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viernes, 28 de mayo de 2010
Ayuda para el desarrollo en cinco sencillos pasos
Todo país, sea rico o pobre, debe garantizar el acceso universal a la atención de salud primaria, lo que incluye un parto en condiciones seguras, nutrición, vacunas, control de la malaria y servicios clínicos. Cada año, cerca de nueve millones de niños mueren por enfermedades que se podrían haber prevenido o tratado y cerca de 400.000 mujeres fallecen debido a complicaciones del embarazo.
Casi todas estas muertes ocurren en los países más pobres del mundo. Evitarlas no sólo reduciría los niveles de sufrimiento, sino que además fomentaría la prosperidad económica en sociedades empobrecidas e inestables.
La mayor barrera para ello es que los países más pobres no tienen los recursos para financiar el acceso universal a la atención de salud primaria, a pesar de que el coste por persona es muy bajo. Gracias a las vacunaciones, las medicinas modernas, los nuevos métodos de diagnóstico, los teléfonos móviles y otras tecnologías de desarrollo reciente, la atención de salud primaria universal es hoy altamente eficaz y muy barata: cerca de 54 dólares por persona al año en los países más pobres.
Sin embargo, debido a lo bajo de sus ingresos, los países más pobres apenas pueden financiar cerca de 14 dólares por persona con sus presupuestos nacionales. Es necesario contar con ayuda financiera del extranjero para cubrir unos 40 dólares por persona al año. Puesto que cerca de mil millones de pobres todavía carecen de atención de salud primaria, la suma total que se necesita ronda los 40 mil millones de dólares al año. En la actualidad, los donantes extranjeros (entre los que se cuentan Estados Unidos, la Unión Europea y Japón) contribuyen aproximadamente un tercio de esa cantidad, unos 14 mil millones de dólares al año.
Por tanto, la brecha es de 26 mil millones de dólares. Con ese dinero, sería posible salvar las vidas de muchos millones de madres y bebés.
Para los países ricos no es una enorme cantidad de dinero, pero aún así no la logran reunir. La brecha más evidente se puede ver en el Fondo Global para la Lucha contra el SIDA, la Tuberculosis y la Malaria, iniciativa global para ayudar a que los países más pobres enfrenten estas letales enfermedades. El Fondo Global tiene una carencia desesperada de financiamiento, y sin embargo la administración Obama y otros gobiernos no dan respuesta al problema.
Los países ricos podrían reunir fácilmente ese dinero. En primer lugar, Estados Unidos podría poner fin a su fracasada y cara guerra en Afganistán, que le está costando cerca de 100 mil millones al año. Si destinara una mínima fracción de esa suma a la ayuda para el desarrollo en Afganistán, tendría muchas más probabilidades de alcanzar la paz y la estabilidad en ese país asolado por la guerra.
Por ejemplo, podría donar 25 mil millones a ayuda para el desarrollo cada año y otros 25 mil millones para salud global, y aun así se ahorraría 50 mil millones cada año para reducir el déficit presupuestario. Afganistán, y por ende Estados Unidos, sería mucho más seguro, habría más salud en el mundo y la economía estadounidense se beneficiaría enormemente.
Un segundo método sería aplicar impuestos a los bancos internacionales, que están ganando utilidades excesivas con sus transacciones especulativas. Incluso después de que Wall Street casi dejara en ruinas la economía mundial, el gobierno estadounidense los trató con indulgencia y los protegió, permitiendo que volvieran a percibir enormes utilidades (quizás 50 mil millones de dólares) el año pasado.
Nuevamente los directivos de los bancos se pagaron enormes bonos a sí mismos, más de 20 mil millones de dólares en 2009. Este dinero debería haber ido a los más pobres del mundo y no a los directivos, que ciertamente no lo ganaron.
Es el momento de un impuesto internacional a las utilidades de los bancos -tal vez en forma de un cargo sobre las transacciones financieras- que pueda recaudar decenas de miles de millones de dólares cada año. Al presionar para que se adopte este impuesto, los países en desarrollo no deben aceptar las débiles excusas de Estados Unidos y otros países para proteger a sus directivos bancarios.
Un tercer enfoque sería obtener mayores contribuciones de los más ricos del mundo. Varios de ellos, como Bill Gates, George Soros, Warren Buffett y Jeffrey Skoll ya son "megafilántropos" y comprometen grandes sumas para el bien mundial. Sin embargo, otros millonarios todavía deben hacer donaciones comparables.
Según la lista Forbes más reciente, en el mundo hay 1011 multimillonarios que, en su conjunto, poseen un patrimonio neto de 3,5 billones de dólares. Esto significa que si cada uno aportara un 0,7% de su riqueza neta, la suma total sería 25 mil millones al año. Imaginad... 1000 personas podrían garantizar la atención de salud primaria de mil millones de pobres.
Una cuarta idea sería apuntar a compañías como Exxon-Mobil, que gana miles de millones de dólares cada año en África pero, de acuerdo a uno de sus informes en línea, destinó apenas cerca de 5 de millones de dólares al año a programas de control de la malaria en ese continente de 2000 a 2007. Exxon-Mobil debe y puede financiar una parte mucho mayor de los servicios de atención de salud primaria que tanto se necesitan en África, ya sea mediante derechos que pague la compañía o a través de donaciones filantrópicas corporativas.
En quinto lugar, los nuevos países donantes, como Brasil, China, India y Corea, tienen la visión, el dinamismo económico y el interés diplomático para ampliar su apoyo de donaciones a los países más pobres, así como a las partes más pobres de sus propios países. Si EE.UU. y Europa abandonan demasiado sus responsabilidades, las economías emergentes pueden recoger parte de ellas, y lo harán. Afortunadamente, estos nuevos donantes se están convirtiendo en actores de fiar en África.
El mundo rico dice que carece de dinero para hacer más, pero lo que le falta es imaginación, no recursos. Estados Unidos debe dejar de desperdiciar dinero en gastos militares y destinarlo al financiamiento del sistema de salud. El mundo debe implementar un impuesto bancario global. Los multimillonarios deben aumentar su nivel de filantropía. Las compañías petroleras deben pagar más. Los nuevos países donantes, China entre ellos, pueden llenar la brecha de financiamiento que han dejado los países donantes tradicionales.
El dinero está. Las necesidades son urgentes. Se trata de un desafío a la moralidad y la capacidad de visión.
AUTOR : Jeffrey D. Sachs es profesor de Economía y Director del Earth Institute en la Universidad de Columbia.
FUENTE : PROJECT SYNDICATE
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