"Coloca a un joven en una máquina que tira de él dislocándolo, hacia arriba o hacia abajo; sus huesos se rompen en pedacitos, lo retiran y lo vuelven a poner así durante varios días consecutivos hasta que muera" (DAF de Sade, Las 120 jornadas de Sodoma, jornada 119)
Las imágenes de Atenas que vimos ayer eran imágenes de guerra civil. No es exagerado afirmarlo: incluso los enfrentamientos se cobraron víctimas (eran, por supuesto civiles, por supuesto también, trabajadores). Columnas de humo de los incendios y de las bombas lacrimógenas de la policía, jóvenes enmascarados hartos de no tener ningún futuro, ancianos indignados por la brutal rebaja de sus ya exiguas pensiones, una población que apenas contiene su ira frente al latrocinio abierto de su propio gobierno y de los mercados financieros. La vieja clase obrera fordista y el nuevo proletariado precario se encontraban ayer en la calle protestando contra el plan de austeridad terrorista impuesto por el Fondo Monetario Internacional y las instituciones europeas para evitar la bancarrota de Grecia. Contra las medidas ultraliberales impuestas a un gobierno elegido con un programa socialdemócrata. El chantaje es evidente: o se aceptan las medidas o el país entra en bancarrota y recesión con consecuencias gravísimas e imprevisibles. La democracia deja así de existir y el país se encuentra sometido a un protectorado económico.
Otros países esperan el ataque de los "mercados financieros". La plena dimensión de estos ataques sólo se comprende cuando se recuerda que los propios agentes del mercado financiero que crean "desconfianza" rebajando la calificación de la deuda son los que después especulan sobre la posible bancarrota que ellos mismos provocan. El mercado se ha convertido en el castillo de las 120 jornadas de Sodoma del marqués de Sade: la escenificación de la omnipotencia de unos cuantos perversos sobre los cuerpos de las víctimas llevados al límite mismo de la muerte, de una muerte infinitamente prolongada. Imagen de impotencia que los "medios de comunicación" transmiten y difunden por doquier. No se puede hacer nada, nos dicen, frente al dictamen de los mercados, como si la actuación de los mercados respondiera a leyes naturales y no a las correlaciones de fuerza políticas de una sociedad de clases. Algunos responsables financieros tienen la sádica coherencia de decírnoslo: “Hay lucha de clases, de acuerdo, pero es mi clase, la de los ricos, la que está haciendo la guerra, y estamos ganando” (Warren Buffet, citado por The New York Times, 26 de noviembre de 2006). El coste de esa victoria es enorme: una regresión social sin límites, la apropiación de los servicios públicos por el sector privado, una explotación de la fuerza de trabajo sin límites en el tiempo (jubilaciones cada vez más tardías) ni en la intensidad (sueldos cada vez más bajos y precarios frente a un incremento cada vez mayor de la productividad del trabajo social).
Las propias circunstancias de la muerte de los tres trabajadores bancarios cuyas vidas se cobró ayer la batalla de Atenas son ilustración del desmeurado despotismo patronal que sólo puede ilustrar la imagen del castillo de Sade. La prensa (que se afirma libre) nos dice que fueron víctimas del humo de un incendio provocado por un cóctel molotof en la oficina bancaria de Egnatia-Marfin donde trabajaban. Lo que nos ocultan es que su chulesco patrón -como afirma el comunicado del sindicato griego de la banca OTOE- había cerrado las puertas, que el local no disponía de medios antiincendio y que la salida de emergencia estaba cerrada con cerrojo. Quienes se salvaron tuvieron que subir a los pisos superiores y saltar por las ventanas o bien huir por las azoteas. Esto no excusa la criminal estupidez de echar un cóctel molotof en un sitio donde hay gente, pero la responsabilidad de lo acontecido pesa también como mínimo sobre el patrón que los encerró en la agencia.
