Por Dean Baker*
Conforme nos preparamos a celebrar el tercer aniversario
de la bancarrota de Lehman Brothers y la consiguiente crisis financiera, es
buen momento de evaluar la situación y preguntarnos qué ha cambiado. La
respuesta no es alentadora.
Muy poco ha cambiado en lo tocante a las realidades
sobre el terreno o al debate intelectual sobre cuestiones económicas en los
últimos tres años. Los bancos "demasiado grandes para derrumbarse"
son mayores que nunca como resultado de las fusiones inducidas por la crisis.
Los beneficios del sector financiero sobrepasan hoy la porción de las
ganancias empresariales previa a la crisis, y los salarios y primas de los
ejecutivos de nuevo alcanzan lo más alto de la burbuja.
Ninguno de los ejecutivos que impulsaron y empaquetaron
hipotecas fraudulentas ha ido a la cárcel. Hasta quienes se enfrentaron a
demandas civiles, como Angelo Mozilo, de Countrywide, [1] han salido sin duda
adelante después de haber pagado grandes indemnizaciones para resolver sus
pleitos.
Y los responsables políticos en la cumbre que nos guiaron
hasta el desastre económico siguen estando estupendamente. Cuando el antiguo
presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, no anda cobrando sus sueldo
de siete cifras de Pimco [Pacific Investment Management Co.], el mayor fondo de
bonos del país, comparte su sabiduría con el mundo en programas dominicales de
tertulia matutina.
Y lo que es más importante, lo que se entiende que
es su sabiduría ha sido escasamente cuestionado. Los bancos centrales de
todo el mundo todavía mantienen como meta política principal, si no
la única, un 2% de inflación. Actúan como si nada de lo que ha sucedido en
el mundo pudiera conseguir que pongamos en cuestión esta política.
En cierto modo, se trata de un giro increíble en el curso
de los acontecimientos. No obstante, debería haber sido completamente
previsible. La misma gente que controlaba las palancas clave del poder antes
del derrumbe siguió controlándolas después del derrumbe. Crearon una historia
oficial y se aseguraron de que la gente oyera poco más.
En esta historia oficial, la causa del desfallecimiento
económico fue la crisis financiera, la cual, a su vez, fue provocada por la
proliferación de complejos instrumentos financieros, que, a lo que parece,
visto retrospectivamente, nadie entendía por completo. Según este punto de
vista, fue sólo la mala suerte lo que sorprendió a Greenspan,
Bernanke y compañía. Puede que fueran abiertamente optimistas respecto a la
autorregulación de los mercados financieros, pero nadie podía esperarse que
sucediera algo semejante al maremoto financiero que siguió a Lehman.
De hecho, en la historia oficial se supone que hemos de
dar gracias por no habernos visto inmersos en una segunda Gran Depresión.
Si bien esta perspectiva resulta absurda a primera vista (la primera Gran
Depresión fue resultado de 10 años de políticas fracasadas, no de errores cometidos
al inicio), quienes ostentan puestos de poder y responsabilidad repiten sin
parar esta idea una y otra vez.
Resulta bastante perturbador que los ambiciosos de
la industria financiera y sus apoyos del mundo de la política puedan devastar
la economía y arruinar millones de vidas, y seguir manteniendo el control de la
política sin sufrir ellos mismo apenas las consecuencias. Pero, ¿porqué
tendríamos que esperar otra cosa?
Todos los aduladores de Greenspan en los medios de
comunicación [2] y el mundo de la política no iban a confesar el hecho de que
habían estado rindiendo culto a un tipo que era un negado para los fundamentos
de la economía. Por tanto, tenían todas las razones del mundo para perpetuar la
historia del "imprevisible desastre". Lo mismo vale para la
profesión de economista. Al fin y al cabo, al evangelio de Greenspan había sido
objeto de amplia adhesión por parte de los gobernadores de los bancos centrales
y quienes aspiraban a serlo en todas partes. La Reserva Federal dedicó su
reunión de 2005 con los gobernadores de bancos centrales y economistas
jefes a una retrospectiva consagrada a Greenspan.[3] Debatieron si Greenspan
era el mayor gobernador de un banco central de todos los tiempos. Esta
camarilla había invertido ingentemente en la línea argumental de
Greenspan.
