Por Juan Torres Lopez
Resulta que los Bancos centrales se olvidan de establecer condiciones normativas que obliguen o al menos incentiven a que los Bancos se dediquen efectivamente a financiar a las economías y, al no hacerlo, resulta que los Bancos utilizan el dinero que reciben de la banca central para otros usos.
La actividad económica es un conjunto de procesos y de relaciones entre sujetos, instituciones y entorno interconectados sistémicamente. Aunque haya actividades singulares, el conjunto no puede funcionar “a trozos”, como si la economía se tratase de una simple suma de compartimentos estancos. Y mucho menos, en una época de gran apertura e internacionalización de todas las economías.
Por eso es estúpido tratar de arreglar los problemas de índole general que puedan afectarle (que son los que generalmente requieren respuestas más eficaces) “trozeando” las soluciones. Por ejemplo, aplicando por un lado la política fiscal y por otra la monetaria, o la de empleo, o la industrial o la energética… sin procurar que todas contemplen la situación económica que tratan de solucionar en su conjunto y estén suficientemente coordinadas.
Por esta razón, la actual concepción del Banco Central Europeo, concebido como un simple ejecutor de medidas monetarias orientadas a combatir el único problema de la inflación (por muy importante que llegara a ser) con independencia de otros relativos al crecimiento de la actividad, del empleo o el bienestar, es un error de gran calibre y de fatales consecuencias.
Puede ocurrir, como voy a explicar enseguida que está ocurriendo ahora, que incluso tratando de frenar el alza de los precios con su política monetaria lo que termina produciendo, porque mira simplemente a ese objetivo sin tener en cuenta a la economía en su conjunto, es lo contrario, que los precios suban y se desestabilice la economía.
Hace unos días advertí que esta posibilidad iba a darse a propósito de la anunciada subida de tipos del Banco Central Europeo, lo que me llevó a calificar a los Bancos centrales como el brazo torpe de la lucha contra la inflación (Los Bancos centrales, el brazo torpe de la lucha contra la inflación). Ahora quisiera referirme a otro efecto perverso del mismo tipo que están provocando algunos Bancos centrales al renunciar a controlar las condiciones de entorno en que se mueve la liquidez que inyectan en las economías y que viene creando serios problemas a la economía mundial.
Como es bien sabido, desde hace meses, los Bancos centrales de los países más poderosos vienen concediendo grandes cantidades de liquidez y a tipos muy bajos a los Bancos (en realidad con tipos reales negativos porque están por debajo de la inflación) al mismo tiempo que sigue proponiendo medidas restrictivas para frenar, según dicen, la posible subida de precios.
Teóricamente, llevan a cabo ese “estímulo monetario” para favorecer que los Bancos que reciben la liquidez la destinen a financiar a empresas y consumidores y así se recupere la actividad y el empleo.
Pero el problema es que los Bancos centrales llevan a cabo esta política como si fuesen un cajón estanco, es decir, sin tomar en cuenta otros factores económicos e institucionales que están influyendo en el uso que hacen los Bancos de la liquidez que reciben.
Así, resulta que los Bancos centrales se olvidan de establecer condiciones normativas que obliguen o al menos incentiven a que los Bancos se dediquen efectivamente a financiar a las economías y, al no hacerlo, resulta que los Bancos utilizan el dinero que reciben de la banca central para otros usos. Y como además la liquidez que están proporcionando los Bancos centrales es a muy corto plazo resulta que se incentiva que los Bancos que la reciben la utilicen también a corto, lo que les lleva a la realización de operaciones puramente especulativas, porque las que implican creación de riqueza productiva lógicamente requieren un plazo más largo para proporcionar rentabilidad
Concretamente, lo que está pasando en los últimos tiempos es que la banca internacional utiliza la liquidez barata que le proporcionan los Bancos centrales de Europa, Japón, Inglaterra o Estados Unidos para practicar el llamado “carry trade”.
