viernes, 25 de marzo de 2011

Mientras la economía global tiembla, la capital de nuestra nación está jugando

 Por Robert Reich *






¿Por qué no responde Washington?
La tercera economía del mundo sufre un gigantesco terremoto, un tsunami y peligros de irradiación. Una guerra civil en Libia y tumultos en el Medio Oriente provocan la subida de los precios del petróleo crudo. Malas cosechas en todo el mundo hacen que el costo de los alimentos se dispare.
Todo esto significa precios más altos. Los consumidores norteamericanos, que aún no se recuperan de la pérdida del empleo y de reducciones de salario, serán golpeados duramente. (Los precios mayoristas de los alimentos aumentaron casi 4 por ciento en febrero, el mayor incremento en más de un cuarto de siglo.)
Incluso antes de esas sacudidas globales, la recuperación de EE.UU. era frágil. La confianza del consumidor está en el punto más bajo de los últimos cinco meses. Más de 14 millones de norteamericanos siguen desempleados, y la cifra de empleados en relación con nuestra población total está casi en su punto más bajo de la historia.
Así que cualquiera pensaría que nuestros representantes electos quisieran evitar una repetición de lo que sucedió en la segunda mitad de 2010, cuando la frágil recuperación comenzó a detenerse. Ciertamente quieren evitar una doble recesión.
Cualquiera pensaría que están creando cohetes propulsores para contrarrestar estas fuerzas recesionistas –liberando un mayor gasto, haciendo una exención de los primeros $20 000 dólares de ingresos provenientes del impuesto de nómina, imponiendo una moratoria a las ejecuciones de hipotecas por parte de los bancos, brindando a los norteamericanos otros seis meses de prórroga para presentar su declaración de impuestos, dando en préstamo a los estados el dinero que necesiten para evitar más de sus propias reducciones en el presupuesto.
Piensen una vez más.
Sorprendentemente, el debate en Washington es acerca de si se rebajan $10 mil millones o $61 mil millones del presupuesto federal entre ahora y el 30 de septiembre.
El Líder de la Mayoría de la Cámara de Representantes Eric Cantor expuso de manera sucinta hace poco la visión republicana: “Menos gasto del gobierno significa más empleos en el sector privado”.
En el pasado me he preguntado si son truhanes o tontos. Ahora estoy seguro.
A los republicanos no les importaría una recaída de la recesión de aquí al Día de las Elecciones de 2912. Se imaginan que es la manera segura de expulsar a Obama de la presidencia. Ellos saben que cuando la economía va en picada, los electores siempre destituyen al jefe. Son realmente truhanes.
¿Y qué decir de los demócratas? La mayoría de ellos saben de la fragilidad de la economía, pero temen decirlo porque la Casa Blanca quiere presentar una mejor imagen.
Y la  mayor parte de ellos temen hacer un llamado a hacer lo que hay que hacer, porque contradice tanto el tema dominante en nuestro país de reducir el déficit que temen que se les margine. Así que lo único que pueden hacer es murmurar “no recorten tanto”. Son realmente tontos.
La economía norteamericana está flirteando con otro descenso en un momento en que la economía global se tambalea y la mayoría de los norteamericanos aún tienen problemas económicos. Pero nada se hace en la capital de nuestra nación, porque los truhanes y los tontos están al mando.


Profesor Chancellor de Política Pública en la Universidad de California en Berkeley.*

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