lunes, 15 de agosto de 2011

El capitalismo salvaje toma las calles

Por David Harvey *






El Daily Mail los llamó “adolescentes nihilistas y salvajes”; jóvenes enloquecidos de todos los ámbitos de la vida correteando por las calles e irreflexiva y desesperadamente lanzando ladrillos, piedras y botellas a los policías mientras aquí saqueaban y allá encendían hogueras, jugando con las autoridades al gato y al ratón en una carrera de “agarra-todo-lo-que-puedas” mientras se 'twitteaban' para acudir de un objetivo a otro.

Me llamó la atención el uso de la palabara “salvaje” (feral). Me recordó cómo los communards en el París de 1871 eran retratados como animales salvajes, como hienas que merecían ser ejecutadas sumariamente en nombre de la santidad de la propiedad privada, la moral, la religión y la familia, algo que sucedió poco después con frecuencia. Pero entonces la palabra me llevó a otra asociación: a Tony Blair atacando a los “medios de comunicación salvajes” (feral media) que le habían alojado cómodamente en el bolsillo izquierdo de Rupert Murdoch sólo para ser sustituido cuando Murdoch se sacó de su bolsillo derecho a David Cameron.

Veremos por supuesto el inevitable debate histérico entre quienes se inclinan a ver los disturbios como una cuestión de pura, desbridada e inexcusable criminalidad, y quienes ansían contextualizar los hechos contra el telón de fondo de una mala política: el racismo continuo, la persecución injustificada de los jóvenes y las minorías, el desempleo masivo entre los jóvenes, la creciente privación social y una miope política de austeridad que nada tiene que ver con la economía y sí con la perpetuación y consolidación del poder y la riqueza personales. Algunos puede que incluso lleguen a acercarse a condenar tímidamente las características alienantes de los trabajos carentes de sentido de estos jóvenes, características también de su vida cotidiana en el medio del inmenso, pero mal distribuido, potencial para el florecimiento humano.

Con suerte, se formarán comisiones de investigación que repetirán lo que se dijo de Brixton y Toxteth en los años de Thatcher. Y digo “con suerte”, porque los instintos salvajes del actual Primer ministro parecen más inclinados a permitir el uso de los cañones de agua, lanzar los gases lacrimógenos y las balas de goma mientras pontifica grandilocuentemente sobre la pérdida de valores morales, el declive del civismo y el triste deterioro de los valores familiares y la disciplina entre la juventud descarriada.

Pero el problema es que vivimos en una sociedad en la que el capitalismo mismo se ha convertido en algo desenfrenadamente salvaje. Políticos salvajes mienten a su costa, banqueros salvajes saquean las cuentas públicas hasta dejarlas vacías, directores ejecutivos, operadores de fondos de inversión libre y genios de la arquitectura financiera se apoderan de la riqueza, las compañías de teléfonos y tarjetas de crédito cargan misteriosos costes en las facturas de todo el mundo, los tenderos inflan los precios, y, en la cima de la pirámide, los estafadores y artistas del timo juegan el trile en los escalafones más altos del mundo político y empresarial.

Una economía política de desposesión masiva está a la orden del día, una economía política de prácticas depredadoras que han llegado hasta el robo a plena luz, particularmente de los más pobres y vulnerables, de la gente común y de los más desprotegidos legalmente. ¿Todavía cree alguien que es posible encontrar a un capitalista honesto, a un banquero honesto, a un político honesto, a un tendero honesto o a un agente de policía honesto? Sí que existen. Pero sólo como una minoría a la que todos los demás contempla como estúpidos. Espabílate. Consigue beneficios fáciles. ¡Defrauda y roba! Las posibilidades de que te cojan son mínimas. Y en cualquier caso, hay un sinfín de maneras de blindar la riqueza personal de los costes de un proceso por malversación empresarial.

Lo que digo puede sonar chocante. La mayoría de nosotros no lo ve porque no quiere. Ciertamente, ningún político se atreve a decirlo y la prensa sólo tendrá espacio para cubrir de desprecio a quien sostenga esta opinión. Pero me atrevo a pensar que quienes participaron en los disturbios saben exactamente a lo que me refiero. Ellos sólo están haciendo lo que todos los demás, aunque de otra manera: más descarada, más visible y en las calles. El thatcherismo desencadenó los instintos salvajes del capitalismo (los “espíritus animales” del emprendedor, cómo los llamaban con cierto apuro) y no ha surgido nada para frenarlos desde entonces. La tala y quema es abiertamente el lema de las clases dirigentes casi en todas partes.

Ésta es la nueva normalidad en que vivimos. Esto es de lo que la próxima gran comisión de investigación debería ocuparse. Cualquiera, no sólo los alborotadores, debería ser llamado a declarar. El capitalismo salvaje debería ser juzgado por crímenes contra la humanidad así como por crímenes contra la naturaleza.

Tristemente, esto es lo que los inconscientes participantes en los altercados no puede ver o pedir. Todo conspira para prevenirnos de verlo y también de pedirlo. Esta es la razón por la que el poder político se viste a toda prisa con la toga de la superioridad moral y la razón untuosa, para que nadie pueda verlo como lo que es sin ella: algo irracional, estúpido y corrupto.

Pero hay varios rayos de esperanza en el mundo: los movimientos de indignados en España y Grecia, los impulsos revolucionarios en Latinoamérica, los movimientos campesinos en Asia, todos ellos son comienzos de ver más allá del enorme engaño con el que el capitalismo mundial, depredador y salvaje, ha cubierto el mundo. ¿Cuánto tiempo nos llevará al resto darnos cuenta y reaccionar? ¿Cómo podemos comenzar otra vez de nuevo? ¿Qué dirección deberíamos de tomar? Las respuestas no son fáciles. Pero una cosa sabemos con seguridad: sólo podemos obtener las respuestas correctas haciendo las preguntas correctas. 

Geógrafo, sociólogo urbano e historiador social marxista de reputación académica internacional. Entre sus libros traducidos al castellano: Espacios de esperanza (Akal, Madrid, 2000) y El nuevo imperialismo (Akal, Madrid, 2004). Actualmente, es Distinguished Professor en el CUNY Graduate Center de Nueva York. *

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