Esto último es simplemente una práctica normalmente realizada con operaciones a corto plazo consistente en financiarse con menos coste allí donde los tipos están bajos para invertir en donde los tipos están más altos.
¿Qué están haciendo los Bancos privados que reciben la liquidez barata de estos Bancos centrales? Pues sencillamente, y en lugar de financiar a sus economías, destinarla a llevar a cabo operaciones financieras (compras a corto de divisas o de otros activos financieros) en los países donde los tipos son más altos porque la crisis ha hecho menos mella (los ahora llamados países emergentes, a quienes la entrada de estos capitales especulativos les provoca serios problemas) o a comprar deuda de países más afectados (como sabemos que ha pasado con los de la periferia europea), o a realizar inversiones especulativas en los mercados de materias primas, sobre todo en los de cereales, petróleo y metales preciosos.
La política monetaria que llevan a cabo los Bancos centrales prácticamente se limita a dar o quitar dinero a los Bancos pero sin limitar su capacidad de hacer lo que quieran con esos recursos. Y así resulta que al no obligar y ni siquiera incentivar el uso productivo de la financiación que les presta, los Bancos centrales son los que están provocando que suban los precios de productos y recursos estratégicos que terminan por hacer que suba la inflación en los países que dependen de ellos sin que, al mismo tiempo, aumente allí la actividad y el empleo. Los Bancos centrales crean inflación. Y o solo eso sino que así dificultan también la recuperación económica, provocan ellos mismos las perturbaciones financieras ligadas a la especulación que deberían combatir, causan malestar social, escasez y hambre como consecuencia de la subida del precio de los alimentos.
Este es el resultado, en el mejor de los casos, de la equivocada concepción de la economía que mantienen los Bancos centrales y que les lleva pensar que pueden resolver algún problema actuando solo y por su cuenta y riesgo en los flujos monetarios sin preocuparse de los reales y que simplemente dando dinero a los Bancos van a lograr qué estos financien convenientemente a las economías.
Es un error porque mientras que haya plena libertad de movimientos de capital y ningún control sobre el tipo de operaciones que pueden llevar a cabo los Bancos y los grandes poseedores de liquidez, los recursos van a ir allí donde encuentren mayor rentabilidad y en menor plazo de tiempo, lo que es casi totalmente incompatible, como la experiencia viene demostrando, con garantizar a la economía productiva la financiación que necesita.
Eso en el mejor de los casos, porque en el peor, lo que ocurre no es simplemente que los banqueros centrales tengan esta concepción fragmentaria equivocada de la economía sino que sean en realidad socios y cómplices de los grandes inversores privados y que conscientemente se estén limitando a proporcionarles las mejores condiciones para que ganen dinero, con independencia de los problemas que eso pueda ocasionar al resto de la sociedad, a los empresarios que crean empleo, a los trabajadores y al conjunto de la población.
Y lo peor del caso es que cuando los Bancos centrales se encuentran con que los precios comienzan a subir, precisamente como consecuencia de que dejan que los capitales se muevan con plena libertad y de que renuncian a los incentivos y controles que permitirían que se dedicaran a financiar la creación de riqueza productiva, tal y como acabo de señalar, lo que hacen entonces es proponer medidas restrictivas de la actividad y no de la especulación, de modo que hunden aún más a las economías. Y así es como los Bancos centrales dominados por estas ideas terminan por ser un verdadero cáncer que las corroe sin descanso.
Los poderes públicos representativos, los gobiernos y los parlamentos, deberían controlar y vigilar mucho más de cerca a los Bancos centrales. Estos no pueden actuar sobre la economía con independencia de los objetivos que estos otros poderes establezcan en cada momento y no pueden someterla a la lógica del poder monetario privatizado que les domina. No se puede consentir que se impongan a la sociedad, entre otras cosas, porque ni siquiera han sido capaces de demostrar su competencia.
