterrand en Francia en 1981, al
sostener que su programa de clara orientación keynesiana (con el cual
había sido elegido) no podía aplicarse debido a la europeización y
globalización de la economía, postura sostenida más tarde por la
corriente dominante dentro de la socialdemocracia europea conocida como
Tercera Vía. La aplicación de las políticas neoliberales, definidas
como socio-liberales dentro de esa tradición política, caracterizaron
las políticas de los gobiernos socialdemócratas en la UE. Todas ellas
tenían como objetivo facilitar la integración de las economías de los
países de la UE en el mundo globalizado, aumentando su competitividad a
base de estimular las exportaciones a costa de la reducción de la
demanda doméstica, reduciendo los salarios. De ahí deriva que una
consecuencia de estas políticas fuera que el aumento de la productividad
no repercutiera en el aumento salarial, sino en el aumento de las
rentas del capital.
Para alcanzar este objetivo, el desempleo fue un componente clave
para disciplinar al mundo del trabajo. En todos estos países, el
desempleo aumentó enormemente. Pasó de ser un 4,8% en EEUU en 1970 a un
9,6% en 2010. En los países de la UE-15 pasó de un 2,2% a un 9,6%; en
Alemania de un 0,6% a un 7,1%; en Francia de un 1,8% a un 9,8%; en
Italia de un 4,9% a un 8,4%; en el Reino Unido de un 1,7% a un 7,8% y en
España de un 2,4% a un 20,1%, siendo este crecimiento mayor en este
último país.
Esta polarización de las rentas, con gran crecimiento de las rentas
de capital a costa de las rentas del trabajo, fue el origen de las
crisis económicas y financieras. La disminución de las rentas del
trabajo creó un gran problema de escasez de demanda privada, que pasó
desapercibida como consecuencia de varios hechos. Uno de ellos fue la
reunificación alemana en 1990 y el enorme gasto público que la acompañó
(a fin de incorporar el Este de Alemania al Oeste y facilitar la
expansión de la Alemania Occidental en la Oriental), que se financió
principalmente a base de aumentar el déficit público de Alemania,
pasando de estar en superávit en 1989 (0,1% del PIB) a tener déficit
desde ese año, alcanzando un 3,4% en 1996, estando en déficit cada año
desde 1989. Alemania siguió, pues, una política de estímulo, a través
del gasto público, que (como resultado de su tamaño y centralidad)
benefició a toda la economía europea.
El segundo hecho fue el enorme endeudamiento de la población,
endeudamiento que retrasó el impacto que el descenso de las rentas del
trabajo tuvo en la reducción de la demanda. Este endeudamiento fue
facilitado en Europa con el establecimiento del euro, que tuvo como
consecuencia la tendencia a confluir los intereses de los países de la
Eurozona hacia los existentes en Alemania. La sustitución del marco
alemán y la de todas las otras monedas de la Eurozona por la misma
moneda, el euro, tuvo como consecuencia la alemanización de los
intereses monetarios. El caso de España es un claro ejemplo. El precio
del crédito nunca había sido tan bajo, facilitando el enorme
endeudamiento de las familias (y empresas) españolas, pasando así
desapercibida la enorme pérdida de capacidad adquisitiva de la población
trabajadora.
Por otra parte, la gran acumulación de capital (resultado de que la
mayor parte del aumento de riqueza de los países, causado por el aumento
de la productividad, fuera predominantemente a aumentar las rentas del
capital en lugar de las rentas del trabajo) explica el aumento de las
actividades especulativas, incluyendo la aparición de las burbujas, de
las cuales las inmobiliarias fueron las más comunes, aunque no las
únicas. La rentabilidad era mucho más elevada en el sector especulativo
que en el productivo, el cual estaba algo estancado, como resultado de
la disminución de la demanda. El crecimiento del capital financiero fue
la característica de este periodo a los dos lados del Atlántico Norte,
crecimiento resultante del endeudamiento y de las actividades
especulativas. Este crecimiento se basaba, en parte, en la necesidad de
endeudarse, debido al continuo descenso del crecimiento anual de la
compensación salarial en todos estos países, una situación especialmente
acentuada en los países de la UE-15. Así, tal crecimiento anual medio
en los países de la Eurozona descendió de un 3,5% en el periodo
1991-2000 a un 2,4% en el periodo 2001-2010; en Alemania de un 3,2% a un
1,1% y en España de un 4,9% a un 3,6%.
