Por Juan Torres Lopez y Alberto Garzon Espinosa
El periódico español El País, perteneciente al Grupo PRISA (que a su vez es propiedad en un más del 50% del fondo especulativo estadounidense Liberty, y vinculado también a Silvio Berlusconi), publicó el pasado 31 de enero un reportaje especial sobre la situación de la sanidad cubana basado en cables descubiertos por Wikileaks en los que Estados Unidos denunciaba su mal funcionamiento.
El diario español señala que la sanidad cubana refleja en la actualidad un “paisaje desolador”, a la vez que critica duramente las comparaciones que entre el sistema sanitario estadounidense y el sistema sanitario cubano hizo Michael Moore en su documental Sicko.
Una vez más, Estados Unidos vuelve a manifestarse sumamente crítico con los defectos de los demás sin manifestar al mismo tiempo igual rasero cuando se trata de evaluar su propio comportamiento.
Doble moral
Los dirigentes estadounidenses suelen clamar constantemente por los derechos humanos, pero callan cuando se violan por dictaduras amigas, que habitualmente suelen haber sido directamente impuestas por su gobierno o que cuentan con su complicidad y apoyo militar, político y económico. Le preocupa sobremanera que haya unas docenas de presos políticos en Cuba (que no debería haber) pero comercia sin problemas con China y otros países cuyos gobiernos llevan a cabo actuaciones mucho más lesivas para las libertades públicas; reclama a los demás respeto a los derechos humanos pero permite la tortura y actúa o legisla sin respetar principios elementales del habeas corpus en su propio país; llama a todos a defenderse del terrorismo pero luego acoge en su territorio a terroristas responsables de docenas de muertes, declara guerras contrarias al derecho internacional y sus propias agencias promueven el terrorismo cuando conviene a los intereses de sus grandes empresas; es extraordinariamente puntilloso con gobiernos legítimos y democráticos que abordan proyectos de progreso y mejor distribución de la renta pero al mismo tiempo da cobertura a regímenes sanguinarios y de ladrones como el de Arabia Saudí o el de Marruecos, por citar sólo a dos que no hagan la lista interminable; presiona, trata constantemente de derrocar y acaba, incluso a base de asesinarlos, con líderes libremente electos mientras que lleva al poder a docenas de gobiernos corruptos y responsables de cientos de miles de asesinatos en Chile, en Argentina, en Brasil, en Nicaragua, en El Salvador y en multitud de países más.
El poder que gobierna Estados Unidos y la política que lleva a cabo es la expresión paradigmática de la doble moral y del doble rasero. Con tal de que sus empresas ganen dinero se permite cualquier dictadura y la violación más sangrante y criminal de los derechos humanos. Pero si algún gobierno legítimo osa poner en peligro sus ganancias para repartir mejor la riqueza, aunque sea por medios estrictamente legales y respetuosos con la voluntad libremente expresada en las urnas de la ciudadanía, enseguida le estará acusando de violarlos. Y eso sí, todo eso sin mirar ni por un momento a lo que sucede en el propio interior de Estados Unidos.
Las declaraciones de dirigentes estadounidenses sobre la sanidad cubana y el intento de divulgar la idea de su mal funcionamiento es una prueba más de este comportamiento cínico de sus dirigentes y servidores.
No vamos a emitir ahora juicios de valor. Simplemente recurriremos a los datos de organismos internacionales para comprobar qué sistema sanitario funciona mejor o peor y cuál parece responder más satisfactoriamente a las demandas de la población.
Cuba es un país pobre. O quizá deberíamos decir que empobrecido, entre otras causas por el bloqueo ilegal e inmoral que Estados Unidos decretó hace años. Desde luego, es mucho más pobre que Estados Unidos, al menos, en recursos materiales.
Es por ello que puede dedicar muchos menos recursos al sistema sanitario, un conjunto de instituciones absolutamente necesarias para el bienestar de la población ya que al fin y al cabo de ellas depende la vida y el bienestar de las personas.
¿Quién puede usar el sistema sanitario?
