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sábado, 3 de octubre de 2015

Cada vez más "bancocracia"





Por Eric Tousaint



¿Cuál ha sido la evolución de la situación y cuáles son los acontecimientos más importantes en relación con los temas abordados en el libro Bancocracia, desde que se terminó de redactar el 31 de marzo de 2014?
No se ha impuesto al sistema financiero privado ninguna medida que permitiera evitar el estallido de nuevas crisis. Los gobiernos, así como las diferentes autoridades encargadas de velar por el respeto de las reglamentaciones y su mejora, han atrasado en el tiempo o han suavizado enormemente las pequeñas medidas anunciadas en 2008-2009. Ha proseguido la concentración bancaria y también las actividades de riesgo. Los 15 a 20 mayores bancos privados de Europa y los Estados Unidos han seguido implicados en diferentes escándalos en relación con los préstamos tóxicos, los créditos hipotecarios fraudulentos, la manipulación de los mercados de cambio, la manipulación de las tasas de interés (en particular el Libor), la manipulación del mercado de la energía, la evasión fiscal masiva, el blanqueo de dinero del crimen organizado, etc. Las autoridades se han contentado con imponer multas, generalmente muy pequeñas en relación con los delitos cometidos y su impacto negativo sobre las finanzas públicas, por no hablar del deterioro de las condiciones de vida de centenares de millones de personas en todo el mundo. Responsables de organismos de control como Martin Wheatley, que dirigía el Financial Conduct Authority en Londres, han sido despedidos por intentar hacer el trabajo que se les había confiado y emitir demasiadas críticas hacia el comportamiento de los bancos. |1|
George Osborne, el Canciller del Echiquier (Ministro de Asuntos Económicos y Financieros), ha decidido librarse de Martin Wheathley en julio de 2105, nueve meses antes del final de su contrato de cinco años. |2|
A pesar de sus evidentes responsabilidades, ningún dirigente bancario en los Estados Unidos o Europa (a parte de Islandia) ha sido condenado mientras que los traders son perseguidos y encarcelados a penas de prisión firme que van de 5 a 14 años.
Bancos que han sido nacionalizados con grandes gastos a fin de proteger los intereses de sus grandes accionistas privados son vendidas de nuevo a precios de saldo al sector privado, como el Royal Bank of Scotland en el Reino Unido en 2015. El salvamento de RBS había costado 45 000 millones de libras, su reprivatización provocará probablemente una pérdida de alrededor de 14 000 millones de libras. |3| Es también el caso de SNS Reaal y de ABN Amro en los Países Bajos, de Allied Irish Banks en Irlanda o de una parte del difunto Banco Espirito Santo en Portugal. Las pérdidas para las finanzas públicas son enormes.
La política del BCE ha evolucionado en la forma pero no en el fondo. La institución basada en Francfort se ha lanzado a partir de principios de 2015 a una política activa de quantitative easing (expansión cuantitativa) comprando títulos a los bancos privados europeos cada mes por un montante de 60 000 millones de euros. El BCE compra a los bancos productos estructurados que les anima a producir. Les compra igualmente obligaciones bancarias (covered bonds) y títulos de deuda soberana de los países que aplican políticas neoliberales. Al mismo tiempo, el BCE presta a los bancos privados a una tasa del 0,05% (tasa en vigor desde septiembre de 2014). |4|
La FED ha puesto término a la política de quantitative easing llevada a cabo entre 2008 y 2014. No compra ya títulos hipotecarios estructurados a los bancos. Ha anunciado desde comienzos del año 2014 que procederá por primera vez desde 2006 a una subida de las tasas de interés. En principio, esto debería tener lugar antes de finales de 2015. Pero las potenciales repercusiones negativas para la economía del país la llevan a dudar. En efecto, una subida de las tasas de interés atraerá masivamente capitales a los Estados Unidos, lo que encarecerá el dólar contra las demás monedas y disminuirá las exportaciones estadounidenses dada la atonía del resto de la economía mundial. Además, numerosas empresas privadas corren el riesgo de encontrar graves problemas de refinanciación de sus deudas. Sin olvidar que el coste del reembolso de la deuda pública aumentará mecánicamente. Aunque esto cuente poco en las dudas de la FED, hay que añadir que el impacto sobre las economías emergentes será muy negativo pues masas considerables de capitales las abandonarán y serán transferidas hacia los Estados Unidos con la intención de lograr mayores rendimientos y mayor seguridad.
Las políticas seguidas tanto por los bancos centrales como por los gobiernos no han relanzado la inversión productiva. Las grandes empresas privadas están sentadas sobre montañas de liquidez a un lado y otro del Atlántico. Para las empresas no financieras europeas, esto representa más de un billón de euros (1 000 000 000 000 €) que, en lugar de ser utilizados para aumentar las inversiones y la producción, permanecen en la tesorería de las empresas. Las empresas utilizan masivamente sus beneficios para comprar sus propias acciones en Bolsa a fin tanto de mantener las cotizaciones al alza (o impedir su bajada) como de proporcionar a los accionistas copiosos ingresos. Al mismo tiempo, la parte de los beneficios que sirve para remunerar a los accionistas bajo la forma de dividendos continúa aumentando, lo que refuerza por supuesto la tendencia a no invertir.
Está completamente claro que la política de los gobiernos y de los bancos centrales alimenta una burbuja especulativa en los mercados bursátiles. Esta burbuja puede estallar en cualquier momento. Ya ha comenzado en China en 2015 y se producirá en un momento u otro en Europa y en los Estados Unidos.
Paralelamente, los precios de una serie de materias primas están a la baja (petróleo, minerales sólidos...). La caída radical del precio del petróleo ha puesto fin al boom del gas de esquisto en los Estados Unidos y numerosas empresas del sector están al borde de la quiebra. Grandes países exportadores de petróleo como Venezuela y Nigeria están muy afectados por la caída de los precios.
Una de las tesis del libro Bancocracia, es que los bancos centrales y los gobiernos persiguen dos grandes objetivos:
1. Acudir al rescate de los grandes bancos privados, sus grandes accionistas y sus principales dirigentes a la vez que garantizan la prosecución de sus privilegios. Se puede afirmar sin riesgo de equivocarse que sin la acción de los bancos centrales, algunos grandes bancos habrían quebrado y que esto habría forzado a los gobiernos a tomar hacia sus dirigentes y grandes accionistas medidas fuertes medidas coercitivas.
2. Participar y apoyar de forma ofensiva los ataques del Capital contra el Trabajo a fin de aumentar las ganancias de las empresas y hacer a las grandes empresas europeas más competitivas en el mercado mundial frente a sus concurrentes extranjeros... Estos dos objetivos son comunes a la FED, al Banco de Inglaterra, al BCE y al Banco de Japón.
En lo que se refiere al BCE, se añaden a ello dos objetivos específicos y complementarios:
1. Defender el euro, que es una camisa de fuerza para las economías más débiles de la zona euro así como para todos los pueblos europeos. El euro es un instrumento al servicio de las grandes empresas privadas y de las clases dominantes europeas (el 1% más rico). Los países que forman parte de la zona euro no pueden devaluar su moneda puesto que han adoptado el euro. Sin embargo los países más débiles de la zona euro saldrían ganando en devaluar a fin de reencontrar la competitividad frente a los gigantes económicos alemán, francés, frente a Benelux (Bélgica, Países Bajos, Luxemburgo) y a Austria. Países como Grecia, Portugal, España o Italia están por tanto atrapados por su pertenencia a la zona euro. Las autoridades europeas y los gobiernos nacionales aplican a partir de ahí lo que se llama la devaluación interna: imponen una disminución de los salarios en beneficioúnicamente de los dirigentes de las grandes empresas privadas.
2. Reforzar la dominación de las economías europeas más fuertes (Alemania, Francia, Benelux...) donde estan basadas las mayores empresas privadas europeas. Esto implica mantener fuertes asimetrías entre las economías más fuertes y las más débiles.
La victoria de una coalición de izquierdas antiausteritaria en Grecia en enero de 2015 ha constituido una amenaza para el BCE, la Comisión Europea, las grandes empresas y todos los demás gobiernos de la UE (no solo los de la zona euro). El BCE y todos los dirigentes europeos han hecho de la derrota del proyecto de Syriza un objetivo central de sus actividades y han conseguido sus fines en julio de 2015. El BCE ha asfixiado literalmente al sistema financiero griego y al gobierno de Tsipras para ponerles de rodillas. Para evitar capitular, el gobierno Tsipras habría podido poner en pie soluciones alternativas |5| como las que son planteadas en el capítulo final de Bancocracia. Habría debido apoyarse en los resultados de la auditoría realizada por la Comisión para la Verdad sobre la Deuda Griega. |6| Ha preferido mantener una orientación moderada que estaba condenada al fracaso.
Sin embargo, estos últimos años, se ve muy claramente que, como consecuencia de la crisis de 2007-2008 y del refuerzo de las políticas neoliberales, los pueblos están dispuestos a optar por soluciones radicales. Como prueba de ello, el eco encontrado en particular por las propuestas más a la izquierda de Syriza en Grecia, de Podemos en España e incluso de Jeremy Corbyn en el Reino Unido o de Bernie Sanders en los Estados Unidos. Una de las lecciones centrales de la capitulación griega de julio de 2015 es que son necesarias fuerzas políticas que tengan verdaderamente la voluntad de aplicar las medidas que plantean integrándolas en un programa coherente de ruptura con el sistema. Otra lección es que un gobierno de izquierdas debe aplicar medidas radicales respecto a la deuda ilegítima, los bancos privados, los impuestos, los servicios públicos... a fin de promover la justicia social y de emprender una transición ecológica. Sin esto, no habrá salida de crisis en favor de los pueblos.
 Notas:
1| Jonathan Ford, «Greenspan’s capital idea for cutting back on banking angst», Financial Times, 23 agosto 2015,http://www.ft.com/intl/cms/s/0/59b15ccc-49aa-11e5-9b5d-89a026fda5c9.html#axzz3lL1YX2wK 
Este es un extracto del artículo en cuestión: «The UK government recently sacked one of the country’s most senior financial regulators, the head of the Financial Conduct Authority, Martin Wheatley. His crime? Annoying too many financiers by the assiduousness with which he approached the task.»
|2| The Independent, «Martin Wheatley still has ’unfinished business’ at financial regulator FCA»http://www.independent.co.uk/news/business/news/martin-wheatley-still-has-unfinished-business-at-financial-regulator-fca-10409061.htmlconsultado el 10 de septiembre de 2015.
|3| Christine Berry, «RBS sale: there is an alternative», The NEF blog, 4 agosto 2015,http://www.neweconomics.org/blog/entry/rbs-sale-there-is-an-alternative
|4| Eric Toussaint, «Súper Mario 2.0 a favor de los banqueros», 7 de septiembre de 2014.
|5| Eric Toussaint, Grecia: alternativas frente a la capitulación, 17 de julio 2015.
|6| Comité para la Verdad sobre la Deuda Pública griega, Resumen Ejecutivo: Informe Auditoría de la Deuda Pública Griega, 18 de junio 2015

