jueves, 19 de noviembre de 2009
Historia de dos economías americanas
Aunque los Estados Unidos anunciaron recientemente un crecimiento del 3,5 por ciento del PIB en el tercer trimestre, con lo que daban a entender que la recesión más severa desde la Gran Depresión ya había pasado, la economía americana es mucho más débil, en realidad, de lo que indican los datos oficiales, porque los cálculos oficiales del PIB pueden exagerar en gran medida el crecimiento de la economía, en vista de que no reflejan el dato de que la impresión sobre la marcha de los negocios entre las pequeñas empresas está por los suelos y su producción sigue experimentando una acusada reducción. El crecimiento del PIB en el tercer trimestre, corregido adecuadamente en función de esos factores, puede haber sido del 2 por ciento, en lugar del 3,5 por ciento.
En realidad, se trata de una situación de los EE.UU. en la que se dan dos economías. Hay una más pequeña que se está recuperando despacio y una mayor que sigue experimentando una profunda y persistente contracción.
Veamos los siguientes datos. Si bien la tasa oficial de desempleo de los EE.UU. asciende ya al 10,2 por ciento, esa cifra da un salto hasta la enorme del 17,5 por ciento, si se incluye a los trabajadores desalentados y a los que trabajan con jornada parcial y, aunque los datos procedentes de las empresas indican que las pérdidas de puestos de trabajo en los tres últimos meses ascendieron a 600.000, las encuestas entre las familias, que incluyen a los trabajadores autónomos y a los pequeños empresarios, indican que dichas pérdidas ascendieron a más de dos millones.
Además, el efecto total en la renta del trabajo –el resultado de multiplicar los puestos de trabajo por las horas trabajadas y por la tarifa correspondiente a una hora de trabajo– ha sido más grave que el indicado exclusivamente por las pérdidas de empleos, porque muchas empresas están reduciendo las jornadas de sus trabajadores, despidiéndolos temporalmente o reduciendo sus salarios como medio para compartir las dificultades.
Muchos de los puestos de trabajo perdidos –en la construcción, las finanzas y los servicios y las manufacturas externalizados– se han perdido para siempre y estudios recientes indican que con el tiempo una cuarta parte de los puestos de trabajo de los EE.UU. pueden acabar totalmente externalizados en otros países. De modo que una proporción en aumento de la fuerza laboral –con frecuencia por debajo de la pantalla de radar de las estadísticas oficiales– está perdiendo la esperanza de encontrar un empleo remunerado, mientras que la tasa de desempleo (en particular, la correspondiente a los trabajadores pobres y no especializados) seguirá siendo elevada durante un período mucho mayor que en recesiones anteriores.
Veamos también los mercados crediticios. Los prestatarios de primera clase con buenas ejecutorias crediticias y las empresas con activos de primera calidad no están experimentando una crisis crediticia en este momento, pues los primeros tienen acceso a hipotecas y al crédito al consumo y las segundas tienen acceso a los mercados de bonos y de acciones.
Pero los prestatarios que no corresponden a la primera clase, aproximadamente una tercera parte de las familias de los EE.UU., no tienen demasiado acceso a hipotecas y tarjetas de crédito. Viven exclusivamente con su salario, que con frecuencia está disminuyendo por la reducción de la tarifa por hora de trabajo y de las horas trabajadas. Y la crisis crediticia correspondiente a las empresas sin activos de primera calidad y las empresas pequeñas, que dependen más que nada del acceso a los préstamos bancarios más que de los mercados de capitales, sigue siendo severa.
O examinemos las quiebras y la morosidad de familias y empresas. Las empresas grandes, incluso las que tienen un problema de gran endeudamiento, pueden refinanciar sus deudas excesivas en los tribunales o fuera de ellos, pero una cantidad sin precedentes de pequeñas empresas están quebrando. Lo mismo es aplicable a las familias, pues millones de prestatarios más débiles y pobres están cayendo en la morosidad en relación con sus hipotecas, tarjetas de crédito, compras de coches a plazos, préstamos estudiantiles y otras formas de crédito al consumo.
Examinemos también lo que está sucediendo en el consumo privado y las ventas al por menor. Las cifras mensuales recientes indican una recuperación de las ventas al por menor, pero, como las estadísticas reflejan más que nada las ventas de grandes minoristas y excluyen la reducción de las ventas de centenares de miles de tiendas y empresas pequeñas que han fracasado, el consumo parece mejor de lo que en realidad es.
Y, mientras que las familias con mayores ingresos y mas acomodadas tienen un colchón de ahorros que les permite seguir consumiendo y no se ven obligadas a ahorrar, la mayoría de las familias de menores ingresos deben hacerlo más, pues los bancos y otros prestadores reducen los préstamos con aval personal y los límites de gasto de las tarjetas de crédito. A consecuencia de ello, la tasa de ahorro de las familias ha aumentado de cero al cuatro por ciento de la renta disponible, pero debe aumentar más, hasta el ocho por ciento, para reducir el elevado apalancamiento de la economía doméstica.
Desde luego, el Gobierno de los EE.UU. está aumentando sus déficits presupuestarios para contener la demanda, pero la mayoría de los gobiernos locales y estatales que han experimentado un desplome de los ingresos fiscales deben reducir abruptamente el gasto despidiendo a policías, maestros y bomberos, además de reducir las prestaciones y los servicios sociales para los pobres. Muchos gobiernos locales y estatales de regiones pobres del país corren el riesgo de quiebra, a no ser que el gobierno federal emprenda un rescate en gran escala de sus finanzas.
Además, la desigualdad de ingresos y patrimonio está volviendo a aumentar: las familias pobres corren un mayor riesgo de desempleo y de reducción de sus salarios o de las horas trabajadas, factores que disminuyen la renta del trabajo, mientras que en Wall Street han vuelto a aparecer con profusión primas escandalosas. Con la subida del mercado de valores, mientras que los precios de la vivienda siguen bajando, los ricos están enriqueciéndose aún más, mientras que la clase media y los pobres, cuyo patrimonio principal es una casa y no acciones, se están empobreciendo aún más y viéndose obligados a soportar una insostenible carga de la deuda.
Por eso, aunque los EE.UU. estén, técnicamente, cerca del fin de una recesión severa, la mayoría del país afronta casi una depresión. Así, pues, no es de extrañar que pocos americanos crean que lo que camina como un pato y grazna como un pato sea de verdad el fénix de la recuperación.
AUTOR : NOURIEL ROUBINI
FUENTE : PROJECT SYNDICATE
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