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sábado, 17 de octubre de 2009
La reprimarización de América Latina
La pérdida de importancia del sector manufacturero en México no puede entenderse sin una referencia al proceso de lo que se ha comenzado a llamar la reprimarización de América Latina. Este feo neologismo sirve para referirse a la importancia que han recuperado los sectores primarios de la economía en los últimos veinte o treinta años. Estos sectores primarios son el grupo de ramas de actividad encargadas de la producción de materias primas, productos básicos (las commodities) y los bienes intermedios poco elaborados. Es deseable incluir en esa clasificación a la industria maquiladora.
El principal indicador que confirma la hipótesis de la reprimarización está en la pérdida de importancia de la industria manufacturera en el producto interno bruto (PIB) de la región. Aquí los datos son contundentes y muestran cómo el proyecto de industrialización está en franco retroceso, al grado de que es posible afirmar que se ha abandonado. Para toda la región, la participación del sector manufacturero en el PIB cayó de 12.7 por ciento a 6.4 por ciento en promedio entre los años 1970-1974 y 2002-2006, respectivamente.
El caso más espectacular de la reprimarización y desindustrialización es Argentina: la participación de las manufacturas en el PIB cae de 43.5 a 27 por ciento en ese periodo. Un desplome parecido sufrió Ecuador, donde las manufacturas pasan de 19 por ciento a 10 por ciento del PIB en ese periodo. Para Brasil, la caída parece menos dramática: las manufacturas pasan de 28 a 24.8 por ciento del PIB en ese periodo. Pero hay que observar que el nivel brasileño de industrialización era menor al de Argentina. De todos modos, hoy se habla mucho de Brasil como un gigante cuya economía está cimentada en la industria manufacturera. Nada más lejos de la realidad. Lo que sí se puede decir es que Brasil podría, con una política industrial cuidadosa, recuperar la importancia que tenía su sector manufacturero y hasta superarla. Pero ese camino no será fácil porque las fuerzas que impulsan la reprimarización no van a facilitar la inversión productiva en las manufacturas.
Las economías que muestran una tendencia distinta (aumento en la participación de las manufacturas en el PIB) fueron receptoras de las maquiladoras: México, El Salvador, Honduras y Costa Rica. Pero no hay que engañarse: la maquiladora no corresponde a un proceso de industrialización. Es simplemente una forma de integrarse a la economía mundial a través de la exportación de mano de obra barata. O, en otras palabras, es otra forma de reprimarización.
La caída de 50 por ciento en el peso de las manufacturas en el PIB regional se acompaña de la destrucción de capital productivo y de capacidades humanas que son de muy difícil recuperación. Ese retroceso es equivalente al que se sufre en una guerra económica sin cuartel. Desde una perspectiva histórica hay que recordar que América Latina pudo comenzar a salir de un modelo primario exportador y comenzar a descubrir lo que era una plataforma industrial a través de su estrategia de sustitución de importaciones. En ese intento, entre 1950 y 1973, la región en su conjunto experimentó, una tasa de crecimiento del PIB per cápita de 2.5 por ciento. En contraste, entre 1973 y 2001, el PIB per cápita apenas crece un imperceptible 0.75 por ciento anual.
Hoy América Latina está cayendo en los mismos vicios del modelo primario exportador que con tanto empeño trató de dejar atrás en los años de la posguerra. Los datos muestran cómo en los últimos 10 años las exportaciones de América Latina se han concentrado en las materias primas y productos poco elaborados.
La reprimarización conduce a un crecimiento mediocre, si no es que al estancamiento. La razón es que los sectores primarios tienen pocos vínculos con el resto de la economía y eso impide que transmitan impulsos dinámicos al sistema. Además, los sectores primarios son de escaso valor agregado y con remuneraciones al trabajo inferiores a los de las manufacturas. Estos sectores sufren más la volatilidad de los precios y el deterioro de los términos de intercambio. Finalmente, con la reprimarización América Latina está colocando mayor presión sobre su base de recursos naturales, intensificando la deforestación, la pérdida de biodiversidad, la degradación de suelos y, en general, provocando un mayor deterioro ambiental.
Se podría pensar que la reprimarización se debe a que la región está redescubriendo sus ventajas comparativas. Ese punto de vista es falso. La reprimarización es la consecuencia directa de un modelo de política macroeconómica que busca privilegiar el capital financiero. En este modelo, las políticas monetaria y fiscal están organizadas para transferir recursos de los sectores reales de la economía al sector financiero. Para ese modelo (neoliberal) la base de recursos naturales y la mano de obra barata constituyen espacios de rentabilidad que deben aprovecharse bajo las modalidades que le son propias al capital financiero. El corolario: si queremos revertir el proceso de reprimarización, es necesario cambiar el modelo de política macroeconómica.
AUTOR : ALEJANDRO NADAL
FUENTE : LA JORNADA
Mentalidad monetaria descaminada
Una de las lecciones de la Gran Depresión es que uno nunca debe subestimar la capacidad destructiva de las malas ideas. Y, por desgracia, algunas de las malas ideas que contribuyeron a desencadenar la Depresión han resultado demasiado persistentes. Tienen otra forma, pero siguen influyendo en el debate económico actual.
