jueves, 31 de marzo de 2011

El estado de la economía mundial se complica

 Por Carlos Berzosa








Los últimos acontecimientos, como la tragedia vivida en Japón y la guerra desatada en Libia, hacen más compleja aún la situación de la economía mundial. La incertidumbre crece, la inseguridad también, y el miedo a lo que pueda pasar se instala entre la gente. Todo ello retrasará la posible recuperación económica y retraerá el consumo, lo que hará más difícil lograr un crecimiento económico estable.

Como consecuencia de lo sucedido en la central nuclear de Fukushima se plantea el debate sobre la conveniencia de mantener esta fuente de energía o buscar sustitutos a la misma. Esto supondrá cambios en los planes energéticos de los países, sin que haya a corto plazo alternativas a la energía nuclear, y la realización de pruebas de estrés a las nucleares existentes, lo que significará costes añadidos. No cabe duda de que el tremendo accidente sufrido cuestiona aún más este tipo de energía.
Nunca he sido partidario de la energía nuclear. No soy un experto, pero mi negativa se debe a las lecturas que he hecho de personas que sí lo son y consideran que hay algunos asuntos importantes en lo que concierne a la seguridad que no se encuentran aún resueltos. Como quiera que un accidente nuclear puede tener consecuencias incontrolables y sus efectos sobre la salud adquieren bastante gravedad, esto me ha llevado a no ser partidario de esta fuente de energía y a preferir otras energías alternativas. El accidente de Chernóbil y otros menores afianzaban mis posiciones.
He discutido el tema con científicos destacados que, sin embargo, sí son partidarios de la energía nuclear. Ellos, por lo general, explican con conocimiento de causa la seguridad de las centrales modernas, y minimizan los peligros que otros contemplamos. El riesgo que puede suponer un terremoto o un atentado terrorista, siempre lo han considerado como una forma de tratar de buscar tres pies al gato, y de encontrar excusas externas a las garantías internas científicas y tecnológicas que tienen las centrales modernas y bien preparadas. Las centrales -se me argumentaba- estaban bien preparadas para afrontar un terremoto, y reunían una serie de garantías ante la eventualidad de un ataque terrorista.
Sin embargo, la tozudez de los hechos ha puesto de manifiesto que la seguridad no era tal, aunque en este caso no ha sido el terremoto, sino el tsunami, el que ha desencadenado el cataclismo nuclear. Lo que sí queda puesto en evidencia es que, a pesar de los avances, no existe suficiente protección ante los imponderables de la naturaleza. Todo ello afianza las posiciones de los que no somos partidarios de la energía nuclear. El debate, que tiene implicaciones técnicas y científicas, responde también a intereses económicos que no se pueden dejar de lado, y que en este caso son muy poderosos. El poder económico que se desenvuelve alrededor de la energía nuclear ha tratado de impedir que se investigue más en otras fuentes de energía, tratando de convencernos de que frente al petróleo, si queremos mantener nuestro nivel de vida actual, la única posibilidad es ésta.
En todo caso, se abre un futuro un tanto incierto ante la necesaria transición energética que hay que realizar. La crisis de Libia agudiza el problema y está suponiendo ya subidas de los precios del petróleo. Lo que puedan subir en los próximos meses dependerá del desarrollo de los acontecimientos. En suma, se viven años difíciles y de declive del sistema económico de relaciones actualmente existente. Se alzan por ello voces que piden un cambio, que es urgente y necesario. No obstante, los poderes económicos y políticos siguen aplicando las recetas de siempre. Estas respuestas acentúan la crisis política, económica y social que estamos viviendo. De seguir así nos adentramos por un precipicio si no se pone remedio antes. La economía mundial se enfrenta a una crisis estructural y no sirven recetas de corto plazo.
En Europa, la crisis portuguesa, económica y política, vuelve a poner encima de la mesa la situación del euro y de las políticas de ajuste. No se puede seguir apretándole las tuercas a la gente, mientras no se toman medidas frente al continuo enriquecimiento de grupos minoritarios de la población. La Unión Europa atraviesa una crisis profunda de la que no se sabe como salir. Hay que tomar conciencia de la gravedad de la situación en todos los ámbitos, y de que no se pueden resolver los problemas con pequeños parches, ya que está afectada, y profundamente, la estructura de la Unión Europea y el euro.

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