Traducido por Alberto Nadal

sábado, 31 de agosto de 2013

Los bancos de inversión otra vez a las andadas.





Por Oscar Ugarteche[1],  Iván Sánchez[2]
OBELA.ORG



Una empresa multinacional (Coca Cola) que compra aluminio y un individuo han acusado a los bancos de inversiónGoldman Sachs y JPMorgan y  la empresa minera Glencore Xstrata de especulación.[3] Así lo dicta una denuncia colectiva interpuesta por pacto ilegal en el almacenamiento del aluminio, presentada en un tribunal federal del distrito norte de Florida.[4]
Las acusaciones señalan que los bancos de inversión, mediante el almacenaje, pueden alargar los tiempos de espera en la entrega del metal hasta por 16 meses. De esta forma crean escasez artificial, incrementan tanto las rentas por almacenaje, como warrants por el valor de lo tenido y, finalmente, obtienen ganancias monopólicas.[5]
Desde que Goldman Sachs compró almacenes en Detroit el año 2010, decidió dedicarse al almacenaje de commodities. Desde entonces los precios del aluminio comenzaron a elevarse, se estima que desde 2010  en 2 dólares. En los Estados Unidos se consumen anualmente cerca de 90 mil millones de latas de aluminio.[6]Esto le ha dado un beneficio monopólico a los bancos de poco más de 5 mil millones de dólares.[7]Una interrogante del SEC, el organismo regulador de la Bolsa estadounidense, es si el negocio financiero incluye operaciones en el mercado físico.
Sin duda esta es cada vez una práctica más frecuente entre los bancos de inversión. Ambos bancos fueron enjuiciados antes por casos similares. En Julio de este año, JPMorgan fue acusado por la FERC, el organismo regulador de la energía en Estados Unidos de manipular los precios de la electricidad en California.[8]Hace tres años, Goldman Sachs fue acusado por el SEC de manipular los precios del petróleo.
Hay que tener en cuenta que mientras no se modifiquen las leyes en contra de la intervención de los bancos de inversión en distintas ramas de la actividad financiera y ahora productiva; manteniéndose unida a la banca comercial con la banca de inversión, el almacenaje, los seguros y los bienes raíces; estas prácticas monopolistas se seguirán presentando. En el mercado del oro hay la interrogante sobre el responsable por la caída brusca del mes de abril, cuando el precio cayó de 1,500 dólares la onza a 1,200, afectando a la criticada minería aurífera y el crecimiento económico de los países en desarrollo exportadores de ese metal.
El precio de los commodities estaría siendo determinado ahora no por la oferta y demanda real sino por la oferta y demanda de los bancos de inversión y su manipulación del mercado real, lo que es una distorsión significativa del sentido de lo que es “y de lo que es “banca de inversión”. Mientras tanto las multas se les van acumulando mercado”.



NOTAS

[1]Economista peruano, trabaja en el Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, México. Miembro del SNI/Conacyt. Coordinador del Observatorio Económico de América Latina (OBELA) www.obela.org y presidente de ALAI www.alainet.org
[2]Miembro del proyecto OBELA, IIEC-UNAM. Contacto: ivan_01@comunidad.unam.com.mx
[3]Véase“Despojo de Aluminio, pero para los bancos, oro puro” en Observatorio Económico de América Latina, en                                                                                  <http://www.obela.org/contenido/shuffle-aluminum-banks-pure-gold>. Fecha de publicación: 24-07-2013.
[4]Véase“Nueva denuncia por manipulación del precio del aluminio”en Terra,  en                                                                                                             <http://economia.terra.com.mx/noticias/noticia.aspxidNoticia=201308071518_AFP_TXPARKES39>.                                                                                                                                                                                                                                                                      Fecha de publicación: 07-08-2013.
[5]  Véase“Bolsa de Metales y Goldman Sachs, acusados de monopolizar aluminio” en Yahoo! Finanzas en                                                                              <http://es.finance.yahoo.com/noticias/bolsa-metales-goldman-sachs-acusados-162916274.html>.                                                                                                                                         Fecha de publicación: 05-08-2013.
[6]  Véase“A Shuffle of Aluminum, but to Banks, Pure Gold” en The New York Times, en                                                                                                       <http://www.nytimes.com/2013/07/21/business/a-shuffle-of-aluminum-but-to-banks-pure-gold.html?pagewanted=all&_r=1&>.                                                                                            Fecha de publicación: 20-07-2013.
[7] Véase“Manipulación de precios de materias primas bajo la lupa en Estados Unidos“en Terra,                                                                   <http://economia.terra.com.mx/noticias/noticia.aspx?idNoticia=201308071143_AFP_TX-PAR-KEE46>.                                                                                                                           Fecha de publicación: 07-08-2013.
[8]  Véase“EEUU acusó a JP Morgan de manipular el mercado de energía” en Ámbito, en                                                                                                               <http://www.ambito.com/noticia.asp?id=699583>.   

domingo, 11 de agosto de 2013

El capitalismo tóxico

  




Por Michel Husson
HERRAMIENTA

Traducción Alberto Nadal



La crisis a la que asistimos hoy hace temblar los fundamentos mismos del capitalismo neoliberal. Se desarrolla a una velocidad acelerada y nadie es capaz de decir a dónde lleva. Este artículo no tiene por función seguir paso a paso su desarrollo pues correría el riesgo de ser superado en el momento de su publicación[1].
Querría más bien proponer algunas claves de su interpretación y mostrar cuáles son sus repercusiones sociales.

