Los mercados financieros, con apenas mover una ceja, reciben todo lo que quieren: garantías europeas para la deuda irlandesa. Nada de ello ayuda demasiado al euro.
Después de varios días de disputas, el gobierno irlandés ha pedido finalmente refugio bajo el "paraguas de salvación". Éste fue inmediatamente garantizado: 85 mil millones de euros fluyeron de inmediato con destino a Dublín. Como compensación, el estado irlandés debe, hasta el 2015, ahorrar 15 mil millones de euros, y, después de tres años de recesión, someter a su propia economía a una mayor y más rigurosa jibarización. "¿Por qué ahora, por qué tan rápido?", cabe preguntarse. A pesar de los masivos ataques especulativos a la deuda pública irlandesa, hasta la fecha se negocian intereses para bonos a diez años en torno al ocho por ciento, un valor mucho más bajo que el buen 12% que paga Grecia en estos momentos. Esto es, las deudas del Estado orlandés están financiadas para los próximos tiempos; hasta julio de 2011 no hay necesidad de mayor refinanciación.Toda la agitación de estos pasados días hubiera resultado tal vez apropiada en el momento en que el Estado irlandés tenga que acudir de nuevo a los mercados primarios de préstamos el próximo verano, pero ahora mismo, y a diferencia de Grecia en abril de 2010, no se enfrenta a la insolvencia.
Rescatadores de lo propio
Uno de los actores principales de este espectáculo es el Banco Central Europeo (BCE), de cuyas transfusiones dependen los más importantes grandes bancos irlandeses desde hace meses. Dio 130 mil millones de euros en créditos de urgencia hasta finales de octubre para evitar insolvencias. De hecho, las entidades receptoras en cuestión están desde hace mucho en bancarrota, porque durante el boom inmobiliario y de la construcción arriesgaron demasiado en la verde isla. Sin el BCE, no bastaría el 32% de reendeudamiento del Estado irlandés en el presente año para salvar a las entidades bancarias propias, porque porque los inversores y los acreedores de éstas están huyendo.
Pero la crisis bancaria no es sino una parte de la verdad de la enfermedad declarada. Estudiante modelo de los dogmas neoliberales, el Estado irlandés llevó al extremo el dogma de los bajos impuestos y los recortes del gasto público. Consecuencia: el gasto público irlandés representa 35% del producto interior bruto (PIB), muy por debajo del nivel medio europeo (includo del británico). Y en una situación de crisis, la baja presión fiscal se venga siempre. Los ingresos fiscales se siguen hundiendo con el pinchazo de la burbuja inmobiliaria; tanto, que el gobierno, desde finales de 2008, ha debido aprobar cinco paquetes de ahorro por un volumen total de 14'6 mil millones de euros, con lo que se consiguió sobre todo estimular la recesión.
Pero tampoco esto agota la explicación del celo del gobierno alemán a la hora de liquidar la crisis del euro cueste lo que cueste. Con 4'5 millones de habitantes, Irlanda es un país pequeño: su contribución económica a la Unión Europea es, con su 1'8%, inferior a la de Grecia (2'6). Una bancarrota irlandesa no puede poner incondicionalmente en peligro al euro. Lo que preocupa es otra cosa: es el hecho de que el 84% de las deudas están contraídas entidades extranjeras: británicas (150 mil millones de euros); alemanas (140); francesas (50) y belgas (54). Es decir, que los acreedores de los irlandeses son sobre todo bancos, aseguradoras y fondos de inversión europeos. Quien rescata a Irlanda lo que quiere es el rescate del propio capital financiero. Con la vista puesta en las próximas rondas de refinanciación de bancos privados y de estados miembros de la UE (se necesitarán al menos 900 mil millones de euros en 2011), lo que quieren lso países centrales es mantener bajos sus costes: la próxima recesión está a la vista. Para eso necesitan tranquilidad y orden en los mercados inancieros; nada de turbulencias. Así pues, han conseguido lo que querían: una garantía europea para las deudas irlandesas.
Torpe diletantismo
Pero tampoco esta operación logrará impedir los ataques a los bonos portugueses y españoles. Todo el mundo sabe que 750 mil millones de euros no alcanzan para cubrir las deudas de los bancos y de los Estados de la eurozona. En principio fue una buena idea que participasen en los costes de la crisis no sólo los contribuyentes, sino también los acreedores privados. Por desgracia estas intenciones fueron retrasadas con un torpe dilentatismo, muy del estilo de la canciller Merkel. Por unos momentos, al romper la eurocrisis hace seis meses, lo impensable pareción pensable: la idea de un gravámen bancario o de un impuesto a las transacciones financieras, la idea de unos eurobonos emitidos y respaldados conjuntamente por todos los países europeos. Nada hubiera sido más fácil que llevar el caso griego o el caso irlandés ante el Club de Londres y renegociarlo allí: la eurocrisis se habría evaporado al instante.
Que nada de eso haya llegado a realizarse tiene mucho que ver con el hecho de que populistas de la laya de Merkel y el Partido Liberal alemán (FDP) hayan caído en el funambulismo: tienen pánico de los señres delos mercados financieros y tienen pánico de la cólera de los ciudadanos contribuyentes. Así pues, se moraliza mientras aguante el cuerpo, y se anuncian frenos a las deudas, cotas a la capacidad de endeudamiento y severas penitencias para los pecadores. Y se usa el pesado peso económico de Alemania para ordenar por doquiera, a todos los países de la UE, el mismo tipo de política económica de austeridad y ahorro.
Lo cierto es que la economía exportadora alemana no ha consguido aprovechar de las euroturbulencias de comienzos del presente año. Esa economía exportadora tiene ahora que desesperarse con las medidas de deflación impuestas a eurolandia por exigencia alemana. Los egoistas rescatadores de Irlanda no conseguirán de los señores de los mercados lo que de ellos esperan. Y cuando suene la hora de las próximas rondas de refinanciación, los ministros de finanzas de la UE conseguirán muy poco con gestos obsequiosos, por grandes y generosos que éstos sean.
FUENTE : SIN PERMISO
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