Todos sabemos que Estados Unidos, la principal potencia económica del planeta, tiene inmejorables centros de salud que funcionan de manera ejemplar. Cuba también tiene algunos centros de salud que están en la vanguardia de la atención y la investigación médica mundial y dispone de un sistema general que compensa con profesionalidad e inventiva la escasez de recursos con que cuenta como consecuencia de tener un nivel mucho más bajo de renta y riqueza.
Pero la cuestión no radica en señalar quién tiene mejores centros hospitalarios o la mejor investigación sanitaria sino en saber quién puede usarlos, quién puede disponer de atención médica cuando está enfermo. Y ahí los datos son bastante elocuentes.
En Cuba cualquier ciudadano puede entrar a cualquier centro sanitario a recibir asistencia con independencia de su nivel de renta. Nada se le exige para entrar a cualquiera de ellos, sea más o menos bueno. Tiene derecho a ello simplemente por ser ciudadano o ciudadana cubanos. El nivel de cobertura es, por tanto, del 100%.
En Estados Unidos, por el contrario, los datos más recientes muestran que un 16,4% del total de la población no tiene atención sanitaria. Y esos porcentajes aún son mayores si se trata de grupos de población de menos renta, como se puede ver en el siguiente cuadro.
Como puede comprobarse, un 38,9% de los hispanos no tiene cobertura sanitaria, tampoco el 29,7% de las personas con ingresos inferiores a 36.000 dólares o el 20,2% de los negros no hispanos.
Lo cierto es, por lo tanto, que en Estados Unidos, a pesar de su extraordinaria riqueza, existe un mucho mayor porcentaje de la población que cuando se ponga enferma no va a tener asistencia de ningún tipo. No solo les están vedados los grandes de centros de vanguardia sino incluso la más primaria de las atenciones médicas.
El gasto en salud
Naturalmente, para que el sistema sanitario funcione mejor se necesitan muchos recursos.
Estados Unidos es muy rico y pudo gastar en salud en 2007 7.285 dólares per cápita, medida en paridad de poder de compra, es decir, teniendo en cuenta los respectivos niveles de precios. Cuba, que es mucho más pobre, sólo pudo gastar 917 dólares, es decir, casi 8 veces menos.
Cuba dedica aproximadamente un 7% de su PIB al gasto sanitario, un esfuerzo importante y casi igual al de los países más avanzados. Estados Unidos, sin embargo, dedica un porcentaje mucho más elevado, el 16% (que incluye el gasto público y el gasto privado).
Pero, lo que resulta sorprendente es que dedicando mucho más recursos que Cuba en términos relativos (respecto a su PIB respectivo) Estados Unidos dispone de muchos menos servicios para la población, además de menor acceso, como acabamos de decir. Basten dos datos.
El número de médicos por cada 10.000 habitantes es de 64 en Cuba y de 31 en Estados Unidos. Más del doble. Por otro lado, el número de camas de hospital por cada 10.000 habitantes en Cuba es de 60 y en Estados Unidos de 31, casi justo la mitad.
Eso es así porque una gran parte del gasto sanitario que realiza Estados Unidos no se traduce en servicios para la salud sino en rentas para el capital privado, y especialmente para las aseguradoras.
Los resultados sobre la salud y el bienestar
A la hora de determinar si un sistema sanitario funciona bien o mal, como aparentemente quería hacer El País, parece que lo lógico es preguntarse qué resultados produce sobre la vida de las personas. Es verdad que ésta última y el mayor o menor bienestar de la población no depende solamente del sistema de salud pero es indudable que una buena influencia sí debe tener y que no sería muy creíble decir que el sistema de salud es bueno si a la postre muere más gente por enfermedades, si hay más personas enfermas o mal cuidadas, etc.
Pues bien, en este aspecto también hay datos que vuelven a ser extraordinariamente elocuentes. Todos ellos se pueden observar en el cuadro que presentamos al final del texto en el que, además de los datos de Cuba y Estados Unidos hemos registrado los del resto de países de América Latina.
Veamos.
La esperanza de vida para ambos sexos según la organización Mundial de la Salud es de 78 años en Estados Unidos y de 77 en Cuba, y la de las mujeres de 70 y 69, respectivamente. Y la esperanza de vida saludable para ambos sexos es también de un solo año más en Estados Unidos (70) que en Cuba (69).