La guerra del capitalismo contra las poblaciones es una guerra no declarada, pero no por ello menos despiadada. Se trata de imponer por todos los medios, pero sobre todo por los financieros, la extracción de renta, la sustracción de riqueza en favor de quienes controlan el capital, la privatización de lo común. La era del capitalismo productivo llegó a su término. En este momento la producción corre a cargo de la inteligencia y de la cooperación colectiva. El capital tiene que procurar ponerla a su servicio, como ya hiciera con los esclavos de las plantaciones o los trabajadores de las fábricas. Para ello necesita otros medios adaptados a la nueva configuración del trabajador: un sistema de extracción de riqueza social ágil y discreto, un sistema que pueda robar directamente la riqueza socialmente producida y, al mismo tiempo, disimular el robo. Este sistema de extracción de riqueza y expropiación de los comunes son los mercados financieros. Hoy ya es tarde para defender el capital productivo: ambos términos son hoy contradictorios. Lo único que nos queda es, como en Grecia, defendernos del capital en general, pues esa es la única manera de liberar espacio para los comunes, para el comunismo. Sólo así podrán tener algún sentido la democracia y la libertad. A quienes todavía sueñan con "refundar el capitalismo" hay que recordarles que el capitalismo se fundó mediante una expropiación masiva de los trabajadores y que esa fundación vuelve a realizarse en cada crisis de la misma manera, con idéntica violencia.
AUTOR : John Brown
FUENTE : REBELION
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viernes, 7 de mayo de 2010
Globalización mundial de ricos contra pobres
La globalización de la economía mundial impuesta en las últimas décadas por los países desarrollados y que demanda en primer lugar la privatización indiscriminada en todos los sectores, ha hecho crecer el número de pobres y, a la par, el núcleo de millonarios en el mundo.
Durante 2009, el año más grave de la crisis financiera, el número de multimillonarios pasó de 793 a 1.011, al tiempo que su fortuna conjunta aumentó un 50 %, desde 2,4 hasta 3,6 billones de dólares.
Para justificar el crecimiento en más de 200 multimillonarios en el último año, la revista que publicita y vanagloria a los más ricos del orbe argumenta que se debió a la “recuperación económica” que al parecer sólo ha beneficiado a los grandes magnates. Encabezando la lista de los más ricos aparece el mexicano Carlos Slim, dueño de numerosos negocios y de las telecomunicaciones en la nación azteca, con una fortuna que alcanza 53.500 millones de dólares.
El estadounidense Bill Gates, dueño y fundador del imperio Microsoft pasó al segundo puesto con la nada menos despreciable cifra de 53.000 millones de dólares. El tercer escalafón lo ocupó en esta ocasión el también estadounidense y conocido especulador financiero Warren Buffett con 47.000 millones de dólares.
Gates y Buffett, que ocupaban en 2008 el un-dos bajaron de lugar, pero no así sus fortunas que en 2009 crecieron 13.000 millones y 10.000 millones, respectivamente. Como indica un adagio, “a río revuelto ganancia de pescadores”, y eso mismo ha ocurrido pues la medida anticrisis acordada por los países desarrollados fue en primer lugar invertir dinero en salvar a los bancos y compañías en riesgo de quiebra.
La producción industrial cayó, el desempleo aumentó y los recursos se dirigieron al mercado de valores y de materias primas con la consecuente especulación en los mercados de capital.
Mientras los ya tradicionales millonarios aumentaban en 2009 sus riquezas y otro reducido grupo ascendía a esa escala social, la crisis impulsó el desempleo, provocó bancarrota masiva de granjeros, de pequeñas y medianas empresas industriales, deterioró los salarios mínimos y disminuyó considerablemente los gastos públicos en servicios sociales con el consecuente detrimento para la mayoría de la población.
Las políticas de privatizaciones, y desregulación financiera esgrimidas por el Consenso de Washington e implementadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial han llevado a estas situaciones.
Un reciente informe de las Naciones Unidas aseguró que la inseguridad económica que afecta al mundo podría sumir en la pobreza a otros cien millones de personas.
Con ocasión de celebrarse en octubre último el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza, la Organización de Naciones Unidas (ONU) significó que actualmente 1.400 millones de personas viven en la extrema pobreza y con el encarecimiento imparable de la energía y los alimentos probablemente empeorarán las condiciones de vida de otros muchos millones.
Un anterior documento del Banco Mundial fijaba la cifra en 53 millones de personas, quienes quedarían atrapadas con ingresos por debajo de 1,25 dólares diarios y se sumarían a los 135 millones que en 2008 fueron empujadas a la pobreza por el desempleo, los aumentos de precios en alimentos y combustibles, entre otras calamidades.
El todopoderoso presidente del BM, el estadounidense Robert Zoellick, argumentaba que “la crisis económica amenaza con transformarse en una crisis humana en muchos países en desarrollo. Mientras que buena parte del mundo presta atención a los socorros bancarios y los estímulos económicos, no debemos olvidar que los pobres en los países en desarrollo están mucho más expuestos si colapsan sus economías”.
