Por Nouriel Roubini
Mientras el crecimiento del
PBI, inferior a su tendencia previa, y el elevado desempleo continúan
afectando a las economías más avanzadas, sus bancos centrales han
recurrido cada vez más a políticas monetarias no convencionales. Las
medidas se sirvieron cual una sopa de letras: PTIC (política de tasa de
interés cero); FC (flexibilización cuantitativa, o compras de bonos
gubernamentales para reducir las tasas de largo plazo cuando las tasas
de referencia de corto plazo son cero); FCr (flexibilización del
crédito, o compras de activos privados orientadas a reducir el costo del
capital para el sector privado); y OBPF (orientación basada en promesas
sobre el futuro, o el compromiso de mantener la FC o la PTIC hasta, por
ejemplo, que la tasa de desempleo alcance un cierto objetivo). Algunos
incluso llegaron a proponer una PTIN (política de tasa de interés
negativa).
Sin embargo,
las tasas de interés se han mantenido obcecadamente bajas y las de
desempleo, inaceptablemente altas, en parte debido a que el aumento de
la oferta monetaria posterior a la FC no condujo a la creación de
crédito para financiar el consumo privado o la inversión. En lugar de
ello, los bancos han acumulado el aumento de la base monetaria en forma
de reservas excedentes ociosas. Hay una restricción crediticia, ya que
los bancos con capital insuficiente no desean prestar a acreedores
riesgosos y el lento crecimiento, junto con los elevados niveles de
endeudamiento de los hogares, también ha deprimido la demanda de
crédito.
En consecuencia,
todo este exceso de liquidez fluye hacia el sector financiero en lugar
de hacia la economía real. Las políticas de tasas de interés cercanas a
cero fomentan «arbitrajes de tasas de interés entre divisas»
–inversiones financiadas con deuda en activos riesgosos con mayores
rendimientos, como bonos gubernamentales y privados de más largo plazo,
acciones, productos básicos y monedas de países con tasas de interés
elevadas. El resultado han sido mercados financieros «espumosos», que
eventualmente podrían derivar en burbujas más grandes.
De
hecho, el mercado estadounidense de acciones y muchos otros han
experimentado rebotes de más del 100 % si se consideran los mínimos de
2009; la emisión de «bonos basura» de alto rendimiento ha regresado a su
nivel de 2007; y las tasas de interés sobre esos bonos están cayendo.
Además, las bajas tasas de interés han elevado y continúan haciendo
crecer los precios de la vivienda –con posibles burbujas en el mercado
de bienes raíces– tanto en economías avanzadas como en mercados
emergentes, que incluyen a Suiza, Suecia, Noruega, Alemania, Francia,
Hong Kong, Singapur, Brasil, China, Australia, Nueva Zelanda y Canadá.
El
colapso entre 2007 y 2009 de las acciones, el crédito y las burbujas
inmobiliarias en Estados Unidos, el Reino Unido, España, Irlanda,
Islandia y Dubái condujeron a graves crisis financieras y perjuicios
económicos. ¿Enfrentamos entonces el riesgo de otro ciclo de auge y
recesión financiera?
Algunos
responsables de políticas –como Janet Yellen, quien probablemente será
confirmada como la próxima presidenta de la Reserva Federal de EE. UU.–
sostienen que no debemos preocuparnos demasiado. Los bancos centrales,
arguyen, ahora tienen dos metas: recuperar el crecimiento robusto y el
bajo desempleo con inflación reducida y mantener la estabilidad
financiera evitando las burbujas. Además, tienen dos instrumentos para
lograr esos objetivos: la tasa de interés de intervención, que se
mantendrá baja durante largo tiempo y solo se elevará gradualmente para
impulsar el crecimiento; y la regulación y supervisión macroprudencial
del sistema financiero (macropru, para abreviar), que se usa para
controlar el crédito y evitar burbujas.
Pero
algunos críticos, como el gobernador de la Fed, Jeremy Stein, sostienen
que las políticas macropru para controlar el crédito y el
apalancamiento –como el establecimiento de límites sobre los
coeficientes de préstamo a valor para hipotecas, el aumento de los
amortiguadores de capital para aquellos bancos que extienden créditos
riesgosos, y normas más restrictivas para la suscripción de títulos– tal
vez no funcionen. No solo no han sido probadas, sino que la restricción
del apalancamiento en algunas partes del sistema bancario simplemente
causaría que la liquidez resultante de las tasas de interés nulas fluya
hacia otras partes, e intentar restringir completamente el
apalancamiento simplemente impulsaría la liquidez hacia el sistema menos
regulado de la banca en la sombra. Según Stein, solo la política
monetaria (mayores tasas de interés de intervención) se «cuela por todas las hendiduras» del sistema financiero y evita las burbujas de activos.
El
problema es que si la macropru no funciona, la tasa de interés tendrá
que ocuparse de dos metas opuestas: la recuperación económica y la
estabilidad financiera. Si los responsables de las políticas toman con
calma la suba de las tasas para acelerar la recuperación económica, se
arriesgan a causar una burbuja de activos de pesadilla, que
eventualmente conducirá a una depresión, a otra crisis financiera masiva
y a una caída rápida caída hacia la recesión. Pero si intentan pinchar
las burbujas en forma temprana con tasas de interés más elevadas, harán
caer los mercados de bonos y destruirán la posibilidad de recuperación,
generando muchos perjuicios económicos y financieros. Entonces, a menos
que la macropru funcione según lo planeado, los responsables de las
políticas están condenados tanto si actúan como si no lo hacen.
Por
ahora, los responsables de las políticas en países con mercados de
crédito, acciones y vivienda espumosos han evitado aumentar las tasas de
intervención, debido al lento crecimiento económico. Pero aún es
demasiado pronto para saber si las políticas macropru en las que confían
garantizarán la estabilidad financiera. En caso contrario,
eventualmente deberán enfrentar una decisión poco atractiva: abandonar
la recuperación para evitar riesgosas burbujas o buscar el crecimiento y
asumir el riesgo de alimentar la próxima crisis. Por ahora, con el
continuo aumento de los precios de los activos, es posible que muchas
economías hayan tomado ya toda la sopa que pueden digerir.
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