El presidente Barack Obama salió de la cumbre del G-20 en Seúl la semana pasada diciendo que los jefes de Estado y ministros de Economía allí reunidos habían acordado "volver a colocar la economía mundial en la senda de la recuperación".
Pero ¿dónde están las medidas concretas? El comunicado de tres páginas que también salió de las sesiones está lleno de tópicos sobre la importancia de "reequilibrar" la economía mundial, "coordinar" las políticas y evitar las "devaluaciones competitivas".
Todo eso suena muy bien, pero no había ni una sola palabra de la conformidad de China sobre revalorizar el yuan (ni de EE UU sobre la intención de la Reserva Federal de abstenerse de tomar más medidas para inundar de dinero la economía estadounidense comprando cantidades ingentes de bonos del Tesoro). Dichas compras tienen como consecuencia una bajada de los tipos de interés, lo que lleva a los inversores a buscar una mayor rentabilidad en otros sitios y reduce el valor del dólar. A las economías emergentes les preocupa especialmente la entrada en sus mercados de dinero caliente que busca una mayor rentabilidad.
China y EE UU son los únicos jugadores importantes en el juego de las divisas. Y dado que ninguno de ellos se decide a mover ficha, el juego entra en un terreno peligroso. Otros países harán ahora todo lo posible por reducir el valor de sus monedas a fin de estimular las exportaciones y, de ese modo, crear más empleo. En la jerga económica, eso se llama "devaluación competitiva".
El problema subyacente no es solamente, y ni siquiera principalmente, un desequilibrio internacional entre unos países y otros. Es un desequilibrio dentro de muchos países, especialmente dentro de EE UU y China. En EE UU se concentran cada vez más ingresos en lo más alto de la pirámide, lo que reduce el poder adquisitivo relativo de la enorme clase media estadounidense. Eso aumenta la presión a favor de unas exportaciones generadoras de empleo que llenen el hueco.
En China, una cantidad cada vez mayor de ingresos va a parar al sector productivo de esta gigantesca economía en lugar de a los consumidores chinos, lo cual reduce el poder adquisitivo relativo de los chinos en relación con lo que el país produce. Eso aumenta la presión a favor de unas exportaciones que llenen el hueco.
Siempre resulta agradable hablar de cooperación internacional y crear ocasiones para salir en las fotos en todo el mundo. Pero la verdad es que hay que hacer mucho más para aliviar las tensiones que están acercando la economía mundial al borde del proteccionismo radical. La responsabilidad clave les corresponde a China y EE UU, tanto en relación con lo que hacen a escala internacional como a escala nacional.
Hasta ahora, ambos han fracasado.
AUTOR : Robert Reich, ex secretario de Trabajo de Estados Unidos, es catedrático de la Universidad de California, Berkeley.
FUENTE : EL PAIS
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