martes, 20 de mayo de 2008
CUANTO CUESTA EXPORTAR EL GAS DE CAMISEA?
La semana pasada, el candidato presidencial del PRD, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), denunció el contrato de venta del gas de Camisea entre Repsol y el gobierno mexicano. Afirmó que Repsol había obtenido información privilegiada del gobierno, lo que le había permitido ser el único postor en la licitación de setiembre del 2007. AMLO ya entregó toda la documentación (966 folios) a los congresistas de su partido para que investiguen el caso.
La denuncia es la siguiente: afirma que los 500 millones pies cúbicos diarios de gas de Camisea que Repsol compra al consorcio Hunt Oil tienen un valor fijo de US$ 2.45 por mil pies cúbicos (mpc) durante los 15 años del contrato, lo que equivale a US$ 6,000 millones. Pero Repsol va a vender ese gas a México al precio del Indice Henry Hub de EEUU, que es mucho mayor: actualmente es US$ 9.45/mpc. Por tanto, México le va a pagar a Repsol US$ 21,000 millones en 15 años.
La diferencia entre lo que Repsol le paga al Perú y lo que recibe de México deja una ganancia de US$ 15,000 millones. Dice AMLO: "esto demuestra que la privatización del sector energético significa jugosos negocios para las empresas extranjeras, Repsol, en perjuicio del interés nacional". Que haya una denuncia sobre un negociado que involucra la venta de gas peruano debiera preocupar. Sin embargo, hasta ahora el gobierno y las empresas no proporcionan su versión de los hechos.
La denuncia de AMLO contiene información de alta importancia. Dice que el costo del gasoducto desde Camisea hasta Pampa Melchorita es US$ 0.40 por mpc, que el costo de la licuefacción en Pampa Melchorita es US$ 1.00 por mpc y que el costo de transporte hasta Manzanillo en México en los buques es US$ 0.45/mpc. Dice AMLO que esta información "es pública y fidedigna". Por nuestra parte, la hemos contrastado con fuentes académicas y de la industria y encontramos que se ajusta a los costos actualmente existentes (www.cristaldemira.com, 16/9/07).
Pero sucede que en el Perú estos costos no se conocen, porque provienen de un "contrato privado" entre Peru LNG y el consorcio Camisea. Sucede, sin embargo, que estos costos son claves para determinar el precio en boca de pozo, a partir del cual el Estado cobra la regalía del 37%, de la cual el 50% va al Cusco. La transparencia exige que la ciudadanía sepa si los costos de AMLO son correctos.
Esto es importante porque el precio en boca de pozo se determina con la metodología del "netback": al precio en México (el Henry Hub menos un pequeño descuento) se le restan todos los costos mencionados. Por tanto, si los costos son altos, el precio en boca de pozo es menor; lo inverso sucede si los costos son bajos. En el cuadro presentamos tres precios distintos del Henry Hub y, como se aprecia, el precio en boca de pozo es mayor (y, por tanto, la regalía también lo será) a medida que aumenta el Henry Hub. En la columna "Precio 2008" se ve que el precio en boca de pozo sería de US$ 7.60/mpc.
AMLO dice que el precio al que Repsol le compra el gas a Peru LNG es fijo cuando es fluctuante, como hemos visto. Se sabe que hay un "netback" (lo que no se conoce son los costos que lo componen). Lo que sí es cierto es que los vendedores de gas obtendrán ingentes utilidades por la diferencia entre el precio de venta a México y el costo. De otro lado, AMLO señala que México va a pagar un precio caro por el gas, porque ese precio está ligado al Henry Hub. Eso es cierto porque el Henry Hub oscila con el precio internacional del petróleo. También es cierto que esa política de precios la estableció el gobierno mexicano hace ya varios años y no recientemente.
Para terminar, reafirmamos que el gas de Camisea solo debe exportarse en la medida que se asegure el abastecimiento del mercado interno por un horizonte permanente de 20 años, lo que no sucede ahora. De otra manera, en algunos años, si hay escasez de gas, la prioridad será el mercado interno y a este contrato le pasará lo mismo que a Argentina con Chile. Dicho esto, también es importante que los costos de producción y transporte sean transparentes y conocidos por la ciudadanía. La denuncia de AMLO permite poner este punto en la agenda.