En esta ocasión Zoellick tenía razón… pero no ha hecho nada al respecto.
La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) denunció que la actual situación ha dificultado el acceso de las capas más vulnerables de la población latinoamericana a la alimentación y ha dejado 54 millones de personas con problemas de desnutrición en la región.
Según el representante Regional de la FAO para América Latina y el Caribe, José Graziano da Silva, el escenario de la seguridad alimentaria de esta zona se caracteriza por una alta volatilidad de los precios de productos básicos, especialmente los alimenticios, lo que dificulta su adquisición por los más pobres, en especial los niños, las mujeres y los indígenas.
La FAO prevé que la salida de la crisis será lenta y vaticina que dejará secuelas perdurables, sobre todo en los países donde caigan la producción, el comercio, la recaudación fiscal, sean dependientes de importaciones de alimentos y energía y tengan poca demanda de sus exportaciones.
El organismo regional de la ONU plantea que la desnutrición aguda y crónica generará efectos irreversibles en millones de niños y niñas.
Desde ahora hasta 2015, cuando la ONU hipotéticamente pensaba cumplir las llamadas metas del Milenio (disminución de la pobreza, mortalidad infantil, alfabetización, etc.), se estima que morirán 1.200.000 menores de cinco años por causas relacionadas con la crisis.
El hambre, la pobreza y la desnutrición se expanden por el orbe mientras unos cuantos millonarios acaparan enormes riquezas. No cabe duda, cada vez se hace más necesario un nuevo orden económico mundial.
AUTOR : Hedelberto López Blanch
FUENTE : REBELION
Durante 2009, el año más grave de la crisis financiera, el número de multimillonarios pasó de 793 a 1.011, al tiempo que su fortuna conjunta aumentó un 50 %, desde 2,4 hasta 3,6 billones de dólares.
Para justificar el crecimiento en más de 200 multimillonarios en el último año, la revista que publicita y vanagloria a los más ricos del orbe argumenta que se debió a la “recuperación económica” que al parecer sólo ha beneficiado a los grandes magnates. Encabezando la lista de los más ricos aparece el mexicano Carlos Slim, dueño de numerosos negocios y de las telecomunicaciones en la nación azteca, con una fortuna que alcanza 53.500 millones de dólares.
El estadounidense Bill Gates, dueño y fundador del imperio Microsoft pasó al segundo puesto con la nada menos despreciable cifra de 53.000 millones de dólares. El tercer escalafón lo ocupó en esta ocasión el también estadounidense y conocido especulador financiero Warren Buffett con 47.000 millones de dólares.
Gates y Buffett, que ocupaban en 2008 el un-dos bajaron de lugar, pero no así sus fortunas que en 2009 crecieron 13.000 millones y 10.000 millones, respectivamente. Como indica un adagio, “a río revuelto ganancia de pescadores”, y eso mismo ha ocurrido pues la medida anticrisis acordada por los países desarrollados fue en primer lugar invertir dinero en salvar a los bancos y compañías en riesgo de quiebra.
La producción industrial cayó, el desempleo aumentó y los recursos se dirigieron al mercado de valores y de materias primas con la consecuente especulación en los mercados de capital.
Mientras los ya tradicionales millonarios aumentaban en 2009 sus riquezas y otro reducido grupo ascendía a esa escala social, la crisis impulsó el desempleo, provocó bancarrota masiva de granjeros, de pequeñas y medianas empresas industriales, deterioró los salarios mínimos y disminuyó considerablemente los gastos públicos en servicios sociales con el consecuente detrimento para la mayoría de la población.
Las políticas de privatizaciones, y desregulación financiera esgrimidas por el Consenso de Washington e implementadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial han llevado a estas situaciones.
Un reciente informe de las Naciones Unidas aseguró que la inseguridad económica que afecta al mundo podría sumir en la pobreza a otros cien millones de personas.
Con ocasión de celebrarse en octubre último el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza, la Organización de Naciones Unidas (ONU) significó que actualmente 1.400 millones de personas viven en la extrema pobreza y con el encarecimiento imparable de la energía y los alimentos probablemente empeorarán las condiciones de vida de otros muchos millones.
Un anterior documento del Banco Mundial fijaba la cifra en 53 millones de personas, quienes quedarían atrapadas con ingresos por debajo de 1,25 dólares diarios y se sumarían a los 135 millones que en 2008 fueron empujadas a la pobreza por el desempleo, los aumentos de precios en alimentos y combustibles, entre otras calamidades.