No parece, pues, que se pueda decir que el sistema de Estados Unidos proporcione una ventaja decisiva en este aspecto sobre el cubano, sobre todo, teniendo en cuenta las condiciones de mucha mayor penuria en que se obligada a desenvolverse la población, entre otras causas, por culpa del bloqueo.
Por el contrario, lo que sí parece que puede concluirse claramente es que el sistema cubano es mucho más eficaz que el estadounidense en este aspecto, pues con muchísimo menos gasto absoluto y relativo, como hemos visto, es capaz de proporcionar casi el doble de atención y lograr una esperanza de vida prácticamente igual.
También son elocuentes los datos de mortalidad infantil que tienen mucho que ver con la atención sanitaria que reciben las madres y los propios bebes. Pues bien, la mortalidad infantil por cada 1.000 nacidos es de 7 en Estados Unidos y más baja en Cuba, de 5. También es más baja en Cuba la mortalidad de menores de cinco años por cada 1.000 nacidos vivos: es de 6, frente a 8 en Estados Unidos.
También son inferiores en Cuba los porcentajes de niños no inmunizados contra la difteria, pertursis y tétanos, el 1% anual, frente al 4% en Estados Unidos; el de los niños no inmunizados contra el sarampión (1% en Cuba, frente al 8% en Estados Unidos) y bastante menor la incidencia de VIH tanto entre las mujeres jóvenes de entre 15-24 años (0,1% en Cuba, 0,3% en Estados Unidos), o entre adultos entre 15 y 49 años (0,1% y 0,6% respectivamente).
La mortalidad de adultos por cada 1.000 habitantes es algo mayor en Cuba (81) que en Estados Unidos (79) en el caso de las mujeres, pero no así en el de los hombres (135 en Estados Unidos frente a 122 en Cuba). Y es bastante más baja también la tasa de mortalidad por enfermedades no transmisibles en Cuba (437) que en Estados Unidos (450).
En fin, las fuentes manipuladoras de la opinión tratan de lanzar desde Estados Unidos la idea de que el sistema sanitario de Cuba funciona deficientemente pero lo cierto es que éste último resulta ser capaz de proporcionar mejores condiciones de salud a un porcentaje mucho más alto de la población.
Tenemos la seguridad de que en un país sometido a bloqueo, de escasos recursos económicos y sumido, como toda la economía mundial, en una grave crisis, el sistema sanitario debe estar sufriendo problemas de financiación y que no funcionará como podría hacerlo si disfrutase de condiciones y un entorno más favorables. Si se están produciendo recortes de prestaciones en los países más ricos, ¿acaso sería raro que Cuba tenga también que hacerlos y que sus sistema sanitario se resienta?
Eso es lo que afirman los dirigentes estadounidenses, pero científicos como Pol de Vos y Patrick Van der Stuyft afirman lo contrario en una revista tan prestigiosa como The Lancet en donde afirman que ” el sistema de salud cubano garantiza servicios curativos accesibles, integrados y efectivos y hace énfasis en la prevención” (Pol de Vos y Patrick Van der Stuyft , “The right to health in times of economic crisis: Cuba’s way”. The Lancet, Volume 374, Issue 9701, 2009).
Mientras que medios al servicio de intereses que no tienen la dignidad de desvelar se dedican a airear lo mal que funciona la sanidad cubana, lo cierto es que en Cuba se atiende a cualquier persona que demande servicios sanitarios mientras que en estados Unidos, según los datos que recoge Vicenç Navarro, hay 47 millones de habitantes (censados) sin cobertura sanitaria, que mueren entre 45.000 y 100.000 personas al año por falta de aseguramiento, que 62 millones de personas tienen insuficiente cobertura sanitaria, que el 60% de las bancarrotas familiares se debe a personas que se han arruinado como consecuencia de no poder pagar sus facturas médicas y que el 42% de las personas con enfermedad terminal están preocupados por cómo pagará su familia la factura.