Resulta que los Bancos centrales se olvidan de establecer condiciones normativas que obliguen o al menos incentiven a que los Bancos se dediquen efectivamente a financiar a las economías y, al no hacerlo, resulta que los Bancos utilizan el dinero que reciben de la banca central para otros usos.
La actividad económica es un conjunto de procesos y de relaciones entre sujetos, instituciones y entorno interconectados sistémicamente. Aunque haya actividades singulares, el conjunto no puede funcionar “a trozos”, como si la economía se tratase de una simple suma de compartimentos estancos. Y mucho menos, en una época de gran apertura e internacionalización de todas las economías.
Por eso es estúpido tratar de arreglar los problemas de índole general que puedan afectarle (que son los que generalmente requieren respuestas más eficaces) “trozeando” las soluciones. Por ejemplo, aplicando por un lado la política fiscal y por otra la monetaria, o la de empleo, o la industrial o la energética… sin procurar que todas contemplen la situación económica que tratan de solucionar en su conjunto y estén suficientemente coordinadas.
Por esta razón, la actual concepción del Banco Central Europeo, concebido como un simple ejecutor de medidas monetarias orientadas a combatir el único problema de la inflación (por muy importante que llegara a ser) con independencia de otros relativos al crecimiento de la actividad, del empleo o el bienestar, es un error de gran calibre y de fatales consecuencias.
Puede ocurrir, como voy a explicar enseguida que está ocurriendo ahora, que incluso tratando de frenar el alza de los precios con su política monetaria lo que termina produciendo, porque mira simplemente a ese objetivo sin tener en cuenta a la economía en su conjunto, es lo contrario, que los precios suban y se desestabilice la economía.
Hace unos días advertí que esta posibilidad iba a darse a propósito de la anunciada subida de tipos del Banco Central Europeo, lo que me llevó a calificar a los Bancos centrales como el brazo torpe de la lucha contra la inflación (Los Bancos centrales, el brazo torpe de la lucha contra la inflación). Ahora quisiera referirme a otro efecto perverso del mismo tipo que están provocando algunos Bancos centrales al renunciar a controlar las condiciones de entorno en que se mueve la liquidez que inyectan en las economías y que viene creando serios problemas a la economía mundial.
Como es bien sabido, desde hace meses, los Bancos centrales de los países más poderosos vienen concediendo grandes cantidades de liquidez y a tipos muy bajos a los Bancos (en realidad con tipos reales negativos porque están por debajo de la inflación) al mismo tiempo que sigue proponiendo medidas restrictivas para frenar, según dicen, la posible subida de precios.
Teóricamente, llevan a cabo ese “estímulo monetario” para favorecer que los Bancos que reciben la liquidez la destinen a financiar a empresas y consumidores y así se recupere la actividad y el empleo.
Pero el problema es que los Bancos centrales llevan a cabo esta política como si fuesen un cajón estanco, es decir, sin tomar en cuenta otros factores económicos e institucionales que están influyendo en el uso que hacen los Bancos de la liquidez que reciben.
Así, resulta que los Bancos centrales se olvidan de establecer condiciones normativas que obliguen o al menos incentiven a que los Bancos se dediquen efectivamente a financiar a las economías y, al no hacerlo, resulta que los Bancos utilizan el dinero que reciben de la banca central para otros usos. Y como además la liquidez que están proporcionando los Bancos centrales es a muy corto plazo resulta que se incentiva que los Bancos que la reciben la utilicen también a corto, lo que les lleva a la realización de operaciones puramente especulativas, porque las que implican creación de riqueza productiva lógicamente requieren un plazo más largo para proporcionar rentabilidad
Concretamente, lo que está pasando en los últimos tiempos es que la banca internacional utiliza la liquidez barata que le proporcionan los Bancos centrales de Europa, Japón, Inglaterra o Estados Unidos para practicar el llamado “carry trade”.
