Por Michael R. Krätke *
Miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO, es profesor de política económica y derecho fiscal en la Universidad de Ámsterdam, investigador asociado al Instituto Internacional de Historia Social de esa misma ciudad y catedrático de economía política y director del Instituto de Estudios Superiores de la Universidad de Lancaster en el Reino Unido.*
El Banco Central chino y los directores de los fondos estatales del gigante asiático comienzan a perder la paciencia: no hay ya, en su opinión, absolutamente nada que ganar con la declinante liquidez de los EE.UU., y sí mucho que perder.
Ben Bernanke, el presidente de la Reserva Federal (Fed) estadounidense, ha mantenido heroicamente su presidencia. Desde comienzos de año la Fed compró en masa bonos del tesoro estadounidense para, con más de 1'5 billones de dólares en bonos del tesoro en la cartera, convertirse en el principal acreedor del propio estado. Aún muy poco como para mantener a raya el descontento de China, Japón, Reino Unido y los estados del Golfo, sus acreedores extranjeros. Como ocurriera ya durante el verano del 2008, cuando Pekín urgió al rescate de los gigantes hipotecarios Fannie Mae y Freddie Mac, los chinos también empezaron a ponerse esta vez nerviosos. Por segunda vez la agencia de calificación china Dagong Global Credit ha rebajado crudamente la calificación crediticia de los préstamos estatales de los EE.UU. y amenaza todavía con una calificación aún peor. El presidente de Dagong, Guan Jianzhong, aclara que los EE.UU. se encuentran ya en situación de quiebra financiera. Mientras tanto, no son ningún secreto las preocupaciones del Banco Central chino hacia la aventurera política presupuestaria de los EE.UU., que perjudica gravemente los intereses chinos.
China sigue siendo, con más de 1'5 billones de dólares en bonos del tesoro estadounidense, el acreedor más comprometido con los EE.UU., a mucha distancia de todos los demás. Más de la mitad de las reservas de divisas chinas de 3'2 billones de dólares son préstamos denominados en dólares. Una bancarrota de los EE.UU. haría que toda esta riqueza monetaria se derritiese velozmente. Aunque el Congreso y la Casa Blanca consigan en el último minuto alcanzar un consenso para aumentar el techo de deuda, Dagong quiere aún presionar la calificación de los Estados Unidos ya que el gobierno no ha mostrado hasta la fecha tener ningún proyecto para una reducción efectiva de la deuda y el discurso ser en ningún caso una recuperación basada en el auge autosostenido. Nuevos programas de estímulo económico son de todo punto imposibles: la política monetaria expansiva de Obama está agotada.
Desde 2009 China ha interpretado honradamente el papel de prestador de los EE.UU. y aumentado más de un tercio sus depósitos de deuda pública norteamericana. Con ello se llega a la conclusión: el declive del dólar y la crisis del presupuesto estadounidense no dejan a los chinos otra opción que despedirse de Chimérica. Con ello no se busca abandonar la posesión y la adquisición de bonos del tesoro estadounidenses, sino promover un cambio de dirección. Desde comienzos de año, los directores de los fondos estatales chinos se han decantado por aumentar las inversiones en los préstamos europeos y en bonos del estado de los países emergentes. Esta maniobra ha ido acompañada de su opuesta y la compra de deuda estadounidense se ha visto claramente reducida. De los más de 250 mil millones de dólares en reservas de divisas que China ha reunido desde enero de 2011, fluyeron sólo 46 mil millones en bonos del tesoro estadounidense: un cambio evidente. Desde 2007 los chinos han ido acumulando más de la mitad de su crecimiento anual en reservas de divisas del presupuesto estadounidense.
Los actuales préstamos para la financiación de los programas de rescate europeos fueron comprados en el instante en porcentajes de hasta un 40% por los bancos o fondos del estado chinos. Ya en el otoño de 2008 Hungría escapó a la bancarrota gracias a los enormes créditos del país asiático. Sin ninguna duda, los intereses que rinden títulos de deuda pública de la zona euro son bastante atractivos. Igualmente importante para los chinos es la estabilización de la Unión Europea y el espacio monetario europeo, para ellos el mercado más seguro del mundo.
La propia crisis de deuda
Si los chinos apoyan a la zona euro, es que también para ellos el euro emerge como moneda rival del dólar. Desplazar al dólar como moneda de reserva mundial puede significar para los chinos conseguir una moneda artificial consistente en dinero procedentes de créditos a partir de un cesto de divisas de dólares, euros, yenes, libras como francos suizos. De llegar a ocurrir sería para China un paso más para competir seriamente con los centros de las finanzas mundiales en Nueva York y Londres y convertir el yuan en una moneda mundial completamente convertible. Si este plan tiene éxito o no, dependerá de cómo la República Popular gestione su propia deuda, ya que desde el estallido de la crisis financiera mundial en otoño de 2008 los planes de estímulo económico consistieron mayormente en financiar créditos multimillonarios para los gobiernos provinciales: más de 14 billones de yuanes (1'5 billones de euros) fluyeron en proyectos de infraestructuras. En este sentido, la República Popular China, de modo similar a los Estados Unidos, ha tenido que combatir el sobreendeudamiento de muchas regiones: crecen los llamados a los programas de rescate y a la restructuración de la deuda. La propia crisis de deuda china refuerza la intención del país de abstenerse en el futuro con los arriesgados créditos exteriores a los EE.UU.
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