Mostrando las entradas con la etiqueta 11/29/2009. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta 11/29/2009. Mostrar todas las entradas
domingo, 29 de noviembre de 2009
Doce días para Copenhague
Los pronósticos de la comunidad científica sobre el cambio climático son claros. Las concentraciones de gases de efecto invernadero (GEI) alcanzarán niveles peligrosos en pocos años. Los efectos sobre la temperatura promedio global ya se dejan sentir, precipitando el deshielo de glaciares y de la capa de hielo en el Ártico, entre otras cosas. Si se quiere evitar lo peor es necesario actuar ya.
Es decir, en materia de cambio climático, el recurso escaso es el tiempo. Lo malo es que lo estamos desperdiciando en grande. La conferencia de Copenhague, programada para arrancar el 7 de diciembre, podría ser una de las últimas oportunidades para comenzar la transición económica y tecnológica que reclama el desafío del calentamiento global.
Ésta es la decimoquinta conferencia de las partes (COP-15) de la Convención marco de Naciones Unidas sobre cambio climático (UNFCCC, por sus siglas en inglés). Es un hito decisivo porque en ella se deberían aprobar los grandes lineamientos del acuerdo que debe remplazar al Protocolo de Kyoto (PK), que expira en 2012. Éste es el tratado internacional aprobado en 1997 para comenzar a limitar las emisiones de gases de invernadero y reducir la adicción a los combustibles fósiles. Desgraciadamente, las modestas metas del PK ni siquiera se cumplieron. Las lecciones del PK no pueden ser ignoradas.
El secretario ejecutivo de la UNFCCC, Yvo de Boer, piensa que la conferencia de Copenhague todavía puede cumplir su meta principal si se pueden responder las siguientes preguntas. Desgraciadamente no se da cuenta de que ya se conocen las respuestas.
Primero: ¿cuál es el nivel de reducción de emisiones de gases de invernadero que los países industrializados están dispuestos a aceptar? Aquí se trata de poner sobre la mesa metas cuantitativas que van a tener carácter vinculante. Pero ya es evidente a estas alturas que Estados Unidos no va a acudir a la conferencia con un mandato claro sobre el nivel de reducción de emisiones para los próximos 50 años. La razón es que el Senado de ese país acaba de posponer el debate de la ley Kerry-Boxer para la primavera de 2010. Esa iniciativa establecerá las metas de reducciones estratégicas de Estados Unidos y está articulada con el esquema de mercado de bonos de carbono de la ley Waxman-Markey, que también se encuentra en pleno debate en el Senado. Aun cuando Obama anuncie metas de reducciones en los próximos días, a aprobación de la ley Kerry-Boxer en el Senado no está garantizada: todos sabrán que Estados Unidos llegará con las manos vacías a Copenhague. Eso arrastrará a Europa, China e India.Segundo: ¿qué están dispuestos a hacer los grandes países en desarrollo como China, India y Brasil para limitar el crecimiento de sus emisiones? Las emisiones de estos países crecen rápidamente. En su viaje a China la semana pasada, Barack Obama y el presidente Hu Jintao llegaron a un acuerdo implícito: en Copenhague no va a
surgir un gran acuerdo con metas cuantitativas de reducciones de GEI. Eso implica que la India y Brasil tampoco van a comprometerse.
La tercera pregunta: ¿cómo se va a financiar la ayuda que necesitan los países no industrializados y cómo se va a administrar ese dinero? Para comenzar, las cifras de los últimos tres decenios sobre el flujo de ayuda a los países en desarrollo no permiten el optimismo. Y las cosas han empeorado: con la crisis financiera y económica global, no soplan vientos de gran generosidad en los países de los que podría emanar la ayuda. Así que, más allá de discutir si se establece una agencia multilateral que centralice los recursos y los asigne con un esquema de prioridades, o si se deja que la ayuda bilateral sea el canal privilegiado, lo que se requiere es llamar la atención sobre la necesidad de un nuevo gran paradigma para reorganizar las relaciones económicas internacionales.
Las respuestas a las preguntas de Yvo de Boer no favorecen el optimismo. Sin embargo, si no hay humo blanco en Copenhague, eso no es necesariamente lo más malo que puede suceder. Después de todo, sería peor despertar después de la COP-15 con un tratado que cristalice instituciones perversas en un mundo que se engaña a sí mismo con la ilusión de que, ahora sí, ya trabaja para resolver el problema.