Ni los economistas de altísimas credenciales ni los
informadores de economía y negocios de los principales difusores de
noticias podían decir que el tipo al que habían reverenciado tenía
problemas con la aritmética básica. Porque dejemos esto de
verdad, de verdad claro: tenía problemas con la aritmética básica.
Sólo hace falta saber aritmética de tercero de primaria
para darse cuenta de que la burbuja inmobiliaria había crecido
desmedidamente en relación a los fundamentos del mercado inmobiliario. No hubo
explicación que pasara la prueba de la risa para el hecho de que el precio
de la vivienda difiriese claramente de su tendencia a largo plazo y de los
alquileres, creando una burbuja que llegó a un tope de más de ocho billones de
dólares. Esto se podía advertir como mínimo en fecha tan temprana como
2002.[4]
Y era fácil ver que esta burbuja era la que impulsaba la
economía, lo mismo empujando la construcción a niveles nunca vistos en el
conjunto del PIB que llevando a un auge del consumo que deprimió la tasa de
ahorro a cero. Nada había en la bolsa de trucos de la Fed que pudiera
substituir el 8% del PIB (es decir, 1,2 billones de dólares) de la demanda
impulsada por la burbuja cuya pérdida hubo de soportar la economía
cuando reventó la burbuja inmobiliaria.
Así pues, este desastre era previsible al ciento por
ciento para quienes sabían aritmética; la única cuestión era el cuándo y la
naturaleza exacta del proceso. Pero la historia posterior a la crisis la han
contado casi enteramente quienes fueron responsables de la crisis. Y no tenían
desde luego intención de confesar el hecho de que carecen casi por
completo de la capacidad de pensar por sí mismos.
Esto significaba poner de relieve la crisis financiera y
la complejidad de los CDS (credit default swaps), los CDO (collaterised debt
obligations) y otros complejos instrumentos financieros...y echar tierra encima
de la sencilla historia de la burbuja inmobiliaria. Hasta que los
progresistas no tengan suficiente poder para imponer las sencillas leyes de la
aritmética en los debates económicos, no podremos hacer progresos para influir
en la política. Por desgracia, la aritmética sigue hoy tan
apartada de la economía como lo estaba antes de que se viniera abajo
Lehman Brothers.
Notas del t.:
[1] "Mozilo ha tenido que
pagar un total de 67,5 millones de dólares. La mayoría de esa cantidad se
ha destinado a devolver a los antiguos inversores ganancias obtenidas de
su presunta fechoría, y la pagará el Bank of America de acuerdo con un
convenio de indemnización con Mozilo. Mozilo paga cerca de 23 millones de
dólares de su propio bolsillo como pena". The Washington Post,
15 de octubre de 2008
[2] Por ejemplo, Maestro:
Greenspan´s Fed and the American Boom, (Simon& Schuster, Nueva
York, 2000), el libro ditirámbico que le dedicó Bob Woodward, el célebre
periodista de Watergate. v
[3] “The Greenspan Era:
Lessons for the Future” fue el título del simposio organizado por la oficina de
la Reserva Federal de Kansas City del 25 al 27 de agosto de 2005, al que
asistieron como participantes y ponentes, entre otros, en una lista que no
tiene en absoluto desperdicio: Jean-Claude
Trichet, presidente del Banco Central Europeo, Lucas Papademos,
vicepresidente del Banco Central Europeo, Donald J. Johnston, secretario general de la OCDE, Jean-Philippe
Cotis, economista jefe de la OCDE, Anne
O. Krueger, subdirectora gerente del Fondo Monetario Internacional, Mervyn A. King, gobernador del Banco
de Inglaterra, Kazumasa Iwata,
vicegobernador del Banco de Japón, Tiff Macklem, vicegobernador del Banco del
Canadá, Xiaochuan Zhou,
gobernador del Banco Popular de China, Axel
Weber, gobernador del Bundesbank alemán, John Hurley, gobernador del Banco Central y la Autoridad de