La explosión de las burbujas
Los establishments financieros y políticos, tanto de la Unión Europea
como de la mayoría de países de la Eurozona, creyeron que la crisis
financiera estaba creada y originada por el colapso del banco
estadounidense Lehman Brothers y se limitaría al sector bancario de
EEUU. Thomas Palley cita al que era Ministro de Finanzas alemán, el
socialista Peer Steinbrück (hoy candidato a la presidencia del partido
socialdemócrata) que profetizó que aquello significaría el fin del
estatus de EEUU como gran poder financiero, como resultado de las
debilidades del sistema financiero estadounidense. Este colapso del
dólar, según él, beneficiaría al euro.
La gran ironía de estas predicciones es que el que al final salvó a
la banca alemana fue el Federal Reserve Board (FRB), el Banco Central de
EEUU. El modelo alemán basado en la exportación hizo a la banca alemana
enormemente vulnerable a ser contaminada. Los bancos alemanes estaban
masivamente intoxicados con los productos especulativos de la banca
estadounidense. Grandes bancos alemanes (como el Sachsen LB, el IKB
Deutsche Industriebank, el Deutsche Bank, el Commerzbank, el Dresdner
Bank o el Hypo Real Estate) así como las Cajas alemanas (como BayernLB,
WestLB y DZ Bank) entraron en el periodo 2007-2009 en una enorme crisis
de solvencia, teniendo que ser todos ellos rescatados, muchos de ellos,
por cierto, con la ayuda del FRB de EEUU.
La orientación económica, basada en la exportación (algo típico del
modelo liberal), había contagiado profundamente al capital financiero
alemán, como resultado de sus inversiones financieras tanto en la banca
estadounidense (llena de productos tóxicos) como en los países
periféricos llamados PIGS (Portugal, Irlanda, Grecia y España) y más
tarde GIPSI (con la incorporación de Italia), llenas de actividades
especulativas de tipo inmobiliario. En realidad la crisis financiera
alemana y europea era incluso peor que la estadounidense y, cuando la
enorme burbuja especulativa explotó (al paralizarse la banca alemana),
apareció con toda crudeza el enorme problema del endeudamiento causado
por la reducción de la demanda, al cual hice referencia en apartados
anteriores.
¿Por qué la crisis financiera es peor en Europa?
Una de las causas de ello es la arquitectura del sistema de gobierno
del euro, resultado del dominio del capital financiero en su
gobernanza. Tal sistema de gobierno es producto de un diseño neoliberal
que se basa, en parte, en la diferencia de comportamientos entre el
Banco Central Europeo (BCE) y el FRB y, en parte, en el distinto tipo de
modelo exportador de EEUU y la Eurozona (multipolar en EEUU y centrado
en la propia Eurozona en el caso europeo).
El BCE no es un banco central. El FRB sí lo es. El BCE no presta
dinero a los Estados y no los protege frente a la especulación de los
mercados financieros. De ahí que los Estados periféricos estén tan
desprotegidos, pagando unos intereses claramente abusivos que han dado
pie a la enorme burbuja de la deuda pública de estos países. Esto no
ocurre en EEUU. El FRB protege al Estado de EEUU. California tiene una
deuda pública preocupante como lo es la griega, pero esto no es una
situación asfixiante para su economía. Sí lo es en Grecia.
A la luz de estos datos es absurdo que se acuse a los países
periféricos de haber causado la crisis debido a su falta de disciplina
fiscal. España e Irlanda estaban en superávit en sus cuentas del Estado
durante todo el periodo 2005-2007. Eran los discípulos predilectos de la
escuela neoliberal, dirigida por la Comisión Europea, siendo el
Ministro Solbes, que había sido Comisario de Asuntos Económicos de la
UE, el arquitecto de tal ortodoxia. En realidad, Alemania, durante el
periodo 2002-2007, tuvo déficits públicos mayores que la supuestamente
indisciplinada España.