La mecánica de la crisis financiera

La complejidad de la crisis financiera da un poco de vértigo, pero es posible, sin embargo, despejar sus principales mecanismos[2]. El punto de partida es la existencia de una masa considerable de capitales "libres" a la búsqueda de una rentabilidad máxima. Periódicamente, estos capitales descubren un nuevo filón y desencadenan un entusiasmo que se alimenta de las "profecías autorrealizadoras": volcándose sobre lo que parece más rentable, se hace subir su coste y se confirma así el optimismo de partida. Puesto que el negocio funciona, las advertencias de quienes explican que la Bolsa o el mercado hipotecario no pueden subir hasta el infinito son ridiculizadas.
El gráfico 1 recuerda estos principales episodios: crash bursátil de 1987, seguido de otro en 1990 precediendo a la primera intervención en Irak. A partir de mediados del año 1995, comienza el período llamado de la "nueva economía" que se acompaña de un crecimiento delirante de la Bolsa. Las crisis en Asia del Sureste y en Rusia, y la quiebra del LTCM en Estados Unidos, sólo desinflan provisionalmente la burbuja en 1998, y es a comienzos del año 2000 cuando estalla violentamente. La huida hacia adelante se reanuda dos años más tarde y conduce finalmente a la crisis de las “subprimes” en julio de 2007.
Para que la burbuja pueda tomar auge, los capitales disponibles no bastan; es preciso también que la reglamentación no les obstaculice. Sin embargo, ésta ha sido eludida por decisiones de orden político y por la puesta en marcha de sofisticadas innovaciones financieras y de prácticas cada vez más opacas. Se puede citar el “efecto de palanca” que permite multiplicar la suma de que una institución financiera dispone inicialmente. Los productos derivados permiten operaciones complicadas de compra y venta a medio plazo. Los bancos pueden desembarazarse de sus créditos dudosos colocándolos con otros en una especie de estuche-sorpresa que puede luego ser vendido bajo forma de título (de ahí el término de titulación). El riesgo vinculado a los diferentes créditos se pone a circular y no forma ya parte del balance, escapando así a las reglas de prudencia que imponen una cierta proporción de fondos propios.


 Gráfico 1


La Bolsa y la riqueza de los hogares en Estados Unidos. Índice Dow Jones a precios corrientes (base 100 en 1960). Riqueza neta de los hogares en múltiplo de su renta corriente.
Fuentes y datos de los gráficos: http://hussonet.free.fr/toxicap.xls.
La crisis de las subprimes estalló en un segmento relativamente estrecho, el de los préstamos concedidos a familias pobres y garantizados por la vivienda que compraban.
Estos contratos eran verdaderas estafas, puesto que los bancos sabían claramente que no serían devueltos. Pero la titulización permitía librarse de ellos. El cambio de signo del mercado inmobiliario ha coincidido con las primeras quiebras de familias: la venta de las viviendas que servían de garantía a esos créditos podridos no era ya posible, o lo era a un precio que no cubría ya el crédito inicial. La crisis inmobiliaria ha desencadenado una reacción en cadena: los bancos han descubierto sus pérdidas una tras otra y progresivamente han sido incapaces de obtener nuevas fuentes de financiación para cubrir estas pérdidas. Para detener una serie de quiebras en cascada, los bancos centrales y los gobiernos han inyectado dinero o "nacionalizado" una parte de los bancos.
Este desarrollo de los acontecimientos, brevemente resumido, plantea varias cuestiones. La más importante es el paso de lo virtual a lo real. En efecto, toda crisis financiera como la que se desarrolla actualmente debe ser interpretada como un llamamiento al orden de la ley del valor.

De lo virtual a lo real

Los activos financieros tienen un "valor". Si dispongo de un millón de acciones cuyo curso es de 100 euros, mi riqueza es de 100 millones de euros. Si la cotización de mis acciones se dobla, mi riqueza se dobla, y si baja a la mitad, pierdo 50 millones de euros. Pero estas cifras no miden más que el valor virtual de mi patrimonio financiero. Las ganancias (o las pérdidas) no se hacen reales más que en el momento en que intento desembarazarme de mis acciones para obtener dinero destinado a comprarme un bien real, por ejemplo una vivienda. La capitalización bursátil, es decir el valor total de las acciones, no tiene en sí misma ningún sentido.
Los mercados financieros son, en gran parte, mercados secundarios donde se venden, por ejemplo, acciones Vivendi para comprar acciones France Telecom. Según la oferta y la demanda, la cotización de estas acciones puede fluctuar, pero estas transacciones son también virtuales en el sentido de que la cotización a la que se realizan estos intercambios es relativamente convencional. Estos precios de un género particular podrían ser multiplicados por mil, como si fueran librados en una moneda especial, desconectada de las monedas reales. Así, se podría imaginar una economía en la que todo el mundo sería multimillonario en acciones a condición de no intentar venderlas. Retomando expresiones que son finalmente bastante expresivas, se tendría una economía real progresando a su ritmo tranquilo, y una esfera financiera inflándose a una velocidad exponencial.
Pero la divergencia duradera no es posible, porque hay "nudos de conversión" entre la esfera financiera y la esfera real. Una economía que crece al 2% o 3% no puede procurar un rendimiento universal del 15% como pretenden los defensores de los fondos de pensiones. Mientras las rentas sacadas de los activos financieros sean de nuevo invertidas, los patrimonios crecen al margen de toda relación material con la esfera real y la distancia puede potencialmente convertirse en infinita.
Pero si una parte de estos derechos de giro que constituyen los títulos financieros intenta trasladarse a la esfera real, dicho de otra forma, cambiarse por mercancías, esta transferencia debe plegarse a la ley del valor o más prosaicamente a la de la oferta y la demanda. En efecto, imaginemos que este nuevo poder de compra no encuentra contrapartida en la producción, y no logra tampoco reemplazar el descenso de la demanda salarial: el ajuste se hace entonces por los precios, lo que se traduce en desvalorizar las rentas, incluso las rentas financieras. Es lo que explica, por otra parte, la gran sensibilidad de los rentistas a la inflación, puesto que el rendimiento real de su patrimonio depende de ella. Pero si una tal desvalorización se produce, se transfiere a la evaluación de los patrimonios y el curso de los títulos debe entonces bajar para ajustarse a la renta real que procuran.
Los títulos financieros son un derecho a cuenta sobre la plusvalía producida. Mientras no se ejerza ese derecho, todo sigue siendo virtual. Pero en cuanto se hace valer, se descubre que está sometido a la ley del valor que consiste en decir simplemente que no se puede distribuir más riqueza real que la que ha sido producida.
Desde un punto de vista objetivo, las cotizaciones en bolsa deberían pues representar las ganancias anticipadas de las empresas, a partir de las cuales pueden ser entregadas rentas financieras. Pero se han despegado completamente y no mantienen ya más que una relación lejana con la rentabilidad del capital basado en la explotación del trabajo humano. Jamás, en toda la historia del capitalismo, este fenómeno había alcanzado una tal amplitud y no era posible que durara eternamente.

La base económica de la financiarización

Las burbujas financieras no se basan sólo en ilusiones de especuladores codiciosos. Están alimentadas por la creación permanente de capitales libres. La primera fuente es el crecimiento tendencial de la ganancia no acumulada que resulta ella misma de un doble movimiento: de una parte, el retroceso generalizado de los salarios[3] y, de otra parte el estancamiento, incluso el retroceso, de la tasa de acumulación a pesar del restablecimiento de la tasa de ganancia. El gráfico 2 muestra que la tasa de ganancia y la tasa de acumulación evolucionaban paralelamente hasta comienzos de los años 1980, y luego comenzaron a divergir considerablemente. La zona en gris permite medir el aumento de la fracción no acumulada de la plusvalía.

 Gráfico 2
Tasa de ganancia y tasa de acumulación. Estados Unidos+Unión Europea+Japón. Tasa de acumulación = tasa de crecimiento del volumen de capital neto. Tasa de ganancia = beneficio/capital (base 100 en 2000).




Fuentes y datos de las gráficas: http://hussonet.free.fr/toxicape.xls.
Esta configuración inédita plantea a priori un problema de realización: si la parte de los salarios baja y si la inversión se estanca, ¿quién va a comprar la producción? Dicho de otra forma, ¿cuáles son los esquemas de reproducción compatibles con este nuevo modelo? No hay más que una respuesta posible: el consumo proveniente de las rentas no salariales debe compensar el estancamiento del consumo salarial. Y esto es claramente lo que ocurre como muestra el gráfico 3.

Gráfico 3

A. Estados Unidos



 B. Unión Europea




Parte de los salarios y del consumo privado en el Producto Interior Bruto (PIB). A: EE UU. B: UE.
Fuentes y datos de los gráficos: http://hussonet.free.fr/toxicape.xls.
De forma estilizada, se pueden así resumir las evoluciones: en Estados Unidos, la parte de los salarios permanece relativamente constante, pero el consumo de los hogares aumenta mucho más rápidamente que el Producto Interno Bruto (PIB). En Europa, la parte del consumo en el PIB permanece poco más o menos constante, a pesar del retroceso marcado de la parte salarial. En los dos casos, se acrecienta la distancia entre la parte de los salarios y la parte del consumo (zonas grises), para así compensar la distancia entre beneficio y acumulación.
Los mercados financieros son lo que sirve para realizar esta compensación, y toma tres vías principales. La primera es el consumo de los rentistas: una parte de la plusvalía no acumulada es distribuida a los poseedores de rentas financieras, que la consumen. Es un punto importante: la reproducción no es posible más que si el consumo de los rentistas se sostiene sobre el de los asalariados con el fin de proporcionar salidas suficientes; el ascenso de las desigualdades es pues consustancial a este modelo.
La segunda intervención de los mercados financieros consiste en introducir una cierta confusión entre salarios y rentas: una parte creciente de la renta de los asalariados toma la forma de remuneraciones financieras que pueden ser analizadas como una distribución de plusvalía, más que como un verdadero salario. En fin, sobre todo en Estados Unidos, los mercados financieros permiten el desarrollo exponencial del endeudamiento de los hogares cuyo consumo aumenta, no en razón de una progresión de los salarios, sino por la bajada de la tasa de ahorro.[4] Los mercados financieros no son pues un parásito en un cuerpo sano. Se alimentan del beneficio no invertido pero, con el tiempo, adquieren un grado de autonomía que refuerza este mecanismo. Los capitales libres circulan a la búsqueda de una rentabilidad máxima (la famosa norma del 15%) y logran, al menos temporalmente, obtenerla en ciertos segmentos. Los propios bancos captan una parte creciente de los beneficios. Esta competencia por un rendimiento máximo eleva la norma de rentabilidad y rarifica un poco más los lugares de inversión juzgados rentables, desprendiendo así nuevos capitales libres que van a su vez a partir a la búsqueda de una hiper-rentabilidad financiera. Este círculo vicioso se basa, una vez más, en un reparto de las rentas desfavorable a los trabajadores y al reconocimiento de sus necesidades sociales.

