Por Paul Krugman *
Últimamente las noticias económicas parecen mejores. Pero después de los falsos comienzos anteriores —¿se acuerdan de los brotes verdes?— sería absurdo dar por sentado que todo va bien. Y en cualquier caso, sigue siendo una recuperación económica muy lenta si nos regimos por criterios históricos.
Hay varias razones para esta lentitud, la más importante de las cuales es el exceso de deuda familiar que nos ha legado la burbuja inmobiliaria. Pero un factor importante para nuestra persistente debilidad económica es el hecho de que el Gobierno en Estados Unidos esté haciendo exactamente lo que tanto la teoría como la historia dicen que no debería hacer: recortar el gasto cuando la economía está deprimida.
De hecho, si no fuera por esta destructiva austeridad fiscal, nuestra tasa de desempleo sería casi con toda seguridad más baja ahora de lo que era durante una fase comparable de la recuperación en la época de Reagan, el famoso “Amanecer de EE UU”. Fíjense en que he dicho Gobierno en Estados Unidos, y no el Gobierno federal. El Gobierno federal ha estado siguiendo lo que a todos los efectos son políticas contradictorias a medida que se difuminan los últimos vestigios del estímulo de Obama, pero los grandes recortes han tenido lugar en los ámbitos estatal y local. Estos recortes estatales y locales han provocado una drástica caída tanto en el empleo público como en el gasto público en bienes y servicios, lo cual ha supuesto un pesado lastre para la economía en su conjunto.
Una forma de explicar lo severa que ha sido nuestra austeridad de facto es comparar el empleo y el gasto públicos durante la expansión económica de la era de Obama, que empezó en junio de 2009, con su trayectoria durante la expansión en la época de Reagan, que se inició en noviembre de 1982.
Empecemos por el empleo público (que tiene lugar principalmente en los planos estatal y local, con la mitad aproximadamente de los puestos de trabajo en la enseñanza). A estas alturas de la recuperación de Reagan, el empleo público había aumentado un 3,1%; esta vez, ha descendido un 2,7%.
A continuación, fijémonos en las adquisiciones públicas de bienes y servicios (excluyendo las transferencias a individuos, como las prestaciones por desempleo). Ajustadas a la inflación, en esta fase de la recuperación de Reagan, estas compras se habían incrementado en un 11,6%; en esta ocasión, han disminuido un 2,6%.
Y las diferencias persisten incluso si incluimos las transferencias, algunas de las cuales se han mantenido elevadas precisamente porque el desempleo sigue siendo tan alto. Ajustado a la inflación, el gasto en la época de Reagan creció un 10,2% en los primeros 10 trimestres de la recuperación, mientras que el gasto con Obama solo ha sido del 2,6%.