Esto último es simplemente una práctica normalmente realizada con operaciones a corto plazo consistente en financiarse con menos coste allí donde los tipos están bajos para invertir en donde los tipos están más altos.
¿Qué están haciendo los Bancos privados que reciben la liquidez barata de estos Bancos centrales? Pues sencillamente, y en lugar de financiar a sus economías, destinarla a llevar a cabo operaciones financieras (compras a corto de divisas o de otros activos financieros) en los países donde los tipos son más altos porque la crisis ha hecho menos mella (los ahora llamados países emergentes, a quienes la entrada de estos capitales especulativos les provoca serios problemas) o a comprar deuda de países más afectados (como sabemos que ha pasado con los de la periferia europea), o a realizar inversiones especulativas en los mercados de materias primas, sobre todo en los de cereales, petróleo y metales preciosos.
La política monetaria que llevan a cabo los Bancos centrales prácticamente se limita a dar o quitar dinero a los Bancos pero sin limitar su capacidad de hacer lo que quieran con esos recursos. Y así resulta que al no obligar y ni siquiera incentivar el uso productivo de la financiación que les presta, los Bancos centrales son los que están provocando que suban los precios de productos y recursos estratégicos que terminan por hacer que suba la inflación en los países que dependen de ellos sin que, al mismo tiempo, aumente allí la actividad y el empleo. Los Bancos centrales crean inflación. Y o solo eso sino que así dificultan también la recuperación económica, provocan ellos mismos las perturbaciones financieras ligadas a la especulación que deberían combatir, causan malestar social, escasez y hambre como consecuencia de la subida del precio de los alimentos.
Este es el resultado, en el mejor de los casos, de la equivocada concepción de la economía que mantienen los Bancos centrales y que les lleva pensar que pueden resolver algún problema actuando solo y por su cuenta y riesgo en los flujos monetarios sin preocuparse de los reales y que simplemente dando dinero a los Bancos van a lograr qué estos financien convenientemente a las economías.
Es un error porque mientras que haya plena libertad de movimientos de capital y ningún control sobre el tipo de operaciones que pueden llevar a cabo los Bancos y los grandes poseedores de liquidez, los recursos van a ir allí donde encuentren mayor rentabilidad y en menor plazo de tiempo, lo que es casi totalmente incompatible, como la experiencia viene demostrando, con garantizar a la economía productiva la financiación que necesita.
Eso en el mejor de los casos, porque en el peor, lo que ocurre no es simplemente que los banqueros centrales tengan esta concepción fragmentaria equivocada de la economía sino que sean en realidad socios y cómplices de los grandes inversores privados y que conscientemente se estén limitando a proporcionarles las mejores condiciones para que ganen dinero, con independencia de los problemas que eso pueda ocasionar al resto de la sociedad, a los empresarios que crean empleo, a los trabajadores y al conjunto de la población.
Y lo peor del caso es que cuando los Bancos centrales se encuentran con que los precios comienzan a subir, precisamente como consecuencia de que dejan que los capitales se muevan con plena libertad y de que renuncian a los incentivos y controles que permitirían que se dedicaran a financiar la creación de riqueza productiva, tal y como acabo de señalar, lo que hacen entonces es proponer medidas restrictivas de la actividad y no de la especulación, de modo que hunden aún más a las economías. Y así es como los Bancos centrales dominados por estas ideas terminan por ser un verdadero cáncer que las corroe sin descanso.
Los poderes públicos representativos, los gobiernos y los parlamentos, deberían controlar y vigilar mucho más de cerca a los Bancos centrales. Estos no pueden actuar sobre la economía con independencia de los objetivos que estos otros poderes establezcan en cada momento y no pueden someterla a la lógica del poder monetario privatizado que les domina. No se puede consentir que se impongan a la sociedad, entre otras cosas, porque ni siquiera han sido capaces de demostrar su competencia.
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