La transmisión a la economía real

En 1987, el crash bursátil había conducido a la mayor parte de los economistas a prever una ralentización brutal de la economía mundial. Ocurrió lo contrario: a partir de 1988, los países desarrollados han conocido un ciclo de crecimiento muy dinámico. La crisis bursátil no se había transmitido, pues, a la economía real y, al contrario, había servido de purga y permitió poner los contadores a cero. Finalmente, es una función clásica de las crisis depurar las cuentas y eliminar a los fracasados.
Algunos años más tarde, una crisis inmobiliaria e hipotecaria de gran amplitud vino a golpear a Japón, presentado en aquel momento como la potencia en ascenso al asalto de los mercados mundiales. Se abría entonces un decenio de crecimiento poco más o menos nulo, del que la economía japonesa ha tenido dificultades para salir.
Los mercados financieros son pues más o menos autónomos según los lugares y las épocas, y hay que plantearse hoy la cuestión de saber si la crisis financiera va a comunicarse a la economía real. Una primera tesis consiste en decir que la ralentización actual no se explica principalmente por la crisis financiera, sino por otros factores: subida de los precios del petróleo y de las materias primas, políticas presupuestarias y monetaria inadecuadas en Europa, competencia de los países emergentes, etc. Como tal, la crisis financiera afectaría ante todo a Estados Unidos y tendría relativamente poco efecto sobre la coyuntura mundial. La demanda de los países emergentes estaría ahí para tomar el relevo de Estados Unidos, según la tesis llamada del “desenganche”. La intervención de los bancos centrales y de los Estados permitiría evitar un encadenamiento parecido al de la gran crisis de 1929 y escalonar en el tiempo las pérdidas de los bancos. En definitiva, la esfera financiera y la esfera económica estarían relativamente compartimentadas.
Este análisis se apoya en realidades innegables, pero no saca todas sus consecuencias, que van en contra de su relativo optimismo. Es cierto que la crisis combina varias dimensiones, y particularmente la subida del precio del petróleo y de las materias primas. Pero estos diferentes aspectos hacen sistema y remiten en el fondo a un origen común, que es la organización actual de la economía mundial.
Es no comprender nada de la crisis actual pensar que se la puede desdoblar en compartimentos estancos. Esta simultaneidad va, al contrario, a reforzar la transmisión de la crisis financiera a la economía real. Va a circular por seis canales principales, cuya importancia relativa puede variar de un país a otro:
1. La contracción del crédito (credit crunch) juega un papel importante en la difusión de la crisis financiera, puesto que los bancos que se encuentran en dificultades por sus pérdidas no logran refinanciarse. Pero estas restricciones conciernen también al consumo de los hogares y la inversión de las empresas. Este efecto estará particularmente marcado en los países como Estados Unidos o el Reino Unido en los que el consumo de los hogares es propulsado por el endeudamiento.
2. La baja de las cotizaciones bursátiles devalúa el patrimonio financiero e inmobiliario de las familias (ver gráfico 1) y les incita a consumir menos. Es el "efecto de riqueza".
3. La incertidumbre generalizada -la "pérdida de confianza"- influye sobre los comportamientos de consumo y de inversión.
4. La crisis inmobiliaria contribuye como tal a la ralentización económica general.
5. Las sumas considerables afectadas a los diferentes planes de salvamento van a necesitar una reducción de los gastos públicos o un aumento de los impuestos.
6. En fin, la ralentización se transmite al conjunto de la economía mundial a través del comercio y las inversiones.
Todos estos mecanismos están actualmente en marcha y se combinan con las demás dimensiones de la crisis (petróleo, etc.) para extender sus efectos mucho más allá de la esfera financiera. Así pues, no hay tabique estanco entre los mercados financieros y la economía real, porque los mercados financieros son una pieza maestra del capitalismo neoliberal.

¿Adónde va la crisis?

Sería prematuro (y presuntuoso) querer decir hoy adonde nos lleva esta crisis, pero su amplitud hace una vuelta a la normalidad improbable. Una cosa es segura, en todo caso, y es que los fundamentos mismos del modelo estadounidense van a ser puestos en cuestión por la crisis financiera. Este modelo se basa en un doble déficit: déficit comercial en el exterior y déficit de ahorro en el interior. En los dos casos, los mercados financieros juegan un papel esencial en la gestión de estos desequilibrios: en el interior, son ellos los que ha hecho posible el crecimiento del endeudamiento, particularmente en el mercado hipotecario; en el exterior tienen por función asegurar el equilibrio de la balanza de pagos. Pero si los mercados financieros se desinflan, son las bases de este modo de crecimiento las que desaparecen: el endeudamiento de las familias queda bloqueado, y las entradas de capitales no están ya garantizadas. Por consiguiente, la crisis financiera va a traducirse en una ralentización duradera del crecimiento en Estados Unidos, que va a comunicarse al resto del mundo.
Pero al mismo tiempo, no se ve bien qué podría reemplazarlo. La verdadera alternativa sería la vuelta a una forma de "fordismo" basada en una progresión de los salarios paralela a la de la productividad, un reparto menos desigualitario de la renta y un reequilibrio del comercio exterior. Este modelo puede considerarse en abstracto pero supone una inversión brutal de las relaciones sociales, que está por el momento fuera de alcance. No se puede contar con Obama para llevar a cabo un programa "rooseveltiano": le falta la voluntad política, pero también los medios, puesto que el “plan de salvamento” va a pesar de forma duradera sobre el presupuesto.
Las modalidades concretas de la salida del modelo estadounidense tendrán repercusiones  sobre el resto de la economía mundial. La primera incógnita se refiere a la cotización del dólar, que debería continuar bajando porque es un medio para Estados Unidos de dopar sus exportaciones y de reducir su déficit comercial, pero también debido a la pérdida de calidad de la deuda pública de Estados Unidos. Esto viene a ser exportar la recesión hacia Europa, que es globalmente sensible a una tasa de cambio del euro sobrevaluada. Esta baja del dólar, o incluso su mantenimiento en su cotización actual, plantea otra pregunta: ¿van a continuar los capitales afluyendo hacia Estados Unidos? Los países emergentes y productores de petróleo pueden en un cierto momento verse desanimados a hacerlo debido una rentabilidad insuficiente o a riesgos crecientes. De otra parte, no tienen interés en jugar contra el dólar, puesto que el valor de sus activos ya colocados en dólares sería también desvalorizado.
Otro factor debe ser también tomado en cuenta: si la economía de Estados Unidos se ralentiza de forma duradera, va a agotarse una salida importante de los países emergentes y eso va a empujarles a recentrar su crecimiento en el mercado interno.
Es difícil ponderar estos diferentes factores que no van a evolucionar a la misma velocidad, pero se pueden sin embargo hacer dos pronósticos:
1. El tiempo necesario para salir de la crisis es proporcional a la enormidad de las sumas consagradas al salvamento del sector financiero. La trayectoria más probable es un escenario a la japonesa, en la que serán necesarios varios años para absorber las sumas dilapidadas, que no tienen comparación con lo que hemos conocido en precedentes crisis financieras. Si ninguna medida alternativa se impone, el capitalismo va a instalarse, al menos en los países desarrollados, en una situación de crecimiento lento y de regresión social. La recesión propiamente económica está ya ahí, y sus determinantes objetivos, por ejemplo la crisis de la industria automóvil, están tomando el relevo a la tormenta financiera.
2. La salida de la crisis va a estar marcada por una lucha intensa de los grandes actores económicos para trasladar sus efectos sobre otros. En el terreno social, esto implica una presión acrecentada del capital contra los salarios y los presupuestos sociales. A nivel internacional, la guerra comercial y económica entre grandes potencias va a tomar una amplitud nueva y a engendrar una tendencia al fraccionamiento de la economía mundial, tanto más considerando que, como ha dicho el ministro de Finanzas alemán, Peer Steinbrück: "Estados Unidos va a perder su estatuto de superpotencia del sistema financiero mundial".

