lunes, 7 de marzo de 2011

La batalla por los recortes presupuestarios

 Por Dean Baker *





Circula una nueva carta de economistas en la que se advierte sobre los males que ocurrirán si se producen grandes recortes en la inversión pública del presupuesto federal, como los Republicanos están reclamando actualmente. El argumento de la carta es correcto, pero no obstante es penoso ver que este tipo de cosas se distribuyen precisamente ahora. 
Puede que a los políticos en Washington les haya pasado desapercibido, pero estamos aún en medio de la peor recesión económica desde la Gran Depresión. La tasa de paro sigue en el 9% y prácticamente ningún analista, entre los que se incluyen los de la Administración, espera el retorno a los niveles normales en poco tiempo. Además de los parados, tenemos más de 8 millones de personas subempleadas y unos millones más que han renunciado a buscar trabajo.
En esos momentos era de esperar que tuviéramos un debate sobre un nuevo gran programa de estímulo. Al cabo, sí que sabemos cómo generar crecimiento y crear puestos de trabajo. Como una gran y creciente investigación muestra, tenemos que gastar dinero. Eso significa que decenas de millones de personas están sufriendo a causa del desempleo o del subempleo simplemente como resultado de una mala política económica.
Los políticos que podrían en principio presionar para un mayor estímulo han sido intimidados y silenciados por los grupos de presión empresariales y los medios de comunicación, que han decidido priorizar el déficit como la mayor y única preferencia económica. En este contexto, habría sido razonable esperar que una carta redactada por destacados economistas liberales [es decir, de algún tipo de izquierda, en la concepción de la palabra "liberal" en EEUU. NdT.], encabezados por Alan Blinder y Laura Tyson, dos de los principales economistas de la Administración Clinton, se centraría en la necesidad de impulsar la demanda y de crear empleos. Los economistas que no tienen que postularse para un cargo pueden decir tales cosas incluso cuando los políticos no pueden hacerlo. 
Pero no hay mención alguna al estímulo, sólo una súplica para no reducir la inversión pública. Esta súplica podría tomarse incluso como un respaldo implícito a los recortes del gasto en otras áreas como Medicare, Medicaid y la Seguridad Social. 
Para ser ecuánimes con los autores de la carta, el estado actual de la política en Washington es bastante sombrío desde un punto de vista progresista. Los Republicanos tuvieron una gran victoria el pasado otoño con el ascenso del ala conservadora. Parece prácticamente seguro que volverán a tomar el Senado en el 2012. Podría decirse que lo mejor a lo que se puede aspirar es proteger unas pocas y seleccionadas áreas de los recortes de gastos.
Mientras que eso puede ser cierto en este momento, es difícil ver esta vía como otra cosa que un camino más lento al desastre. Al cabo, nadie cree que la economía va a revolverse por medio de un tipo de presupuesto que provenga de un compromiso con los Republicanos. Y es prácticamente seguro que el Presidente Obama deberá rendir cuentas del estado de la economía en el 2012. Además, incluso si consigue ser reelegido, tendrá que bregar con el mismo tipo de oposición en el Congreso con la que debe enfrentarse hoy. Y, por supuesto, nadie en su sano juicio puede pensar que la situación económica actual es aceptable.
En algún momento, debemos hablar acerca de cambiar los términos del debate. Este es el tema sobre el que hay que machacar a nuestros dos mandamases economistas Demócratas. Podrían tratar de argumentar la razón por la que la economía necesita estímulos adicionales para volver a las tasas habituales de desempleo. Los Republicanos pueden bloquear esta vía, pero al menos la gente podría entonces entender que hay empleados o desempleados a causa de una decisión política, no por gracia divina. 
Si piensan que incrementar el estímulo es algo imposible en este momento, ¿por qué no abogar por el reparto del trabajo? Podemos alentar a los empleadores para que recorten las horas en lugar de despedir a la gente. Si podemos reducir la tasa de despidos aunque sea sólo el 10%, eso se traduciría en casi 2,5 millones de empleos adicionales en el transcurso del año.
En principio, este reparto del trabajo ni debería costar dinero alguno. Se trataría solamente de substituir las prestaciones por desempleo por los pagos para el trabajo a tiempo parcial. El reparto del trabajo es la razón de que la tasa de desempleo de Alemania haya caído en esta crisis, aunque ha tenido un crecimiento menor del PIB que los Estados Unidos.
Presionar por un mayor estímulo o por el reparto del trabajo podría al menos exponer una agenda positiva, en lugar de llegar a un acuerdo por un camino muy equivocado. Por supuesto, si nuestros jefes economistas Demócratas hubieran tenido una mayor visión de futuro, nunca hubiéramos estado en este lío para empezar.  
Podrían haber hablado sobre la burbuja inmobiliaria de 2002-2004, en el momento en el que  podría haber sido frenada sin destruir la economía. Mejor aún, podrían haber hablado sobre la burbuja bursátil en los años de Clinton antes de que dirigiera la economía de Estados Unidos por el camino del crecimiento impulsado por la burbuja.
Sería bueno que los planes de los Republicanos para derribar al Gobierno y/o desmantelar grandes áreas de inversión pública puedan ser frustrados. Pero los progresistas serios deben ir más allá de una situación en donde estamos eligiendo entre elecciones malas y peores. La gente que determina la agenda política de los Demócratas no lo va a conseguir.

Codirector del Center for Economic and Policy Research (CEPR).*

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