Sólo cuarenta años atrás, la mayoría
de los americanos se codeaba con vecinos de un muy amplio rango de niveles de
renta. Pero los ricos de hoy, según muestran los datos censales, se mantienen
bien alejados de los demás.
¿Cuántos vecindarios has visto con montones de
residentes ricos y escuelas pobres? O, al revés, ¿cuántos vecindarios has visto
con mayoría de residentes pobres y escuelas espléndidamente instaladas?
Preguntas tontas. Todos conocemos las respuestas. Los niños de barrios ricos no van a escuelas cuyos techos
tienen goteras, usan libros de texto ajados y emplean a maestros mediocres. Los
niños de barrios pobres, sí.
Y lo que vale para las escuelas, obviamente, vale
también para cualquier otro servicio público- desde parques y bibliotecas hasta
mantenimiento de calles y recolección de basura. Tu estarías mucho mejor, a
pesar de tener medios modestos, si alguno de tus vecinos tuviera más y mejores
medios de vida.
Hacia 1970, la gran mayoría de los americanos vivían
en barrios donde se mezclaban personas con altos y modestos niveles de ingresos.
Ya no es así. En efecto, como señala un nuevo estudio recientemente publicado
por la Fundación Russell Sage y la Universidad Brown, se ha doblado la
proporción de americanos que viven en vecindarios caracterizados por tener una
profunda segregación por ingreso.
Los ricos de América no se han hecho sólo más ricos,
como afirma el estudio realizado por los sociólogos de la Universidad de
Stanford, Sean Reardon y Kendra Bischoff. Se han vuelto además mucho más
proclives a vivir entre los de su misma condición económica. Lo mismo sucede
con los pobres.
Reardon y Bischoff utilizaron datos censales de todas
las áreas metropolitanas de los Estados Unidos con población superior a los
500.000 habitantes. Definen como “ricos” a aquellos barrios donde la mayoría de
las familias tienen ingresos que al menos superan en un 50% a la renta familiar
media del total del área metropolitana. Los barrios pobres tienen la mayor
parte de las familias percibiendo menos de los 2/3 de la renta media del área.
En 2007, los barrios de las áreas metropolitanas que
puntuaron como ricos en este esquema de investigación de Stanford tenían la
mitad de sus familias percibiendo alrededor de 112.500 dólares anuales. Los
barrios pobres, por el contrario, contaban con la mitad de sus familias
percibiendo menos de 50.000.
El estudio de Stanford encontró que casi una de cada tres
familias en las principales áreas metropolitanas de América, en 2007, estuvo o en
un barrio muy pobre o en uno muy rico.
En 1970, por el contrario, solo una de siete familias
americanas vivía en barrios considerados exclusivamente ricos o pobres.
En ese mismo año, el 65% de los americanos vivía en
vecindarios donde la mitad de las familias residentes eran de renta media. Para
2007, la proporción de familias que vivían en barrios de clase media cayó al
44%.
El aislamiento de los americanos ricos, apuntan los
autores de esta investigación sobre la segregación según nivel de renta, se
está volviendo cada vez más profundo que el aislamiento de los pobres. Y este
aislamiento, señalan, es de gran importancia.
“La creciente
concentración de ingresos y riqueza en un pequeño número de vecindarios”,
señalan los dos autores, “redunda en enormes desventajas para los demás
barrios, donde viven las familias de
rentas medias y bajas”.
New Jersey alberga algunas de las áreas más segregadas
en términos de ingreso del país, y esta segregación –señaló la semana pasada
Tom Moran, analista de Newark Star-Ledger– está ocasionando daños más
preocupantes en nuestra psique política.
La creciente segregación en términos de ingresos,
explica Moran, “significa que gente con diferentes medios no se relacione
demasiado, que sus hijos no jueguen juntos, que los padres no conversen a
través del cerco”.
En este ambiente segregado, la gente sabe cada vez menos
sobre los que no son como ella. Y abrazan los estereotipos más fácilmente. Los
políticos de barrios ricos, donde la gente rica sólo interactúa con otros ricos
estarán más predispuestos a abogar por los recortes presupuestarios de
austeridad.
Estos políticos no perciben las amenazas que la
austeridad representa para el bienestar de la gente real con necesidades
reales. Lo que ellos ven en la pobreza es “holgazanería”.
Este fenómeno ha estado sobrevolando la escena
política norteamericana desde que la moderna desigualdad comenzó a dispararse
en la década de 1980. En 1991, Robert Reich, quien pronto se convirtió en
Secretario de Trabajo, rotuló al fenómeno como la “secesión de los exitosos”.
Los más ricos de Estados Unidos, señaló Reich,
“sienten que cada vez está más justificado el pagar sólo aquello que es
necesario para asegurar que cada uno en su comunidad esté lo suficientemente
educado y tenga acceso a los servicios públicos que necesite para tener éxito”.
“El desafío
político” de la nación en las décadas por venir, afirmó Reich en 1991, “será
tratar de consolidar que continuemos siendo “una sociedad cuyos miembros han establecido
obligaciones duraderas entre sí”.
Estamos, nos dicen los datos de Stanford, perdiendo
definitivamente ese desafío.
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