Si lo que se busca en Copenhague es un refrito del Protocolo de Kyoto estamos frente a un grave problema. Hay que reconocer que el PK no fue un buen tratado. Sus metas fueron pobres y tenía grandes ventanas para eludir compromisos. Es hora de abandonar los esquemas que se proponen en su nombre (¡como si la experiencia de Kyoto hubiera sido exitosa!). Entre otras cosas, hay que desechar la solución del mercado de bonos de carbono, en el que, al final de cuentas, "el que contamina gana". También hay que desechar la idea de un impuesto regresivo a las gasolinas como si eso fuera "la" solución. Se necesitan estrategias de transformaciones estructurales, no soluciones mágicas. Sobre todo, es hora de pasar a un esquema en el que la justicia sea el eje principal para enfrentar el problema del cambio climático.
AUTOR : ALEJANDRO NADAL
FUENTE : LA JORNADA
El desplome de Dubai
India podría tener el fuete en este juego de poder
Alá fue generoso con Dubai este jueves. Justo cuando la inmensa prosperidad del emirato parecía a punto de colapsar los mercados internacionales, que naturalmente temblaron”, comenzó la fiesta de Eid al Adha que envió a todos los reyes, emires y jeques de vuelta a sus Diwan (consejos administrativos o contables N. de la T.) para celebrar la decisión del padre del monoteísmo, el profeta Ibrahim, de no matar a su hijo Ismael. Sin embargo, el jeque Mohamed bin Rahid al Majtoum sabía que la fiesta de una semana de duración en Dubai cerraría
los mercados locales aunque no podría frenar los rumores.
Entre ellos estaba la patraña de que el jeque Mohamed tendría que entregar su inmensamente redituable Aerolínea Emiratos a su primo de Abu Dhabi, el siempre benévolo jeque Califa bin Sayed bin Sultan al Nahytan, quien ocupa mucho de su tiempo financiando las desmedidas ambiciones turísticas y oligárquicas de Dubai. Puede ser que Dubai tenga la más alta torre del mundo y también la más grande isla artificial, pero sería prudente que pagara lo que debe a la compañía japonesa que construyó el primer sistema de Metro del emirato, que tiene la
desventaja de que no tiene capacidad para transportar el equipaje de quienes son
llevados al aeropuerto.
Existen, sin embargo, dos realidades básicas sobre Dubai, reino que, de manera nada sorprendente, no ha logrado figurar en la especulación de los mercados internacionales ni en los análisis financieros de los periódicos. La primera es que Dubai puede descubrir muy pronto que es un satélite, no de su capital, Abu Dhabi, sino de India. Los más importantes comerciantes de Dubai son de nacionalidad india y tienen el monopolio no sólo del oro, sino hasta el de las librerías. El patio de recreo del jeque Mohamed está a sólo dos horas en avión
del oeste de India. Hasta 1962 (hay que ser viejo para entender el mundo económico de los emiratos), la rupia india era la moneda oficial de la región del golfo Pérsico, incluido Kuwait.
Esto no cambiará porque el jeque Mohamed, furioso, despidió hace una semana a tres de sus principales ejecutivos, si bien puede servir de advertencia a quienes quieren sacar demasiado provecho del boom de Dubai. El gobernante deberá reflexionar sobre el futuro de los emiratos, incluso el inválido Mundo Dubai, si es que quiere hacer las paces con su amistoso primo de Abu Dhabi. Pero al final, todos los emires saben que Dubai, al igual que los bancos de Estados Unidos y Gran Bretaña que se desplomaron espectacularmente este año, es demasiado grande como para ser abandonado. Si realmente falla Mundo Dubai, las agencias financieras empezarán a bajar el precio de sus activos, que antes promovieron escandalosamente, y por tanto los jeques y las elites financieras de los Emiratos Árabes Unidos tendrán dificultad para obtener dinero.
Siempre ha habido una cómoda relación entre el arrogante y estirado Abu Dhabi y el playboy que es Dubai. Al jeque Mohamed le gusta el turismo, los extranjeros, las carreras de caballos y hasta los oligarcas rusos, cuyos matones protagonizaron un tiroteo hace unos meses en el entorno del edificio más alto del mundo. Abu Dhabi, propietario de la sexta reserva más grande de crudo en el mundo, cree en la industria y el arte, y ocasionalmente hace bromas ligeras
contra el exuberante emirato que tiene al este. La exitosa creación de Aerolíneas Ettihad, de cara a la constante expansión de Aerolíneas Emiratos, fue una broma y una advertencia al mismo tiempo.
