Casi todo el mundo tomó demasiado en serio la reunión del G-20 en Londres, el 2 de abril. Los expertos y los críticos la han analizado como si hubiera sido diseñada para lograr algún cambio en las políticas de los estados que participaron. El hecho es que todos los que fueron sabían desde antes que nada que tuviera alguna significación cambiaría como resultado de reunirse, y que los cambios menores que fueron adoptados podrían muy fácilmente haberse arreglado sin dicha reunión.
El punto de la reunión –para Estados Unidos, para Francia y Alemania, para China– fue mostrar a sus públicos en casa que estaban haciendo algo acerca de la calamitosa situación económica mundial cuando de hecho no hacían nada que de algún modo significativo salvara el barco del hundimiento.
Probablemente la reunión fue de lo más importante para el presidente Obama. Él fue a demostrar tres cosas: que era popular en lo personal por todo el mundo; que se presentaría a sí mismo con un estilo diplomático muy diferente de aquel de George W. Bush; que esas dos cosas juntas harían la diferencia.
Obama ciertamente demostró las dos primeras. Fue aclamado por las multitudes en todas partes –en Londres, en París, en Estrasburgo, en Alemania, en Praga y en Turquía, así como por los soldados estadunidenses en Irak. También lo hicieron con Michelle Obama. Y ciertamente empleó un estilo diplomático diferente. Todos sus interlocutores dijeron que los tomaba en serio, que los escuchaba con atención, que admitió los errores pasados y limitaciones de Estados Unidos, y que pareció abierto a soluciones de compromiso en cuanto a las disputas diplomáticas –nada de lo que podrían haber acusado a Bush.
¿Pero hizo esto alguna diferencia en lograr los objetivos diplomáticos estadunidenses? Es difícil verlo de este modo. No se resolvió en lo absoluto el debate entre, por un lado, el enfoque estadunidense de reavivar la economía-mundo (con más estimulo), enfoque apoyado por Gran Bretaña y Japón, y, por otro lado, el enfoque germano-francés (más regulación internacional de las instituciones financieras). Más allá de los méritos de ambos argumentos, ambos lados se plantaron en su postura y el comunicado simplemente obvió las diferencias.
Es cierto que el G-20 accedió a reunir un paquete de 1.1 billones de dólares para otorgarlo al Fondo Monetario Internacional (FMI) para que emita los llamados Derechos Especiales de Giro (DEG) como parte de un plan global de recuperación a una escala sin precedentes. Pero como han señalado muchos comentaristas, la escala del esfuerzo es mucho menor de lo que está implicado. Primero que nada, parte de esto no es dinero nuevo. Segundo, esto es para financiar y no necesariamente gastar. Tercero, 60 por ciento de los DEG se irán para Estados Unidos, Europa y China, que no los necesitan. Y cuarto, 1.1 billones no es tanto cuando se les coloca junto a los 5 billones que ya fueron destinados a los planes de estímulos fiscales por todo el globo.
Todos salieron contra el proteccionismo y propusieron hacer cosas al respecto. Pero no se adoptaron medidas vinculantes. Además, hay tres clases diferentes de proteccionismo en cuestión.
La primera es la protección de las industrias propias, algo que virtualmente todos los miembros del G-20 ya hacían y que probablemente seguirán haciendo. La segunda es la regulación de los fondos de cobertura y de las agencias de calificación crediticia. Los chinos se alegran por esto, mientras que Estados Unidos y Europa occidental están dudosos. La tercera es regular los paraísos fiscales. Los europeos impulsan esto, los chinos permanecen inmutables y Estados Unidos se halla entre ambos. Nada cambió en Londres.
Pareció que los franceses y los alemanes utilizaron la reunión de Londres más para demostrar que los compromisos geopolíticos que rehusaron hacer con Bush también se rehusarán a hacerlos con Obama. El diario alemán Der Spiegel fue rudo en su juicio. Dijo que la causa del desastre financiero era que George W. Bush era un cultivador de amapola que había inundado el mundo entero [con dólares baratos], creando un crecimiento falso y causando una burbuja especulativa. Y lo peor: el cambio en el gobierno de Washington no ha traído un regreso a una autorrestricción y una solidez. Por el contrario, conduce a más abandono. Su conclusión fue: la canciller alemana Angela Merker tiene razón. Occidente bien puede estarse inyectando una sobredosis fatal.