Pero esto, al parecer, no llama la atención de estos medios ni les parece que sea expresión de un mal funcionamiento de sus sistema de salud.
Y mientras que en el país más rico del mundo ocurre todo eso, un país pobre como Cuba no solo proporciona servicios sanitarios a toda su ciudadanía aino que incluso tiene el coraje y la generosidad de dedicar una parte de sus recursos en otros países más pobres, como Haití, o incluso a otros más ricos pero en donde las clases altas nunca quisieron generar un auténtico servicio nacional de salud y ahora padecen déficit tremendos, como Venezuela.
Incluso un diario que no creemos que pueda ser tachado de castrista, como The Independent, afirmó recientemente que la actuación de los médicos cubanos en Haití avergonzaba al mundo por su eficacia y solidaridad (Lakhan, N. (2010): “Los médicos cubanos en Haití hacen sonrojarse al mundo”, obtenido en http://www.paginadigital.com.ar/articulos/2011/2011prim/denuncias01/cuba-06012011.asp).
Y es que la misión de solidaridad cubana que incluía a 350 médicos y que estaba radicada en Haití desde 1998 multiplicó por tres el número de sus especialistas tras el terremoto de 2010. Y mientras que países mucho más ricos retiraban sus contingentes de ayuda sanitaria tan sólo dos meses después del terremoto, la misión cubana ha seguido en la isla junto con el contingente de Médicos sin Fronteras. En estos años, Cuba ha formado un total de 550 médicos haitianos y mantiene una escuela de medicina en la que permite que los haitianos aprendan medicina de forma gratuita.
Además, el sistema sanitario cubano que tan mal funciona según los medios al servicio de los capitales estadounidenses sostiene también la operación Milagro, otro de los programas de ayuda cubana que ha conseguido operar de cataratas con éxito y devolver así la vista a más de 1,8 millones de personas en treinta y cinco países, entre los cuales se encuentra, por cierto, Mario Terán, el sargento boliviano que mató al Che Guevara.
Conclusiones
Los datos son tozudos. Incluso en las peores circunstancias, Cuba ha conseguido mantener un sistema de salud que es más eficaz, eficiente y solidario que el sistema de salud estadounidense. Es lógico que eso suceda porque mientras que el sistema de salud cubano está orientado hacia la satisfacción de las necesidades sanitarias de su población (¡y de las de otros países!), el sistema estadounidense se orienta a proporcionar beneficio privado a las grandes corporaciones farmacéuticas, a las compañías de seguros y a otros grandes entramados empresariales del sector de la salud. Este hecho diferencial explica que el enorme gasto desembolsado por el país más poderoso del mundo no sea ni eficaz ni eficiente, y provoca que una parte muy de sus ciudadanos carezcan de la mínima atención sanitaria.
A pesar de esta evidencia los grandes medios de comunicación hacen oídos sordos y, como en el caso de El País, perseveran en su tarea de crear en la opinión pública una imagen falsa de la realidad. Probablemente lo hacen buscando que se termine por aceptar algún día la supuesta (y falsa) superioridad en todo el mundo del sistema privado frente al sistema público, y sea entonces más fácil lograr lo que la derecha y los grupos empresariales vienen buscando desde hace décadas: quedarse con el suculento mercado de los servicios de salud.
Y los datos hacen inevitable preguntarse qué pasaría si en lugar de tener que hacer frente al injusto e ilegal bloqueo que impone Estados Unidos a Cuba, este país latinoamericano pudiese disfrutar de plena libertad para gestionar su economía. Quizás entonces pudiésemos ver en su plenitud el inmenso potencial del sistema sanitario cubano. Y no sólo eso, sino que así se podría extender aún más el ejemplar ejercicio de solidaridad que desde hace décadas lleva a cabo el pueblo de Cuba, lo cual sin duda beneficiaría también al resto de países pobres del mundo, siempre ignorados por los grandes países ricos entre los que se encuentra los propios Estados Unidos.
Pero estas realidades también deben llevar a preguntarse qué pasaría si los medios de comunicación hicieran su labor con todo el rigor que la profesión periodística exige, y dejaran de ser meros instrumentos ideológicos de los poderosos.