AUTOR : HUMBERTO CAMPODONICO
CRISTAL DE MIRA,04/09/2008
INVERSION EXTRANJERA: SALE MAS DE LO QUE ENTRA
La última Nota de Estudios # 14 del BCR trae información de particular relevancia: es la que detalla el comportamiento de la Inversión Extranjera Directa (IED) para el periodo 2003-2007 en lo que concierne a las inversiones efectuadas y las remesas de capitales al exterior. En otras palabras, nos permite apreciar los flujos de entrada y salida de la IED.
Lo primero que salta a la vista es que la IED ha venido aumentando en los últimos años, pasando de US$ 1,275 a US$ 5,343 millones del 2003 al 2007 (ver rubro # 1 del cuadro). El total acumulado para el periodo ha sido de US$ 14,263 millones, una de las más importantes en los últimos años.
Pero no solo hay que analizar la entrada de IED, sino también cuál es el monto de utilidades que las empresas extranjeras han obtenido en el Perú. Vemos que las utilidades también aumentaron de US$ 1,112 a US$ 4,696 millones del 2003 al 2007 (rubro # 2), lo que nos da un total de US$ 22,315 millones para dicho periodo.
Un primer análisis nos dice que las utilidades fueron mayores que las inversiones en US$ 8,052 millones (22,315 – 14,263). En otras palabras: el flujo neto es ampliamente favorable a la IED.
Pero la Nota # 14 también proporciona información desagregada sobre las utilidades de las empresas extranjeras, la que antes no se consignaba (el pedido de publicación de esa información fue hecho varias veces en esta columna). En efecto, se consignan las Utilidades Reinvertidas (rubro 2.a), son las utilidades que no se remesaron al extranjero y fueron reinvertidas en el país. Esa cifra también ha aumentado en los últimos años, llegando a US$ 4,696 millones en el 2007 y nos da un total de US$ 12,275 millones para el periodo.
La información sobre las Utilidades Reinvertidas permite conocer las utilidades efectivamente remesadas al extranjero (o que continúan retenidas), que también han venido aumentando y fueron US$ 3,169 millones en el 2007 (rubro 2.b). Así, del 2003 al 2007, estas alcanzaron un total de US$ 10,040 millones.
Finalmente, es importante ubicar la magnitud total de la IED en el Perú con respecto a la inversión privada total (nacional y extranjera), que en el 2007 fue el 20% de un PBI de US$ 109,000 millones, es decir, US$ 21,800 millones. Así en el 2007 la IED representó el 25% del total de la inversión en el Perú (5343 / 21,800).
Una de las primeras conclusiones es que, de los US$ 14,263 millones invertidos, US$ 12,275 millones provienen de las utilidades generadas en el Perú. Esto equivale al 86% (12,275 / 14,463) y puede leerse también así: de cada 100 dólares invertidos del 2003 al 2007 por las empresas extranjeras, 86 dólares fueron generados aquí (rubro 3). Una segunda conclusión es que la IED nueva (que no proviene de la reinversión de utilidades) asciende solo a US$ 1,988 millones en el periodo (rubro 4).
Si comparamos estas cantidades con las utilidades remesadas y/o retenidas (que provienen sobre todo del sector minero), US$ 10,040 millones, apreciamos que el país no está obteniendo los frutos adecuados de la IED: las inversiones totales de US$ 14,263 millones (incluyendo reinversión) son mucho menores que las utilidades de US$ 22,315 millones. Eso debe revertirse.
AUTOR : HUMBERTO CAMPODONICO
CRISTAL DE MIRA,3/12/2008
SALARIOS Y GANANCIA:BOCA DE COCODRILO
Para el gobierno, las protestas sociales no se justifican "porque el país está creciendo" y "las cosas están mejorando para los trabajadores". Por eso, dicen que las protestas tienen "una motivación política".
Pero las recientes estadísticas del INEI sobre "PBI por tipo de ingreso" (ahora con datos al 2006) dicen otra cosa. Así, del 2003 al 2006 ha bajado la participación de los salarios en el PBI de 25% a 21.8%. Ojo, esos años son, justamente, los de recuperación del crecimiento económico: del 2002 al 2006 el PBI aumentó nada menos que 32%.
Esto quiere decir que si bien crece el PBI, decrece la participación de los salarios en la torta del ingreso nacional (PBI). Lo inverso sucede con las ganancias empresariales, pues el excedente de explotación pasó del 58.7% al 62% del PBI del 2003 al 2006. Se corrobora que los empresarios están obteniendo utilidades netas extraordinarias y sí se benefician del crecimiento económico. Por eso, bien visto el gráfico, del 2003 al 2006 la desigualdad se ensancha como boca de cocodrilo.
