La cita de los Pueblos se abrió paso. Se ofrecieron decenas de talleres y seminarios de análisis de los problemas que nos aquejan. Un febril intercambio de experiencias de organización y lucha por la conquista y el respeto de nuestros derechos. Firmes y sustentadas resoluciones en defensa de nuestro derecho al desarrollo, a la soberanía y a la participación política y el control ciudadano y de los pueblos originarios, políticas de Estado y sobre nuestros recursos naturales y energéticos. Una clara posición en defensa de un comercio justo y una integración solidaria y de cooperación entre pueblos y Estados, con respeto de los derechos laborales y sociales, así como a la soberanía de nuestras naciones, contraria a los TLC o Acuerdos de Complementariedad (como el que promueve la UE) dirigidos a imponernos políticas económicas y comerciales al servicio de transnacionales que sólo piensan en sus sobreganancias. La Declaración de la Cumbre Social es clara: construir un mundo distinto al del mercado libre de las transnacionales, el consumismo alocado, la precarización del empleo, el hambre, la crisis, y la destrucción del planeta por el afán de lucro y el egoísmo. Su compromiso es con un mundo solidario y equitativo, que reconozca la pluriculturalidad y etnicidad, que respete y resguarde la naturaleza y el medio ambiente, que devuelva el derecho de decisión a los pueblos para vivir en paz.
La Cumbre también dio oportunidad de reencuentro –y encuentro– a diversos movimientos y fuerzas sociales, nuevos y antiguos, nacionales y regionales, urbanos y rurales, de trabajadores y de pueblos originarios, de jóvenes y mujeres, de intelectuales y de activistas medioambientales, de pequeños empresarios y emprendedores, de sectores de iglesias comprometidas con los pobres y activistas de DDHH, de dirigentes políticos y círculos universitarios, que activan y luchan en diversos espacios por un Nuevo Perú. Fue un espacio extraordinario de confluencia. Vertientes diversas –y dispersas– redescubrieron sus puntos de encuentro en el objetivo mariateguista de un Perú Nuevo y una AL Unida y Soberana en un Mundo Nuevo. Las experiencias de los delegados de Ecuador y de Bolivia, de Venezuela y de Uruguay, de Paraguay y del Salvador, de Costa Rica y de Brasil, así como la intervención de Evo Morales en la Plaza, reposicionaron lo evidente: la necesidad, la urgencia de la unidad en la lucha y en la acción para abrir un nuevo rumbo al país.
Con vigor y creciente convicción, con evidente autocrítica, aflora la necesidad de promover el protagonismo de las fuerzas sociales marginadas y oprimidas, de renovar los liderazgos y de retomar la acción unitaria. Se trata de restaurar el principio de una economía al servicio de la gente (y no de la gente esclavizada por la economía al servicio de los poderosos), de recuperar la ética y la transparencia en la política y de hacer de la política un espacio de la gente y no de la manipulación y el engaño. En síntesis, de devolverles el Perú a los peruanos y de recuperar la capacidad de decidir nuestro destino unidos a las luchas liberadoras de otros pueblos de AL.
Contra el pesimismo de quienes hoy diagnostican la casi imposibilidad de reconstituir un proyecto liberador, de izquierdas y progresista, nacionalista y latinoamericanista, al término de la Cumbre se llevó a cabo el encuentro de organizaciones populares que convoca para este 4 de noviembre a una Asamblea Nacional de los Pueblos del Perú; espacio de articulación y unidad de un vasto contingente, con fuerte tinte descentralista y popular, que asuma la tarea de un Nuevo Gobierno y la lucha por la forja de un nuevo Estado, Nacional, soberano, descentralista y plurinacional, garante de la justicia social y basado en la democracia participativa.
AUTOR : JAVIER DIEZ CANSECODIARIO LA REPUBLICA, 5/19/2008
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