Por Paul Krugman *
Hace unos años, uno de mis vecinos, un ingeniero ruso exiliado, me hizo una observación sobre su país de adopción. "EE UU parece muy rico", me dijo, "pero nunca he visto a nadie haciendo realmente nada". Eso era un poco injusto, pero no del todo (y a medida que fue pasando el tiempo, se volvió cada vez más cierto). A mediados de la década pasada, yo solía bromear diciendo que los estadounidenses se ganaban la vida vendiéndose casas unos a otros, casas que pagaban con dinero prestado de China. La industria manufacturera, en su día la mayor fortaleza de EE UU, parecía estar en declive terminal.
Pero puede que eso esté cambiando. La industria es uno de los puntos positivos de una recuperación decepcionante en general, y hay indicios -preliminares, pero esperanzadores a pesar de todo- de que podría estar produciéndose una prolongada mejoría. Y hay algo más que deberían saber: si quienes critican desde la derecha los esfuerzos por rescatar la economía se hubiesen salido con la suya, esa mejoría no estaría teniendo lugar.
Esta es la historia hasta la fecha: en los años noventa, el empleo en el sector de las manufacturas en EE UU era más o menos estable. Desde 2000, sin embargo, empezó a caer en picado. La recesión de 2001 golpeó con dureza al sector, mientras que la expansión alimentada por la burbuja de mediados de la década -una expansión caracterizada por un enorme aumento del déficit comercial- le pasó de largo. Hacia diciembre de 2007 había 3,5 millones menos de trabajadores en la industria estadounidense que en 2000; varios millones de empleos más desaparecieron durante la recesión que se produjo a continuación.
Hasta ahora, solo se ha recuperado un puñado de estos puestos de trabajo perdidos. Pero, como he dicho, hay indicios de un cambio de tendencia.
Es crucial el hecho de que el déficit comercial de la industria manufacturera parece estar reduciéndose. En este momento solo es aproximadamente la mitad de grande, expresado como porcentaje del PIB, de lo que era durante el apogeo de la burbuja inmobiliaria, y hay más mejorías a la vista. Boston Consulting Group, que actualmente prevé un "renacimiento de la industria" en EE UU, cita a importantes empresas estadounidenses como Caterpillar, que en su día trasladaron la producción al extranjero, pero que ahora la están trayendo de vuelta. Al mismo tiempo, empresas de otros países, especialmente europeas, están trasladando la producción a EE UU. Y se ha evitado un posible desastre: el sector automovilístico de EE UU, al que muchos daban por muerto hace tan solo dos años, ha capeado el temporal. En concreto, General Motors ha tenido ahora cinco trimestres seguidos con buenos beneficios.
El corazón industrial de EE UU encabeza ahora la recuperación económica. En agosto de 2009, Michigan tenía una tasa de paro del 14,1%, la más alta del país. Hoy esa tasa ha bajado hasta el 10,3%, todavía por encima de la media nacional, pero una mejora enorme no obstante.
No pretendo insinuar que todo sea maravilloso en la industria manufacturera estadounidense. Hasta ahora, la recuperación del empleo es pequeña, y hay muchos puestos nuevos en la industria que no ofrecen buenos sueldos o prestaciones. El renacer de las manufacturas no va a hacer que la reforma sanitaria sea innecesaria ni va a suprimir la necesidad de un buen colchón de seguridad social.
Aun así, es mejor tener esos empleos que ninguno. Lo que me lleva a los escépticos de derechas. Primero: ¿qué está impulsando el giro en nuestro sector manufacturero? La principal respuesta es que el dólar estadounidense ha bajado respecto a otras monedas, lo que ha contribuido a dar una ventaja en costes a la industria ubicada en EE UU. Resulta que un dólar más débil era justo lo que la industria estadounidense necesitaba.
Sin embargo, la Reserva Federal se encuentra sometida a presiones intensas por parte de la derecha para que refuerce el dólar en vez de debilitarlo. Hace unos meses, Paul Ryan, el presidente del Comité Presupuestario de la Cámara, le reprochaba a Ben Bernanke su incapacidad para endurecer la política monetaria, y declaraba: "Lo más insidioso que un país puede hacerles a sus ciudadanos es devaluar su moneda". Si Bernanke hubiese cedido a esa clase de presión, la industria habría continuado con su declive imparable.
Y luego está el asunto del sector automovilístico, que probablemente se habría hundido si el presidente Obama no hubiese tomado cartas en el asunto para rescatar a General Motors y a Chrysler. Porque esas empresas habrían entrado en liquidación casi con total seguridad y habrían cerrado todas sus fábricas. Y esta liquidación habría perjudicado al resto del sector automovilístico de EE UU a medida que algunos proveedores esenciales también se fueran a pique. Cientos de miles de puestos de trabajo estaban en juego.
Sin embargo, Obama fue cruelmente criticado por tomar medidas. Un congresista republicano declaró que el rescate automovilístico formaba parte de la "guerra contra el capitalismo" de la Administración. Otro insistía en que cuando los Gobiernos intervienen en una empresa, "el desastre que se produce a continuación es predecible". Pues resulta que no lo era tanto.
Así que aunque todavía tengamos una economía con gravísimos problemas, una buena noticia es que los estadounidenses, una vez más, están empezando en verdad a hacer cosas. Y lo estamos haciendo gracias, en gran parte, al hecho de que la Reserva Federal y la Administración de Obama hicieron caso omiso de los nefastos consejos de los derechistas, ideólogos que, enfrentados a la evidencia, siguen afirmando que saben algo sobre cómo generar prosperidad.
