Por Alejandro Nadal *
Según Obama, Estados Unidos siempre será una nación AAA. Suena un poco ingenuo su desplante, pero en cierto sentido, tiene razón. En los dos días que siguieron el anuncio de la calificadora Standard & Poor’s, los inversionistas del mundo entero parecen haber enloquecido. Los índices de cotizaciones en el mercado bursátil de todas las plazas importantes se desplomaron.
Los inversionistas huyeron de los mercados accionarios y se refugiaron en lo que tradicionalmente han sido las inversiones más seguras, entre ellas los bonos del Tesoro estadounidense. Es como si los inversionistas se hubieran puesto de acuerdo para enviar a S&P un mensaje claro: no nos importa su calificación. La búsqueda de abrigo seguro en los bonos del Tesoro parecería ser exactamente el comportamiento opuesto al que se hubiera esperado después de la evaluación a la baja de la deuda estadounidense.
Si los inversionistas en los mercados financieros hubieran estado preocupados por la capacidad de Estados Unidos para solventar su deuda no hubieran corrido a colocarse al amparo de esos bonos del Tesoro ahora degradados de AAA a AA+. Al contrario, se hubiera esperado una huida frente a los bonos y un mayor despliegue de inversiones hacia los mercados accionarios, lo que hubiera accionado una alza en el índice de cotizaciones bursátil. ¿Cómo explicar este desplome de los mercados accionarios y la demanda de bonos?
Standard & Poor’s carga con un colosal desprestigio. Es corresponsable de la gestación de la crisis porque nunca titubeó en otorgar el rango más alto a títulos chatarra, sin investigar su contenido. De hecho, lo más probable es que si hubieran tratado de analizar el contenido de los vehículos de inversión estructurada, no hubieran podido entender los complejos mecanismos de los derivados en ellos involucrados. O sea que la credibilidad de Standard & Poor’s ha salido bastante maltrecha de esta crisis. El haber cometido un error de 2 billones de dólares en sus estimaciones sobre el déficit fiscal estadounidense no le ayuda mucho.
La mala reputación de S&P ha crecido al darse a conocer evidencia testimonial de que la calificadora informó de manera selectiva a ciertas instituciones sobre su decisión aun antes de anunciarla al público el viernes pasado. Un fondo de inversión realizó operaciones el jueves utilizando esta información privilegiada. De confirmarse lo anterior, se esperaría una investigación criminal por parte de la Securities Exchange Commission.
Pero ni la falta de credibilidad, ni la mala reputación de las calificadoras (no sólo de S&P) son las razones por la que los mercados actuaron en el sentido opuesto al que hubiera indicado la nueva calificación de Standard & Poor’s. La verdad de las cosas es que los inversionistas saben algo que S&P deja de lado.
En teoría, el grado de calificación es un indicador sobre la capacidad de un país para enfrentar sus compromisos de endeudamiento. Cuando un país declara una suspensión de pagos es porque no puede obtener las divisas necesarias para cubrir el servicio de su deuda. Pero en el caso de Estados Unidos ese país no necesita obtener otras divisas para pagar su deuda. Calificar el riesgo en AA+ o en AAA para la deuda estadounidense es un ejercicio superfluo y las agencias calificadoras debería evitar entrar en ese terreno.
Sólo razones poderosas pudieron empujar a S&P a aventurarse en esta trayectoria. Una puede ser el deseo de marcar la insatisfacción del sector financiero con el acuerdo sobre el déficit y la deuda en el Congreso estadounidense. Para justificar su decisión, S&P señaló que la irresponsabilidad política durante el debate sobre la deuda afectó negativamente la capacidad del gobierno de ese país para administrar sus finanzas. Además, señaló que el acuerdo en el congreso para reducir el déficit está muy por debajo de lo que se necesita para frenar la espiral de endeudamiento del gobierno estadounidense. La realidad es que el sector financiero quiere resultados más rápidos y tangibles en el desmantelamiento del estado de bienestar. Su proyecto sigue siendo la plena restauración del proyecto neoliberal a ultranza.
Ahora S&P tendrá que actuar en consecuencia y bajarle la calificación a otros países (Francia e Italia) y a muchas otras instituciones bancarias, aseguradoras y de inversión. Grandes bancos europeos probablemente saldrían mal parados de esta reducción, lo que no ayudará a enfrentar la crisis del euro.
La recuperación hoy está más lejos que nunca y el gobierno estadounidense está atado de manos. Europa enfrenta su propia debacle y China tendrá que resolver una colosal burbuja de bienes raíces. Desde esa perspectiva, la vacilación que impera en el mercado bursátil contrasta con la certeza de que la recesión persistirá. Pareciera que los inversionistas huyeron del mercado accionario para refugiarse en el último reducto de confianza porque saben que la austeridad fiscal y una nueva modalidad de trampa de liquidez conducen necesariamente a la profundización de la crisis.
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