La puesta a prueba de los dogmas europeos

Durante la crisis, la competencia continúa. La cacofonía de las declaraciones y de las decisiones gubernamentales refleja en parte este dilema: de un lado, todo el mundo ha comprendido que la crisis necesita soluciones globales; pero, al mismo tiempo, cada cual intenta sacar sus castañas del fuego o salvar los muebles.
Esto es cierto evidentemente para los capitales individuales y la discusión de las modalidades del Plan Paulson ha tratado también sobre esta cuestión: ¿hay que salvar a todas las instituciones financieras o sólo a las que están quebradas? Pero es sobre todo cierto a nivel de la famosa “gobernanza mundial”, y todo el mundo ha podido constatar la vuelta con fuerza de los intereses nacionales.
Los capitales desplegados en el mercado mundial tienen todo el inte rés de entrar en el puerto y abrigarse bajo el paraguas de su Estado nacional. No se puede hablar sin embargo de “vuelta del Estado” porque el Estado sigue siendo el garante en última instancia de los intereses de la burguesía. Las tesis sobre el “Imperio” muestran de nuevo sus límites: la mundialización no ha suprimido la competencia entre capitales y las rivalidades intercapitalistas, ni conducido a la formación de un gobierno capitalista mundial. En Europa, las dificultades de la coordinación se explican por el grado desigual de exposición a los efectos de la crisis y manifiestan la inexistencia de un verdadero capital europeo. Mientras que se trataba de inyectar liquidez, el Banco Central Europeo ha podido intervenir, ciertamente paso a paso. Pero en cuanto se trata de gastos que entran en el presupuesto, se ve que la Unión Europea se ha privado “constitucionalmente” de los medios para hacer frente a una crisis así. La distancia se amplía entre Francia que querría un plan de salvamento a escala europea y Alemania o Irlanda que predican que cada uno se las componga como pueda. Estas divergencias serán sin duda provisionalmente superadas si la crisis se amplifica. Pero no deja de ser cierto que la crisis habrá puesto en cuestión de forma  duradera los principios mismos de la construcción europea neoliberal. Va además a subrayar las debilidades estructurales de la economía europea: «el pesimi se impone» incluso al medio plazo.[5]

Los efectos sobre los trabajadores

Todo ocurre hoy como si la crisis fuera una especie de cataclismo natural que golpearía a todo el mundo de la misma forma; Fillon, el primer ministro francés no se ha privado de llamar a la “unidad nacional”. Se utiliza el clima de pánico para que cada cual se ponga en la piel de un especulador. Las quiebras bancarias son presentadas como una amenaza que pesa también sobre los más modestos depositarios. Ciertamente, todo esto no es una especie de complot, pero contribuye a ocultar las repercusiones sociales que se pueden resumir planteando la verdadera pregunta: ¿quién va a pagar los platos rotos?
En el espíritu de los poseedores, es preciso que sean los trabajadores que están ya en primera línea, no tanto como ahorradores sino como asalariados o jubilados. La crisis ha arruinado ya a millones de hogares en Estados Unidos pero está cargada de consecuencias muy graves, en primer lugar para los jubilados de los países en los que los fondos de pensiones están más desarrollados, como Estados Unidos y el Reino Unido. En estos dos países, el sistema estaba ya al borde de la quiebra y el valor real de las pensiones va evidentemente a hundirse con la caída bursátil. Es una lección que hay que sacar: decididamente, es una muy mala idea jugarse la jubilación en la Bolsa y todo plan de salvamento debería tomar en cuenta este aspecto de las cosas que está por supuesto ausente del Plan Paulson.
Los asalariados están doblemente en el punto de mira: directamente, porque las empresas van a intentar compensar sus pérdidas financieras con un bloqueo de los salarios aún más estricto, tomando por argumento los riesgos de inflación, el precio del petróleo y aprovechándose del clima general de incertidumbre. Van a sufrir también los efectos indirectos de la crisis financiera sobre la economía real, que va a conllevar su lote de quiebras y despidos. Las destrucciones de empleo han comenzado ya en Estados Unidos o en Francia. Serán también las primeras víctimas de la reducción de gastos sociales destinada a compensar la carga de los planes de salvamento.

Desarme de los mercados financieros y escudo social

La crisis confirma de forma clamorosa las críticas al capitalismo financiarizado desde un punto de vista anticapitalista y/o altermundialista. Todos los economistas que alababan los beneficios de los mercados financieros hacen hoy grandes discursos sobre su necesaria regulación. En Francia, Sarkozy no tiene palabras suficientemente duras para denunciar los excesos del capitalismo, cuando había inscrito en su programa el desarrollo del crédito hipotecario. El paisaje ideológico se transforma pues a gran velocidad y hay que apoyarse en el desconcierto de los abogados del neoliberalismo.
Sin embargo, la crisis no crea un clima espontáneamente favorable a las alternativas. Todos los neoliberales reconvertidos han abierto a tope el grifo del agua templada y multiplican sus propios planes de salvamento ideológicos a base de transparencia, ratios prudenciales, separación de los bancos de depósito y de inversión, reintegración de la titulización al balance, limitación de las remuneraciones de los dirigentes, agencias de regulación, reforma de las normas contables, etc.
Se trata, como dice uno de ellos, de “salvar al capitalismo de los capitalistas”.[6] Estas  proposiciones desestabilizan a la izquierda social liberal, de la cual son, en el fondo, el programa. Pero es un programa completamente mínimo que incluso, corre el riesgo de desviar de los verdaderos núcleos del problema. Algunas de las medidas avanzadas deben ser apoyadas, como la prohibición de los paraísos fiscales, pero sería ingenuo fiarse de las autoridades financieras y los gobiernos para ponerlos en marcha. Hay que inscribirlas en un proyecto más amplio que apunte a desarmar los mercados financieros y que ponga la cuestión social en primer plano.
Una vez más, la fuente última de la financiarización es el rechazo a satisfacer las necesidades sociales mayoritarias. Por consiguiente, no se puede hacer estallar la burbuja financiera de una vez por todas sin cerrar los grifos que la aprovisionan. Esta orientación puede declinarse de forma diferente según los países. En Europa, podría combinar dos ejes. El primero, es la nacionalización de los bancos. “¡Pero si es exactamente lo que están haciendo!”, se objetará. El argumento es reversible: ¡esto prueba justamente que es posible! Y las nacionalizaciones a las que asistimos no hacen sino socializar las pérdidas y tienen por función salvar las finanzas privatizadas. Una verdadera nacionalización debe hacerse sin contrapartidas y abarcar al conjunto del sistema porque todos los financieros son responsables de la crisis, hayan perdido o no. En caso contrario, no se trata más que de una ayuda de Estado a la reestructuración del sector bancario.
El segundo eje podría llamarse “escudo social” en referencia al “escudo fiscal” que, en Francia, protege a los ricos de los impuestos. Se trata claramente de proteger a los asalariados de las consecuencias de la crisis, ya que nadie puede decentemente sostener que tengan algún tipo de responsabilidad en ella. Al mismo tiempo, hay que imaginar medidas que pongan las bases de un reparto diferente de las rentas y que se apoyen en un argumento elemental de justicia social. Debería estar excluido que las empresas continúen entregando a sus accionistas masas enormes de dividendos, al mismo tiempo que continuarían despidiendo, precarizando y bloqueando los salarios. En el caso de Francia, los dividendos netos entregados por las empresas representan el 12,4% de la masa salarial en 2007, frente al 4,4% en 1982.
La crisis es pues la ocasión de encadenar una contratransferencia de los dividendos hacia los asalariados. Más que congelar los salarios, ha llegado el momento de congelar los dividendos a su nivel actual y transferirlos a un fondo de mutualización destinado a otros usos, bajo control de los asalariados. Estas sumas podrían ser utilizadas, en proporciones a discutir democráticamente, para el mantenimiento de la renta de los parados (la prohibición de los dividendos financiaría también la prohibición de los despidos) y a la financiación de la Seguridad Social, de los presupuestos sociales y de los servicios públicos. Otra medida consistiría en imponer el mantenimiento del poder de compra de los asalariados retirando
en su debida proporción las ayudas públicas a las empresas que se negaran a ello. Medidas así son las únicas susceptibles de hacer pagar a los responsables de la crisis y pondrían las bases de un mejor reparto de las riquezas. Las sumas potencialmente concernidas son de 90 millardos de euros: es el 5% del Producto Interno Bruto (PIB) francés, es decir exactamente la misma proporción que los 700 mil millones de dólares previstos por el Plan Paulson en Estados Unidos.


