Por Marshall Auerback
Cualquiera que tuviera esperanzas en que un proceso electoral en Irlanda podría suponer por lo menos el inicio de un cambio en relación con la ruinosa política que se ha puesto en marcha, tiene que estar muy decepcionado con las propuestas de “reforma” del partido de la oposición Fine Gael. Los objetivos parecen absolutamente maravillosos, pero uno se pregunta de qué forma el nuevo gobierno piensa alcanzarlos. El Irish Times publicaba la siguiente noticia:
“Fine Gael publicó su manifiesto electoral, que según el líder del partido Enda Kenny ayudará a transformar Irlanda.
Entre las propuestas contenidas en el documentos se encuentran la promesa de crear miles de nuevos puestos de trabajo, una revisión del sistema de salud pública, una reducción del número de miembros de la clase política, la protección de las pensiones públicas y de las trasferencias a los sectores más vulnerables de la sociedad y una reforma del sector público.
‘Cada sección del manifiesto ha sido preparado con el objetivo de maximizar la creación de puestos de trabajo, el crecimiento, y la transformación y modernización de nuestros servicios públicos’, afirmó Enda Kerry esta mañana.”
Suena fenomenal, ¿verdad? ¿Y cómo pretende el Fine Gael alcanzar este nirvana económico? Según publicó The Guardian:
“Un gobierno liderado por el Fine Gael se centrará en reducir el déficit público irlandés hasta el 3% del PIB en 2014, aseguró su líder Enda Kerry.
En relación con este recorte del déficit público, aseguró: ‘El pueblo irlandés no quiere ni pensar en el futuro oscuro que dibuja esta carga económica’.
Kenny aseguró que la opinión pública quiere que se afronte la cuestión del déficit nacional lo antes posible.
‘El próximo gobierno debe resolver esta situación’, afirmó. ‘Debe alejar al país de la bancarrota solucionando la crisis de la deuda sin por ello dejar de proteger a los más vulnerables y redistribuyendo la carga de forma equitativa’ ”.
En otras palabra, más del sinsentido neoliberal que ha conducido al país hacia el abismo.
Con una tasa de paro situada en el 15% del PIB, la caída del PIB acumulada más importante jamás registrada en la historia de Irlanda, el paquete de rescate de la UE y el FMI ha terminado sin duda de sellar la tumba de la República de Irlanda. El país tiene que cargar con un punitivo tipo de interés del 5,8% de un préstamo de varios miles de millones de euros, que será en su mayor parte usado para pagar a los propietarios de bonos alemanes, franceses y británicos. El contribuyente irlandés, en cambio, no va a recibir nada.
Tal y como demostró Argentina en 2001, los gobiernos soberanos no son necesariamente rehenes de los mercados financieros globales. Pueden trazar un sólido camino hacia la recuperación con políticas orientadas hacia el interior, como por ejemplo introduciendo un Programa de Empleo Garantizado, que beneficie directamente a la población protegiendo a los trabajadores más desaventajados de la devastación que genera una recesión.
Pero una condición necesaria para la salvación de Argentina fue el abandono de su régimen cambiario atado al dólar, que limitaba la capacidad de maniobra fiscal del país.
Irlanda debe hacer lo mismo. Seamos claros: no hay crisis de la deuda sin el euro. Tal y como ha señalado Bill Mitchell, Grecia tiene un ratio de deuda pública de alrededor del 144% del PIB, Italia un nivel del 118%, Bélgica del 102%, Irlanda al 98%, Francia al 83%, etc. Japón está alrededor del 204%, el Reino Unido al 74%, los EEUU al 59%, etc.
Pero contrariamente a estos tres últimos, y a pesar de afirmaciones ridículas en sentido contrario, no existe tal crisis de la deuda. ¿Por qué? La respuesta es que, tal y como señala Mitchell, “estas naciones han mantenido todas su soberanía monetaria y tienen poca o ninguna exposición externa de su deuda. Ello significa que podrán siempre encontrar la manera de cumplir con cualquier compromiso pendiente que tengan en relación con su deuda”.