No fue su inexistente falta de disciplina, sino la falta de un Banco
Central que apoyara su deuda pública lo que causó el crecimiento de los
intereses de la deuda pública, provista por los bancos alemanes entre
otros, que se beneficiaron de la elevada prima de riesgo. El fin
primordial de las medidas de recortes del gasto público, incluyendo el
gasto público social, es pagar los intereses a la banca alemana, entre
otros. El enorme sacrificio de los países GIPSI no tiene nada que ver
con la explicación que se da en los medios y otros fórums de difusión
del pensamiento neoliberal que atribuyen los recortes a la necesidad de
corregir sus excesos, sino a pagar a una banca que controla el BCE que,
en lugar de proteger a los Estados, los debilita para que tengan que
pagar mayores cantidades a la banca. La evidencia de ello es abrumadora.
El famoso rescate a la banca española es, en realidad, el rescate a la
banca europea, incluyendo la alemana la cual tiene invertidos más de
200.000 millones de euros en activos financieros españoles.
Una nueva explicación de la crisis
Una variación de esta explicación es el argumento de que el problema
de la Eurozona es el grado del diferencial de competitividad, con alta
competitividad en el centro –Alemania y Holanda- y baja competitividad
en el sur –GIPSI-. Este diferencial explica que los primeros tengan
balanzas de comercio exterior positivas (exportan más que importan),
mientras que los segundos las tienen negativas (es decir, importan más
de lo que exportan). De ahí que la solución pase por un mayor
crecimiento de la competitividad de los segundos. Y la mejor manera es
bajar los salarios (lo que se llama devaluación doméstica).
Pero tal explicación tiene serios problemas. En primer lugar, ni
Irlanda ni Italia tenían balanzas comerciales negativas cuando la crisis
se inició. Es más, el crecimiento del componente negativo de la balanza
de pagos en los países GIPSI se debió predominantemente al aumento de
las importaciones, resultado del endeudamiento, no del descenso de la
productividad o competitividad. Y ahora la mejora de su balanza
comercial se debe a su escasa demanda. En ambos casos, poco que ver con
cambios en la competitividad. En realidad, la productividad laboral
estandarizada por actividad económica no es sustancialmente diferente en
España que en Alemania. El problema, pues, no puede explicarse por un
diferencial de competitividad, sino por un diferencial de demanda,
acentuado a nivel europeo por un problema estructural, resultado del
descenso de las rentas del trabajo. El motor de la economía de la
eurozona se basa en el modelo exportador alemán, cuyo éxito se basa en
la moderación salarial alemana (con salarios muy por debajo del nivel
que les corresponde por el nivel de productividad), en la imposibilidad
de los países periféricos de poder reducir el precio de su moneda
(beneficiando a Alemania con ello), en la enorme concentración de euros,
la movilidad de capitales de la periferia al centro y el dominio de las
estructuras financieras, a través de la enorme influencia sobre el BCE
que no actúa como un Banco Central. Ver la balanza de pagos como
resultado de una diferencia de productividad es profundamente erróneo.
En realidad, Alemania debería actuar como motor estimulante de la
economía, no mediante el aumento de sus exportaciones (basadas en bajos
salarios), sino en un crecimiento de su demanda doméstica, incrementando
sus salarios y su escasa protección social. El trabajador alemán tiene
más en común con los trabajadores de los países GIPSI que con su
establishment financiero y exportador. Y en los países periféricos
deberían seguirse también políticas de estímulo, revirtiendo las
políticas de austeridad que están contribuyendo a la recesión, además
del malestar de las clases populares, políticas a las que se opondrán
los agentes del capital, pues éstos verán reducidos sus ingresos. Así de
claro. Marx, después de todo, llevaba razón.
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