Anexo estadístico
El periódico español El País, perteneciente al Grupo PRISA (que a su vez es propiedad en un más del 50% del fondo especulativo estadounidense Liberty, y vinculado también a Silvio Berlusconi), publicó el pasado 31 de enero un reportaje especial sobre la situación de la sanidad cubana basado en cables descubiertos por Wikileaks en los que Estados Unidos denunciaba su mal funcionamiento.
El diario español señala que la sanidad cubana refleja en la actualidad un “paisaje desolador”, a la vez que critica duramente las comparaciones que entre el sistema sanitario estadounidense y el sistema sanitario cubano hizo Michael Moore en su documental Sicko.
Una vez más, Estados Unidos vuelve a manifestarse sumamente crítico con los defectos de los demás sin manifestar al mismo tiempo igual rasero cuando se trata de evaluar su propio comportamiento.
Doble moral
Los dirigentes estadounidenses suelen clamar constantemente por los derechos humanos, pero callan cuando se violan por dictaduras amigas, que habitualmente suelen haber sido directamente impuestas por su gobierno o que cuentan con su complicidad y apoyo militar, político y económico. Le preocupa sobremanera que haya unas docenas de presos políticos en Cuba (que no debería haber) pero comercia sin problemas con China y otros países cuyos gobiernos llevan a cabo actuaciones mucho más lesivas para las libertades públicas; reclama a los demás respeto a los derechos humanos pero permite la tortura y actúa o legisla sin respetar principios elementales del habeas corpus en su propio país; llama a todos a defenderse del terrorismo pero luego acoge en su territorio a terroristas responsables de docenas de muertes, declara guerras contrarias al derecho internacional y sus propias agencias promueven el terrorismo cuando conviene a los intereses de sus grandes empresas; es extraordinariamente puntilloso con gobiernos legítimos y democráticos que abordan proyectos de progreso y mejor distribución de la renta pero al mismo tiempo da cobertura a regímenes sanguinarios y de ladrones como el de Arabia Saudí o el de Marruecos, por citar sólo a dos que no hagan la lista interminable; presiona, trata constantemente de derrocar y acaba, incluso a base de asesinarlos, con líderes libremente electos mientras que lleva al poder a docenas de gobiernos corruptos y responsables de cientos de miles de asesinatos en Chile, en Argentina, en Brasil, en Nicaragua, en El Salvador y en multitud de países más.
El poder que gobierna Estados Unidos y la política que lleva a cabo es la expresión paradigmática de la doble moral y del doble rasero. Con tal de que sus empresas ganen dinero se permite cualquier dictadura y la violación más sangrante y criminal de los derechos humanos. Pero si algún gobierno legítimo osa poner en peligro sus ganancias para repartir mejor la riqueza, aunque sea por medios estrictamente legales y respetuosos con la voluntad libremente expresada en las urnas de la ciudadanía, enseguida le estará acusando de violarlos. Y eso sí, todo eso sin mirar ni por un momento a lo que sucede en el propio interior de Estados Unidos.
Las declaraciones de dirigentes estadounidenses sobre la sanidad cubana y el intento de divulgar la idea de su mal funcionamiento es una prueba más de este comportamiento cínico de sus dirigentes y servidores.
No vamos a emitir ahora juicios de valor. Simplemente recurriremos a los datos de organismos internacionales para comprobar qué sistema sanitario funciona mejor o peor y cuál parece responder más satisfactoriamente a las demandas de la población.
Cuba es un país pobre. O quizá deberíamos decir que empobrecido, entre otras causas por el bloqueo ilegal e inmoral que Estados Unidos decretó hace años. Desde luego, es mucho más pobre que Estados Unidos, al menos, en recursos materiales.
Es por ello que puede dedicar muchos menos recursos al sistema sanitario, un conjunto de instituciones absolutamente necesarias para el bienestar de la población ya que al fin y al cabo de ellas depende la vida y el bienestar de las personas.
¿Quién puede usar el sistema sanitario?