La participación de los salarios ha venido bajando desde los 70, cuando bordeaba el 40% del PBI. La pérdida más importante fue con la hiperinflación de 1987-90, bajo García: los salarios quedaron en solo 32% del PBI. Después, con el fujishock de agosto de 1990 se produjo otro agudo bajón de 1991 a 1993. De 1993 al 2003, se estanca la participación de los salarios en el "fondo del pozo", para después volver a caer.
Una adecuada política socialdemócrata, o de "cambio responsable", debiera pugnar por una mayor equidad. Pero no. Solo se escucha la prédica de la derecha económica, que insiste en los "sobrecostos laborales", que no hay que subir el miserable salario mínimo (a pesar de que ha aumentado la productividad) y que bloquea desde hace 6 años la promulgación de la Ley General del Trabajo.
En Argentina, por ejemplo, no sucede lo mismo. Si bien los salarios bajaron con la crisis de 1998 y, después, con la devaluación de fines del 2001, hoy han recuperado posiciones y están en 28% del PBI, lo cual sigue siendo bajísimo. No hablemos, por favor, de los niveles europeos o de EEUU, donde la participación salarial supera el 50% del PBI –y en algunos países el 60%–.
En valor monetario, la pérdida salarial de los trabajadores peruanos es inmensa: en el 2006 el PBI fue S/. 302,000 millones. Si los trabajadores hubieran participado con el 30% (como en 1991), les hubiera tocado S/. 91,000 millones. En cambio, con el 21.8% del 2006 solo reciben S/. 66,000 millones, es decir, S/. 25,000 millones menos. Así como lo lee, aunque usted no lo crea. Ese dinero que los trabajadores recibieron de menos, las ganancias empresariales lo recibieron de más.
Alan García, principal responsable de la pérdida salarial en el PBI durante su presidencia del 85-90, debiera ser el principal interesado en que esta vuelva a aumentar, lo que apuntalaría el crecimiento económico y, lo más importante, podríamos crecer y a la vez redistribuir el ingreso nacional. Pero no le interesa. Parece que está contento con la situación actual: hay crecimiento económico, pero no redistribución porque las ganancias se las quedan unos pocos, sobre todo las grandes empresas mineras y petroleras. ¿Qué les parece?
AUTOR : HUMBERTO CAMPODONICO
CRISTAL DE MIRA, 11/12/2007
LA AUSTERIDAD COMO COARTADA O LA IDEOLOGIA DE LA PLUTOCRACIA
Hace algunas semanas, un alumno, cuando salía de mis clases de teoría del crecimiento, me hizo las siguientes preguntas: ¿En qué se basa el Congreso de la República para afirmar que los trabajadores del Banco Central tienen salarios elevados? ¿Acaso su referencia es el decreto de austeridad impuesto por este gobierno? ¿No cree usted que la disminución de sueldos efectuada al amparo de ese decreto, es un atentando contra la esperanza de nosotros los jóvenes que aspiramos a tener mejores condiciones de vida cuando seamos profesionales?
Me quedé turbado con las preguntas. Todas reflejaban una especie de desengaño anticipado por el esfuerzo económico que supone estudiar en la universidad. Reaccioné instintivamente, afirmando, para atenuar su frustración, que los jóvenes son la esperanza; por lo tanto, mientras ustedes sigan siendo jóvenes, no podrán perderla, a menos, claro está, que renuncien a su propia juventud. Mencioné a José Enrique Rodó, para quien «las prendas del espíritu joven -el entusiasmo y la esperanza- corresponden en las armonías de la historia y la naturaleza, al movimiento y a la luz». También recordé a José Ingenieros, a Romaín Rolland y, ciertamente, a Manuel Gonzalez Prada, de quien Mariátegui admiraba su «austero ejemplo moral».
Salarios y Productividad
Mi respuesta no le satisfizo. Para él, sin duda, era una huida. ¿No hay acaso, me dijo, una teoría de los salarios vinculada a la calificación de los trabajadores y, por lo tanto, a su eficiencia? Efectivamente, respondí. Incluso, hay otra, como la del economista clásico Ricardo, según la cual el salario no se determina en el mercado, pues en su determinación influyen no sólo razones económicas, sino también sociales: el salario debe ser suficiente para que el trabajador pueda reproducir no sólo su capacidad de trabajar sino también la de su familia.