NOTAS

[1] Para una detallada exposición, ver Les Échos, “La crise financière mondiale au jour le jour”, http://tinyurl.com/toxico2, o J. Sapir, “Sept jours qui ébranlèrent la finance”, http://tinyurl.com/toxico1.
[2] Para una presentación sintética, ver Aglietta, M. “10 clés pour comprendre la crise”, Le Nouvel Observateur, 25 septembre 2008, http://tinyurl.com/toxico3.
[3] Ver Husson, M. “La hausse tendancielle du taux d’exploitation”, Inprecor n°534-535, enero-febrero 2008, http://hussonet.free.frparvainp.pdf.
[4] ver Husson, M. “États-Unis: la fin d’un modèle”, La Brèchen°3, 2008.
[5] Artus, P. “Peut-on être très pessimiste sur la situation économique, à moyen terme, de la zone euro?”. http://gesd.free.fr/flas8420.pdf.
[6] Zingales, L. “Why Paulson is Wrong”, septiembre 2008. http://gesd.free.fr/zingales.pdf. 


 Husson, Michel. Economista francés. Se desempeña como administrador en el INSEE (Instituto Nacional de Estadísticas y Estudios Económicos) y es investigador jefe del grupo "Empleo" en el IRES (Instituto de Estudios Económicos y Sociales, vinculado al movimiento sindical).

jueves, 25 de julio de 2013

La austeridad en cuestión






Por Louis Gill
 L’Action nationale
 Traducción por José Mª Fernández Criado.


1ª Fase: el «todo para la austeridad»

Después del estallido de la crisis en 2007, recordémoslo, se procedió por doquier a la puesta en marcha de programas de relanzamiento económico, al rescate y a la nacionalización parcial o completa de empresas e instituciones financieras, a la garantía de préstamos y de depósitos bancarios y al rescate de títulos de deuda de mala calidad.
De ello se derivó un fuerte endeudamiento público. Ya, desde 1980 a 2000, la deuda media de las administraciones públicas de los treinta países más industrializados había pasado del 40% al 72% del PIB, expresión de un crecimiento mundial artificial propulsado por el endeudamiento. Bajo el peso de la crisis, este endeudamiento pasó del 75% del PIB en 2007 al 114% en 2013 (245% en Japón, 180% en Grecia, 128% en Italia, 112% en Estados Unidos, 88% en Canadá)1.
La crisis de la deuda privada se transmutó así en crisis de la deuda pública cuyo primer acto fue el detonante de la crisis de la deuda griega en enero de 2010.
A pesar de las intervenciones masivas y sostenidas de los gobiernos, de los bancos centrales y de los organismos internacionales, hoy, casi seis años después, la economía sigue descompuesta. El crecimiento sigue en estado de anemia y la recesión pasa constantemente de la amenaza a la realidad. Según la Organización Internacional del Trabajo2, la cifra de parados alcanzada en 2009, 199 millones, será más alta en 2013 y el paro va a continuar aumentando por lo menos hasta 2017. En Europa está alrededor del 20%, en Grecia y en España ronda el 30%, con un 60% entre los jóvenes en Grecia y un 55% en España.
Las políticas monetarias y presupuestarias están en punto muerto. Las tasas de interés directrices de los bancos centrales son prácticamente nulas. La liquidez de los bancos ha aumentado considerablemente y los bancos optan por no prestar sus fondos; prefieren colocarlos en el extranjero y comprar bonos del estado. El gasto público se ha visto inflado por la financiación de los planes de relanzamiento mientras que los ingresos se han reducido debido a la desaceleración económica y a la reducción de las tasas impositivas.
Para reducir los déficits así originados, los gobiernos se decantaron por severas políticas de austeridad, es decir, de destrucción de derechos sociales y laborales:
- aumento de impuestos;
- reducción de salarios y de ayudas sociales;
- reducción de salarios de los funcionarios y despido de personal;
- reducción de prestaciones sociales y del régimen de pensiones;
- aumento de impuestos al consumo;
Los primeros países en emprender esta vía fueron Gran Bretaña, Irlanda, Grecia, Portugal, después fueron Italia, España y Francia. En Gran Bretaña, por ejemplo, el gobierno conservador elegido en 2010 eliminó 500.000 empleos de funcionarios. En Grecia, además de medidas muy severas en los programas sociales, el gobierno se vio obligado a proceder a la privatización de activos públicos: 50 mil millones de euros de aquí al 2015, el equivalente al 20% del PIB. Sin embargo, su presupuesto militar, el segundo más alto de la OTAN en porcentaje del PIB (más del 3% del PIB de 2010, por detrás de EEUU, 4,8%), no se redujo.
En Quebec el golpe fuerte se dio en el presupuesto de 2010-2011 con la indexación y el aumento de tarifas de servicios públicos, la introducción de una contribución sanitaria regresiva y un aumento de los impuestos indirectos. El nuevo gobierno elegido en 2012 adoptó una política estrictamente continuista con la austeridad implantada por el gobierno precedente.
En Canadá, la actitud del gobierno conservador desde su ascenso al poder en 2006 se centró en la reducción de los impuestos y los gastos. Después de adoptar a regañadientes los programas coordinados en el plano internacional a favor del relanzamiento en 2009, se desentendió de ellos al anunciar en su presupuestos de 2011 y 2012 medidas draconianas de reducción de gastos encaminadas al restablecimiento acelerado del equilibrio presupuestario. A finales de 2012 anunciaba el aplazamiento de este objetivo para el año 2016-2017, estimando, en contradicción con sus pretensiones anteriores, que el déficit cero no era un fin en sí mismo y que la austeridad podía hacer más mal que bien. En marzo de 2013 regresó a su posicionamiento natural declarando que hacía falta alcanzar el equilibrio presupuestario para la fecha prevista de 2015-2016.
Estas medidas de austeridad, a las que han recurrido sistemáticamente los gobiernos, han repercutido sobre las poblaciones el coste de reparación de maniobras financieras de las que no son responsables mientras que los culpables gozan de toda la impunidad. Y en el plano económico, en vez de mejorar, han empeorado la situación.

Sonoros mea culpa

Después de cinco años de crisis, en abril de 2012, los mismos que impusieron con fuerza los planes de austeridad dieron las primeras alertas contra sus efectos. El presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, hizo un llamamiento por un pacto de crecimiento europeo precisando, no obstante, que no se trataba de un plan de relanzamiento mediante gasto público, sino, más bien, de un plan de relanzamiento mediante la flexibilidad del empleo (como en Alemania). Al mismo tiempo, François Hollande, por entonces candidato a la presidencia francesa, lanzó un llamamiento por un relanzamiento mediante el crecimiento y no mediante la austeridad.
Italia por su parte, en 2012 decidía retrasar en un año la realización del equilibrio presupuestario, mientras que el BCE optaba por una política de flexibilización monetaria cuantitativa y emprendía “operaciones de refinanciación a largo plazo” consistentes en préstamos por un billón de euros en obligaciones a tres años a un 1% concedidos a los bancos europeos.
Acto seguido, el Fondo Monetario Internacional procedió a su célebre mea culpa. Primero publicó en su World Economic Outlook de octubre de 20123, un estudio titulado “The good, the bad and the ugly: 100 years of dealing with public debt overhangs” [Lo bueno, lo malo y lo feo: 100 años frente a los problemas del sobreendeudamiento público], que informaba sobre 26 casos en que la relación de la deuda con el PIB sobrepasó el 100% desde 1875.
El estudio señalaba la importancia del crecimiento del PIB, de la disminución de los gastos y de la subida de los impuestos para reducir la relación de la deuda con el PIB.
También subrayaba el papel primordial de la bajada de las tasas de interés y del alza de los precios:
cuando las tasas de interés eran elevadas y los precios disminuían, las políticas de recorte de gastos y aumentos de impuestos fallaron”.
Y daba el ejemplo del lamentable fracaso de Gran Bretaña cuya relación deuda /PIB era de 140% después de la Primera Guerra Mundial.
Su voluntad obsesiva de devolver su deuda y de reducir los precios a su nivel de antes de la guerra exigió una política monetaria y presupuestaria muy rígida (tasas de interés del 7%) que, en un primer momento, permitió restablecer el equilibrio presupuestario (sin los intereses sobre la deuda), pero que precipitó al país hacia la recesión y llevó la relación deuda/PIB al 170% en 1930 y al 190% en 1933.
El efecto negativo de las medidas de austeridad fue puesto dramáticamente de manifiesto por el economista en jefe del FMI, Olivier Blanchard, en enero de 2013, creando un gran revuelo al revelar los resultados de un estudio que demostraba que, lejos de restablecer la situación económica de los países que habían sido obligados a adoptarlas, las medidas de austeridad habían tenido más bien el efecto de agravar la situación4.
Cuando se creía que el efecto multiplicador del impacto de una reducción del gasto público sobre el PIB de un país era del 0,5%, de hecho era de un 1,6%, es decir, un impacto tres veces superior. ¡Lo que significa que una reducción del déficit público de un euro (o de un dólar) se traduce en una reducción de 1,6 euros (o 1,6 dólares) del PIB! Lejos de ayudar a relanzar la producción, ésta se ve disminuida no en una cantidad inferior a la reducción de los gastos, sino en una cantidad más alta.
Sin embargo, ello no impide al FMI continuar condicionando su ayuda a nuevas reducciones en la prestación social.