En el ámbito geopolítico, el enfoque franco-alemán hacia Afganistán se mantuvo sin cambio –respaldo verbal de los objetivos estadunidenses, pero no más tropas. ¿Recibirían a los prisioneros liberados de Guantánamo? Alemania continúa diciendo que no. Francia accedió, con gran magnanimidad, a aceptar uno –sí, uno.
Obama dio un discurso importante en Praga delineando un llamado al desarme nuclear –supuestamente un gran cambio con respecto a la posición de Bush. El diario conservador francés Le Figaro informa que la célula diplomática del círculo interno de Sarkozy asumió un punto de vista muy abrasivo acerca del discurso. Meras relaciones públicas, dijeron, que enmascaran el hecho de que las negociaciones entre Estados Unidos y Rusia sobre la cuestión no están llegando a ningún lado. Es más, Francia ya no va a aceptar reprimendas morales de los estadunidenses. En eso se resume el nuevo estilo diplomático de Obama que intenta apaciguar a los europeos occidentales.
En otros lados, tampoco le funcionó mucho mejor con las poblaciones de Europa centro-oriental, donde el primer ministro saliente, conservador, de la República Checa, Mirek Topolanek, denunció las propuestas de Obama, de más estímulo, como un camino al infierno. El discurso de Obama en el parlamento turco le ganó gran aplauso de todas las facciones (excepto de la derecha protofascista) por su enfoque concreto y modulado relativo a las cuestiones turcas. Pero los observadores anotaron que el lenguaje en torno a las cuestiones de Medio Oriente fue tradicional y vago.
Lo que China quería de la reunión del G-20 es que ocurriera esta reunión. China quería ser incluido en el círculo interno de quienes toman las decisiones en el mundo. Celebrar una reunión del G-20 hizo posible esta nueva realidad. Cuando el G-20 decidió reunirse de nuevo, confirmó el lugar de China. ¿Se volverá a reunir el G-8 alguna vez? Dicho esto, China mostró su reserva acerca de las decisiones que ocurrieron, en muchas formas. Ofreció una cantidad irrisoria al nuevo paquete del FMI. Después de todo, no le dieron garantías de que habrá una reforma real de la gobernanza del FMI, que podría acordar un papel apropiado para China.
En suma lo que podemos decir es que los principales actores desfilaron por la escena mundial. ¿Alguna vez tuvieron la intención de hacer algo más que eso? Probablemente no. El declinar económico mundial continúa su camino tendido, como si la reunión del G-20 nunca hubiera ocurrido.
AUTOR : Immanuel Wallerstein
FUENTE : LA JORNADA
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sábado, 3 de octubre de 2009
¿Es el banco suizo UBS el caballo de Troya del fisco estadounidense?
Debilitado desde el punto de vista estrictamente económico, el dólar cuenta con el poder político de Estados Unidos para intentar mantener sus prerrogativas mundiales. En este marco de mantenimiento de la hegemonía de la moneda estadounidense, obligando a los capitales a invertir en su ámbito económico, es como hay que interpretar la actual operación de reestructuración del sistema financiero internacional, en la que el ataque contra el banco suizo UBS es una operación de primer orden.
El 19 de agosto de 2009, UBS y el fisco estadounidense firmaron un acuerdo que resuelve, momentáneamente, el asunto sobre el fraude fiscal que los enfrentaba. Dicho acuerdo permite al banco librarse de un proceso. Sin embargo, UBS debe entregar los nombres de unos 4.450 titulares de cuentas de contribuyentes estadounidenses sospechosos de fraude fiscal. Esas entregas se harán por la vía oficial de la cooperación administrativa. De esta forma, las autoridades helvéticas han legalizado la nueva relación de fuerzas y el fisco estadounidense ha obtenido su aval para investigar en otros bancos suizos. La supresión de la distinción fraude/evasión fiscal llevada a cabo por la Confederación para salir de la “lista gris” de los paraísos fiscales establecida por la OCDE, ofrece nuevas perspectivas a las demandas de las administraciones fiscales extranjeras. Las autoridades suizas intentan, sobre todo, impedir la “pesca con red”, es decir, la obtención de informaciones basada en simples sospechas y no en función de investigaciones precisas, por ejemplo los nombres de los defraudadores, las sociedades implicadas, los números de las cuentas… Sin embargo, no se ha fijado nada definitivamente a ese nivel. Como desde el principio de este asunto, todo estará sometido a la relación de fuerzas.
