Por Simon Johnson *
¿Son aún las grandes universidades estadounidenses los templos del saber, las fuerzas directrices del progreso tecnológico, las proveedoras de oportunidades que alguna vez fueron? ¿O se han convertido, en parte, en cómplices inescrupulosos de élites económicas cada vez más rapaces?
¿Son aún las grandes universidades estadounidenses los templos del saber, las fuerzas directrices del progreso tecnológico, las proveedoras de oportunidades que alguna vez fueron? ¿O se han convertido, en parte, en cómplices inescrupulosos de élites económicas cada vez más rapaces?
Cerca del final de Inside Job, documental de Charles Ferguson por el que ganó un Óscar [conocido en español como Dinero sucio o Trabajo confidencial],
el director entrevista a varios importantes economistas y les pregunta
por su labor remunerada como propagandistas de las prácticas deshonestas
y la excesiva asunción de riesgos a las que se entregó el sector
financiero en las preliminares de la crisis de 2008. Algunos de estos
destacados académicos recibieron sumas importantes por promover los
intereses de grandes bancos y otras empresas del sector financiero. En
el documental y en un libro reciente muy revelador, Predator Nation [Nación
de predadores], Ferguson muestra que muchos ejemplos de esas
remuneraciones todavía no terminan de salir a la luz del día.
A
las actividades de estos bancos les cabe perfectamente el calificativo
de “predatorias”. Pero como la caída de estas instituciones causaría
graves perjuicios al resto de la economía, se les otorgan medidas de
protección exclusivas; por ejemplo, líneas de crédito especiales
financiadas por los bancos centrales y regulaciones más flexibles
(medidas que ya se han anticipado o anunciado hace pocos días en los
Estados Unidos, el Reino Unido y Suiza).