Por Dean Baker
SIN PERMISO
Alan Greenspan pasará a la historia como la persona de
mayor responsabilidad en el enorme perjuicio económico causado por la burbuja
inmobiliaria y su posterior estallido. Los Estados Unidos siguen todavía con 9
millones de empleos menos respecto a su trayectoria tendencial. Estamos
perdiendo cerca de 1 billón de dólares en rendimiento potencial, con pérdidas
acumuladas que se aproximan hasta la fecha a 5 billones de dólares.
Esas cifras corresponden a millones de sueños arruinados.
Familias que lucharon para ahorrar lo bastante como para poder comprar una casa
lo perdieron cuando los precios inmobiliarios se vinieron abajo o se quedaron
sin sus puestos de trabajo. Muchos trabajadores mayores pierden su empleo con
pocas perspectivas de volver a encontrar otro, aunque estén mal preparados para
su jubilación; la gente joven que termina sus estudios en el colegio se
enfrenta al peor mercado laboral habido desde la Gran Depresión, y a la vez
están endeudados hasta el cuello a causa de los préstamos.
Esta historia de horror podría haberse fácilmente evitado
de haber existido vida inteligente en la Junta de la Reserva Federal en los
años en que la burbuja inmobiliaria iba creciendo hasta alcanzar proporciones
cada vez más peligrosas (2002-2006). Pero la Fed no hizo nada por refrenar la
burbuja. Se podría sostener incluso que actuó para promover su expansión con un
Greenspan que fomentaba el desarrollo de hipotecas exóticas y dejaba
completamente de lado sus responsabilidades regulatorias.
La mayoría de la gente, de tener que soportar esta
increíble infamia vinculada a su nombre, tendría la decencia de buscarse una
roca bien grande detrás de la que esconderse. Pero Alan Greenspan, no. Cree, al
parecer, que no nos ha castigado lo bastante. Greenspan ha sacado un nuevo
libro [1] que ahora se dedica a promocionar en programas de radio y
televisión por doquier.
El libro, que no he leído, refleja presumiblemente el
saber de Greenspan sobre la economía y la ciencia económica. Pero también nos
cuenta que su problema en su presidencia de la Fed se cifraba en que
sencillamente desconocía la avalancha de hipotecas basura que estaba fomentando
el aumento sin precedentes de los precios de la vivienda durante los años de la
burbuja. Ha utilizado este desconocimiento para explicar su inacción – o
incluso su ausencia de preocupación – frente a los riesgos planteados por la
burbuja.
La excusa de Greenspan de "no lo sabía" es tan
absurda como para hacer daño. La explosión de hipotecas exóticas en los años de
la burbuja apenas tenía nada de secreto. Se hablaba con frecuencia de ello en
los medios y aparecía en una extensa panoplia de fuentes de datos, entre ellos
los que elaboraba la Fed. De hecho, se hacían entonces chistes muy difundidos
sobre los "préstamos de mentira" o los "préstamos ninja",
siendo estos último siglas de la frase "no income, no job, no assets"
[“sin ingresos, sin empleo, sin activos”].
El hecho de que los bancos estuvieran concediendo
hipotecas fraudulentas a millones, y de que la tropa de Wall Street anduviera
titularizándolas a toda velocidad en cuanto les ponían la mano encima no era
información de alto secreto sólo a disposición de quienes gozaban de alas
máximas credenciales. Así era la economía en los años 2002-2006.
Era imposible echarle un vistazo a la economía de
aquellos años y no darse cuenta del papel de la burbuja inmobiliaria y el
maremoto de malas hipotecas que la impulsaban. El incremento de los precios de
la vivienda llevó a un ritmo de construcción casi imbatido. De forma
característica, la construcción de viviendas ronda cerca del 4’5% de PIB. Llegó
a un máximo de 6’5% en 2005. ¿No se dio cuenta Greenspan? ¿Quién pensaba que
iba a vivir en todas estas unidades cuya construcción había creado tasas de
viviendas disponibles nunca vistas en fecha tan temprana como 2003?
¿Y no se dio cuenta de que ese máximo de los precios de
la vivienda había llevado a un aumento del consumo que había dejado las tasas
de ahorro casi a cero? En realidad, fue coautor de varios trabajos exactamente
sobre esta cuestión. Entre el derrumbe previsible al cien por cien de la
construcción residencial y el hundimiento del consumo que seguiría a la pérdida
de la riqueza inmobiliaria que la impulsaba, estábamos hablando de una pérdida
de más de 1 billón de dólares de demanda anual. ¿Qué pensaba Greenspan que iba
a llenar ese vacío, comprar libros de Ayn Rand? [2]
Greenspan tenía toda la información que pudiera haber
necesitado para avizorar la burbuja inmobiliaria y saber que su estallido
traería malísimas noticias a la economía. Estaba, más que cualquier otra
persona del país, en situación de detener la expansión de la burbuja.
Supongamos que en lugar de hacerse lenguas de las
hipotecas de tipo variable, Greenspan hubiera utilizado sus alocuciones
públicas para avisar a la gente de que estaba comprando en un mercado
inmobiliario sobrevalorado, y avisara a los inversores de que las
titularizaciones respaldadas por hipotecas “subprime” que adquirían estaban
repletas de hipotecas fraudulentas. Supongamos además que hubiera utilizado al
personal de investigación de la Fed para documentar estos hechos.
Greenspan podría haber hecho uso del poder de regulación
de la Fed para tomar enérgicas medidas contra las malas hipotecas concedidas
por los bancos bajo jurisdicción de la Fed, tal y como le apremió su colega
gobernador [de la Fed entre 1997 y 2005], Edward Gramlich. Y podía también
haber organizado una reunión con otros reguladores, los federales y los de los
estados, para ver qué estaban haciendo para impedir el fraude hipotecario en
las instituciones financieras bajo su jurisdicción.
Estas son las acciones que teníamos derecho a esperar de
un presidente de la Fed enfrentado al crecimiento de una peligrosa burbuja de
activos. Eso es lo que Alan Greenspan habría hecho si hubiera estado ganándose
el salario. En vez de eso, no hizo nada. Alentó la burbuja hasta que reventó,
para decir luego que no era culpa suya.
Este hombre nada tiene que decirle al país en lo que a la
economía respecta, y los medios de información no hacen bien su trabajo dando a
entender lo contrario. Si Greenspan no tiene la decencia de mantenerse alejado
de la vista de todos después de todo el daño que le ha hecho al país, en ese
caso los medios deberían hacerlo por él. Lo único que tiene que decir digno de
mención es que lo siente.
Notas del t.:
[1] The Map and the Territory, Risk, Human Nature and
the Future of Forecasting, The
Penguin Press, 2013.
[2] Recuérdese que Greenspan ha citado numerosas veces a Ayn
Rand (1905-1982), estrafalaria pensadora norteamericana de origen ruso, como
inspiración intelectual primordial.
Dean Baker es co-director
del Center for Economic and Policy Research (CEPR). Es autor de Plunder and
Blunder: The Rise and Fall of the Bubble Economy and False Profits,
Berret-Koehler Publishers, 2009.
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