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sábado, 31 de octubre de 2009
El poder de las ideas: por qué tiene tanta fortaleza la economía neoclásica
El cuerpo teórico de lo que se conoce por economía neoclásica, o en términos más restringidos economía marginalista, comenzó su andadura en 1870 con lo que Maurice Dobb bautizó como revolución jevoniana. Tras la aportación tan importante de Jevons, se hicieron por varios autores, de distintos países y en años diferentes, contribuciones muy valiosas que configuraron lo esencial de los principios de una escuela que dominó el pensamiento económico hasta 1936. Desde entonces no desaparece ni mucho menos, pero determinados supuestos se vinieron abajo con la crisis de los años treinta y con la aparición de la economía keynesiana. Su capacidad de supervivencia, en todo caso, es grande, pues sus supuestos básicos, aun cuando haya habido cambios y modificaciones, se siguen impartiendo en las facultades de economía de todo el mundo como el cuerpo teórico fundamental de la ciencia económica.
El edificio neoclásico es sólido y bien construido, tanto por la lógica de sus razonamientos, como por el aparato matemático y gráfico utilizado. Otra cuestión es si sus puntos de partida, sus desarrollos y sus conclusiones sirven para entender adecuadamente el funcionamiento real de las economías modernas. Como señala muy bien Pasinetti, para los marginalistas es el rigor lo que cuenta no la relevancia. Es aquí en donde se establece el debate, y de hecho desde su aparición hasta nuestros días ha sido sometida a críticas de diversa índole.
En algunos casos, las críticas son globales, en otros más parciales. Entre los que descalifican teóricamente a la escuela neoclásica se encuentran fundamentalmente los marxistas y la corriente poskeynesiana. Otras contribuciones como la de los institucionalistas, principalmente Veblen, de principios del siglo XX, la criticaban por ser excesivamente abstracta, y no tener en cuenta la historia ni las instituciones en su análisis, la que la condenaba a cierta inoperancia. Otros autores la critican parcialmente, como es el caso de ciertos keynesianos, por ejemplo Stiglitz. En todo caso, a pesar de los ataques recibidos, en los que se cuestionan muchos de los supuestos fundamentales, sin embargo se sigue impartiendo como la enseñanza principal de la economía.
A qué se debe el que después de un siglo siga siendo esto así, habida cuenta de las contribuciones teóricas realizadas y los cambios que han acaecido en la economía mundial, no es fácil de explicar, sobre todo teniendo en cuenta la relevancia y pertinencia de determinadas críticas. No es posible pensar que haya tantos economistas y académicos equivocados, y sobre todo cuando muchos de ellos han demostrado una gran capacidad, inteligencia y preparación. Se me ocurren, de todas formas, algunas explicaciones.
Por un lado, su éxito se debe a su rigor y a que ha conseguido una elegancia formal que le concede una apariencia científica similar a las ciencias experimentales. Asimismo el pensamiento neoclásico ha respondido a los nuevos desafíos haciendo todos los esfuerzos posibles para absorber los nuevos desarrollos dentro de la vieja teoría. Además, tiene un núcleo unificador que no resulta igual en las teorías que la tratan de combatir. Hay propuestas alternativas pero diferentes entre sí y a su vez debaten entre ellas. Todo lo cual le concede al pensamiento neoclásico una ventaja adicional muy considerable.
Por otro lado, otro hecho muy significativo es que la teoría neoclásica es cómoda para la sociedad en la que vivimos, y sobre todo para el poder establecido y la academia, al plantearse como neutra, no cuestionar el orden establecido y no entrar en consideraciones acerca de las clases sociales, relaciones de dominación y dependencia, subordinaciones y marginaciones, concentración económica, desigualdad, relaciones de poder, institucionales y estructurales. Estas cuestiones, entre otras, no se consideran objeto de la economía sino que son más propias de otras ciencias sociales, tales como la sociología, la política o la antropología. Todo lo cual nos conduce también a plantear cuáles son las fronteras de lo económico. La economía neoclásica las restringe demasiado.
Por último, hay que señalar que al tiempo que se establece como economía académica dominante consigue reproducir sus esquemas entre los estudiantes y discípulos, y ello es lo que le confiere estatuto académico, que sirve para hacer carrera. Nadar contra corriente resulta difícil, y se corre el riesgo de quedar marginado, o expulsado de la academia. Y en muchos casos excluido de proyectos de investigación y de la financiación de los mismos, así como de los honores académicos.