Pero desde el fondo de sus doradas mezquitas, la familia gobernante se hace preguntas muy serias en estos feriados islámicos. ¿Por qué fue tan grosero y poco profesional el llamado a declararse en moratoria de su deuda?
El lector puede confiar en que la fuente que dio esta información al periódico The Independent se encuentra en una posición muy alta de la escalera, por lo que debió haber sido informado de dicho llamado antes de anoche, y no fue así. “Fue un shock y una sorpresa, no solamente para mí sino para todos a quienes conozco. Toda la información con que yo contaba desde ayer era que todo estaba bajo control. Teníamos fondos para cubrir toda deuda que venciera este año; había 10 mil millones de dólares desembolsados en febrero último y casi 8 mil millones
liberados el mes pasado.
“Es un acertijo: estaba claro que el certificado de deuda que se vence en diciembre próximo serviría sobre todo como indicador. Todo mundo planeaba pagarlo. Los habitantes de Abu Dhabi no sabían que esto pasaría. Los mercados no esperaban esto”, dijo la fuente.
Muy cierto. Si Mundo Dubai y todos sus conglomerados (conocidos simplemente como Dubai) ya estaban en un proceso de restructuración, ¿por qué el extraordinario llamado del miércoles a declararse en moratoria? Se habló este jueves de “la revolución de los Diwan”, aunque uno pensaría que esto comenzó cuando el jeque Mohamed empezó a despedir a sus altos ejecutivos hace una semana.
Como dijo un periodista financiero del golfo: “Para obtener seis meses de gracia en los pagos a acreedores, no se puede nada más anunciarlo sin antes de hablar con ellos. No se logra algo así en un par de semanas”.
A menos, claro, que el jeque Mohamed haya planeado todo el fandango con el jeque Jalifa. Esto no es muy probable si se toma en cuenta que la decisión de Dubai de permitir a los extranjeros comprar propiedades en el emirato se adoptó sin hacer referencia alguna a las leyes de la nación y sin avisar a Abu Dhabi. Como sea, quizá en vez de preocuparnos por los mercados en Londres o Tokio deberíamos observar los movimientos de la bolsa en India...
AUTOR : Robert Fisk es el corresponsal del diario británico The Independent en Oriente Medio.
TRADUCCION Gabriela Fonseca
FUENTE : SIN PERMISO
sábado, 28 de noviembre de 2009
La amenaza fantasma
Una cosa curiosa ha pasado de camino hacia el nuevo New Deal. Hace un año, lo único a lo que teníamos que tener miedo era al miedo; hoy, la doctrina que impera en Washington parece ser la de "Ten miedo. Ten mucho miedo".
¿Qué ha ocurrido? Ciertamente, los "centristas" del Senado han puesto trabas a los esfuerzos para estimular la economía. Pero todos los indicios dan a entender que además de soportar la oposición política, el presidente Obama y su círculo más cercano se han dejado intimidar por las historias de terror procedentes de Wall Street.
Fíjense en el contraste entre lo que los asesores de Obama decían en vísperas de la toma de posesión, y lo que él mismo dice ahora. En diciembre de 2008, Lawrence Summers, a punto de convertirse en el economista de más alto rango del Gobierno, instaba a una intervención decisiva. "Muchos expertos", advertía, "creen que el desempleo podría alcanzar el 10% a finales del próximo año". Ante esa perspectiva, proseguía, "hacer demasiado poco supone una amenaza mayor que hacer demasiado".
Diez meses después, el desempleo alcanzaba el 10,2%, señal de que, a pesar de su advertencia, el Gobierno no ha hecho lo suficiente para crear puestos de trabajo. Era de esperar, por tanto, que tomara la determinación de hacer más.
Pero en una entrevista concedida recientemente a Fox News, el presidente parecía poco seguro de sí mismo y nervioso respecto a su política económica. Hablaba con vaguedad de los posibles incentivos fiscales para la creación de puestos de trabajo. Pero "es importante reconocer", añadía, "que si seguimos aumentando la deuda, incluso en medio de esta recuperación, llegará el momento en el que la gente perderá la confianza en la economía estadounidense de tal modo, que podría producirse una recaída en la recesión".
