En las últimas semanas, el Instituto de Medicina Legal ha recuperado 81 cuerpos de hombres, mujeres, niños y no nacidos, enterrados en fosas clandestinas dentro del cuartel militar Los Cabitos, en Huamanga. Entre ellos, niños con disparos en la cabeza.
Recordemos que, según el informe de la CVR (tomo VII), "el cuartel Los Cabitos tenía una estructura jerarquizada rígida por su condición militar; que el comando político militar tenía a su cargo el planeamiento y ejecución de las operaciones militares que se realizaban en la zona; que las instrucciones emitidas por el comando eran acatadas por todo el personal bajo el riesgo de ser sancionados por desobediencia... resulta evidente que los altos mandos de la citada instalación militar han tenido el dominio y control de los actos violatorios de los derechos humanos".
Además, la CVR señala que existió en Huamanga, entre 1983 y 1984, un patrón sistemático de actuación en la lucha contrasubversiva, que implicó la violación de los derechos humanos: "se puede apreciar la existencia de un patrón de conducta (que) se caracterizó por seguir las siguientes fases: detención arbitraria, conducción a una instalación militar, tortura, liberación selectiva, ejecución extrajudicial y desaparición. En el caso de las detenciones arbitrarias, los agentes no se identificaban al momento de realizar las intervenciones y, posteriormente, negaban haberlas perpetrado". "Los lugares donde se mantenía irregularmente privadas de su libertad a las personas detenidas por la fuerzas del orden fueron el cuartel Los Cabitos y, excepcionalmente, el inmueble conocido como La Casa Rosada".
Los macabros hallazgos de las últimas semanas confirman las tesis de la CVR.
Haciendo un esfuerzo por entender cómo estos sucesos fueron posibles, recordemos que las fuerzas del orden recibieron el encargo de enfrentar a un sanguinario proyecto subversivo, en un contexto en el cual no se conocía al enemigo, en el cual el liderazgo político no tenía una idea clara de qué estrategia proponer, ni en el gobierno ni en la oposición (tampoco la elite intelectual). En este marco, las fuerzas del orden implementaron una estrategia contrasubversiva que opuso el terror del Estado al de Sendero Luminoso, mientras las autoridades políticas optaron por mirar hacia otro lado y desentenderse del asunto.
Con la ventaja que da el tiempo, sabemos hoy que no hay nada que pueda justificar este tipo de prácticas. No solo por su naturaleza criminal; además, porque resultaron ineficaces para solucionar el problema. Con el correr de los años se entenderá que la población no era cómplice, sino víctima del terrorismo, y que, por lo tanto, había que establecer una alianza firme con ella. Entre otras lecciones, que ojalá hayamos aprendido.
Imágenes de La República
http://www.larepublica.com.pe/content/view/217033/483/
AUTOR : MARTIN TANAKA, BLOG VIRTU E FORTUNA
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