lunes, 9 de mayo de 2011

El terror económico, al orden del día: sí, estamos en una depresión

 Por Mike Whitney *





El pasado martes, Gallup informaba de que “más de la mitad de los norteamericanos dice que la economía se halla en recesión, a pesar de los datos oficiales, empeñados en mostrar una recuperación moderada (…). La encuesta Gallup del 20-23 de abril (…) descubrió que sólo el 27% dice que la economía crece. El 29% dice que la economía se halla en una depresión, y el 26% dice que se trata de una recesión, mientras otro 16% dice que está en desaceleración”.
El 55% de los norteamericanos creen que estamos en una depresión o en una recesión, 5 años después del estallido de la burbuja inmobiliaria (2006) y 3 años después del colapso de Lehman Brothers (2008). Los resultados obtenidos por Gallup cuadran con los de otras encuestas que revelan una creciente desesperación en la opinión pública. Por ejemplo, Globescan descubrió que una buena cantidad de norteamericanos han dejado totalmente de creer en el capitalismo de libre mercado, mientras que otros sondeos muestran una menguante confianza en las instituciones gubernamentales, en la Reserva federal, en el Congreso, en el sistema judicial y en los medios de comunicación.
He aquí lo que se dice en el New York Times:
“De acuerdo con el último sondeo de opinión de New York Times/CBS News, los norteamericanos son ahora más pesimistas que en ningún otro momento desde el segundo mes de la presidencia de Obama respecto de las perspectivas económicas y respecto de la dirección general de la nación. Durante los dos primeros meses de Obama el país se hallaba todavía inmerso en la Gran Recesión (…)
Captando lo que parece ser un abrupto cambio de actitud, el sondeo muestra que el número de norteamericanos que creen que la economía va a peor ha saltado 13 puntos porcentuales en sólo un mes (…).
La frustración respecto de la senda del crecimiento económico no ha hecho sino crecer: en octubre pasado, un 28% de encuestados decía que la economía empeoraba; en este último sondeo, lo cree el 39%.” ("Nation’s Mood at Lowest Level in Two Years", Poll Shows, New York Times.)
Ni toda la publicidad con “sonrisa Profidén” ha conseguido alterar la opinión pública, convencida de que las cosas van a peor. Y las cosas van, en efecto, a peor, salvo que uno sea ejecutivo de un fondo de inversiones libres o pertenezca a la exquisita crema y nata de Goldman Sachs. Para éstos, las cosas nunca fueron mejor. La Fed ha inundado el mercado con el combustible supersónico de los bajos tipos de interés y el Todo-Va-Bien-En-El-Mundo-De-La Burbuja-De-Wallstreet. Pero si eres uno de los 3 millones de los currantes más pringados, lo más probable es que estés cruzando los dedos a fin de mes a la espera de que el crédito de tu tarjeta no haya rebasado los límites cuando vayas a pagar en la charcutería, so pena de salir sonrojado por donde has entrado. He aquí una cita del Wall Street Journal, en que se explicas los logros de la Fed:
“Desde el 27 de agosto del pasado año –el día en que Ben Bernanke puso las bases de su segunda flexibilización cuantitativa o QE2—, los inversores se han lanzado a inversiones de mayor riesgo. Desde el 26 de agosto, el índice bursátil Standard&Poor’s para 500 valores ha ganado un 28%.  Valores más pequeños y generalmente de mayor riesgo han tenido mejores resultados todavía, con el índice Russell 2000 para pequeñas empresas en cabeza, con unas ganancias del 41%. (…)
“Los bonos de las corporaciones empresariales se han disparado, y los precios de las materias primas también han subido espectacularmente. El oro ha subido un 22% desde el 26 de agosto, y la plata, un 143%, batiéndose en ambos casos marcas nominales históricas. Hasta la demanda de títulos hipotecarios subprime, tan denostados como causantes de la crisis financiera, vuelve a crecer.” ("Fed Searches for Next Step", Wall Street Journal.)
Al alza, al alza, y más al alza. Todo al alza. El índice S&P’s, un 28%; el índice Russell, un 41%; y hasta se registra una febril demanda de títulos hipotecariamente respaldados. Gracias a las alegres políticas monetarias de Bernanke, los mercados están disparados, mientras que los trabajadores languidecen en un hundimiento sin fin, apenas capaces de llegar a fin de mes. La disparidad entre ricos y pobres es mayor ahora que en ningún otro momento desde la Era de la Codicia [el último tercio del siglo XIX; T.], y no hay indicios de que la cosa vaya a revertirse. Los ricos se hacen más ricos, y el resto va camino de despeñarse por la pendiente de la pauperización.
Entretanto, el dólar sigue su carrera cuesta abajo, erosionando el poder de compra de los consumidores y forzando a la población trabajadora a optar entre el depósito de gasolina o el dentista de la pequeña Jenny. La mayoría opta por la gasolina. Así, al menos, pueden acudir a la fábrica el lunes para reventarse con otra semana de trabajos penosos. Más del Wall Street Journal: 