Profesor de economía en Princeton y premio Nobel de 2008.*
Hace unos años, uno de mis vecinos, un ingeniero ruso exiliado, me hizo una observación sobre su país de adopción. "EE UU parece muy rico", me dijo, "pero nunca he visto a nadie haciendo realmente nada". Eso era un poco injusto, pero no del todo (y a medida que fue pasando el tiempo, se volvió cada vez más cierto). A mediados de la década pasada, yo solía bromear diciendo que los estadounidenses se ganaban la vida vendiéndose casas unos a otros, casas que pagaban con dinero prestado de China. La industria manufacturera, en su día la mayor fortaleza de EE UU, parecía estar en declive terminal.
Pero puede que eso esté cambiando. La industria es uno de los puntos positivos de una recuperación decepcionante en general, y hay indicios -preliminares, pero esperanzadores a pesar de todo- de que podría estar produciéndose una prolongada mejoría. Y hay algo más que deberían saber: si quienes critican desde la derecha los esfuerzos por rescatar la economía se hubiesen salido con la suya, esa mejoría no estaría teniendo lugar.
Esta es la historia hasta la fecha: en los años noventa, el empleo en el sector de las manufacturas en EE UU era más o menos estable. Desde 2000, sin embargo, empezó a caer en picado. La recesión de 2001 golpeó con dureza al sector, mientras que la expansión alimentada por la burbuja de mediados de la década -una expansión caracterizada por un enorme aumento del déficit comercial- le pasó de largo. Hacia diciembre de 2007 había 3,5 millones menos de trabajadores en la industria estadounidense que en 2000; varios millones de empleos más desaparecieron durante la recesión que se produjo a continuación.
Hasta ahora, solo se ha recuperado un puñado de estos puestos de trabajo perdidos. Pero, como he dicho, hay indicios de un cambio de tendencia.
Es crucial el hecho de que el déficit comercial de la industria manufacturera parece estar reduciéndose. En este momento solo es aproximadamente la mitad de grande, expresado como porcentaje del PIB, de lo que era durante el apogeo de la burbuja inmobiliaria, y hay más mejorías a la vista. Boston Consulting Group, que actualmente prevé un "renacimiento de la industria" en EE UU, cita a importantes empresas estadounidenses como Caterpillar, que en su día trasladaron la producción al extranjero, pero que ahora la están trayendo de vuelta. Al mismo tiempo, empresas de otros países, especialmente europeas, están trasladando la producción a EE UU. Y se ha evitado un posible desastre: el sector automovilístico de EE UU, al que muchos daban por muerto hace tan solo dos años, ha capeado el temporal. En concreto, General Motors ha tenido ahora cinco trimestres seguidos con buenos beneficios.
El corazón industrial de EE UU encabeza ahora la recuperación económica. En agosto de 2009, Michigan tenía una tasa de paro del 14,1%, la más alta del país. Hoy esa tasa ha bajado hasta el 10,3%, todavía por encima de la media nacional, pero una mejora enorme no obstante.
No pretendo insinuar que todo sea maravilloso en la industria manufacturera estadounidense. Hasta ahora, la recuperación del empleo es pequeña, y hay muchos puestos nuevos en la industria que no ofrecen buenos sueldos o prestaciones. El renacer de las manufacturas no va a hacer que la reforma sanitaria sea innecesaria ni va a suprimir la necesidad de un buen colchón de seguridad social.
Aun así, es mejor tener esos empleos que ninguno. Lo que me lleva a los escépticos de derechas. Primero: ¿qué está impulsando el giro en nuestro sector manufacturero? La principal respuesta es que el dólar estadounidense ha bajado respecto a otras monedas, lo que ha contribuido a dar una ventaja en costes a la industria ubicada en EE UU. Resulta que un dólar más débil era justo lo que la industria estadounidense necesitaba.
Sin embargo, la Reserva Federal se encuentra sometida a presiones intensas por parte de la derecha para que refuerce el dólar en vez de debilitarlo. Hace unos meses, Paul Ryan, el presidente del Comité Presupuestario de la Cámara, le reprochaba a Ben Bernanke su incapacidad para endurecer la política monetaria, y declaraba: "Lo más insidioso que un país puede hacerles a sus ciudadanos es devaluar su moneda". Si Bernanke hubiese cedido a esa clase de presión, la industria habría continuado con su declive imparable.
Y luego está el asunto del sector automovilístico, que probablemente se habría hundido si el presidente Obama no hubiese tomado cartas en el asunto para rescatar a General Motors y a Chrysler. Porque esas empresas habrían entrado en liquidación casi con total seguridad y habrían cerrado todas sus fábricas. Y esta liquidación habría perjudicado al resto del sector automovilístico de EE UU a medida que algunos proveedores esenciales también se fueran a pique. Cientos de miles de puestos de trabajo estaban en juego.
Sin embargo, Obama fue cruelmente criticado por tomar medidas. Un congresista republicano declaró que el rescate automovilístico formaba parte de la "guerra contra el capitalismo" de la Administración. Otro insistía en que cuando los Gobiernos intervienen en una empresa, "el desastre que se produce a continuación es predecible". Pues resulta que no lo era tanto.
Así que aunque todavía tengamos una economía con gravísimos problemas, una buena noticia es que los estadounidenses, una vez más, están empezando en verdad a hacer cosas. Y lo estamos haciendo gracias, en gran parte, al hecho de que la Reserva Federal y la Administración de Obama hicieron caso omiso de los nefastos consejos de los derechistas, ideólogos que, enfrentados a la evidencia, siguen afirmando que saben algo sobre cómo generar prosperidad.
Profesor de economía en Princeton y premio Nobel de 2008.*
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