El todopoderoso presidente del BM, el estadounidense Robert Zoellick, argumentaba que “la crisis económica amenaza con transformarse en una crisis humana en muchos países en desarrollo. Mientras que buena parte del mundo presta atención a los socorros bancarios y los estímulos económicos, no debemos olvidar que los pobres en los países en desarrollo están mucho más expuestos si colapsan sus economías”.
En esta ocasión Zoellick tenía razón… pero no ha hecho nada al respecto.
La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) denunció que la actual situación ha dificultado el acceso de las capas más vulnerables de la población latinoamericana a la alimentación y ha dejado 54 millones de personas con problemas de desnutrición en la región.
Según el representante Regional de la FAO para América Latina y el Caribe, José Graziano da Silva, el escenario de la seguridad alimentaria de esta zona se caracteriza por una alta volatilidad de los precios de productos básicos, especialmente los alimenticios, lo que dificulta su adquisición por los más pobres, en especial los niños, las mujeres y los indígenas.
La FAO prevé que la salida de la crisis será lenta y vaticina que dejará secuelas perdurables, sobre todo en los países donde caigan la producción, el comercio, la recaudación fiscal, sean dependientes de importaciones de alimentos y energía y tengan poca demanda de sus exportaciones.
El organismo regional de la ONU plantea que la desnutrición aguda y crónica generará efectos irreversibles en millones de niños y niñas.
Desde ahora hasta 2015, cuando la ONU hipotéticamente pensaba cumplir las llamadas metas del Milenio (disminución de la pobreza, mortalidad infantil, alfabetización, etc.), se estima que morirán 1.200.000 menores de cinco años por causas relacionadas con la crisis.
El hambre, la pobreza y la desnutrición se expanden por el orbe mientras unos cuantos millonarios acaparan enormes riquezas. No cabe duda, cada vez se hace más necesario un nuevo orden económico mundial.
AUTOR : Hedelberto López Blanch
FUENTE : REBELION
El agujero negro de las finanzas globales
En diciembre de 2008 publiqué este artículo que ha cobrado relevancia ahora que las bolsas mundiales han vivido un continuo y masivo desplome. Es útil su lectura para apreciar mejor parte de lo que está ocurriendo. Y para comprender por qué las bolsas seguirán sincerándose a la baja en las próximas jornadas.
Cuando el pasado 10 de septiembre inició su marcha el Gran Colisionador de Hadrones que haría chocar a partículas atómicas a razón de 600 millones de veces por segundo, muchos pensaron que el experimento podría tener consecuencias nefastas y que hasta podría “tragarse a la tierra” al generar millones de agujeros negros.
Sin embargo, a los pocos días, el agujero negro que en verdad se estaba formando se tragaba al banco Lehman Brothers y desataba un torbellino difícil de olvidar: creando en el mundo financiero un antes y un después de la caida de Lehman, un histórico y centenario banco fundado en 1850 que había sobrevivido a la Guerra Civil, a la Gran Depresión y a las dos Guerras Mundiales.
Si bien el antes estuvo marcado por extraños síntomas: intempestiva alza del petróleo, descontrol exacerbado en las bolsas, ambigüedad total de la Fed y el Tesoro para encarar los hechos (hasta ese momento se negaba la entrada a una recesión); el después aumentó la angustia sicológica y el pánico bursátil con unos planes de rescate marcados por la inoperancia y la inefectividad real de los gobiernos. Aún no se dan cuenta que a problemas globales, deben proponer respuestas globales, dado que estamos frente a un fenómeno totalmente nuevo, que no estaba escrito en ningún libreto y que ninguno de los expertos pudo prever el triste derrotero que tendría este 2008 y que nos deja en una situación aún más angustiante para el año que viene.
A medida que las finanzas globales han ido colapsando, se ha demostrado que la globalización financiera fue una sumatoria de errores. Las entradas de capital privado hacia los Estados Unidos, así como las salidas de capital privado desde los Estados Unidos, han bajado del 15% del PIB, al 0% del PIB en menos de seis meses.
Esta caída en picada de las corrientes de capital ha sido mucho más acentuada que la caída en el déficit de cuenta corriente de los Estados Unidos (que oscila en torno a los 700.000 millones de dólares, el 5% del PIB) y tiene una incidencia importante sobre el papel que ha desempeñado el capital global en los últimos años.