Todos sabemos que Estados Unidos, la principal potencia económica del planeta, tiene inmejorables centros de salud que funcionan de manera ejemplar. Cuba también tiene algunos centros de salud que están en la vanguardia de la atención y la investigación médica mundial y dispone de un sistema general que compensa con profesionalidad e inventiva la escasez de recursos con que cuenta como consecuencia de tener un nivel mucho más bajo de renta y riqueza.
Pero la cuestión no radica en señalar quién tiene mejores centros hospitalarios o la mejor investigación sanitaria sino en saber quién puede usarlos, quién puede disponer de atención médica cuando está enfermo. Y ahí los datos son bastante elocuentes.
En Cuba cualquier ciudadano puede entrar a cualquier centro sanitario a recibir asistencia con independencia de su nivel de renta. Nada se le exige para entrar a cualquiera de ellos, sea más o menos bueno. Tiene derecho a ello simplemente por ser ciudadano o ciudadana cubanos. El nivel de cobertura es, por tanto, del 100%.
En Estados Unidos, por el contrario, los datos más recientes muestran que un 16,4% del total de la población no tiene atención sanitaria. Y esos porcentajes aún son mayores si se trata de grupos de población de menos renta, como se puede ver en el siguiente cuadro.
Como puede comprobarse, un 38,9% de los hispanos no tiene cobertura sanitaria, tampoco el 29,7% de las personas con ingresos inferiores a 36.000 dólares o el 20,2% de los negros no hispanos.
Lo cierto es, por lo tanto, que en Estados Unidos, a pesar de su extraordinaria riqueza, existe un mucho mayor porcentaje de la población que cuando se ponga enferma no va a tener asistencia de ningún tipo. No solo les están vedados los grandes de centros de vanguardia sino incluso la más primaria de las atenciones médicas.
El gasto en salud
Naturalmente, para que el sistema sanitario funcione mejor se necesitan muchos recursos.
Estados Unidos es muy rico y pudo gastar en salud en 2007 7.285 dólares per cápita, medida en paridad de poder de compra, es decir, teniendo en cuenta los respectivos niveles de precios. Cuba, que es mucho más pobre, sólo pudo gastar 917 dólares, es decir, casi 8 veces menos.
Cuba dedica aproximadamente un 7% de su PIB al gasto sanitario, un esfuerzo importante y casi igual al de los países más avanzados. Estados Unidos, sin embargo, dedica un porcentaje mucho más elevado, el 16% (que incluye el gasto público y el gasto privado).
Pero, lo que resulta sorprendente es que dedicando mucho más recursos que Cuba en términos relativos (respecto a su PIB respectivo) Estados Unidos dispone de muchos menos servicios para la población, además de menor acceso, como acabamos de decir. Basten dos datos.
El número de médicos por cada 10.000 habitantes es de 64 en Cuba y de 31 en Estados Unidos. Más del doble. Por otro lado, el número de camas de hospital por cada 10.000 habitantes en Cuba es de 60 y en Estados Unidos de 31, casi justo la mitad.
Eso es así porque una gran parte del gasto sanitario que realiza Estados Unidos no se traduce en servicios para la salud sino en rentas para el capital privado, y especialmente para las aseguradoras.
Los resultados sobre la salud y el bienestar
A la hora de determinar si un sistema sanitario funciona bien o mal, como aparentemente quería hacer El País, parece que lo lógico es preguntarse qué resultados produce sobre la vida de las personas. Es verdad que ésta última y el mayor o menor bienestar de la población no depende solamente del sistema de salud pero es indudable que una buena influencia sí debe tener y que no sería muy creíble decir que el sistema de salud es bueno si a la postre muere más gente por enfermedades, si hay más personas enfermas o mal cuidadas, etc.
Pues bien, en este aspecto también hay datos que vuelven a ser extraordinariamente elocuentes. Todos ellos se pueden observar en el cuadro que presentamos al final del texto en el que, además de los datos de Cuba y Estados Unidos hemos registrado los del resto de países de América Latina.
Veamos.
La esperanza de vida para ambos sexos según la organización Mundial de la Salud es de 78 años en Estados Unidos y de 77 en Cuba, y la de las mujeres de 70 y 69, respectivamente. Y la esperanza de vida saludable para ambos sexos es también de un solo año más en Estados Unidos (70) que en Cuba (69).
