Por Paul Krugman *
Hubo una época en la que los republicanos solían referirse con orgullo a sí mismos como "el partido de Lincoln". Pero no se oye mucho esa frase últimamente. ¿Por qué?
La principal respuesta, suponemos, se encuentra en la decisión tomada hace mucho por el Partido Republicano de buscar los votos de los sureños enfadados por el fin de la segregación legal. Ahora que la vieja Confederación es el corazón de las bases republicanas, ya no es aconsejable alardear del legado del partido proveniente de la Guerra Civil.
Pero, antes o después, los republicanos tenían que descubrir otros motivos para renegar de Lincoln. Al fin y al cabo, él fue el primer presidente que instituyó un impuesto sobre la renta. Y también fue el primer presidente que emitió papel moneda -el "dólar verde"-, que no estaba respaldado por oro ni plata. "Un país no puede hacerle a sus ciudadanos nada más insidioso que degradar su moneda", declaraba el congresista Paul Ryan en una de las dos sesiones sobre política monetaria que celebró la Cámara de Representantes hace unos días. Entonces, podemos despedirnos del Gran Libertador.
Lo que me lleva a la historia de lo que ha pasado en esas sesiones monetarias. Una de ellas fue convocada por el congresista Ron Paul, un detractor implacable de la Reserva Federal que ahora desempeña una función supervisora sobre la misma institución que quiere abolir en favor de un regreso del patrón oro. El subcomité de Paul llamó a tres testigos, uno de los cuales era una elección extraña: Thomas DiLorenzo, un catedrático de la Universidad de Loyola y miembro del Instituto Ludwig von Mises.
¿Qué tiene de extraño esa elección? Bueno, DiLorenzo no ha escrito realmente mucho sobre política monetaria, aunque ha descrito la política de la Reserva Federal -no solo últimamente, sino desde los años sesenta- como "actividades de falsificación legalizadas". Sin embargo, se le conoce más por sus críticas a Lincoln (es el autor de Lincoln unmasked: what you're not supposed to know about dishonest Abe
[Lincoln desenmascarado: lo que se supone que usted no debe saber sobre el deshonesto Abe]) y por ser un secesionista moderno.
De verdad: los llamamientos a la secesión aparecen en muchos de los escritos de DiLorenzo; por ejemplo, en su declaración de que la "libertad de asistencia sanitaria" no se restaurará hasta que "algunos Estados empiecen a separarse del nuevo Gobierno Federal fascistoide". ¡Icen la bandera rebelde!
Sí, es cierto que todavía falta bastante para que el Partido Republicano en su conjunto se adhiera el neosecesionismo, y Paul, aunque llame mucho la atención, es de hecho una figura un tanto marginal incluso dentro de su propio partido. Pero Ryan, que encabezó la otra sesión (esa en la que testificó Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal), es una estrella republicana en ascenso. Así que no vale de nada que la retórica de Ryan sobre la moneda fuerte fuese casi tan estrambótica como la de DiLorenzo.
Empecemos por esa frase sobre la degradación de nuestra moneda. ¿De dónde ha salido eso? El valor del dólar en relación con otras monedas importantes es más o menos el mismo ahora que hace tres años. Y como señalaba Bernanke, los precios de consumo solo han aumentado un 1,2% en 2010, una tasa de inflación que, para que conste en acta, está muy por debajo de la que hubo durante el mandato del idolatrado Ronald Reagan. El índice preferido por la Reserva Federal, que excluye los inestables precios de los alimentos y la energía, solo ha subido un 0,7%, muy por debajo del objetivo aproximado del 2%.
Pero Ryan está seguro de que el dólar se está degradando y no aceptará un no por respuesta. En un intento por tender una trampa, blandió ante el presidente de la Reserva Federal un ejemplar de un periódico con el titular: "Se extiende la preocupación por la inflación". Pero en realidad la trampa se volvió en su contra. Como Bernanke señaló de inmediato, el artículo hablaba de la inflación en China y otros mercados emergentes, no en EE UU. Y el presidente de la Reserva Federal afirmó, acertadamente, que "la inflación generada aquí en EE UU es muy, muy baja".
Ventaja para Bernanke. Pero los hechos no importan, porque la obsesión con la moneda fuerte de los conservadores, la exigencia de que la Reserva deje de tratar de rescatar la economía, no tiene que ver realmente con el miedo a la inflación.
Ryan dijo casi lo mismo en la sesión del miércoles, en la que afirmó que nuestra moneda "debería guiarse por la obediencia a la ley, no a los hombres". Hace unos años, mi respuesta habría sido: ¿qué está diciendo? Después de todo, Milton Friedman consideraba la gestión de la política monetaria un problema técnico, no un asunto de principios; su queja sobre el papel de la Reserva Federal durante la Gran Depresión era que no había fabricado suficiente dinero, no que hubiese fabricado demasiado.
Pero es que Friedman, que creía que a veces tiene sentido permitir que la moneda se deprecie, que instó al banco central de Japón a adoptar una política muy similar a la que la Reserva Federal está aplicando ahora, era un izquierdista según los criterios del Partido Republicano actual.
No es probable que las sesiones del Congreso tengan un efecto inmediato sobre la política monetaria. Pero ofrecen una reveladora -y terrible- perspectiva de la mentalidad de uno de nuestros dos principales partidos políticos. Siempre hemos sabido que el Partido Republicano moderno quiere que EE UU vuelva a ser como era antes del New Deal; pero ahora está claro que el partido desea construir un puente hacia el siglo XIX, y puede que incluso hacia la era prebélica. Atrás, ¡marchen!