La vía de la condonación de la deuda

Se está considerando seriamente una vía distinta a la de la austeridad como medio para salir de la crisis: la de la condonación de una parte o de la totalidad de la deuda pública.
Llevada a cabo primeramente por Grecia en octubre de 2011, en el marco de un “plan de rescate de Grecia y del euro”, esta vía supuso para la cancelación del 53,5% de deuda en manos de instituciones privadas, es decir, 107 mil millones de euros sobre 205 mil millones. El acuerdo, negociado con el Instituto de Financiación Internacional (Institute of International Finance) que representa a los principales bancos privados del planeta, se concertó en abril de 2012. Su presidente declaró en noviembre de 2012 que ya era hora “de reconocer que la austeridad por sí sola condena, no solamente a Grecia sino al conjunto de Europa, a la probabilidad de una era dolorosa con un crecimiento débil o nulo”5.
Después de la cancelación de estos 107 mil millones de euros de deuda griega en manos de acreedores privados, la suma de esta seguía siendo de 243 mil millones de euros (inicialmente era de 350 mil millones de euros). La mayor parte de esta, 145 mil millones, quedaba en manos de los organismos públicos (Estados, Banco Central Europeo), y a partir de entonces siguió aumentando.
En un artículo de noviembre de 20126, la revista The Economist recuerda la experiencia de decenas de países aplastados por la deuda en América latina y en África entre los años 1980-1990. Los más endeudados, escribe la revista, sólo empezaron a salirse cuando sus deudas, incluidas las que se debían a acreedores oficiales, fueron condonadas. Grecia, según la revista, “seguirá siendo un desastre mientras no se le aplique el mismo tratamiento que a los países pobres fuertemente endeudados del pasado”. Al afirmar que no hay otro medio de salir más que mediante una nueva cancelación, incluida esta vez no sólo la deuda con los bancos privados sino también la debida al BCE y a los gobiernos europeos, insta a renovar, para el caso de la Grecia de hoy, la iniciativa de condonación de la que se beneficiaron los países pobres fuertemente endeudados en los años 1990.

Irlanda e Islandia

Dos países, Irlanda e Islandia, se caracterizaron por la severidad de su colapso financiero a principios de la crisis en 2008. Uno y otro, faros de un capitalismo financiero desenfrenado mostrado como modelo a seguir, conocieron un hundimiento de su sistema bancario frente al cual cada uno actuó, sin embargo, de manera totalmente diferente.
Mientras el gobierno irlandés asumió la deuda de los bancos arruinados, inflando así el déficit presupuestario y la deuda pública hasta niveles de un 32% y un 95% del PIB en 2010, respectivamente, e impuso medidas de austeridad draconianas con el fin de restablecer el equilibrio presupuestario en un periodo de cinco años, el gobierno islandés nacionalizó los principales bancos que habían llegado a ser insolventes y anuló su deuda, y muchos banqueros fueron juzgados y condenados.
La población islandesa rechazó vía referéndum, por dos veces, en marzo de 2010 y abril de 2011, suscribir un acuerdo de seis mil millones de dólares de indemnización de los depositantes, convencida de que no tenía por qué asumir las consecuencias de la especulación de los financieros.
A pesar de las protestas de los gobiernos británico y holandés, cuyos ciudadanos quedaban fuertemente afectados por el hundimiento de los bancos islandeses, así como las del FMI, a finales de enero de 2013 fue confirmado el derecho de la población a rechazar el rembolso a los ahorradores extranjeros por un tribunal de la Asociación europea de librecambio7 de la que forman parte tanto Islandia como Suiza, Noruega y Lichtenstein.
Al rechazar las recetas impuestas a otros países golpeados por la crisis y haberse liberado del peso de una deuda ilegítima, Islandia reanudó su crecimiento económico y su tasa de paro se redujo desde entonces por debajo del 8%. En Irlanda, esta tasa sigue siendo del 15% y su economía está estancada. Un sexto presupuesto de austeridad consecutivo fue adoptado a finales de 2012 y la relación de la deuda con el PIB, que era del 25% en 2007, sobrepasará en 2013 el 120%. Un tercio de esta deuda procede de la asunción por parte del Estado de la deuda de bancos arruinados, mientras que el gobierno sigue excluyendo cualquier aumento de la presión fiscal a las empresas, siendo la más baja de Europa.
En una entrevista titulada Let Banks go bankrupt [Dejar que los bancos quiebren], realizada durante el foro de Davos en enero de 2013 y difundida por You Tube, el presidente de Islandia, Olafur Ragnar Grimsson, explicaba que “ya era hora de dejar de considerar a los bancos como las sacrosantas iglesias de la economía” y que “la teoría según la cual los banqueros deberían poder gozar de sus beneficios cuando los negocios van bien, pero que la gente ordinaria debería pagar por sus fracasos y salvar los bancos por medio de los impuestos y la austeridad, esa gente corriente, en unas democracias progresistas, no lo va a aceptar más”.

Argentina: audacia y reveses

Al contrario de Islandia, donde las cosas parecen irse arreglando, la cuestión de la cancelación de la deuda soberana adquirió una considerable importancia en Argentina. Allí se está afrontando un formidable ataque tanto de fondos especulativos “buitre”, considerados en Argentina como fondos “carroñeros y usureros”, como de la justicia estadounidense, contra la supresión del 65% de su deuda (81 mil millones) que había concluido con el 93% de los acreedores de esta en el marco de los acuerdos de 2005 y 2010. Los recalcitrantes no signatarios de estos acuerdos no han cejado en su intento por conseguir órdenes judiciales ante los tribunales para el reintegro de la totalidad de los títulos que detentan.
Uno de ellos, el fondo especulativo Elliot Management, consiguió, el 1 de octubre de 2012, la captura de la fragata argentina Libertad en el puerto de Tema, en Ghana. Un juzgado estadounidense, por otro lado, ordenó el pago a Elliot Management del total del importe de los 1300 millones de dólares de los títulos detentados por este fondo especulativo y no el 35% del total que otros acreedores le había admitido. Ni que decir tiene que si Elliot Management consiguió el 100% de reintegro, esto va a tener el efecto bola de nieve en los demás acreedores recalcitrantes.
Argentina recurrió esta decisión en noviembre de 2012 y el Tribunal confirmó, el 27 de febrero de 2013, la orden de pago del total. Argentina inmediatamente declaró que no se sentía obligada por esta decisión y anunció que no pagaría el total de los 1300 millones aunque se le impusiese la orden de pagar. Evidentemente, Argentina se enfrenta a la confiscación de sus activos en el exterior.