No parece, pues, que se pueda decir que el sistema de Estados Unidos proporcione una ventaja decisiva en este aspecto sobre el cubano, sobre todo, teniendo en cuenta las condiciones de mucha mayor penuria en que se obligada a desenvolverse la población, entre otras causas, por culpa del bloqueo.
Por el contrario, lo que sí parece que puede concluirse claramente es que el sistema cubano es mucho más eficaz que el estadounidense en este aspecto, pues con muchísimo menos gasto absoluto y relativo, como hemos visto, es capaz de proporcionar casi el doble de atención y lograr una esperanza de vida prácticamente igual.
También son elocuentes los datos de mortalidad infantil que tienen mucho que ver con la atención sanitaria que reciben las madres y los propios bebes. Pues bien, la mortalidad infantil por cada 1.000 nacidos es de 7 en Estados Unidos y más baja en Cuba, de 5. También es más baja en Cuba la mortalidad de menores de cinco años por cada 1.000 nacidos vivos: es de 6, frente a 8 en Estados Unidos.
También son inferiores en Cuba los porcentajes de niños no inmunizados contra la difteria, pertursis y tétanos, el 1% anual, frente al 4% en Estados Unidos; el de los niños no inmunizados contra el sarampión (1% en Cuba, frente al 8% en Estados Unidos) y bastante menor la incidencia de VIH tanto entre las mujeres jóvenes de entre 15-24 años (0,1% en Cuba, 0,3% en Estados Unidos), o entre adultos entre 15 y 49 años (0,1% y 0,6% respectivamente).
La mortalidad de adultos por cada 1.000 habitantes es algo mayor en Cuba (81) que en Estados Unidos (79) en el caso de las mujeres, pero no así en el de los hombres (135 en Estados Unidos frente a 122 en Cuba). Y es bastante más baja también la tasa de mortalidad por enfermedades no transmisibles en Cuba (437) que en Estados Unidos (450).
En fin, las fuentes manipuladoras de la opinión tratan de lanzar desde Estados Unidos la idea de que el sistema sanitario de Cuba funciona deficientemente pero lo cierto es que éste último resulta ser capaz de proporcionar mejores condiciones de salud a un porcentaje mucho más alto de la población.
Tenemos la seguridad de que en un país sometido a bloqueo, de escasos recursos económicos y sumido, como toda la economía mundial, en una grave crisis, el sistema sanitario debe estar sufriendo problemas de financiación y que no funcionará como podría hacerlo si disfrutase de condiciones y un entorno más favorables. Si se están produciendo recortes de prestaciones en los países más ricos, ¿acaso sería raro que Cuba tenga también que hacerlos y que sus sistema sanitario se resienta?
Eso es lo que afirman los dirigentes estadounidenses, pero científicos como Pol de Vos y Patrick Van der Stuyft afirman lo contrario en una revista tan prestigiosa como The Lancet en donde afirman que ” el sistema de salud cubano garantiza servicios curativos accesibles, integrados y efectivos y hace énfasis en la prevención” (Pol de Vos y Patrick Van der Stuyft , “The right to health in times of economic crisis: Cuba’s way”. The Lancet, Volume 374, Issue 9701, 2009).
Mientras que medios al servicio de intereses que no tienen la dignidad de desvelar se dedican a airear lo mal que funciona la sanidad cubana, lo cierto es que en Cuba se atiende a cualquier persona que demande servicios sanitarios mientras que en estados Unidos, según los datos que recoge Vicenç Navarro, hay 47 millones de habitantes (censados) sin cobertura sanitaria, que mueren entre 45.000 y 100.000 personas al año por falta de aseguramiento, que 62 millones de personas tienen insuficiente cobertura sanitaria, que el 60% de las bancarrotas familiares se debe a personas que se han arruinado como consecuencia de no poder pagar sus facturas médicas y que el 42% de las personas con enfermedad terminal están preocupados por cómo pagará su familia la factura.
Pero esto, al parecer, no llama la atención de estos medios ni les parece que sea expresión de un mal funcionamiento de sus sistema de salud.