Profesor en Princeton y premio Nobel de Economía de 2008.*
Hubo una época en la que los republicanos solían referirse con orgullo a sí mismos como "el partido de Lincoln". Pero no se oye mucho esa frase últimamente. ¿Por qué?
La principal respuesta, suponemos, se encuentra en la decisión tomada hace mucho por el Partido Republicano de buscar los votos de los sureños enfadados por el fin de la segregación legal. Ahora que la vieja Confederación es el corazón de las bases republicanas, ya no es aconsejable alardear del legado del partido proveniente de la Guerra Civil.
Pero, antes o después, los republicanos tenían que descubrir otros motivos para renegar de Lincoln. Al fin y al cabo, él fue el primer presidente que instituyó un impuesto sobre la renta. Y también fue el primer presidente que emitió papel moneda -el "dólar verde"-, que no estaba respaldado por oro ni plata. "Un país no puede hacerle a sus ciudadanos nada más insidioso que degradar su moneda", declaraba el congresista Paul Ryan en una de las dos sesiones sobre política monetaria que celebró la Cámara de Representantes hace unos días. Entonces, podemos despedirnos del Gran Libertador.
Lo que me lleva a la historia de lo que ha pasado en esas sesiones monetarias. Una de ellas fue convocada por el congresista Ron Paul, un detractor implacable de la Reserva Federal que ahora desempeña una función supervisora sobre la misma institución que quiere abolir en favor de un regreso del patrón oro. El subcomité de Paul llamó a tres testigos, uno de los cuales era una elección extraña: Thomas DiLorenzo, un catedrático de la Universidad de Loyola y miembro del Instituto Ludwig von Mises.
¿Qué tiene de extraño esa elección? Bueno, DiLorenzo no ha escrito realmente mucho sobre política monetaria, aunque ha descrito la política de la Reserva Federal -no solo últimamente, sino desde los años sesenta- como "actividades de falsificación legalizadas". Sin embargo, se le conoce más por sus críticas a Lincoln (es el autor de Lincoln unmasked: what you're not supposed to know about dishonest Abe
[Lincoln desenmascarado: lo que se supone que usted no debe saber sobre el deshonesto Abe]) y por ser un secesionista moderno.
De verdad: los llamamientos a la secesión aparecen en muchos de los escritos de DiLorenzo; por ejemplo, en su declaración de que la "libertad de asistencia sanitaria" no se restaurará hasta que "algunos Estados empiecen a separarse del nuevo Gobierno Federal fascistoide". ¡Icen la bandera rebelde!
Sí, es cierto que todavía falta bastante para que el Partido Republicano en su conjunto se adhiera el neosecesionismo, y Paul, aunque llame mucho la atención, es de hecho una figura un tanto marginal incluso dentro de su propio partido. Pero Ryan, que encabezó la otra sesión (esa en la que testificó Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal), es una estrella republicana en ascenso. Así que no vale de nada que la retórica de Ryan sobre la moneda fuerte fuese casi tan estrambótica como la de DiLorenzo.
Empecemos por esa frase sobre la degradación de nuestra moneda. ¿De dónde ha salido eso? El valor del dólar en relación con otras monedas importantes es más o menos el mismo ahora que hace tres años. Y como señalaba Bernanke, los precios de consumo solo han aumentado un 1,2% en 2010, una tasa de inflación que, para que conste en acta, está muy por debajo de la que hubo durante el mandato del idolatrado Ronald Reagan. El índice preferido por la Reserva Federal, que excluye los inestables precios de los alimentos y la energía, solo ha subido un 0,7%, muy por debajo del objetivo aproximado del 2%.
Pero Ryan está seguro de que el dólar se está degradando y no aceptará un no por respuesta. En un intento por tender una trampa, blandió ante el presidente de la Reserva Federal un ejemplar de un periódico con el titular: "Se extiende la preocupación por la inflación". Pero en realidad la trampa se volvió en su contra. Como Bernanke señaló de inmediato, el artículo hablaba de la inflación en China y otros mercados emergentes, no en EE UU. Y el presidente de la Reserva Federal afirmó, acertadamente, que "la inflación generada aquí en EE UU es muy, muy baja".
Ventaja para Bernanke. Pero los hechos no importan, porque la obsesión con la moneda fuerte de los conservadores, la exigencia de que la Reserva deje de tratar de rescatar la economía, no tiene que ver realmente con el miedo a la inflación.
Ryan dijo casi lo mismo en la sesión del miércoles, en la que afirmó que nuestra moneda "debería guiarse por la obediencia a la ley, no a los hombres". Hace unos años, mi respuesta habría sido: ¿qué está diciendo? Después de todo, Milton Friedman consideraba la gestión de la política monetaria un problema técnico, no un asunto de principios; su queja sobre el papel de la Reserva Federal durante la Gran Depresión era que no había fabricado suficiente dinero, no que hubiese fabricado demasiado.
Pero es que Friedman, que creía que a veces tiene sentido permitir que la moneda se deprecie, que instó al banco central de Japón a adoptar una política muy similar a la que la Reserva Federal está aplicando ahora, era un izquierdista según los criterios del Partido Republicano actual.
No es probable que las sesiones del Congreso tengan un efecto inmediato sobre la política monetaria. Pero ofrecen una reveladora -y terrible- perspectiva de la mentalidad de uno de nuestros dos principales partidos políticos. Siempre hemos sabido que el Partido Republicano moderno quiere que EE UU vuelva a ser como era antes del New Deal; pero ahora está claro que el partido desea construir un puente hacia el siglo XIX, y puede que incluso hacia la era prebélica. Atrás, ¡marchen!
Profesor en Princeton y premio Nobel de Economía de 2008.*
No hay comentarios.:
Publicar un comentario