¿No desarrolló usted en su curso de macroeconomía, preguntó otro alumno, un modelo donde el esfuerzo del trabajador responde directamente al nivel de su salario real? Es cierto, le respondí. Según este modelo, las empresas pagan un salario más alto que el que equilibraría el mercado; si no lo hicieran, perderían porque sus trabajadores se «volverían menos productivos» o migrarían, acotó él, a empleos donde se les reconozcan mejor su calificación y experiencia. El mercado de trabajo no se equilibra. Hay desempleados que estarían dispuestos a trabajar por salarios más bajos. Si las empresas los contrataran, despidiendo a sus trabajadores con experiencia, afectarían la productividad y, por lo tanto, sus ganancias. El salario que pagan, más alto que el que equilibraría el mercado es, entonces, un salario de eficiencia.
Desregulación y sobreexplotación
Hay otras teorías, les dije. Por ejemplo, Bowles, Gordon y Weisskopf, sostienen que la estructura social de acumulación y crecimiento de la economía norteamericana, fue modificada radicalmente por los gobiernos republicanos de los 80s, cuando, al abandonar las políticas aplicadas después de la segunda guerra mundial, deprimieron los ingresos de los trabajadores y debilitaron sus organizaciones sindicales. En efecto, fueron los republicanos de esos años que iniciaron la desregulación de los mercados, en especial del mercado de trabajo, y redujeron, mediante políticas monetarias restrictivas, la demanda y el empleo, con el objetivo de redistribuir el ingreso a favor del gran capital y en perjuicio de los trabajadores. Como consecuencia de estas medidas, se redujo la productividad del trabajo, se quebró el poder sindical, se «aplastó» la clase media y aumentó la desigualdad en la distribución del ingreso hasta los niveles registrados en los años 20s y 30s. Los ingresos de los ejecutivos de las grandes empresas, dice Krugman, crecieron, en los últimos 30 años, mucho más rápido que los ingresos de los maestros de escuela, no obstante que ambos cursan el mismo número de años de educación formal.
Fuente: MTPE
Otro alumno preguntó, ¿qué sentido tiene, entonces, la política de austeridad? ¿No se contradice con la idea de reformar el Estado, para hacerlo más eficiente con base a la calificación profesional? «Se recorta sueldos y se gasta muy poco en educación», ¿no es esto una política contraria al desarrollo del capital humano? Recordé mis viejas lecturas de Martin Carnoy, de Samuel Levy, de Gary Becker y, antes de que yo respondiera, un alumno, cuyo trabajo de tesis, dijo, versa sobre la rentabilidad de la inversión en educación, afirmó que la política de austeridad viola las leyes del mercado, porque se afecta su rentabilidad con la reducción de los ingresos decretada por el Gobierno. Pero, intercedió una alumna, el Estado fija «precios» en el «mercado de trabajadores públicos» y, sin embargo, deja «libre» el mercado de trabajadores privados, donde campea el abuso de los «services» y de la «terciarización», junto a las sobre ganancias de las empresas mineras y financieras.
La trampa de la austeridad
Mi respuesta fue otra. Los neoliberales, afirmé, han restaurado la «nordomanía», es decir, la admiración por los «usos» norteamericanos. Esta «costumbre» denunciada por Rodó a comienzos del siglo XX, fue formalizada por los políticos, en los umbrales del siglo XXI, con su adhesión al Consenso de Washington y la firma del TLC. Sus antecedentes fueron los Planes Baker y Brady, ideados precisamente por los gobiernos de Reagan y Bush en los años 80s. Desde entonces, dije, se hizo más desigual la distribución del ingreso, aumentó vergonzosamente la pobreza, se debilitaron los sindicatos, se empobreció la calidad de la educación, y se ha enajenado la soberanía del Estado a los intereses del capital transnacional. Así, la ideología de la austeridad es la coartada para dar paso a los dueños de la vida económica. Rodó decía, recordando los últimos tiempos de la república romana, que el «advenimiento de la clase enriquecida y soberbia, es uno de los antecedentes visibles de la ruina de la libertad y de la tiranía de los Césares».
AUTOR : FELIX JIMENEZ
PUBLICADO EN ECONOMIA POLITICA PERUANA, 07/10/2007