Y mientras que en el país más rico del mundo ocurre todo eso, un país pobre como Cuba no solo proporciona servicios sanitarios a toda su ciudadanía aino que incluso tiene el coraje y la generosidad de dedicar una parte de sus recursos en otros países más pobres, como Haití, o incluso a otros más ricos pero en donde las clases altas nunca quisieron generar un auténtico servicio nacional de salud y ahora padecen déficit tremendos, como Venezuela.
Incluso un diario que no creemos que pueda ser tachado de castrista, como The Independent, afirmó recientemente que la actuación de los médicos cubanos en Haití avergonzaba al mundo por su eficacia y solidaridad (Lakhan, N. (2010): “Los médicos cubanos en Haití hacen sonrojarse al mundo”, obtenido en http://www.paginadigital.com.ar/articulos/2011/2011prim/denuncias01/cuba-06012011.asp).
Y es que la misión de solidaridad cubana que incluía a 350 médicos y que estaba radicada en Haití desde 1998 multiplicó por tres el número de sus especialistas tras el terremoto de 2010. Y mientras que países mucho más ricos retiraban sus contingentes de ayuda sanitaria tan sólo dos meses después del terremoto, la misión cubana ha seguido en la isla junto con el contingente de Médicos sin Fronteras. En estos años, Cuba ha formado un total de 550 médicos haitianos y mantiene una escuela de medicina en la que permite que los haitianos aprendan medicina de forma gratuita.
Además, el sistema sanitario cubano que tan mal funciona según los medios al servicio de los capitales estadounidenses sostiene también la operación Milagro, otro de los programas de ayuda cubana que ha conseguido operar de cataratas con éxito y devolver así la vista a más de 1,8 millones de personas en treinta y cinco países, entre los cuales se encuentra, por cierto, Mario Terán, el sargento boliviano que mató al Che Guevara.
Conclusiones
Los datos son tozudos. Incluso en las peores circunstancias, Cuba ha conseguido mantener un sistema de salud que es más eficaz, eficiente y solidario que el sistema de salud estadounidense. Es lógico que eso suceda porque mientras que el sistema de salud cubano está orientado hacia la satisfacción de las necesidades sanitarias de su población (¡y de las de otros países!), el sistema estadounidense se orienta a proporcionar beneficio privado a las grandes corporaciones farmacéuticas, a las compañías de seguros y a otros grandes entramados empresariales del sector de la salud. Este hecho diferencial explica que el enorme gasto desembolsado por el país más poderoso del mundo no sea ni eficaz ni eficiente, y provoca que una parte muy de sus ciudadanos carezcan de la mínima atención sanitaria.
A pesar de esta evidencia los grandes medios de comunicación hacen oídos sordos y, como en el caso de El País, perseveran en su tarea de crear en la opinión pública una imagen falsa de la realidad. Probablemente lo hacen buscando que se termine por aceptar algún día la supuesta (y falsa) superioridad en todo el mundo del sistema privado frente al sistema público, y sea entonces más fácil lograr lo que la derecha y los grupos empresariales vienen buscando desde hace décadas: quedarse con el suculento mercado de los servicios de salud.
Y los datos hacen inevitable preguntarse qué pasaría si en lugar de tener que hacer frente al injusto e ilegal bloqueo que impone Estados Unidos a Cuba, este país latinoamericano pudiese disfrutar de plena libertad para gestionar su economía. Quizás entonces pudiésemos ver en su plenitud el inmenso potencial del sistema sanitario cubano. Y no sólo eso, sino que así se podría extender aún más el ejemplar ejercicio de solidaridad que desde hace décadas lleva a cabo el pueblo de Cuba, lo cual sin duda beneficiaría también al resto de países pobres del mundo, siempre ignorados por los grandes países ricos entre los que se encuentra los propios Estados Unidos.
Pero estas realidades también deben llevar a preguntarse qué pasaría si los medios de comunicación hicieran su labor con todo el rigor que la profesión periodística exige, y dejaran de ser meros instrumentos ideológicos de los poderosos.
Anexo estadístico
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