Servicios Financieros de Irlanda, Arnout H. E. M., gobernador del Banco
Nacional de Holanda, Bodil Nyboe Andersen, presidente de la junta de
gobernadores del Banco Nacional de Dinamarca, Lars Heikenstein, gobernador del
Banco Central de Suecia, Svein Gjedrem, gobernador del Banco de Noruega, Eiríkur Gudnason, gobernador del Banco
Central de Islandia, Erkki Liikanen, gobernador del Banco de Finlandia, Yves
Mersch, presidente del Banco Central de Luxemburgo, Philipp Hildebrand, miembro de la Junta de Gobernadores del Banco
Nacional Suizo, Nicholas Garganas,
gobernador del Banco de Grecia, Hernán Martín Pérez Redrado, gobernador del
Banco Central de Argentina, Guillermo Ortiz, gobernador del Banco de México, Henrique de Campos Meirelles,
gobernador del Banco Central de Brasil, Vittorio Corbo, gobernador del Banco de
Chile, Umayya Toukan, gobernador del Banco Central de Jordania, Süreyya
Serdengeçti, gobernador del Banco Central de Turquía, Stanley Fischer, gobernador del Banco Central de Israel, Ric
Battellino, gobernador ayudante del Banco de la Reserva de Australia, Alan
Bollard, gobernador del Banco de la Reserva de Nueva Zelanda, Tito Mboweni,
gobernador del Banco de la Reserva de Sudáfrica, James Wolfensohn, expresidente del Banco Mundial, Lawrence Summers, presidente de la
Universidad de Harvard, Ben A. Bernanke,
presidente del Consejo de Asesores Económicos, Timothy Geithner, presidente y director ejecutivo del Banco de la
Reserva Federal de Nueva Cork, Robert
E. Rubin, director de Citigroup, Lewis Alexander, economista jefe de
Citigroup, Jacob A. Frenkel,
vicepresidente de American Internacional Group Inc. (AIG), Andrew Crockett, presidente de
JPMorgan Chase International, John Lipsky, vicepresidente del JPMorgan Chase, E. Gerald Corrigan, director gerente
de Goldman, Sachs and Co., William Dudley, economista jefe para EE.UU. de
Goldman, Sachs & Co., Richard Berner, economista jefe para los EE. UU. de
Morgan Stanley Inc., Mickey D. Levy, economista jefe del Banco de América, Martin Feldstein, presidente la
Oficina Nacional de Investigación Económica de los EE. UU., representantes de
las oficinas de la Reserva Federal norteamericana en Kansas City, Cleveland,
San Luis, Dallas, Boston, Chicago, Nueva Cork, San Francisco, y Richmond, Alan Budd, rector de la Universidad de
Oxford, Robert D. McTeer, jr., canciller de la Universidad de Texas A&M,
profesores de Columbia como Frederic Mishkin, Michael Woodford o R. Glenn
Hubbard, de Princeton como Lars Svensson, Alan S. Blinder o Ricardo Reis, de
Harvard, como N. Gregory Mankiw, de Stanford, como Robert E. Hall o John B.
Taylor, de Berkeley, como James Bradford Delong o Barry Eichengreen, de la
London School of Economics, como Hyun Song Shin, y corresponsales de Reuters,
Bloomberg, Associated Press, Dow Jones, The Wall Street Journal, Business
Week, The Economist, CNN, USA Today, The New York Times y
The Washington Post.
[4] Dean Baker, “The
Run-Up in Home Prices: Is it Real or Is it Another Bubble?” [“¿Es verdadero o
es otra burbuja el aumento de los precios de la vivienda?”], agosto 2002,
informe para el Center For Economic and Policy Research, cuyo resumen afirma:
“Este trabajo analiza si el aumento de los precios de la vivienda se asienta
sobre factores económicos fundamentales o se trata simplemente de una burbuja,
semejante a la del mercado de valores. Concluye que existe una burbuja
inmobiliaria. Si bien este proceso puede soportar precios en ascenso durante un
determinado periodo de tiempo, terminará por llegar a su fin”.
Codirector del Center for Economic and Policy Research (CEPR). *
Codirector del Center for Economic and Policy Research (CEPR). *
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