Lo que queda claro es que, aunque dominante, no es la única teoría existente, ni el único enfoque que se puede hacer. La controversia existe en la ciencia económica. El limitar el conocimiento económico sólo a la economía neoclásica restringe en exceso la capacidad de los economistas para entender la dinámica de la complejidad de lo real, así como dificulta la capacidad de predecir hechos como la crisis actual. Los fallos que en este sentido han tenido los economistas no son ajenos a su formación teórica, al igual que sucedió en los años treinta. De aquí se deduce que las proposiciones que se pueden hacer para salir de la crisis tampoco resulten muy acertadas desde estos planteamientos teóricos. Así que no es que tantos economistas se encuentren equivocados, sino que la academia suele ser muy conservadora ante las innovaciones, y sacrifica la relevancia y pertinencia de los temas por el rigor y la elegancia formal. Es una manera de ocultar las partes más negras y oscuras de la realidad, con la incomodidad que ello produce, y desarrollar una ciencia asentada sobre el conformismo social en la creencia de que si las cosas no van bien, es la realidad la que falla por no hacer las cosas como señala el marco teórico con mayor consenso en lugar de adecuar la teoría a los propios hechos.
AUTOR : CARLOS BERZOSA
FUENTE : SISTEMA DIGITAL
Qué significa el fin de la recesión
La recesión 2006-2009 ha concluido. ¿Qué es lo que significa? ¿Y qué es lo que no necesariamente significa? Utilizando términos estándares del diccionario, una vez que las peligrosas caídas en la producción y las oportunidades de empleo se nivelan, ahí es donde los macropronosticadores declaran que la recesión ha terminado.
Pero ello no significa que una poderosa recuperación en forma de V para la producción total y el gasto de los consumidores haya comenzado. De hecho, la mayoría de los pronosticadores en las agencias tanto gubernamentales como privadas advierten de que la débil "recuperación" será lenta y que el desempleo continuará aumentando en el corto plazo.
De hecho, cuando Japón experimentó una década perdida después de que colapsaron sus burbujas inmobiliarias y las acciones en 1990, siguieron recurrentes nuevas recesiones.
Los ideólogos republicanos no comprenden estas cosas. El presidente Franklin Roosevelt acabó con la recesión de 1929-1933 que prevaleció durante los primeros años de su predecesor Herbert Hoover en la Casa Blanca. Pero la Gran Depresión en sí no terminó antes de seis largos años después.
El equipo económico de Obama ha sido bueno. Si hubiera ganado el republicano John McCain las elecciones presidenciales de 2008, el estadounidense de a pie estaría por ahora un 20% por debajo de donde está.
¿Cómo han marcado la diferencia Obama y Bernanke? Sólo vertiendo múltiples miles de millones de dólares al rescate de los bancos y otras agencias crediticias pudo evitarse un colapso más grande.
Las declaraciones en el Congreso y las discusiones en los programas de entrevistas pondrán ahora a prueba los relativos méritos de emplear regalos de miles de millones de dólares de dinero para el rescate. Los alumnos del segundo año de la universidad saben que los senadores que se oponen al plan de rescate ignoran la pasada historia económica. Más bien lo que será sometido a prueba es simplemente si la democracia de los presidentes Washington y Lincoln se torcerá por la enorme cantidad de dólares que los lobbistas llevan ahora para presionar contra los compromisos centristas.
El capitalismo desregulado ha llevado en todas partes a sus derrotas autoimpuestas. Desde la estancia de Ronald Reagan en la Casa Blanca, el gobierno corporativo en América ha sido escandaloso. El jefe de la Comisión del Mercado de Valores de Bush, Harvey Pitt, presumía de dirigir una más amable y suave SEC. Sin excepción las principales firmas contables han diseñado trucos para evitar que las malas noticias entren en las hojas de los balances corporativos.
Las tres principales agencias que pretenden advertir de los más crudos riesgos han dado calificaciones AAA a cientos de malos créditos hipotecarios, buenos también, y todo lo que hay entre ellos. Cualquier auditor inteligente que proveyera asesoría honesta perdería el patrocinio de la corporación que le contrató.
No es extraño que los ricos se hayan estado haciendo más ricos en los últimos cuarenta años, mientras que la gente normal ha estado recibiendo una fracción decreciente del pastel económico.
El punto medio -mercados privados regulados además de estabilizadores gubernamentales- gana en todo el mundo cuando tiene oportunidad. Intento ser realista, evitando tanto el excesivo optimismo como el pesimismo. Por ello es que concedo dos vivas al centrismo. Karl Marx y Milton Friedman están equivocados, cada uno de manera distinta, y ninguno de ellos puede cumplir prolongadamente la promesa de sostener estándares de vida estables y crecientes.
AUTOR : PAUL A. SAMUELSON
FUENTE : EL PAIS
China va a su aire
Las autoridades monetarias suelen hablar en clave, de modo que cuando Ben Bernanke, el presidente de la Reserva Federal, hablaba hace poco sobre Asia, los desequilibrios internacionales y la crisis financiera, no criticó específicamente la horrible política monetaria china.
Ni falta que hacía: todo el mundo podía leer entre líneas. El mal comportamiento de China se está convirtiendo en una amenaza cada vez mayor para el resto de la economía mundial. Ahora la única duda es si el mundo (y en concreto, Estados Unidos) va a hacer algo al respecto.