“El dólar cayó el martes a mínimos de muchos años frente a las principales divisas, socavado por una irrecibible amalgama de políticas monetarias laxas y desequilibrios fiscales que quitaron a los inversores las ganas de apoyar a un billete verde destrozado (…) Lo que ha resultado primordialmente negativo para el dólar ha sido la laxa política monetaria de la Reserva Federal. En un mercado en que los inversores gravitan hacia activos de mayores rendimientos, el dólar ha sido abandonado por los comerciantes de títulos, que parecen sentirse más cómodos con los euros, aun a pesar de que Europa se halla en lucha abierta por contener una crisis de deuda que lleva ya dos años arreciando.
“’La fuerza directriz es la política monetaria [estadounidense], y el pie de página, la política fiscal. Sabemos que se acerca un tren descarrilado, y eso inquieta a la gente’, dijo Andrew Busch, estratega para política global de divisas en BMO Capital Markets.”  ("Dollar Tumbles With US Monetary, Fiscal Policy In Focus", Wall Street Journal).
“Tren descarrilado”: buena metáfora. El desmayado billete verde está causando sufrimiento real en hogares que se encuentran ahora menos capaces de ahorrar, o de devolver deudas que heredaron del estallido de la burbuja inmobiliaria, cuando el valor de su casa comenzó a caer por debajo del valor de su deuda hipotecaria. Ahora pagan precios más altos en la gasolinera o en la charcutería, y se quedan sin dinero disponible para otros usos, incluidas las emergencias de salud. Si Sammy se cae en el gimnasio de la escuela y se rompe la clavícula, el gasto resultante se acumulará en la tarjeta VISA, y eso, con suerte, es decir, si la tarjeta de crédito no ha rebasado ya el límite: ¡qué afortunado!
Pero el problema real son los puestos de trabajo. Simplemente, no los hay, y nadie en Washington quiere hacer nada al respecto. En su columna del viernes, Paul Krugman soltaba esto:
“El mes pasado, mas de 14 millones de norteamericanos estaban en el paro, de acuerdo con la definición oficial (…) Millones más trabajaban a tiempo parcial, porque no podían encontrar empleos a tiempo completo. Y no estamos hablando de privaciones temporales. El desempleo a largo plazo, otrora una rareza en este país, se ha convertido en algo demasiado normal: más de cuatro millones de norteamericanos han estado fuera del mundo laboral durante un año o más. (…)
“Diríase que todo eso, sumado, constituye un argumento claro para que se actúe más. Sin embargo, el señor Bernanke acaba de dejar dicho que ha hecho ya todo lo que probablemente puede llegar a hacer. ¿Por qué?”  ("The Intimidated Fed", Paul Krugman, New York Times)
Sí, ¿por qué? Si el programa de Bernanke de compra de bonos públicos (QE2) fue un éxito tan manifiesto, ¿por qué, entonces, o vuelve a ponerlo por obra y consigue que la gente vuelva a trabajar? ¿Es eso preguntar demasiado? Hay 14 millones de desempleados, 42 millones acogidos a las cartillas de alimentación, los sin techo no paran de crecer, los desahucios se elevan a 2 millones por año y la mayoría de la gente cree que estamos en una depresión. ¿No crees que podrías echarnos una mano, Benny?
¿Tienes alguna idea de lo malo que es realmente el desempleo? Échale un vistazo a esto que aparece en Calculated Risk:
“Hay actualmente (marzo de 2011) en los EEUU 130.738 millones de puestos de trabajo asalariado. En enero de 2000 había 130.781 millones. Así pues, han pasado once años, y no se ha registrado aumento alguno del volumen de puestos de trabajo asalariado.
“Y el ingreso familiar medio en dólares constantes era de 49.777 en 2009. Apenas por encima de los 43.309 dólares de 1997, y por debajo de los 51.100 dólares de 1998 (…).
“Hay actualmente 7,25 millones de puestos de trabajo asalariado menos que antes del comienzo de la recesión en 2007. Ahora tenemos a 13,5 millones de norteamericanos en el paro; otros 8,4 millones están trabajando a tiempo parcial por razones económicas, y cerca de 4 millones más de trabajadores han abandonado la fuerza de trabajo. De los desempleados, 6,1 millones han estado en el paro durante seis meses o más.” ("More than a Lost Decade", Calculated Risk.)
¡Un década entera sin crear puestos de trabajo! Nadie es contratado, los salarios están congelados, y el desbordante déficit por cuenta corriente actual suministra cada años  500 mil millones de dólares para la creación de nuevos puestos de trabajo en el extranjero. Y todo lo que Obama pretende hacer es discursear sobre la necesidad de reducir los déficits.
¿Y qué pasa con los puestos de trabajo que han volado? ¿O no se trataba de buenos puestos de trabajo? Quiero decir: al menos permitían a un tipo poner comida en la mesa y pagar las facturas, ¿no?
Pues no.
Ahora mismo, cerca de 65 millones de los 130 millones de puestos de trabajo existentes en nuestro país pagan entre 55.000 y 60.000 dólares al año. En otras palabras: proporcionan un “salario para vivir”, que permite a las familias no caer en una pobreza abyecta. Los otros 65 millones de trabajadores se arrastran con trabajos a tiempo parcial o con trabajillos malpagados e ingresan entre 20.000 y 25.000 dólares al año.