En realidad, el nuevo acuerdo entre el UBS y la administración estadounidense servirá de modelo para definir el tamaño de los agujeros de la red con la cual el fisco de Estados Unidos saldrá a la pesca de los defraudadores en el conjunto de la plaza financiera helvética.
El acuerdo de febrero de 2009 por el que el UBS en principio aceptó, despreciando el derecho helvético, entregar a la justicia estadounidense los nombres de unos 250 clientes a quienes había ayudado a librarse del fisco de EEUU, no detuvo a la justicia estadounidense. Apenas se firmó el acuerdo, Estados Unidos exigió que el UBS le entregase la identidad de unos 52.000 clientes de EEUU titulares de “cuentas secretas ilegales”. El nuevo acuerdo suspende esas exigencias.
UBS, que ya pagó una multa de 780 millones de dólares en febrero, no tendrá que pagar penalizaciones suplementarias, un hecho excepcional en la práctica habitual del fisco estadounidense. Más sorprendente todavía: el acuerdo estipula que si después de un año el banco no ha respetado sus compromisos, no se podrá emprender ninguna sanción financiera contra él. Es incomprensible esta actitud de la administración estadounidense, salvo que se plantee la hipótesis de que el fisco de EEUU no quiere crear dificultades financieras al banco. En efecto, a Estados Unidos no le interesa matar un Caballo de Troya que le ha servido muy bien hasta ahora y, sobre todo, que todavía puede serle muy útil. El UBS tiene una gran dependencia del mercado estadounidense, y por lo tanto es especialmente vulnerable a las presiones del fisco de EEUU, mucho menor en el caso de los demás bancos helvéticos. La evolución de este asunto nos indica que se esperan nuevos ataques estadounidenses contra la plaza financiera suiza.
La actuación de la administración estadounidense contra este banco helvético es la utilización de una operación contra la evasión fiscal de sus nacionales dirigida a modificar, en su provecho, las reglas de funcionamiento del sistema bancario mundial.
La respuesta positiva del UBS a los requerimientos del fisco estadounidense, así como la legitimación de la entrega de información por parte de las autoridades de control helvéticas, colocan a la administración estadounidense en una posición que le permite formular constantemente nuevas exigencias. La dominación estadounidense no sólo se define por su capacidad para establecer un estado de excepción permanente con la presentación continua de nuevas exigencias, sino sobre todo por la de imponer la base sobre la que se construye un nuevo orden jurídico internacional.
Esta nueva dominación estadounidense se inscribe en una reorganización del sistema financiero internacional en su beneficio. Por medio de la lucha contra el fraude fiscal, esta operación diferencia los «paraísos fiscales», de los que Suiza forma parte, de los centros «offshore», en general totalmente controlados por las autoridades estadounidenses, en las que el mecanismo de evasión fiscal se basa en los «trusts». Estos últimos, costosos de poner en marcha, permiten una opacidad fiscal mucho mayor que el mecanismo del secreto bancario.
Estos ataques contra la plaza helvética, principal competidora de los centros financieros anglosajones, son un medio para luchar contra el declive del dólar, obligando a los capitales a invertirse en la zona de esta moneda y garantizando siempre a los beneficios más altos los medios para librarse de cualquier imposición fiscal.
Sin embargo el G20 de Londres, en abril de 2009, nos muestra que el dominio estadounidense sobre el sistema financiero internacional sólo será parcial. La plaza de Singapur, que se desarrollará fuertemente y podría recuperar una parte de los capitales que salgan de Suiza, ha llegado a mantener sus prerrogativas frente a la ofensiva de Estados Unidos.