El dato relevante, y como señala el economista Brad Setser, es que han sido los bancos centrales del resto del mundo los que han financiado, vía acumulación de reservas, el cuantioso déficit de Estados Unidos, que supera los 12 billones de dólares (millones de millones). Esta situación tuvo su origen a principios de los años 80 con las altas tasas de interés que movilizaron grandes flujos de capital hacia esa economía, secando los flujos financieros hacia otras zonas como América Latina, lo que le ocasionó en los 80 su década perdida.
Los crecientes ingresos brutos de capital se duplicaron en sólo tres años: desde 2004 al 2007, en operaciones de dudosa legalidad. Ahora vemos que todo ello fue por la fraudulenta expansión del sistema bancario. El aviso sobre estos fraudes que dio la quiebra de Long-Term Capital Management en 1998, no fue tomado en cuenta por nadie, pese a las advertencias. Ahí se incubó el engendro diabólico que ha comenzado a colapsar. La famosa frase de Keynes que impulsaba a actuar rápida y coherentemente para reanimar a la economía dado que en el largo plazo todos estamos muertos, debemos recordarla ahora. Desde el punto de vista de 1998, hoy es el largo plazo.
AUTOR : Marco Antonio Moreno
FUENTE : JAQUE AL NEOLIBERALISMO
Cuando el pasado 10 de septiembre inició su marcha el Gran Colisionador de Hadrones que haría chocar a partículas atómicas a razón de 600 millones de veces por segundo, muchos pensaron que el experimento podría tener consecuencias nefastas y que hasta podría “tragarse a la tierra” al generar millones de agujeros negros.
Sin embargo, a los pocos días, el agujero negro que en verdad se estaba formando se tragaba al banco Lehman Brothers y desataba un torbellino difícil de olvidar: creando en el mundo financiero un antes y un después de la caida de Lehman, un histórico y centenario banco fundado en 1850 que había sobrevivido a la Guerra Civil, a la Gran Depresión y a las dos Guerras Mundiales.
Si bien el antes estuvo marcado por extraños síntomas: intempestiva alza del petróleo, descontrol exacerbado en las bolsas, ambigüedad total de la Fed y el Tesoro para encarar los hechos (hasta ese momento se negaba la entrada a una recesión); el después aumentó la angustia sicológica y el pánico bursátil con unos planes de rescate marcados por la inoperancia y la inefectividad real de los gobiernos. Aún no se dan cuenta que a problemas globales, deben proponer respuestas globales, dado que estamos frente a un fenómeno totalmente nuevo, que no estaba escrito en ningún libreto y que ninguno de los expertos pudo prever el triste derrotero que tendría este 2008 y que nos deja en una situación aún más angustiante para el año que viene.
A medida que las finanzas globales han ido colapsando, se ha demostrado que la globalización financiera fue una sumatoria de errores. Las entradas de capital privado hacia los Estados Unidos, así como las salidas de capital privado desde los Estados Unidos, han bajado del 15% del PIB, al 0% del PIB en menos de seis meses.
Esta caída en picada de las corrientes de capital ha sido mucho más acentuada que la caída en el déficit de cuenta corriente de los Estados Unidos (que oscila en torno a los 700.000 millones de dólares, el 5% del PIB) y tiene una incidencia importante sobre el papel que ha desempeñado el capital global en los últimos años.
El dato relevante, y como señala el economista Brad Setser, es que han sido los bancos centrales del resto del mundo los que han financiado, vía acumulación de reservas, el cuantioso déficit de Estados Unidos, que supera los 12 billones de dólares (millones de millones). Esta situación tuvo su origen a principios de los años 80 con las altas tasas de interés que movilizaron grandes flujos de capital hacia esa economía, secando los flujos financieros hacia otras zonas como América Latina, lo que le ocasionó en los 80 su década perdida.
Los crecientes ingresos brutos de capital se duplicaron en sólo tres años: desde 2004 al 2007, en operaciones de dudosa legalidad. Ahora vemos que todo ello fue por la fraudulenta expansión del sistema bancario. El aviso sobre estos fraudes que dio la quiebra de Long-Term Capital Management en 1998, no fue tomado en cuenta por nadie, pese a las advertencias. Ahí se incubó el engendro diabólico que ha comenzado a colapsar. La famosa frase de Keynes que impulsaba a actuar rápida y coherentemente para reanimar a la economía dado que en el largo plazo todos estamos muertos, debemos recordarla ahora. Desde el punto de vista de 1998, hoy es el largo plazo.
AUTOR : Marco Antonio Moreno
FUENTE : JAQUE AL NEOLIBERALISMO
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