Esta es, pues, la situación (de acuerdo con David Stockman): desde 2007, hemos perdido 6,5 millones de puestos de trabajo bien remunerados, sin que hayamos sido capaces de crear ninguno. Todo el crecimiento se ha dado entre los puestos de trabajo con bajos salarios.
Dice Stockman:
“En la última década, hemos perdido un 10% de la economía de ingresos medios, y hasta donde alcanza ahora mismo la pretendida recuperación, no hemos conseguido recuperar ni uno sólo de los 6,5 millones de puestos de trabajo de clase media perdidos. (…) En esta economía, la distribución del ingreso se ha convertido en un problemón, y la cosa va a peor, no a mejor.” (David Stockman: Lack of Middle Class Jobs plus Low Growth equals "Alleged Recovery", Yahoo Finance.)
¿Un antiguo reaganita hablando de “distribución del ingreso”? Ahora es un tipo que provoca escándalo.
Línea de fondo: los puestos de trabajo bien remunerados se exportan a ultramar, empujando al abismo a las clases medias trabajadoras norteamericanas. Y la situación empeora, porque ahora mismo incluso los puestos de trabajo con bajo salario se hacen más y más difíciles de encontrar. Échenle un vistazo a esto, procedente de Bloomberg:
“McDonald’s y sus franquicias contrataron a 62.000 personas en los EEUU luego de recibir más de un millón de solicitudes, dijo hoy la compañía con sede en Oak Brook, Illinois, en una declaración divulgada por correo electrónico…”. (Bloomberg News.)
¡Un millón de solicitudes para servir hamburguesas! Con eso está dicho todo.
Así pues, en resolución, hasta los puestos de trabajo más serviles y degradantes están escaseando, o que da una prueba adicional de que nos hallamos en una depresión. Al propio tiempo, las cifras de desempleo han empezado de nuevo a crecer, arrojando más sombras aún sobre la pretendida “recuperación”. Los nuevos casos registrados de paro ascendieron a  25.000 en la tercera semana de abril. Las empresas están recortando costes para enfrentarse al alza de los precios de las materias primas, que están mermando beneficios. Una vez más, las cifras de desempleo han batido la marca con 400.000 por tres semanas, apuntando a una mayor debilidad de la economía.
En el Wall Street Journal puede leerse:
“En el pasado año, cerca de 1 millón de estadounidenses fueron incapaces de encontrar trabajo tras agotárseles la cobertura de desempleo, según sugieren datos ofrecidos el martes por el Departamento de Trabajo (…).
“Cerca de 8,2 millones de trabajadores en paro recibían cobertura de desempleo al terminar la semana del 9 de abril, dijo el Departamento de Trabajo en su informe semanal sobre el desempleo. Se puede comparar esa cifra con los cerca de 10,5 millones de individuos que el año pasado, en la misma época, recibían subsidios: ¡2,3 millones menos!.” ("One Million exhausted jobless benefits in past year", Wall Street Journal.)
Ese el navajazo más cruel. También el más confundente. Por un lado, las gentes que, sin comerlo ni beberlo, han perdido el puesto de trabajo se han visto arrojadas a las filas del paro, abocadas a un mundo de pobreza demoledora. Mientras que, por otro lado, al perder los subsidios de desempleo contribuyen a rebajar las cifras de desempleo, lo que da a la política obamista del “no hagas nada” un vislumbre de eficacia. Un mal por partida doble, pues.
Para terminar, esta nota sobre los salarios del antiguo Secretario del Trabajo bajo Clinto, Robert Reich:
“La noticia económicamente más relevante de este primer trimestre de 2011 es la de la caída de los salarios reales (…). A fin de mantener los puestos de trabajo que tienen, millones de norteamericanos están aceptando reducciones salariales. Y si ya han sido despedidos, la única manera de encontrar un nuevo trabajo es aceptar salarios todavía más bajos.
“La contracción salarial está poniendo a las familias norteamericanas en una esquizoide situación de doble vínculo. Antes de la recesión, eran capaces de pagar las facturas porque disponían de dos nóminas. Ahora lo más probable es que dispongan de una y media, o de sólo una, y en proceso de contracción (…)
La recuperación económica sin creación de puestos de trabajo que están experimentando los EEUU se está convirtiendo en una recuperación si salarios. Lo que apunta a unas probabilidades de nueva recesión harto mayores que el riesgo de inflación. ("The wageless recovery", Robert Reich's blog.)
¿Quién habló de “doble zambullida en la crisis”?
Los salarios se contraen, los puestos de trabajo escasean, se extinguen los subsidios de paro y el dólar se desploma. ¿Se puede dudar de que estamos en medio de una depresión?

Analista político independiente que vive en el estado de Washington y colabora regularmente con la revista norteamericana CounterPunch.*

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