Chipre: un tipo inusual de austeridad

Puerto de blanqueo de dinero y paraíso fiscal con la tasa más baja de impuestos sobre los beneficios de sociedades (10%), Chipre llegó a ser, junto con Islandia e Irlanda, una tierra de acogida de depósitos bancarios. En 2013, alcanzaron unos 68 mil millones de euros, cantidad equivalente a cuatro veces su PIB. Casi la mitad de esos 68 mil millones provienen de ciudadanos ricos y de empresas rusas atraídas sobre todo por la fuerte protección de los derechos de propiedad garantizada por el Estado chipriota, al abrigo de la intervención de Moscú.
Este dinero se invirtió en préstamos e inversiones que llegaron a alcanzar siete veces el PIB en 2013. Alimentó un boom inmobiliario y en gran medida fue invertido en la financiación de la deuda griega, de la que más del 50% de la parte a cargo de bancos privados, entre los cuales también bancos chipriotas, fue condonado en el marco del plan de rescate de Grecia a finales de 2011.
De ello se derivaron grandes pérdidas para los bancos chipriotas dos de los cuales, los más importantes, en quiebra, reclamaron una ayuda del Estado. Éste solicitó al BCE, al FMI y a la Unión Europea, 17 mil millones de euros, el equivalente de su PIB. Diez de estos 17 mil millones estaban destinados a la recapitalización de los bancos en quiebra.
Un acuerdo sobre esta ayuda, que resultó caduco a los tres días, fue firmado el 16 de marzo de 2013. Incluía una disposición inusual: para limitar a 10 mil millones de euros el total de la ayuda recibida, se acordó una tasa sobre los depósitos bancarios, de modo que los depositantes estaban obligados a financiar hasta 7 mil millones de euros del salvamento del país, de hecho el de los bancos. Esta tasa hubiera sido del 6,75% de los 30 mil millones de euros de depósitos inferiores a 100.000 euros, incluso si estos depósitos estaban garantizados por el seguro de depósitos, y del 9,9% de los 38 mil millones de euros de depósitos superiores a 100.000 euros.
Indignados por la propuesta, los ahorradores chipriotas, que veían que se les imponía una nueva forma de austeridad, por no decir un robo puro y duro de sus ahorros, se echaron decididos a la calle. Esto obligó al gobierno a renunciar a su proyecto a partir del 19 de marzo, lo que transformó de golpe la situación en un callejón sin salida.
El 25 de marzo se llegó a un nuevo acuerdo. Implicaba una importante reducción del sistema bancario chipriota, hasta entonces hipertrofiado, y el aumento de tasa de impuestos del 12,5% para las ganancias; hasta entonces era del 10%. La reducción del sistema bancario pasó por la restructuración del mayor banco del país, el Banco de Chipre, cuyos depósitos no asegurados fueron amputados en más del 35%, y por la liquidación del segundo banco del país, el banco Laiki, cuyos activos sanos y los depósitos asegurados, exentos de la tasa del 6,5% con la que se les quería gravar en el marco del plan abandonado, fueron depositados en un “banco bueno” que posteriormente se integrará en el Banco de Chipre.
Viendo el rechazo de la población de financiar la quiebra del sistema bancario, el gobierno chipriota y sus acreedores de la Unión Europea, el BCE y del FMI, se vieron obligados a cargar el peso del rescate sobre los más favorecidos, lo que constituye una primicia en cuestión de salvamento de un país en dificultades en la presente crisis. Una primicia de la que afirman que presuntamente quedará circunscrita a Chipre y que no servirá de modelo para oros eventuales salvamentos.

El «precipicio presupuestario» (fiscal cliff) de Estados Unidos

Dos causas están en el origen del fenómeno identificado como el “precipicio presupuestario” en Estados Unidos
I – Las importantes reducciones de impuestos para los más ricos puestas en vigor en 2001, 2003 y 2009, así como las reducciones del 6% al 4% de las cotizaciones a la seguridad social, vencían el 1 de enero de 2013, con el siguiente doble efecto:
  1. La recuperación de las tasas de impuestos y de cotización a los niveles anteriores, más elevados, es el equivalente a una subida de impuestos (de 225 mil millones de dólares) y cotizaciones (85 mil millones) en 2013. Así pues, una contribución positiva para el restablecimiento del equilibrio presupuestario.
  2. Pero esta alza efectiva de los impuestos y de las cotizaciones tiene un efecto de ralentización de la economía por la disminución del poder de consumo.
II – El embrollo del verano de 2011 sobre la elevación del techo de la deuda dio lugar a un “compromiso” del cual una consecuencia fue la puesta en marcha automática, a falta de entendimiento entre la presidencia y el Congreso, de reducciones de los gastos presupuestarios de 85 mil millones de dólares (gastos militares y gastos sociales) en 2013, con igualmente un doble efecto:
  1. La reducción de los gastos contribuye a la reducción del déficit presupuestario.
  2. Pero provoca al mismo tiempo una ralentización de la economía e incrementa las tendencias a la recesión.
Los dos conjuntos de medidas tienen pues el efecto de reducir el déficit (de 500 mil millones de dólares en 2013, es decir, el 3% del PIB) y el efecto negativo de incrementar las tendencias a la recesión.
Llegamos a la misma constatación que antes: al querer reducir el déficit (con medidas sobre todo de austeridad) y, más aun si se hace bruscamente, se corre el riesgo de provocar una degradación económica, es decir, alimentar la recesión. Fue ésta la situación que primero identificó, en febrero de 2012 el presidente de la reserva Federal, Ben Bernnke, como un “precipicio presupuestario” (fiscal cliff).
En la misma perspectiva, las agencias de calificación alertaban al gobierno de Canadá, en otoño de 2012, contra el recurso a la austeridad, advirtiéndole de que no había tanta urgencia en alcanzar el equilibrio presupuestario y que actuar precipitadamente puede tener efectos negativos. Hay que señalar por otra parte que el gobierno de Canadá había pospuesto en un año, es decir a 2016-2017, el logro del equilibrio presupuestario, antes de volver sobre su decisión en marzo de 2013.
Pero no parece que esto haya tenido eco en el gobierno de Quebec que multiplicó las medidas de austeridad con el único objetivo fundamental de su política económica de alcanzar el equilibrio presupuestario desde 2013-2014, tres años antes de lo que pretendía el gobierno federal para el otoño de 2012, y cuatro años antes de lo que pretendía el de Ontario. Ya conocemos las consecuencias, sobre todo en la financiación de la enseñanza y en la ayuda social.
Esta panorámica quedaría incompleta si no se mencionase esa causa fundamental de los déficits públicos, y del consiguiente recurso a la austeridad, que es el desvío de los ingresos del Estado mediante la evasión y el fraude fiscal. El problema es tan real que un organismo internacional como la OCDE8 hizo un llamamiento en febrero de 2013 a los países miembros del G20 para que interviniesen en vistas a erradicar el fraude fiscal que permite a las grandes empresas sustraerse de los impuesto. Al mismo tiempo, el Wall Street Journal, basándose en un estudio realizado en 60 grandes multinacionales estadounidenses, alertaba a la comunidad internacional sobre los miles de millones de dólares de beneficios que escapaban al fisco. Según esta fuente, cerca de la mitad de los beneficios de las multinacionales censadas habrían sido desviados hacia paraísos fiscales9.

¿Cuál es la salida?

Los ejemplos que acabamos de exponer de los efectos negativos de las medidas de austeridad sobre la situación económica en los países que se han visto abocados a ellas, pueden hacer creer que la crisis podría superarse mediante la implementación de políticas que están en las antípodas de la austeridad, es decir, mediante el aumento de los gastos públicos, bien sea en gastos en infraestructuras, bien en prestaciones sociales o en servicios públicos en general.
Hay que cuidarse mucho de una tal deducción. Para que el gasto público sea capaz de relanzar la economía, tendría que poder resolver el problema que está en el origen de su utilización, es decir, el bloqueo de la acumulación. En la economía capitalista, cuyo único motor es la búsqueda de beneficio y la fructificación del capital, para que un gasto público, destinado a la financiación de servicios públicos o de obras públicas, sea una inversión en el sentido capitalista del término, haría falta que esta inversión fructifique, que sea productiva para el capital, que “se pague por sí mismo”.
Y no es este el caso del gasto público que, por muy esencial que sea para el bienestar de la población, es improductivo para el capital. Este gasto no “se paga por sí mismo”. Al contrario, es una carga para el capital. Su financiación está asegurada por los ingresos del Estado, es decir, por los impuestos y los préstamos. La única actividad generadora de un aumento de beneficio global es la que proviniera de la recuperación de la inversión rentable. Y esto implica que el capital pueda extraerlo sobre todo del trabajo asalariado que es la única fuente de su acumulación10.
En resumen, contrariamente a lo que pudiera creerse, la clave del relanzamiento en esta economía en la que vivimos, cuyo único motor es el beneficio, ¡pasa más bien por una mayor austeridad, que no por una reducción de ésta! Esta conclusión nos lleva a una reflexión de otro orden, la que trata del tipo de sociedad que inventar para superar el callejón sin salida de la sociedad actual.

NOTAS

1 FMI, Fiscal Monitor, octubre 2012, p. 80.
2 Global employment trends 2013. Recovering from a second jobs dip. Anexos estadísticos, p. 133-154.
3 Capítulo 3 del informe.
4 Olivier Blanchard et David Leigh, Growth Forecast Errors and Fiscal Multipliers, IMF Working Paper, enero de 2013.
5 Declaraciones difundidas por la Agencia France-Presse, reproducidos en Le Devoir, el 15 de noviembre de 2012.
6 Titulado: «Greece’s debt burden. How to end the agony», p. 12.
7 Ver François Brousseau, «Merde aux banquiers» [A la mierda los banqueros] , Le Devoir, 4 de febrero de 2013.
8OCDE, Lutter contre l’érosion de la base d’imposition et le transfert de bénéfices, 2013, http://dx.doi.org/10.1787/9789264192904-fr
9Wall Street Journal, edición del 11 de marzo de 2013.
10Ver a este propósito mi artículo titulado «“En el origen de las crisis ¿sobreproducción o subconsumo?”
abril 2009. En: http://marxismocritico.com/2011/09/29/en-el-origen-de-las-crisis-%C2%BFsobreproduccion-o-subconsumo-louis-gill/