¿Qué? ¿Eh? La mayoría de los economistas con los que hablo creen que el gran riesgo para la recuperación procede de la parquedad de las medidas gubernamentales: el estímulo fue demasiado pequeño, y se disipará el próximo año, mientras que el elevado desempleo está minando la confianza de consumidores y empresas.
Es verdad que, desde el punto de vista político, al Gobierno de Obama le resulta difícil aplicar un segundo estímulo a gran escala. Aun así, debería tratar de que se apruebe tanta ayuda a la economía como sea posible. Y recuerden que Obama lleva la voz cantante; su cometido es el de persuadir a Estados Unidos de que haga lo que se tiene que hacer.
Pero, en cambio, Obama está dando voz a quienes dicen que no podemos crear más puestos de trabajo. Y en un informe de Politico.com se señala que la reducción del déficit, no la creación de puestos de trabajo, será el eje de su primer discurso sobre el Estado de la Unión. ¿Qué ha pasado?
Tardé un rato en encontrarle significado. Pero las preocupaciones que expresa Obama se vuelven comprensibles si partimos de la base de que está sacando sus puntos de vista, directa o indirectamente, de Wall Street.
Desde que comenzó la Gran Recesión, los analistas económicos de algunas grandes empresas de Wall Street (aunque no todas) han advertido de que las iniciativas para luchar contra la recesión provocarán males económicos aún mayores. En concreto, dicen, da igual la actual capacidad del Gobierno estadounidense para endeudarse a largo plazo con tipos de interés extraordinariamente bajos, porque, en cualquier momento, el déficit presupuestario hará que la confianza del inversor se hunda, y los tipos de interés se pondrán por las nubes. Y ésta es la afirmación de la que Obama se hacía eco en la entrevista de Fox News. ¿Tiene razón al preocuparse?
Bueno, en el pasado se han producido picos en los tipos de interés a largo plazo, el más famoso, en 1994. Pero en 1994 la economía estadounidense añadía 300.000 puestos de trabajo al mes, y la Reserva Federal no paraba de subir los tipos de interés a corto plazo. Es difícil entender por qué iba a producirse algo similar ahora, cuando la economía pierde empleos y la Reserva Federal no muestra el menor deseo de subir de un momento a otro los tipos.
Un modelo mejor, diría yo, es el de Japón en la década de 1990, que mantuvo un déficit presupuestario persistente, pero también una economía persistentemente deprimida, y experimentó una caída casi constante de los tipos de interés a largo plazo. Hay muchas posibilidades de que las autoridades estén aterrorizadas por una amenaza fantasma, una amenaza que sólo existe en su mente.
¿Y no deberíamos considerar la fuente? Que yo sepa, los analistas que ahora advierten sobre una subida drástica de los tipos de interés tienden a ser los mismos que insistían, meses después de que empezara la Gran Recesión, en que la gran amenaza que afrontaba la economía era la inflación. Y no olvidemos que Wall Street -que por alguna razón no reconoció la mayor burbuja inmobiliaria de la historia- tiene un historial que deja mucho que desear en la predicción del comportamiento del mercado.
Aun así, admitamos que hay cierto peligro de que si se hace más para solucionar el problema del desempleo, superior al 10%, la confianza en los mercados de deuda pública acabará debilitándose. Este riesgo debe compararse con la certidumbre acerca del sufrimiento masivo si no hacemos más, y la posibilidad, como ya he dicho, de que se hunda la confianza de los trabajadores y las empresas corrientes.
Y Summers tenía razón la primera vez: ante la mayor catástrofe económica desde la Gran Depresión, es mucho más arriesgado hacer demasiado poco que hacer demasiado. Es una pena, y una desgracia, que el Gobierno parezca haber perdido de vista esa verdad.
AUTOR : Paul Krugman es profesor de Economía en la Universidad de Princeton y premio Nobel de Economía 2008.
FUENTE : EL PAIS
Comienzo de una nueva era mundial
La aplastante victoria electoral del presidente Barack Obama en 2008 evitó un desastre financiero mundial. Si el senador republicano John McCain hubiese ganado esas elecciones, el PIB actual de EE UU sería aún más bajo, con una diferencia de más del 15%. Y se habría producido una caída similar en la productividad mundial. Alegrémonos de la flexibilidad del presidente de la Reserva Federal Ben Bernanke y de la del Banco Central Europeo por adoptar una política fiscal activista por primera vez desde el New Deal de Franklin D. Roosevelt.