Algunos antecedentes: el valor de la moneda china, a diferencia, por ejemplo, del de la libra esterlina, no está determinado por la oferta y la demanda. En lugar de eso, las autoridades chinas alcanzan su objetivo comprando o vendiendo su moneda en el mercado de divisas extranjeras, una política que ha sido posible gracias a las restricciones impuestas a la capacidad de los inversores extranjeros para meter y sacar su dinero del país.
Una política así no es necesariamente mala, especialmente en un país todavía pobre cuyo sistema financiero podría muy fácilmente verse desestabilizado por los flujos cambiantes del capital especulativo. De hecho, el sistema le vino bien a China durante la crisis financiera de Asia a finales de los años noventa. La pregunta crucial, sin embargo, es si el valor fijado para el yuan es razonable.
Hasta el año 2001, aproximadamente, se podía sostener que sí lo era: la posición comercial general de China no estaba demasiado desequilibrada. Sin embargo, a partir de ese año, la política de mantener fijo el valor del yuan respecto al dólar empezó a resultar cada vez más extraña. Ante todo, el dólar se devaluó, especialmente frente al euro, por lo que, al mantener fijo el valor del yuan frente al dólar, las autoridades chinas estaban devaluando de hecho su moneda frente a las de los demás. Mientras tanto, la productividad del sector de la exportación chino aumentó drásticamente; este hecho, combinado con la devaluación de facto, hizo que los productos chinos se abaratasen exageradamente en los mercados mundiales.
La consecuencia ha sido un superávit comercial chino enorme. Si se hubiese impuesto la dinámica de la oferta y la demanda, el valor de la moneda china se habría disparado. Pero las autoridades chinas no dejaron que subiese. Lo mantuvieron bajo vendiendo cantidades inmensas de la moneda y comprando a cambio una enorme reserva de activos extranjeros, principalmente en moneda estadounidense, que actualmente valen unos 2,1 billones de dólares.
Muchos economistas, incluido yo mismo, creemos que la frenética compra de activos por parte de China contribuyó a inflar la burbuja inmobiliaria, lo que allanó el camino hacia la crisis financiera. Pero es posible que la insistencia de China en mantener fijo el cambio del yuan respecto al dólar, incluso cuando el dólar se devalúa, esté haciendo todavía más daño ahora.
Aunque muchos pájaros de mal agüero han hablado de las nefastas consecuencias de la caída del dólar, esa bajada es en realidad natural y deseable. Estados Unidos necesita un dólar más débil para reducir su déficit comercial, y está consiguiendo ese dólar más débil ahora que los nerviosos inversores que acudieron en masa a la supuesta seguridad de la deuda estadounidense en el momento cumbre de la crisis han empezado a invertir su dinero en otras cosas.
Pero China ha seguido manteniendo su moneda vinculada al dólar, lo que significa que un país con un enorme superávit comercial y una economía que se recupera rápidamente, un país cuya moneda debería estar revaluándose, en realidad está urdiendo una gran devaluación.
Y eso es algo especialmente malo en un momento en que la economía mundial sigue profundamente deprimida debido a una demanda general insuficiente. Al empeñarse en una política de debilitamiento de su moneda, China está absorbiendo parte de esa demanda insuficiente impidiendo que llegue a otros países, y eso está perjudicando al crecimiento en casi todo el mundo. Las principales víctimas, por cierto, probablemente sean los trabajadores de otros países pobres. En épocas normales, yo sería uno de los primeros en negar las afirmaciones de que China está robando los puestos de trabajo de otra gente, pero ahora mismo es la pura verdad.
Entonces, ¿qué vamos a hacer? Las autoridades estadounidenses se han mostrado extremadamente prudentes a la hora de hacer frente al problema chino, hasta el punto de que, la semana pasada, el Departamento del Tesoro, a pesar de expresar su "preocupación", certificaba en un informe obligatorio al Congreso que China no está -repito, no está- manipulando su moneda. Están de broma, ¿verdad?
El hecho es que, ahora mismo, esta prudencia tiene poco sentido. Supongamos que los chinos fuesen a hacer lo que Wall Street y Washington parecen temer y empezasen a vender parte de su reserva de dólares. En la situación actual, esto realmente ayudaría a la economía estadounidense, ya que haría que sus exportaciones fuesen más competitivas.
De hecho, algunos países, entre los que destaca Suiza, han estado tratando de ayudar a sus economías vendiendo su moneda en el mercado de divisas extranjero. Estados Unidos no puede hacerlo, principalmente por motivos diplomáticos; pero si los chinos deciden hacerlo en nuestro nombre, deberíamos enviarles una nota de agradecimiento.
El caso es que, con la economía mundial todavía en situación precaria, no se puede tolerar que países importantes pongan en práctica políticas que los benefician a ellos a costa de perjudicar a otros. Hay que hacer algo respecto a la moneda de China. -
AUTOR : PAUL KRUGMAN
FUENTE : EL PAIS
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