Por Barbara Ehrenreich *
Uno por uno, los pobres no
resultan demasiada tentadores para los ladrones por razones obvias. Si asaltas
a un banquero, puedes encontrarte con una cartera que contenga el equivalente
de un mes de alquiler. Si asaltas a un portero, tendrás suerte si te llega para
salir en autobús de la escena del delito. Pero tal como señalaba
instructivamente el semanario Businessweek en 2007, los pobres en
conjunto proporcionan un jugoso objetivo para cualquiera lo bastante depravado
como para hacer negocio robándoles.