El ex presidente de la Reserva Federal Alan Greenspan y los gobernadores de los bancos centrales europeos huyeron de las políticas preventivas que podrían haber evitado la mayor parte de la crisis actual. Estos jefes creían erróneamente que el capitalismo no regulado podría esquivar la bala de la depresión. En todas partes ha quedado demostrado que era una creencia falsa.
Las presidenciales de EE UU de 2008 pusieron fin a las meteduras de pata de la Administración de Bush y a otras actuaciones para "hacer que los pobres y las clases medias subvencionen a los ultrarricos". Éste es un mal principio ético y no se justifica por una mayor eficiencia del crecimiento.
Iniciamos ahora una era en la que China hará que el liderazgo que ha ejercido EE UU desde 1950 hasta 2009 se quede cada vez más obsoleto. Sus hijos y mis nietos vivirán en esta época nueva y llena de desafíos. Veremos a China alcanzar a Japón y superarlo como la segunda economía con un mayor PIB total tras Estados Unidos.
Luego, a menos que el liderazgo monopartidista de China salte por los aires, seguramente llegará el día en que el PIB total real de China supere al de EE UU. Una lástima. Pero ésa es la expectativa realista.
Sin embargo, no esperen una rotación tranquila y sin incidentes de los líderes del mundo. De 2010 a 2020, lo más probable es que se produzca un ataque masivo contra el dólar. ¿Por qué? Porque siempre, desde el año 1000 después de Cristo, el crecimiento impulsado por la exportación ha sido la norma cuando una población con pocos ingresos y capaz de aprender ha empezado a imitar la tecnología de un país más avanzado, para así hacer la competencia a las industrias de las regiones ricas. En EE UU, Atlanta se ha hecho con gran parte de la producción automovilística de Detroit. Así ha sido y así será. Cada vez que una población con pocos ingresos y capaz de aprender pueda imitar la tecnología de un país más avanzado, lo hará. Por eso el proteccionismo es como un virus del herpes persistente contra el que hay que protegerse.
Últimamente, he llegado a temer que el inevitable ataque desordenado contra el dólar se presentase antes de lo que yo pensaba. Desearía estar equivocado. Muchas veces, a lo largo de siete décadas de enseñanza de la economía y creación de libros de texto, me he equivocado. Aun así, recuerden dónde leyeron todo esto antes. Como decían los griegos clásicos, no maten al mensajero que les trae malas noticias.
Tengo una recomendación positiva que podría reducir los riesgos descritos, e incluso posponerlos en el tiempo. Les aconsejo a los que invierten en activos en dólares con un rendimiento por intereses cercano a cero que se pasen pronto a una carpeta de inversión diversificada que se beneficie de los rendimientos medios mundiales, que son mayores. Eso contribuirá a estabilizar mejor esas volátiles inversiones extranjeras en bonos de bajo rendimiento.
En un artículo publicado hace unos años en Newsweek, Advice for a Sheikh
[Consejo para un jeque] hice la misma sugerencia. También el fallecido catedrático de Harvard, Warren Law, y yo fuimos a Noruega a hacer una propuesta similar.
Gracias al avance de la ciencia y la ingeniería, las centristas economías mixtas de hoy pueden tener por delante una perspectiva de longevidad con buena calidad de vida. Antes del 1700 antes de Cristo eso nunca era así. La nueva realidad es que la raza blanca caucásica constituye una minoría en la población mundial. Las personas de color son la mayoría, y van a dominar cada vez más.
Readáptense a estas nuevas verdades permanentes. No esperen que las tendencias básicas cambien. Adáptense y cuanto antes mejor. Las idioteces del egoísmo de libre albedrío de Friedman-Hayek han desaparecido para siempre, o eso espero.
En la época en que empecé mis estudios de economía, cuando tenía 16 años, Carlyle estaba en lo cierto al llamar a la economía la Ciencia Deprimente. Gracias a la ciencia moderna y a un mejor conocimiento, esta maldición maltusiana ha sido vencida. La buena economía moderna hace que la economía sea la Ciencia de la Esperanza.
¡Al fin! -
AUTOR :
Paul A. Samuelson es profesor emérito de Economía en el Massachusetts Institute of Technology (MIT) y Premio Nobel de Economía en 1970.
FUENTE : EL PAIS
Suscribirse a:
Entradas (Atom)