AUTOR :Jean-Claude Paye
FUENTE : REBELION
El 19 de agosto de 2009, UBS y el fisco estadounidense firmaron un acuerdo que resuelve, momentáneamente, el asunto sobre el fraude fiscal que los enfrentaba. Dicho acuerdo permite al banco librarse de un proceso. Sin embargo, UBS debe entregar los nombres de unos 4.450 titulares de cuentas de contribuyentes estadounidenses sospechosos de fraude fiscal. Esas entregas se harán por la vía oficial de la cooperación administrativa. De esta forma, las autoridades helvéticas han legalizado la nueva relación de fuerzas y el fisco estadounidense ha obtenido su aval para investigar en otros bancos suizos. La supresión de la distinción fraude/evasión fiscal llevada a cabo por la Confederación para salir de la “lista gris” de los paraísos fiscales establecida por la OCDE, ofrece nuevas perspectivas a las demandas de las administraciones fiscales extranjeras. Las autoridades suizas intentan, sobre todo, impedir la “pesca con red”, es decir, la obtención de informaciones basada en simples sospechas y no en función de investigaciones precisas, por ejemplo los nombres de los defraudadores, las sociedades implicadas, los números de las cuentas… Sin embargo, no se ha fijado nada definitivamente a ese nivel. Como desde el principio de este asunto, todo estará sometido a la relación de fuerzas.
En realidad, el nuevo acuerdo entre el UBS y la administración estadounidense servirá de modelo para definir el tamaño de los agujeros de la red con la cual el fisco de Estados Unidos saldrá a la pesca de los defraudadores en el conjunto de la plaza financiera helvética.
El acuerdo de febrero de 2009 por el que el UBS en principio aceptó, despreciando el derecho helvético, entregar a la justicia estadounidense los nombres de unos 250 clientes a quienes había ayudado a librarse del fisco de EEUU, no detuvo a la justicia estadounidense. Apenas se firmó el acuerdo, Estados Unidos exigió que el UBS le entregase la identidad de unos 52.000 clientes de EEUU titulares de “cuentas secretas ilegales”. El nuevo acuerdo suspende esas exigencias.
UBS, que ya pagó una multa de 780 millones de dólares en febrero, no tendrá que pagar penalizaciones suplementarias, un hecho excepcional en la práctica habitual del fisco estadounidense. Más sorprendente todavía: el acuerdo estipula que si después de un año el banco no ha respetado sus compromisos, no se podrá emprender ninguna sanción financiera contra él. Es incomprensible esta actitud de la administración estadounidense, salvo que se plantee la hipótesis de que el fisco de EEUU no quiere crear dificultades financieras al banco. En efecto, a Estados Unidos no le interesa matar un Caballo de Troya que le ha servido muy bien hasta ahora y, sobre todo, que todavía puede serle muy útil. El UBS tiene una gran dependencia del mercado estadounidense, y por lo tanto es especialmente vulnerable a las presiones del fisco de EEUU, mucho menor en el caso de los demás bancos helvéticos. La evolución de este asunto nos indica que se esperan nuevos ataques estadounidenses contra la plaza financiera suiza.
La actuación de la administración estadounidense contra este banco helvético es la utilización de una operación contra la evasión fiscal de sus nacionales dirigida a modificar, en su provecho, las reglas de funcionamiento del sistema bancario mundial.
La respuesta positiva del UBS a los requerimientos del fisco estadounidense, así como la legitimación de la entrega de información por parte de las autoridades de control helvéticas, colocan a la administración estadounidense en una posición que le permite formular constantemente nuevas exigencias. La dominación estadounidense no sólo se define por su capacidad para establecer un estado de excepción permanente con la presentación continua de nuevas exigencias, sino sobre todo por la de imponer la base sobre la que se construye un nuevo orden jurídico internacional.
Esta nueva dominación estadounidense se inscribe en una reorganización del sistema financiero internacional en su beneficio. Por medio de la lucha contra el fraude fiscal, esta operación diferencia los «paraísos fiscales», de los que Suiza forma parte, de los centros «offshore», en general totalmente controlados por las autoridades estadounidenses, en las que el mecanismo de evasión fiscal se basa en los «trusts». Estos últimos, costosos de poner en marcha, permiten una opacidad fiscal mucho mayor que el mecanismo del secreto bancario.
Estos ataques contra la plaza helvética, principal competidora de los centros financieros anglosajones, son un medio para luchar contra el declive del dólar, obligando a los capitales a invertirse en la zona de esta moneda y garantizando siempre a los beneficios más altos los medios para librarse de cualquier imposición fiscal.
Sin embargo el G20 de Londres, en abril de 2009, nos muestra que el dominio estadounidense sobre el sistema financiero internacional sólo será parcial. La plaza de Singapur, que se desarrollará fuertemente y podría recuperar una parte de los capitales que salgan de Suiza, ha llegado a mantener sus prerrogativas frente a la ofensiva de Estados Unidos.
AUTOR :Jean-Claude Paye
FUENTE : REBELION
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