¿De qué ideas hablo? El historiador económico Peter Temin ha sostenido que un motivo clave de la Depresión fue lo que él llama la "mentalidad del patrón oro". Con esto se refiere no sólo a la creencia en la importancia sagrada de mantener el valor en oro de cada moneda, sino a un conjunto de actitudes relacionadas con ello: miedo obsesivo a la inflación incluso en situaciones de deflación; oposición al crédito fácil, aun cuando la economía lo necesite desesperadamente, basándose en que corrompería el sistema de algún modo; afirmaciones de que, incluso si el Gobierno puede crear empleo, no debe hacerlo porque esto sólo sería una recuperación "artificial".
A principios de los años treinta, esta mentalidad llevó a los gobiernos a subir los tipos de interés y a recortar drásticamente el gasto, a pesar del paro masivo, en un intento de proteger sus reservas de oro. E incluso cuando los países se salían del patrón oro, la mentalidad dominante les hacía reacios a recortar los tipos y crear puestos de trabajo. Pero ahora hemos superado todo eso. ¿O no?
EE UU no está por la labor de volver al patrón oro. Pero, aun así, una versión moderna de la mentalidad del patrón oro está ejerciendo cada vez más influencia en nuestra retórica económica. Y esta nueva versión de una mala idea podría minar nuestras posibilidades de recuperarnos por completo.
Fíjense primero en el actual alboroto por la caída del valor del dólar en todo el mundo. Lo cierto es que la caída del dólar es una buena noticia. Por un lado, es sobre todo consecuencia de un aumento de la confianza: el dólar subió durante el apogeo de la crisis financiera, cuando los inversores cayeron presa del pánico y buscaron un refugio seguro en EE UU, y está volviendo a caer ahora que el miedo está remitiendo. Y un dólar más bajo es bueno para los exportadores estadounidenses, lo cual nos ayuda a llevar a cabo la transición que nos aleja de los enormes déficits comerciales y nos coloca en una posición internacional más sostenible.
Pero si extraen sus opiniones de, por ejemplo, el editorial de The Wall Street Journal, se les dice que la caída del dólar es algo terrible, una señal de que el mundo está perdiendo la fe en EE UU (y especialmente, claro está, en el presidente Obama). Ustedes creerán que se debe hacer algo para detener el descenso del dólar. Y en la práctica, el declive del dólar se ha convertido en un palo con el que los miembros conservadores del Congreso golpean a la Reserva Federal y la presionan para que reduzca sus esfuerzos por apoyar la economía.
Nuestra única esperanza es que la Reserva Federal no se doblegue ante esta presión. Pero hay señales preocupantes de que existe una mentalidad monetaria descaminada dentro del propio sistema de la Reserva Federal. En las últimas semanas, algunas autoridades de la Reserva Federal (principalmente presidentes de bancos regionales de la Reserva Federal, aunque no sólo ellos) han hecho declaraciones en las que defienden un regreso prematuro a la restricción monetaria, lo que incluye una subida de los tipos de interés. Bien, la gente del sistema de la Reserva Federal normalmente se muestra extremadamente circunspecta cuando hace declaraciones sobre la futura política monetaria, para así no pisotear los esfuerzos del Comité de Mercado Abierto de la Reserva Federal, que es el que fija realmente esos tipos, por forjar las expectativas. Así que es extraordinario ver a todos esos funcionarios romper de repente las normas implícitas y, a efectos prácticos, dar instrucciones al Comité del Mercado Abierto sobre lo que debe hacer.
Sin embargo, lo que resulta aún más extraordinario es la idea de que subir los tipos podría tener sentido a corto plazo. Después de todo, la tasa de paro está en un horroroso 9,8% y sigue subiendo, mientras que la inflación está muy por debajo del objetivo a largo plazo de la Reserva Federal. Esto indica que la Reserva Federal no debería tener prisa alguna por aplicar medidas restrictivas; de hecho, las reglas políticas de uso común dan a entender que los tipos de interés deberían mantenerse a la espera durante los dos próximos años o más, o hasta que la tasa de paro haya caído hasta alrededor del 7%.
Aun así, algunos responsables de la Reserva Federal quieren apretar el gatillo de los tipos mucho antes. Para evitar una Gran Inflación, dice Charles Plosser, de la Reserva Federal de Filadelfia, "necesitaremos actuar mucho antes de que las tasas de paro y otros índices de utilización de los recursos hayan vuelto a niveles aceptables". Jeffrey Lacker, de la Reserva Federal de Richmond, afirma que podría ser necesario subir los tipos aunque "la tasa de paro todavía no haya empezado a caer".
No sé qué análisis se oculta tras estos dedos deseosos de apretar el gatillo. Pero, de todas formas, probablemente no tenga que ver con el análisis sino con la mentalidad: la idea de que se supone que los bancos centrales deben actuar con dureza, no proporcionar crédito fácil.
Y es crucial que no permitamos que esta mentalidad guíe la política. Parece que, en efecto, hemos evitado una segunda Gran Depresión. Pero dejarnos llevar por una versión moderna de los prejuicios de nuestros abuelos sería una forma perfecta de garantizar la siguiente peor consecuencia: una era prolongada de crecimiento lento y paro muy elevado.
AUTOR : PAUL KRUGMAN; PREMIO NOBEL DE ECONOMIA 2008
FUENTE : EL PAIS
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