Por Xavier Caño Tamayo
ATTAC
Desde lo más de setenta de paraísos fiscales existentes se opera en todo el mundo sin desvelar jamás el titular de empresas, fortunas o fondos de inversión que en ellos radican. Para evadir impuestos, ocultar patrimonio o blanquear el dinero más negro que haya.
La crisis y el fraude fiscal de grandes fortunas, multinacionales y corporaciones han aumentado el negocio de los paraísos fiscales. Como asegura Juan Hernández Vigueras con rotundidad, los activos financieros en paraísos han crecido con la crisis. Aumentaron más del 2% en 2011 y, según Tax Justice Network, en los paraísos fiscales ya se esconden de 28 a 32 billones de dólares. La cuarta parte de la riqueza mundial.
Mientras las grandes fortunas personales, corporativas o empresariales evaden impuestos por medio de los paraísos, en Europa la ciudadanía paga más y soporta recortes, disminución de rentas salariales y violación de derechos sociales por la esa misma crisis que FMI, BCE y Comisión Europea pretenden afrontar con una austeridad suicida. Y por el aumento del fraude fiscal que resta ingresos a los estados, pretexto para la austeridad.
Es fácil evadir impuestos con los paraísos. En 2011, por ejemplo, Google montó una sociedad pantalla en Bermudas, transfirió a esa empresa ficticia casi 10.000 millones de dólares y evadió así el pago de 2.000. Práctica habitual de multinacionales con filiales en paraísos. En España, por ejemplo, 30 grandes empresas de las 35 del Ibex tienen sucursales en paraísos fiscales; en 2009, solo 18 tenían delegaciones en tales lugares. Hoy, buena parte de grandes empresas del mundo tienen filiales en paraísos fiscales, sus aliados estratégicos, porque optan por la evasión fiscal para aumentar beneficios. Por eso les va tan bien a los paraísos en la crisis y tan mal a la ciudadanía. De modo análogo a la materia, que ni se crea ni destruye, solo se transforma; el dinero es un todo y cuando una minoría defrauda, lo paga la mayoría. De un modo u otro.
El Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación ha desvelado nombres y apellidos de 130.000 personas multimillonarias que ocultan sus fortunas en paraísos fiscales. En Alemania, la revista Focus ha denunciado también que más de 100.000 ricos de ese país usan paraísos fiscales para evadir impuestos. Pero hay más, muchos más defraudadores fiscales. Gracias a los paraísos.
Los medios cacarean que tales descubrimientos forzarán al intercambio de información fiscal entre países contra los evasores de impuestos. Y citan que el paraíso fiscal Luxemburgo acepta flexibilizar el secreto bancario y proporcionar información fiscal sobre depósitos de extranjeros en sus bancos. Pero en otro paraíso fiscal europeo, Austria, su ministra de finanzas asegura que “luchará como una leona por mantener el secreto bancario”.
El ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble, por su parte, dice que las investigaciones citadas “refuerzan la necesidad de presionar la evasión fiscal internacionalmente”. Y a su portavoz, Martin Kotthaus, le parecería mucho mejor que saber el nombre de los defraudadores que se persiguiera a esos evasores de impuestos. ¿Acaso no ha de perseguirlos el Estado?
Parloteo. Es la táctica de las élites en el debate de qué hacer con los paraísos fiscales. ¿Acaso no dijeron en el G20 de 2009 en Londres que regularían el sector financiero? ¿Que la era de los paraísos tocaba a su fin? Pero solo fueron palabras, porque no decidieron ni hicieron nada. Nada.
¿Pero no han sido implacables FMI y Unión Europea al imponer la austeridad? Pues bien, cuando veamos la cuarta parte de voluntad política utilizada para implantar la austeridad fiscal en una actuación contra los paraísos fiscales, entonces creeremos que quieren poner de verdad algún límite a esos estados delictivos que son los paraísos. Para convencernos podrían hacer algo con los paraísos en Europa. Gibraltar, islas Guernsey y Jersey en el canal de la Mancha, Malta, isla de Man, Liechtenstein, Austria, Mónaco, San Marino… O el Vaticano que, según Réseau Voltaire, es una de las diez principales plazas financieras utilizadas para blanquear dinero sucio, por delante de Bahamas, Suiza o Liechtenstein.
Si no se toman medidas drásticas contra el secreto bancario y la opacidad financiera (pues eso es ir contra los paraísos fiscales), nada se resolverá. Y el fraude fiscal se eternizará.
Obras son amores y no buenas razones. Y hasta hoy no se ha hecho ni propuesto nada contra paraísos fiscales que cuestione mínimamente la existencia de esas plazas de fraude fiscal y blanqueo.