Por Robert Skidelsky
Project Syndicate
Hay un consenso general de que los créditos bancarios excesivos provocaron la crisis de 2008-2009, y que la imposibilidad para recuperarse adecuadamente de dicha recesión radica en el rechazo de los bancos a otorgar créditos debido a sus hojas de balance “quebradas”.
Project Syndicate
Hay un consenso general de que los créditos bancarios excesivos provocaron la crisis de 2008-2009, y que la imposibilidad para recuperarse adecuadamente de dicha recesión radica en el rechazo de los bancos a otorgar créditos debido a sus hojas de balance “quebradas”.
La
historia típica preferida de partidarios de Friedrich von Hayek y la
escuela austriaca de economía cuenta que en el periodo previo a la
crisis los bancos ofrecieron más créditos a los prestatarios de lo que
los ahorradores habrían estado dispuestos a dar, gracias al crédito
barato que dieron los bancos centrales, en particular, la Reserva
Federal estadounidense. El dinero de los bancos centrales abundaba en
los bancos comerciales, que daban créditos para muchos proyectos malos
de inversión, y la explosión de la innovación financiera (especialmente
de instrumentos derivados) estimulaba el frenesí crediticio.
Esta
pirámide invertida de deuda se colapsó cuando la Reserva finalmente
frenó la fiebre de gasto mediante un aumento de las tasas de interés.
(La Reserva incrementó la tasa de los fondos federales de referencia de 1% en 2004 a 5.25% en 2006 y así la mantuvo hasta agosto de 2007). Como resultado, los precios de las viviendas cayeron dejando una estela de bancos zombis (cuyos pasivos superaban por mucho sus activos) y arruinaron a los prestatarios.
Ahora
parece que el problema es de volver a lanzar los créditos bancarios.
Los bancos dañados que no quieren otorgar préstamos de algún modo tienen
que sanearse. Este ha sido el objetivo de los vastos rescates en los
Estados Unidos y en Europa, seguidos de varias rondas de facilitación
cuantitativa, que sirvieron a los bancos centrales para imprimir dinero e
inyectarlo al sistema bancario a través de una serie de canales poco
ortodoxos. (Los Hayekianos se oponían a dicho método porque señalaban
que el crédito excesivo había provocado la crisis y no se podía salir de
ella otorgando más crédito).
Asimismo,
los sistemas regulatorios se han endurecido en todas partes para evitar
que los bancos pongan en riesgo nuevamente el sistema financiero. Por
ejemplo, además de su mandato de estabilizar los precios, al Banco de
Inglaterra se le ha encomendado la nueva tarea de mantener “la estabilidad del sistema financiero.”
Este
análisis aparentemente verosímil, depende de la idea de que la oferta
de crédito es esencial para un buen funcionamiento de la economía: mucho
dinero la arruina, y muy poco la destruye.
No
obstante, se puede ver desde otro punto de vista: que la demanda de
crédito en lugar de la oferta es un motor crucial de la economía.
Después de todo, los bancos están obligados a dar crédito sobre la base
de aval adecuado; y previo a la crisis, los precios crecientes de la
vivienda fungieron como tal. En otras palabras, la oferta de crédito
resultó de la demanda de crédito.
Así
pues, la cuestión del origen de la crisis adquiere otro enfoque. La
culpa no fue tanto de los acreedores depredadores sino de los deudores
imprudentes o engañados. Entonces, la pregunta que surge es: ¿Por qué
las personas querían tanto crédito? ¿Por qué en los días anteriores a la
recesión el coeficiente deuda-ingreso de los hogares se elevó a niveles nunca antes vistos?
Supongamos
que las personas son ambiciosas y que siempre quieren más de lo que les
permiten sus posibilidades. Entonces, ¿por qué se manifestó de modo tan
obsesivo esta ambición?
Para
dar una respuesta debemos ver lo que está pasando con la distribución
del ingreso. El mundo se estaba volviendo gradualmente rico, pero la
distribución del ingreso entre países se estaba haciendo cada vez más
desigual. Los ingresos medios se han estancado o incluso han caído en
los últimos treinta años, incluso cuando el PIB per cápita ha aumentado.
Esto significa que los ricos han estado acaparando una proporción
enorme del crecimiento de la productividad.
¿Y
qué hicieron los relativamente pobres para estar a la altura en este
mundo de expectativascrecientes? Hicieron lo que los pobres siempre han
hecho: endeudarse. En tiempos pasados se endeudaban con los
prestamistas; ahora se endeudan con los bancos o con las compañías de
tarjetas de crédito. Además, como su pobreza era relativa y los precios
de las viviendas aumentaban rápidamente, los acreedores con gusto les
permitían endeudarse cada vez más.
Por
supuesto, algunos estaban inquietos por la caída de la tasa de ahorro
de los hogares, pero pocos estaban demasiado preocupados. En uno de sus
últimos artículos, Milton Friedman, escribió que hoy los ahorros se
hacen en forma de casas.
Para
mí, este punto de vista explica mucho mejor que el enfoque ortodoxo por
qué después de todo el dinero que los bancos centrales han inyectado,
los bancos comerciales no han reanudado el crédito, y por qué la
recuperación económica se ha desacelerado. Así como los prestamistas no
obligaron al público a obtener créditos antes de la crisis, ahora
tampoco pueden obligar a los hogares fuertemente endeudados a obtener
créditos, o a las empresas a solicitar préstamos para expandir la
producción cuando los mercados están inactivos o contrayéndose.
En
resumen, la recuperación no solo responsabilidad de la Reserva, el
Banco Central Europeo o el Banco de Inglaterra. Necesita la
participación activa de los responsables del diseño de políticas
fiscales. Nuestra situación actual no requiere prestamistas de último
recurso, sino gastadores de último recurso, y ese papel solo lo pueden
desempeñar los gobiernos.
Si
los gobiernos, con sus ya elevados niveles de endeudamiento, creen que
ya no pueden pedir más crédito al público, entonces deben pedir crédito a
sus bancos centrales y gastar los fondos excedentes en obras públicas y
proyectos de infraestructura. Esta es la única forma de reactivar las
grandes economías occidentales.
Sin
embargo, más allá de esto, no podemos mantener un sistema que permite
que una parte tan grande del ingreso nacional se concentre en tan pocas
manos. La redistribución concertada de la riqueza y el ingreso ha sido a
menudo esencial para la supervivencia a largo plazo del capitalismo.
Estamos a punto de volver a aprender esa lección.
Robert Skidelsky, profesor emérito de Economía Política en la Universidad de Warwick y miembro de la Academia Británica de la historia y la economía, es un miembro de la Cámara de los Lores británica.
VERSION ORIGINAL: http://www.project-syndicate.org/commentary/the-need-for-redistribution-of-wealth-and-income-in-order-to-save-capitalism-from-its-current-crisis-by-robert-skidelsky
VERSION ORIGINAL: http://www.project-syndicate.org/commentary/the-need-for-redistribution-of-wealth-and-income-in-order-to-save-capitalism-from-its-current-crisis-by-robert-skidelsky
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