Por el contrario, ninguno de los países de la UEM tienen la capacidad de cumplir con estos compromisos bajo cualquier circunstancia, porque su deuda está denominada en una “divisa extranjera”, ya que cedieron su divisa individual creando monopolios al entrar en la eurozona. En primer lugar, cedieron su soberanía monetaria al renunciar a sus divisas nacionales y adoptando una supranacional. Al divorciar sus autoridades fiscales y monetarias, han renunciado a la capacidad de su sector público de generar empleo y producción. Los países que no son soberanos está limitados en su capacidad de gastar mediante impuestos y emisión de bonos, y ello es perfectamente aplicable al caso de Irlanda, Portugal e incluso a países como Alemania o Francia.
Por el contrario, ninguno de los países de la UEM tienen la capacidad de cumplir con estos compromisos bajo cualquier circunstancia, porque su deuda está denominada en una “divisa extranjera”, ya que cedieron su divisa individual creando monopolios al entrar en la eurozona. En primer lugar, cedieron su soberanía monetaria al renunciar a sus divisas nacionales y adoptando una supranacional. Al divorciar sus autoridades fiscales y monetarias, han renunciado a la capacidad de su sector público de generar empleo y producción. Los países que no son soberanos está limitados en su capacidad de gastar mediante impuestos y emisión de bonos, y ello es perfectamente aplicable al caso de Irlanda, Portugal e incluso a países como Alemania o Francia.
Además, al entrar en la eurozona, estos países han adoptado también el Tratado de Maastricht, que restringe su déficit presupuestario a un máximo del 3% y su deuda al 60% del PIB. Por lo tanto, aún estando capacitados para tomar prestado y financiar su gasto a cargo del déficit como Alemania o Francia, no deben usar la política fiscal por encima de estos límites. Por supuesto que muchos lo hicieron, como Alemania y Francia. Pero si no estamos equivocados esta deflación de los ingresos domésticos será el resultado final de la contracción fiscal que colisiona con los intentos del sector privado para ahorrar, y por ello seguramente más ciudadanos desesperados tenderán a realizar actos aún más desesperados.
En resumidas cuentas, el crecimiento es necesario para reducir el déficit. El crecimiento llega con el gasto. Si el sector privado no quiere gastar un volumen suficiente para promover el crecimiento, entonces lo tiene que hacer el sector público. De lo contrario lo que se obtiene es estancamiento y un enorme déficit. Pero para poder gastar, un gobierno necesita plena soberanía fiscal. Sólo así puede el Estado darle un empujón a una economía en recesión y restaurar la confianza privada.
Pero habiendo renunciado a la soberanía fiscal, hay poca esperanza para Irlanda. La única vía de escape a este gran lío no es a través de más cansinas predicciones neoliberales ofrecidas por el Fine Gael, sino a través de la imposición de pérdidas a los tenedores de bonos. Ellos son los mismos que se enrolaron en actividades financieras especulativas y que hoy continúan pidiendo compensaciones ilimitadas a costa del pueblo irlandés por sus pérdidas en el casino.
Pero habiendo renunciado a la soberanía fiscal, hay poca esperanza para Irlanda. La única vía de escape a este gran lío no es a través de más cansinas predicciones neoliberales ofrecidas por el Fine Gael, sino a través de la imposición de pérdidas a los tenedores de bonos. Ellos son los mismos que se enrolaron en actividades financieras especulativas y que hoy continúan pidiendo compensaciones ilimitadas a costa del pueblo irlandés por sus pérdidas en el casino.
Hasta que no se de este paso, Irlanda no tiene ninguna esperanza de poder estabilizar sus finanzas, y sus perspectivas son tan crudas como en tiempos de la gran hambruna de la patata.
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